Heidy Almarales: La luna en su mirada

La joven Heidy funda La Chimenea en septiembre de 2014 junto al actor Dennys Pérez. Dos años antes ya había recibido talleres con la titiritera Yaqui Saez y gracias a esos impulsos había construido los primeros muñecos. Graduada del ISA en actuación y criada en un ambiente de libros e imágenes, se convertiría en titiritera. Eventos como el Taller Internacional de Títeres de Matanzas y el Taller Internacional de Clown organizado por Ernesto Parra, le permitieron ver otras formas de hacer, otros lenguajes quizás poco vistos en las prácticas cubanas. Entre sus deslumbramientos con otras estéticas está el espectáculo Lupa, mundos para mirar de cerca, del argentino Eugenio Deosefe.

Primero desde Las Tunas, ahora desde Camagüey, ella sueña con sensaciones y figuras. Invade la casa, almacena materiales, va conquistando el espacio como la naturaleza salvaje, se va metiendo en todos lados. Su mamá, María Cristina, de quien heredó los dos apellidos, es su mayor aliada en ese capricho hermoso de hacer teatro. Aunque a veces le pelea un poco por los regueros que, normalmente, deja una artista de los títeres; ella le respeta sus tiempos de lectura y hasta le sugiere temas, canciones, nombres. Heidy cuenta con el cariño de su madre en cada proceso, como el material más dúctil y resistente.

Le gusta construir sus títeres mientras escucha los sonidos del viento. Sus motivaciones las encuentra en películas, libros, en obras de otros artistas y hasta en la luz que se filtra en la mañana. Ella dialoga con todo lo físico y lo no físico. Los regalos de su novio enamorado no son flores, ni peluches, ni perfumes, ni zapatos rojos, sino cortavidrios, serruchos y hojas de caladora. Es una joven con talento y persistencia que cree que el amor se parece a la canción de Los Zafiros La luna en tu mirada.

Fotos: Cortesía del evento Frontera Cero, Camagüey, julio 2022

Félix Viamontes, diseñador del grupo Teatro Callejero Andante, de Granma, es un gran artista. También es un gran profesor e inspirador. Cuéntame cuán importante fue tu vínculo con él mientras estudiabas en el ISA.

Cuando era chiquita siempre me preguntaba cómo se hacía una muñeca, y si era posible hacerlo con las manos, porque lo veía como un proceso muy industrial. Lograr las texturas, las profundidades y los colores en un muñeco, me parecía algo inalcanzable. Me preguntaba si yo podía hacer algo así tan perfecto. Félix me abrió esa puerta con sus clases.

En sus clases, desde las habilidades que tenía, pude generar algo físicamente, y ese “algo” fue un títere, un personaje que se llamaba Concha. Aquello me fascinó, todo el proceso fue maravilloso. Félix nos dio toda la información, y todos salimos muy bien en esa clase, era la clase favorita de tercer año en aquel tiempo.

Me parecía que todo era posible. Algo que yo pensaba que solo se podía hacer de manera industrial, estaba al alcance de la mano. Me apasionó ver cómo podía crear algo y materializar una idea.

Las clases con Félix me marcaron profundamente. Después de tener el ABC, empecé en un estado de búsqueda y a coquetear con otras maneras, a tener otros sueños. Y ese ha sido mi reto: explorar, desdoblarme. El diseño para mí es muy importante, y más en el teatro de figuras, donde todo comunica. Me seduce descubrir cómo generar una sensación más allá de lo que puedas ver. Cómo un muñeco te puede estimular los otros sentidos. Eso forma parte de todo el rollo de pasiones que me sacan los títeres.

¿Por qué decides hacer un teatro de títeres para jóvenes?

El teatro para jóvenes me permite estar en el justo medio. Es un laboratorio porque no se pierde la curiosidad de la infancia y la capacidad de asombro, pero al mismo tiempo también está presente la responsabilidad de saber qué se quiere. Con el desenfado y las ópticas de las influencias de nuestro tiempo, eso me parece fundamental. Y el títere es una zona de exploración, como lo puede ser la juventud. En ese punto es donde yo logro realizarme como creadora.

He visto que tus exploraciones y tus búsquedas estéticas son con muñecos y figuras a pequeña escala. ¿Te has propuesto alguna vez hacer una puesta con títeres de gran formato?

Sí, me interesaría hacer algo de gran formato. Pero La Chimenea es un proyecto que yo me tengo que gestionar. Yo me pago todo. A la vista de algunos es un gran hobby, para mí es una gran pasión. Los materiales son muy costosos, y evidentemente soñar con algo grande, para mis exigencias, podría ser muy caro.

De todas formas, hacer teatro de figuras de pequeño formato me encanta, porque hacer los elementos y los muñecos a escala me parece genial. Poder hacer los detalles es algo que me entretiene y descubro en ellos cómo generar soluciones antes de hacer un trabajo más un poco más grande.

Fotos cortesía Heidy Almarales obra El Círculo

 

¿Cómo es tu proceso creativo? ¿Qué llega primero?  

Siempre hay algo que me inspira que tiene que ver con un anhelo, tiene que ver con una búsqueda literaria, y después pienso cómo puedo desarrollar esa idea de manera física. Lo primero que tengo en la cabeza es la idea de cómo quiero que se vea. Aparecen las sensaciones que quiero que trasmita: si es calidez, si es frialdad, si es un ser superior, místico, con capacidad de modificaciones, si es un poco más humano. Entonces empiezo a hacer una búsqueda de materiales y trato de realizar esa idea.

Yo tengo un proceso que es contrario a lo que se orienta en la escuela: que tú tienes que hacer el dibujo y después hacer el muñeco. Yo empiezo a hacer un estudio de todo lo que tengo en la cabeza a nivel de historia, a hacer investigaciones sobre el tema. A partir de ahí empiezo a tener claro qué tipo de personaje es el que quiero. Las líneas tienen su psicología y las texturas también, entonces empiezo a adecuar los materiales y a intencionar.  

A veces comienzo a tallar en la poliespuma sin tener un boceto, porque me gusta sorprenderme con el material. En ocasiones uno está muy esquemático y tiene una idea preconcebida de lo que quiere, pero tal vez por carencias, o porque no tienes todas las condiciones el resultado no queda tal cual lo imaginaste. Entonces empiezas a desechar, a desechar, a desechar, y en este mundo no se puede desechar tanto. Yo creo que hay que dejarse sorprender un poco.

También tengo títeres que no se incluyen dentro de puestas en escena. Son estudios que voy haciendo, donde elijo cualquier material que tenga a mano y a partir de ahí genero un personaje. Los resultados de este proceso son bastante sorprendentes porque me genera un estado de búsqueda que después es útil para futuros espectáculos. En esas búsquedas he descubierto materiales que me aportan mucho como el nylon y el papel de las guías telefónicas. Para mí son maravillosos y siento que tienen la capacidad de generarme sensaciones muy buenas, amén de lo que tradicionalmente aprendí.

Fotos cortesía Heidy Almarales obra El Círculo

 

La Chimenea es un proyecto de la AHS. Tú te autogestionas los materiales, los tiempos y los ritmos de trabajo. ¿Cómo es tu espacio de creación? ¿Quiénes te apoyan?

Mi mesa de trabajo es una herencia. Era la mesa de mis abuelos, y ella tiene las cicatrices, las marcas de todo lo que yo he hecho con mis manos. Me hace muy feliz porque es como tenerlos cerca a ellos, eso es algo que me agrada mucho.

Mi casa tenía sala, cocina y comedor en un solo espacio, y era el lugar por donde se entraba a la casa. Cuando estaba en el proceso de El círculo mi mamá me daba todo el espacio del mundo. Ella salía a trabajar todos los días a las siete y veinte de la mañana, y a partir de ese momento hasta las cinco y cuarto de la tarde la casa era totalmente mía. Si ella llegaba y yo estaba trabajando ella se quedaba en la orilla, caminando por los rinconcitos para no molestarme.

Mi madre es muy feliz cuando yo estoy haciendo teatro, y me ha aprendido a querer de esa manera. Cuando uno está creando puede llegar a ser un poco irritable, sensible y mi primer apoyo ha sido ella. Económicamente también me ha apoyado. Fue la primera persona que me puso un peso en la mano y me dijo: “Gástate el dinero”.

Hace poco estábamos en el proceso de recoger cajas y bultos y más cajas y nos pusimos a revisar cosas que hacía mucho rato no veíamos y ella me dice: “¡Dios mío, cómo me hiciste gastar dinero en lamparitas, en bombillitos…! ¿Pero cuánto de esos tú tienes?”. Y después dice: “¡Es verdad que tú con los títeres nunca has tenido miseria!”

En la actualidad tengo un novio a quien quiero mucho y también ha sabido entenderme de una manera fascinante. Me da todo el espacio, y yo nada más tengo que abrir la boca y él se vuelve como loco, porque es un super productor. En Las Tunas había cosas con las que no podía soñar, pero aquí en Camagüey sí puedo. Aquí existen impresoras 3-D, otros materiales que allá no tenía, e instrumentos para poder construir.

Mi novio compra un serrucho o una caladora y me dice: “Mira, para los títeres”. Él sabe que lo que más me gusta es tener una cierta soltura con los materiales y los instrumentos para poder trabajar.  

También en este momento tengo a María Carla Suárez como productora, comunicadora, vecina y también violinista, y como actor a Yunior Vergara. Yo nada más tengo que esbozar una idea y ya ellos están soñando conmigo y buscando, porque para poder soñar con el títere hay que concretar muchísimo. Con las ayudas que me dan esas personas me siento muy afortunada.

Foto Cortesía de Heidy Almarales

Cuando se analiza la visualidad de tus espectáculos se descubre una estética muy particular en cuanto a construcción, movimiento del intérprete y animación de las figuras. El trabajo que has desarrollado con La Chimenea es bastante distintivo dentro del panorama titiritero cubano, aun cuando se puedan encontrar puntos comunes con otras estéticas. ¿Cuáles son tus referentes?

Cuando era niña no tuve referentes de teatro de títeres. Mis referentes tenían que ver con la plástica. Mi madre es ingeniera civil y mi padre también. En la casa había muchos libros sobre arquitectura donde aparecían planos. Libros sobre artes plásticas que miraba desde muy pequeña para entretenerme. Así conocí a Velázquez, a Van Gogh, a Goya y a muchos pintores que aparecían en los libros de arte cubano.

Recuerdo que había un libro que te explicaba cómo mezclar los colores y qué texturas recibir según si era óleo o era acuarela. Aquello me fascinaba porque quería ser pintora. Ese anhelo mutó con el tiempo, evidentemente, pero las artes plásticas están ahí como referente. Mis influencias tienen que ver, en gran medida, con un universo cinematográfico, con el tipo de dibujo animado que vi siendo niña, con el tipo de películas que veo.

También tengo un primo que estudió en el ISDI y era fanático al universo manga. Entonces me fasciné con ese otro tipo de dibujos animados donde la línea era otra. Después crecí y comencé a leer. Encuentro en la literatura imágenes con las que sueño, proyectadas de otra manera. También hay músicas que me transmiten muchas sensaciones.

Un poema de Rimbaud me fascina, como me puede fascinar Claro de luna, de Beethoven, como me pude encantar una serie de anime o la música de los videojuegos.

Con el tema de los referentes me doy cuenta de que no existe un límite entre una cosa y la otra. Creo que el arte está muy mezclado. Me fascina la danza y el lirismo del movimiento. Cómo el cuerpo solo puede comunicar prescindiendo de la palabra o cómo un sonido puede ser la voz, son algo que me seduce mucho. Todo se vuelve un elemento fundamental para poder crear un lenguaje más plural, y a veces prescindiendo de la añorada palabra.

Fotos cortesía de Heidy Almarales
obra My Valentine

En tu trabajo están presentes la intimidad y el juego con los sentidos como recursos expresivos que, de alguna manera, sustituyen a la palabra. ¿Por qué eliges esta forma de comunicación con el público?

Primero es un gusto personal. Existen muchas formas de comunicar. Muchas veces nos quedamos con el pensamiento, de que el títere tiene que comunicar necesariamente a través de la palabra del actor, que se vuelve la voz del muñeco. Para mí es fundamental explorar otra zona y encontrar el refugio en la comunicación desde otros planos.

El personaje no es solo el que cuenta su historia sino la situación en la que se encuentra. Como prescindo de la palabra, en la mayoría de las veces, es importante que todo el entorno conspire y comunique. Por eso me gusta esta manera más sensorial. Por eso me gusta hacerlo un poco más íntimo, desde la cercanía.

Eres actriz, directora, dramaturga, diseñadora y también gestora de eventos. ¿Cómo lidias con esos roles tan complejos a la vez?

Creo que forma parte también de mi entrenamiento como actriz. Estoy en un espacio de búsqueda y lidiar con eso no es tan complicado. El no saber, en primera instancia, no es problema. Nadie nace sabiendo. Lo importante es buscar personas que sean capaces de asesorarte y poder dialogar con ellos de manera limpia y empática.

Organizar un evento es intenso y lidiar con factores externos puede llegar a ser complicado, pero creo que crecerse ante la adversidad es fundamental.

Yo solo necesito un espacio para poder crear, pensar bien las cosas, y tratar de ser lo más consecuente posible. Hasta ahora he tenido ese espacio.

Lo único que siento mucho es que a veces las personas no están tan dispuestas. Uno no crea solo, uno necesita de otras personas. A veces me pone triste que la gente de mi generación, en algún punto de la historia, no les interesa salirse de ciertas zonas de confort. Y a veces uno tiene que trabajar con ese tipo de personas para poder hacer lo que quiere, tanto un evento como una obra. Pero siempre trato de ver las cosas desde un punto de vista positivo. Entonces trato de ser flexible y no tan intransigente, para estar más abierta a nuevas posibilidades, y eso creo que ha sido la carta que me hace realizar mejor las cosas.

De los eventos teatrales en los que has participado, ¿cuál de ellos te ha aportado más?

Todos han sido importantes para mí porque me han mostrado la variedad de recursos y de estéticas. Pero el evento que más me ha marcado es el Magdalena sin Frontera, en Santa Clara, organizado por Roxana Pineda. Aunque no he participado en talleres que tengan que ver directamente con el universo del títere, me han sido de mucha utilidad las herramientas que dan las maestras. Pasé un taller con Julia Varley y otro con Cristina Castrillo y ambos han sido fundamentales en mi forma de hacer teatro. Me enseñaron a trabajar la dramaturgia espectacular, a pensar a través de partituras escénicas. El evento también me posibilitó ver a maestras como Dévora Hunt que están especializadas en zonas titiriteras y a otros grupos del patio como La Salamandra. Mi vida en el teatro tuvo un antes y un después luego del Magdalena. Ha sido un referente rotundo para mí.

Fotos cortesía de Heidy Almarales
obra My Valentine

¿Cuánto aportó al desarrollo de La Chimenea un espacio como Zona en Progreso liderado por Rubén Darío Salazar?

Ese espacio que Rubén Darío logró generar ha sido fundamental. Una herramienta que ha alentado a muchos. Cuando presentamos siete escenas de El Círculo, como parte del proyecto, estábamos muy contentos, porque en aquel entonces no existía una academia de títeres, ni un espacio de formación de titiriteros. Aunque el teatro es uno solo, esa fue la primera vez que tuvimos a tantas personas dispuestas a ayudar desde el universo del títere. Confrontar nuestras búsquedas con especialistas de toda Cuba y de otros lugares fue una guía para saber si lo que estábamos haciendo tenía un valor.

Zona en Progreso fue justo esa mira que necesitábamos para poder estar mucho más seguros del camino que queríamos tomar. Este proyecto no solo se quedaba en el proceso de trabajo, sino que permitió presentarnos en el Festival de Teatro de Camagüey. Y ese fue un motor. Yo siempre le estaré agradecida a Rubén porque no son muy comunes los espacios donde se escuche a voces jóvenes de una forma respetuosa y poniendo la formación y el crecimiento en primer plano. Creo que todos los que pasamos por esa experiencia nos sentimos muy felices. Nos puso el banderín en alto porque nos daba un voto de confianza y una exigencia al presentarnos en Camagüey o en el Taller Internacional de Títeres. Zona en Progreso nos legitimó, nos apreció nos visibilizó. Rubén ha sido siempre un entusiasta del mundo de los títeres, pero también un entusiasta de la juventud. Y le voy a estar agradecida eternamente por eso.

Fotos cortesía de Heidy Almarales
obra My Valentine

¿Qué es para ti el teatro?

El teatro es, ha sido, el proceso en el que más me he visto crecer. En el teatro he logrado rebasar las distancias y ciertos temores. Es mi mayor catarsis. Es el lugar donde puedo asumirme de otras maneras. Es un camino para mí un tanto incierto porque no sé qué voy a hacer en un futuro. En un futuro lejano no sé en qué punto podría estar, pero ese es el camino que quiero seguir. Hacer teatro es la sensación más gratificante que he tenido en mi vida, me reta, me provoca, me hace estar todo el tiempo inquieta. El teatro me da un margen de búsqueda tan rico que siento que es como una escuela abierta. Todavía tengo la capacidad de poderme asombrar con los procesos y eso me trae mucha felicidad.

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