Marcelo Pogolotti: un arte de vanguardia y de pensamiento

Por los entresijos de búsqueda de nuevas concepciones artísticas se movió el universo pictórico de Marcelo Pogolotti, con un discurso tan sugerente como distintivo, tan modernista como irreverente. Ciento diecinueve años han pasado desde que naciera este maestro del arte cubano, el 12 de julio de 1902.

Pogolotti pasó su infancia en Cuba y Europa y luego inició estancia en Estados Unidos, de lo que fue aprehendiendo culturas y tomando esencias. Comenzó estudios de arte en Nueva York en 1923 con 21 años de edad, y dos años más tarde, participa en el Salón de Bellas Artes en La Habana en la Asociación de Pintores y Escultores. En 1927 participa en la Exposición de Arte Nuevo que organiza la Revista de Avance, considerada la primera ruptura vanguardista.

Su estilo creativo se alejó de las manidas fórmulas academicistas, su genio de artista anunciaba que era necesario el cambio en el arte, una transición hacia la búsqueda de lo nacional, visiones permeadas por el contacto con otras culturas y realidades.

Durante 1928 visita Rotterdam, La Haya, Amberes, y se establece en París. Comienza entonces a descubrir las novedades del arte moderno, lo seduce el surrealismo y realiza abstracciones.

Estuvo vinculado al Movimiento Futurista, en Italia, que se movía bajo los preceptos de la renovación artística del pasado. La propuesta de un nuevo arte acorde a los nuevos tiempos y las nuevas necesidades, fue el incentivo de Pogolotti que desarrollaría en su pintura incorporando luego la temática social y revolucionaria.

Una de sus piezas exponentes en esta nueva orientación y de las más conocidas en su trayectoria es Paisaje cubano, de 1933. El contexto representacional de una sociedad en su pluralidad de visiones y las escenas nada ajenas a una realidad cambiante, reflejan las claras circunstancias –no solo de Cuba– sino de un mundo en transformación.

Su obra El intelectual, de 1937, comenzaba a avizorar los momentos más sombríos en la vida de un artista de la plástica; un año más tarde pinta lo que sería su último cuadro, Encuentro de dos épocas, y pierde por completo su visión. Las décadas posteriores fueron fructíferas en exposiciones y comienza a publicar sus obras literarias.

El néctar de modernidad que asume el lenguaje plástico de Pogolotti no es sino una actualización de códigos estéticos y conceptuales. Alejo Carpentier expresó sobre Marcelo en 1931: Sus concepciones se sitúan (…) en el campo de las inquietudes pictóricas actuales. No pierde nunca vigencia una creación pilar de la historia del arte cubano; la obra de Marcelo Pogolotti es un necesario referente en la inteligible vanguardia plástica, como él mismo dijera ante esa circunstancia: Un imperativo estético en coincidencia con el tormentoso momento mundial, me impuso una nueva orientación pictórica. (…) el arte había ido perdiendo grandeza. Era preciso reintegrarlo a la vida, a la historia y al pensamiento vivo.

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