La ciencia ficción nos ayuda a comprender cosas de este mundo

Mientras la pandemia aún azota al mundo, el escritor Denis Álvarez Betancourt comparte su tiempo entre dos grandes pasiones: la ciencia y la escritura. Como autor y como lector, no son pocas las historias que ha regalada al lector cubano y, ocasionalmente, al lector de otras fronteras geográficas. Además, como hombre de ciencias, Denis es en estos momentos parte de un equipo que lleva adelante el desarrollo de uno de los candidatos vacunales contra la covid-19. Esta esperanza podría, en un futuro no tan lejano, desterrar la pandemia de nuestras vidas y hacernos volver a la normalidad tan deseada. Visto así, en estos momentos Denis se asemeja mucho a uno de esos héroes de las sagas de ciencia ficción y fantasía que acompañan sus lecturas y escritura. De la distopía a la esperanza hay un largo camino, que siempre comienza con un primer paso.

Luego de no pocos años de historia del género fantástico en Cuba, en tu opinión, ¿cuáles han sido sus mayores logros y desaciertos?

El mayor logro sin dudas está asociado a insertar lo fantástico dentro de lo que podríamos llamar literatura cubana. Somos una nación de extraordinarios poetas, el género más universal y reconocido desde el siglo XIX, revisemos si no los nombres más ilustres y premiados. En la novela costumbrista, la crónica, el teatro también se pueden identificar grandes escritores y obras. El género fantástico, en cambio, quedó rezagado a pesar del gran legado africano (quizás por el secretismo propio de las sectas y la discriminación del negro y de todo lo que provenía de ellos) y de las leyendas del campo tan bien investigadas por Feijóo. Se fijó el criterio de que es algo menor y poco riguroso, y no se etiquetaron como fantásticas obras que evidentemente lo son —incluso Carpentier y su “realismo mágico”. No decimos, por ejemplo, que Onelio Jorge Cardoso es un escritor de fantasía, pese a que escribió un cuento como “El caballo de coral”. Los güijes, la Luz de Yara, las curas místicas con agua o los patakines cayeron en la categoría de folclor.

Estos temas fantásticos fueron bien acogidos en la literatura infantil, resguardo defendido a capa y espada por escritores que reforzaban la identidad nacional por encima de obras tipo Walt Disney, de donde nos llegaban las otras influencias del género, al menos en mi generación. La reconocida como fantasía heroica, asociada mucho a las tradiciones nórdicas y celtas con dragones, elfos, dioses, etc., no tuvo y apenas tiene una repercusión nacional hasta quizás esta época, aupada por el bombardeo mediático de animados, películas y series y, por qué no decirlo, la increíble labor de Daína Chaviano y compañía, que trajo a Tolkien al público masivo allá por los 80´s.

En el caso de la ciencia ficción (CF), que en general es de menor masividad ya que se requiere entrenamiento para asimilar este tipo de literatura, debe resaltarse la persistencia de autores que permiten hablar hoy de un estilo de CF propio, que asimiló las tendencias mundiales y que se aplatanó con mucha creatividad. Ha pasado por fases sinusoidales que, según mi parecer, dependen de las tendencias editoriales a la vez que de las económicas. A un inicio digamos romántico, asociado a Verne, H.G. Wells o Poe, siguió un boom que dependió de las influencias soviéticas y de la “bonanza económica”, ya que las obras importantes del género del mundo occidental apenas llegaban y eran un coto exclusivo para algunos aficionados. La ciencia ficción soviética que entraba a Cuba con bastante asiduidad marcó diferencias en el abordaje del género respecto a otros cultivadores en América Latina. Debe resaltarse el interés por la ciencia que se generó en el país en los finales de los 70 y durante toda la década posterior, también por influencia soviética. Eso, aunque parezca obvio, no siempre se considera al tratar de explicar los vaivenes de este tipo de escritura en el país. Aquí podemos ubicar nuevamente a Daína y compañía que cultivaron también el género con tintes fantásticos y poéticos no tan asociados a la variante dura.

En los 90´s cayó nuevamente aunque sobrevivió principalmente con el ciberpunk, un período heroico sin apoyo editorial y en condiciones económicas difíciles que condicionaron la existencia de los fanzines y las publicaciones por correo. Finalmente, la etapa actual donde el esfuerzo de autores como Raúl Aguiar y Yoss, entre otros, ha sido sustancial en la formación y estímulo al género, unido a la creación del Centro Onelio que cataliza a autores interesados en este tema, más el apoyo editorial de Gente Nueva, que dicho sea de paso ha acompañado a estos géneros desde siempre. No demeritar a Juventud Técnica de Abril, que mantiene el concurso de cuento y algunas publicaciones.

No abundo en el terror, tercera pata de esta mesa de literatura, si se quiere discriminada porque, al menos en mi conocimiento, está menos reverenciado todavía y después de Oscar Hurtado no tengo mucho conocimiento sobre el tema, pero me parece un género de menor producción.

De todas formas, que se publique una colección como Ámbar, se mantengan concursos como el “Oscar Hurtado” y los talleres literarios, y seamos un grupo amplio de autores que funcionan como un núcleo cooperativo son también grandes logros de los últimos tiempos.

De los desaciertos, en los últimos años, y con ello me refiero al siglo XXI, debo decir que surgieron muchos escritores, no todos con la profesionalidad suficiente. Si bien el resto de los géneros tienen este mismo problema, al ser menos masivo y los decisores no apoyar el género en sentido general, se nota y se amplifica el criterio de literatura no seria. Muy pocas obras de estos géneros fantásticos se presentan a los llamados concursos, digamos, de “alto nivel literario” como el Carpentier o el Casa de las Américas. En cambio, arrasan en los David y en general los concursos que promueve la AHS. Puede y ojalá sea un síntoma de futuro.

La promoción editorial depende de personas con un interés en el género y no de una política editorial, que debe ser lo correcto si de promover la diversidad se trata. Se debe convencer a decisores de políticas culturales insertándose en las organizaciones tipo UNEAC, consejos editoriales, AHS (aunque en este último caso hemos tenido mejor suerte), Casas de Cultura, etc. Como no todo es de afuera, se necesita también un compromiso con el género, sin dejar de escribir otros, por supuesto. Yo no creo que los escritores deban ser “puros”, aunque estos existen y muy buenos. Los géneros se asocian a temas que se abordan con pautas determinadas para trasmitir ideas, sentimientos, experiencias, y el escritor tiene la potestad de escoger. Quizás ya no escriba fantasía, pero se puede apoyar el género de muchas formas considerándolo lo que es: parte de la literatura.

Otro error es que al seguir el llamado mainstream, se peca entonces de falta de originalidad. Casi todos los días se tiene una serie, muñequito, videojuego, que trata de fantasía y CF en TV o computadora. Eso impacta en los jóvenes y los que tienen inquietudes literarias, quienes tratan de copiar estas fórmulas. Normal, pero debe ser compensado con un espacio de buen aprendizaje. Exhortarlos a leer buena literatura, o al menos a leer. Darles herramientas para que logren una superación continua, multiplicando los talleres y que no solo exista el Centro Onelio en la capital.

No sé cómo este tipo de literatura es manejada en los círculos académicos como el ISA, por ejemplo, o las universidades. Hay un vacío de ensayos críticos, en general para toda la literatura pero más aún para estos géneros. A veces hay problemas hasta para hacer las reseñas de las contraportadas de los libros. Sin esa retroalimentación no hay desarrollo posible.

Otro desacierto es la poca interacción entre las provincias. Aunque Espacio Abierto trata de contactar con escritores fuera de La Habana, la incomunicación afecta por el tema de la difusión y la necesaria confrontación entre escritores de un mismo género en el país. Como género minoritario, si se quiere, debe fomentarse una unidad lo más fuerte posible para derribar esos prejuicios con este tipo de literatura. Ese es el principio de toda minoría que quiera que se le considere a escala nacional.

Pudiera comentar otros desaciertos referentes, por ejemplo, a la actividad promocional extrafronteras, los problemas de traducción, las publicaciones en el extranjero, la comercialización de libros y otras, pero quiero darle el mismo peso a aciertos y desaciertos.              

En la actualidad, eres coordinador del Taller Espacio Abierto, ¿qué nuevas coordenadas y horizontes se abren para dicho Taller luego de una década de vida?

Espacio Abierto siguió una tradición de talleres sobre el género que se remonta ya a casi 40 años, desde el “Julio Verne”. Es algo interesante porque creo que el movimiento de talleres literarios sufrió un colapso importante en todas las manifestaciones de la literatura. Pero en este caso, quizás por el contacto intergeneracional creado en torno al género, que en un momento se centró en pocos representantes para su persistencia y estos a su vez estaban “criados” en talleres, hizo que se mantuviera esta variante de intercambio y superación como el método más apropiado para los que se incorporaban. Era una necesidad, que se tradujo en refundarlo una y otra vez. Aunque con distinciones y métodos distintos, se puede considerar que es un solo taller desde el inicial y siempre existieron uno o varios escritores que se transfirieron de uno a otro a lo largo de los años. Compartir con Bruno, Gina, Agustín, Yoss, Raúl, Encinosa, al menos para mí, afirma esa continuidad. El taller ha tenido etapas de inactividad absoluta, pero existe un núcleo que lo mantiene vivo y por ahora con el mismo nombre. Sigue siendo una necesidad para los nuevos escritores; para los viejos es la necesaria confrontación.

El evento y concurso “Oscar Hurtado”, realizados con el esfuerzo personal de todos, cubre la promoción ausente en los medios oficiales. Antes de la pandemia estábamos buscando aproximarnos a las instituciones, apoyar a los escritores del interior, fomentar una variante más recreativa del evento anual, pero eso quedó truncado por la detención de las actividades culturales. En esta situación se ha tratado de establecer plataformas digitales que lo mantengan en actividad, hay una página web, grupos de WhatsApp, etc. Reconozco que por mis limitaciones tecnológicas no uso mucho esas variantes. Pero siempre veo el taller como el espacio abierto para mantener la idea viva y por eso lo defiendo y lo apoyo. Hace poco tuvimos una muestra de lo necesario que es: fue en el primer taller después de la apertura donde por poco nos botan de la sede en la Casa de Cultura “Mirta Aguirre”, por la cantidad de gente, pero eso nos duró poco desgraciadamente. Espero que se reanude todo pronto.

A cuatro manos con tu hermana Yadira Álvarez se escribió el libro Historias de Vitira. Más allá del vínculo biológico que los une, ¿qué intereses escriturales comunes vertieron en esta historia?, ¿existen planes de volver a escribir algún proyecto juntos?

Yadira, lo digo una y otra vez, es mi principal aporte a la literatura cubana. Sin excluir a papá, mamá y abuela, por supuesto. La llevaba a las Ferias del Libro en la Moderna Poesía, en aquellos inicios que ya casi nadie recuerda. Lamentable, por cierto, el estado de esa librería icónica de los que amamos la literatura. Le compraba libros casi todos los días y su entrada al Onelio fue porque encontré la convocatoria y se la llevé. Provenimos de una familia de maestros e incluso mi abuela materna, sin formación escolar casi, leía muchísimo. Eso nos acercó a un hábito de lectura sin preferencias: se leía de todo. Realmente no nos parecemos en los temas que afrontamos a la hora de escribir, en lo puramente literario quizás sí, aunque ella maneja la teoría y el lenguaje mucho mejor que yo. El tema inicial era interesante y eso hizo que la convocara para hacer historias sobre Vitira, o mejor dicho Viganella, pueblo real de los Alpes italianos con una ubicación especial donde el sol no llegaba y deciden poner un espejo. Fue como un juego de variaciones sobre un tema. Después me di cuenta que apenas es distinguible quién de los dos escribe así, parece que entramos en comunión “genética”. Pero por ahora no tenemos planes de repetir algo como eso, quizás en un futuro si encontramos un tema adecuado de interés de los dos. Compartimos muchos gustos, así que algo aparecerá.

¿Cuán relevantes han sido para ti las alianzas con escritores que cultivan el mismo género que tú?

Muy relevante, se aprende mucho en el intercambio y además sirve para inspirarte. Te actualizas de lo que está pasando y de lo que se está pensando. Compartimos libros y recomendaciones de títulos y autores, de series y películas. Pero más importante aún, conocemos de motivaciones, historias personales, logros e insatisfacciones. A veces hay desacuerdos, pero lo podemos solventar conversando y confrontando ideas y experiencias.

Espacio Abierto ha contribuido mucho por su concepción de oír y dejar opinar a cualquiera que se acerque, sin restricciones salvo el género. Conocer a personas que comparten tus mismos intereses es reconfortante, te das cuenta que no eres un bicho raro y que lo que te apasiona también apasiona a otros seres. Es encontrar, dentro de lo diverso, tu pedacito común. Soy científico así que puedo entender la estadística un poco y podemos decir que es, dentro de la distribución, tu clúster específico. También puedes lograr apoyos que se pueden traducir en publicaciones, la meta dorada de los escritores, y más aún en Cuba que tenemos tantas dificultades. 

En el distópico mundo que vivimos, ¿por qué continuar escribiendo ciencia ficción?, ¿para qué leerla?

La ciencia ficción abre mentes, instruye, entrena la creatividad. También contribuye a comprender cosas de este mundo. Dije anteriormente que se necesita entrenamiento para leerla, pero cuando te sumerges puedes encontrar mucho de filosofía, de ciencia real y de esperanza. Te hablo de la buena ciencia ficción, la de ahora y la de siempre. No he leído nada más deslumbrante en su fantasía que Las Crónicas Marcianas, ni nada más filosóficamente aterrador que Frankenstein. Cuando se logra el llamado “pacto ficcional” con el lector para que acepte que se puede montar en una estrella sin quemarse, se pueden trasmitir ideas muy revolucionarias y, al menos yo, al escribir trato de conectar ese mundo al mundo real. A lo mejor existe, pero no conozco el escritor de ciencia ficción que viva en otro siglo u otra estrella, quizás algún viajante del tiempo camuflado. Todos escriben aquí y ahora, así que escriben sobre este mundo aunque ubiquen sus historias en otros planetas, en otros tiempos o en futuros post-apocalípticos.

Es por eso que no creo en subgéneros. Puede tener tanto de literatura como el realismo mágico, la novela histórica o una obra de teatro y ser a la vez fantástica y actual, quizás incluso más actual porque hay que dar un basamento casi científico, casi lógico, y además hacerlo creíble siendo una fantasía. Cuando aparece un dragón ya el lector sabe que leerá algo siempre inexistente, pero si aparece una nave positrónica súper lumínica el lector pensará en algo inexistente pero posible, y obligará entonces al escritor a explicarle si no ha leído nada de eso antes. Por eso es importante el entrenamiento.

Eres un autor que ha tenido una presencia bastante continua en las dinámicas de las antologías. ¿Qué beneficios puntuales han traído, para más de una generación de escritores, el hecho de asociarse a través de un proyecto literario?

Las antologías contribuyen a darte a conocer pero, más que eso, dan la posibilidad de publicar. Los escritores necesitan que se le publiquen, porque es la única manera de que se conozca su obra en un círculo más amplio que el suyo habitual. Después que se le reseñe para tener la contrapartida crítica y saber si está bien o mal. Los que como yo escriben corto —me cuesta llegar a las 15 páginas en un cuento—, no tenemos mucho tiempo para dedicarnos a la literatura como quisiéramos, y agrupar tantas historias como para hacer un libro propio completo lleva mucho tiempo. Me tardé casi tres años en completar Llueven piedras en el valle del Alquim, para no hablar del tiempo que transcurrió hasta su publicación este año.

Las antologías, en cambio, tienen una dinámica más rápida. Pongo el símil de la música: sacas el single para ir adelantando con el público y después el DVD. También te impone retos: al proponerse un proyecto, tratas de cumplir y te pruebas con un tema, algo así como una literatura a pedido, a veces escabroso y complejo como en la antología Sexbot. Sexo en clave de CF. Lo otro es el acceso a las editoriales. Los antologadores tienen contactos que canalizan tu obra y se encargan de tareas tales como la impresión, los contactos con los revisores, etc. Parte de la pincha que no te toca y, si estás apretado con el trabajo… bueno. Los talleres siempre terminan en una antología y eso también motiva a los integrantes. Recuerdo de los viejos tiempos Contacto, con un listado increíble de autores como Daína Chaviano, Eduardo del Llano, Raúl Aguiar, Alberto Serret, entre otros. Y del “ayer reciente” a Hijos de Korad, con un listado que se consolida con Elaine Vilar, Yonnier Torres, Yadira Álvarez. Es como un sello histórico: pasamos por aquí y dejamos huella. También es una carta de presentación, los escritores noveles quieren también estar en una antología. Recientemente salió E.A Vol. 1 con Abel Roblejo, Daniel Burguet, con muchos de los recientes participantes del taller. Ah, finalmente, me vienen bien los 200 pesos del pago.

Del lenguaje literario de tus primeras creaciones a tu estilo actual, ¿cuáles han sido los cambios más evidentes que percibes, a nivel estético, espiritual y de forma?

Soy un escritor viejo, debí insertarme hace años en la ola de los 80´s, pero circunstancias personales no me lo permitieron. Escribía ciencia dicción cuando tenía nueve años. Recuerdo todavía una novela que perdí que se llamaba El terror de los planetas y cada vez que veo la Estrella de la Muerte de “La Guerra de las Galaxias” pienso que Lucas encontró mi libreta… Todo lo que escribía entonces era muy ingenuo y vinculado a la ciencia ficción soviética que devoraba en aquellas selecciones, no del Reader´s Digest, sino de literatura soviética que dedicaba anualmente un número entero a la ciencia ficción. También existían muchos libros de la editorial Ráduga de gran calidad de impresión y portadas fabulosas. En aquel tiempo conocí a Iván Efrémov, los hermanos Strugatsky, Aleksandr Beliáyev. Se puede decir que ellos marcaron mi estilo, y no solo el mío, el de muchos de los escritores de la época.

Al retomar la escritura, impulsado por el curso de Universidad para Todos, génesis del Centro Onelio, adquirí un conocimiento básico que intuía como lector ávido que soy. También el hecho que tuve una computadora a mi servicio. Pero no es lo mismo verlo que hacerlo: empecé, si se quiere, por temas muy espirituales acerca de la vida y la muerte. Después me propuse escribir una serie de historias realistas que tuvieran un toque fantástico. Los intercambios con Espacio Abierto me permitieron afinar aspectos como las asonancias, el uso excesivo de adjetivos, los lugares comunes… cosas que aún no supero totalmente, pero en el releer constante se van mejorando. Eso es una de las cosas que defiendo y que aprendí con los años. Tu historia madura en el tiempo con la lectura constante, y después se cierra y se deja reposar, exactamente como hay que hacer con la sopa: echas, revuelves, echas, revuelves y al final se deja reposar. Cuando abres la tapa, el olor no tiene nada que ver con lo que sentiste al empezar y entonces puedes decir: “¿realmente fui yo quien la hice? Por favor, que alguien la pruebe”.

Si me valorara como escritor, diría que soy pésimo al empezar a escribir, algo mejor al terminar, casi bueno al revisar. Ahora soy casi un viejo escritor y en consecuencia trato de dosificar más las historias, buscar trasmitir un mensaje, lograr que todo sea lo más lógico posible y, en lo que cabe, lineal argumentalmente.  

¿Cuáles son tus principales referentes literarios?

Muchos. Si hablamos de CF nacional menciono a Agustín de Rojas; si es CF internacional me quedo con Ray Bradbury. De literatura en general, Gabriel García Márquez y Onelio Jorge Cardoso. Pero es una selección de ahora mismo y más de gusto que de técnica literaria. Leo de todo, incluso lo que aparentemente no es atractivo o tiene una calidad dudosa. Creo que de todo se puede sacar una idea, si te pones en el lugar del escritor y tratas de entender qué quiso expresar. A veces es difícil y no siempre consigo completar la lectura, en esos casos me pongo a saltar partes para llevarme la lógica del relato. No creo que tenga un estilo marcado por alguien, es más bien una amalgama de mucho de lo que he leído y vivido.

¿Cómo transcurre tu proceso creativo?

Pienso en una frase o una situación cuando me aflora, o algo que oigo, o que leo y se me fija no siempre en los lugares adecuados. En cuanto tengo la posibilidad, la escribo en una hoja y la guardo, o inicio la historia. Me gusta escribir sin saltos, me ha ocurrido que después de varias páginas tengo que ir atrás y reordenar temporalmente la historia.

Tengo un final escrito de una novela y no me ha ayudado en nada, me enlentece tratando de guiarla a ese final, así que la experiencia no me ha sido satisfactoria. No tengo método ni horario, así que en eso envidio a Hemingway. Será porque no lo tengo como oficio; si solo me dedicara a escribir, quizás fuera más sencillo. Tengo esos pre-escritos guardados y los voy sacando al azar o cuando me acuerdo de alguno y tengo tiempo. Tiempo es lo que más me afecta. Lo dije antes, leo y releo hasta que creo que está completo. Tallerearlo me ayuda mucho, leerlo en voz alta y que lo critiquen, se lo doy a mi hermana para que lo revise y ya ese es casi el punto final. De todas formas, incluso publicado puedo verle cosas. No sé, quizás en una reedición pueda subsanar el error.

En la historia del género en Cuba, ¿cuál crees es el momento más importante para el actual desarrollo de la ciencia ficción y la fantasía?

Todos los momentos de uno u otro modo son importantes, pero creo que estamos en una fase de reversión de aquellos criterios discriminatorios de literatura menor o de poca calidad. En los últimos diez años se ha logrado un espacio importante desde el Centro Onelio y los talleres, no solo Espacio Abierto, ya que existen algunos en el resto del país; muchos escritores jóvenes que escriben fantástico o CF han irrumpido en el mundo editorial. Lo más importante son los libros. Si ellos existen hay desarrollo. Falta, eso sí, el asalto final a las plazas tipo Premio Carpentier o Casa de las Américas, Hermanos Loynaz, para ya alcanzar el adecuado renombre. El cambio generacional a muchachos criados con anime, dragones, elfos o batallas galácticas que, repito, inundan cada día los medios, le dará al género el lugar importante que se merece.

¿Cómo sería tu lector ideal? ¿Qué le pides a ese lector a la hora de enfrentarse a uno de tus textos? ¿Cómo te gustaría ser leído?

Busco un lector desprejuiciado, atento a los detalles y que vea, más allá de lo tecnológico, la parte humana. En eso nos parecemos Yadira y yo: tratamos de hacer una CF más humana que robótica a pesar de nuestras diferencias temáticas. Al lector que se enfrente a mi obra, que olvide quién lo escribió y se concentre en la historia en sí misma. Justo en ese momento nos pareceremos, ya que yo doy por terminada una obra cuando logro el distanciamiento. No es para vanagloriarme, en un cuento puse una frase de Feijóo que decía: “No leáis apresuradamente porque hay letra minada”; trato en lo posible de no usar frases vacías para rellenar, así que en muchos casos hay que ir más allá de lo escrito. Para mí, la literatura es recreación y aprendizaje. Me gustaría que se me leyera relajado y que mis cuentos se compartieran con amigos para debatir. Que fueran puerta a inquietudes y a las obras de otros escritores.

¿Piensas la literatura como un testimonio fragmentario de la realidad que rodea al escritor?

Sin dudas, por mucho distanciamiento del mundo que se quiera, queda la impronta de tu realidad personal, de tus experiencias, de tus ideas. Un escritor debe ser siempre un ente atento a todo lo que le rodea. Una música, una frase, un árbol, la política, las decisiones, todo es materia prima para escribir. Incluso recluido, utilizará la ventana de los recuerdos, de los libros, de las palabras de su madre. Por eso trato de leer todo, aun obras de dudosa calidad literaria, porque siempre trasmiten algo, un modo de ver la vida desde la óptica de otra persona, aunque solo sea la idea de yo quiero escribir sobre

Tengo un cuento que nació de una conversación ajena en una guagua entre dos hombres digamos marginales; al final uno dijo: “para que veas como una pila de ranas se echaron a un sapo”; o la misma Vitira, que nació de una noticia que leí en la BBC. Veo la literatura como un proceso de sedimentación de la realidad social del momento y las obras son la cristalización de una memoria colectiva. También porque veo literatura en todo, en la música, en la pintura, en los libros científicos, los discursos, las películas. En todo hay una historia, un guion, escrito o no, en la cabeza del que lo hace. Benditos los sumerios que nos dieron este instrumento para reflejar la realidad, pero no se deben desdeñar las fabulosas leyendas que se trasmiten de manera oral de generación en generación. Recuerdo una película donde después de un cataclismo, los jóvenes salvaban al viejo contador de cuentos.

¿Quién es Denis Álvarez Betancourt una vez que cierra la página en blanco?

Cuando cierro la página me siento aliviado ya que expresé lo que quería. Me conecto entonces con lo que me rodea. No tengo la habilidad de concentrarme mucho tiempo y jamás pudiera escribir solo en un espacio cerrado. Pongo el radio. Eso hasta para estudiar. Me limita en parte ya que pierdo tiempo. Pudiera escribir mucho más. En general me gusta el jazz clásico aunque puedo escuchar incluso reguetón, no tengo esa fobia si se quiere elitista. Será porque nací en Jesús María, rodeado de solares, siete solo en mi cuadra.

Creo en la ciencia útil. Todo en la ciencia puede ser útil, aunque solo sea para escribir fantasía, pero me gusta materializarlo en productos que sirvan para mejorar la vida. Tengo la suerte de trabajar en un soporte para la vacuna del cáncer de pulmón, una especie de venganza mía contra los golpes que la naturaleza me dio y que me llegó casi como un empeño divino, pero soy ateo, materialista, comunista más que socialista, porque es el modelo de sociedad perfecta que concibo en mis fantasías. Patriota que cree que no hay intelectual mas elevado que Martí y que su bandera es la más bella del mundo.

Creo en la familia como soporte donde nacen mis inquietudes y logro mi realización como persona. Amigo: lo más fiel que se pueda. Ávido de conocer gente con quien conversar. Sobreprotector porque así me criaron, para proteger más que ser protegido. Un poco autista y vago obligado a trabajar constantemente.

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