En la actuación no hay metas

Uno de mis sueños como asidua espectadora de las salas teatrales nacionales era ver, en Cuba, un montaje de “Equus” que fuera capaz de hacerme vivir, desde el temblor y la agonía, el viaje de Alan Strang por el camino del remordimiento y la soledad. Víctor Alfredo Cruz, joven actor al que conocí gracias a la acertada propuesta escénica del director Jazz Martínez-Gamboa, fue capaz de transportarme a ese “Equus” esencial, a esa historia humana donde se define la partitura de la desolación. Desde el momento en que disfruté de la actuación de Víctor, supe que esta entrevista tendría lugar.

¿Cómo llegaste al mundo de la actuación?

Mis padres tuvieron tres hijos: dos niñas gemelas y luego, 15 meses más tarde, nací yo. A mis hermanas las llevaban a clases de ballet clásico y yo pertenecía al equipo de gimnasia artística de mi provincia. En un momento determinado, mis hermanas comenzaron a bailar en una compañía de ballet español que se llamaba Otiberodans y en unos ensayos en mi propia casa, la directora le propuso a mi madre hacer un trío de baile con mis hermanas; ellas bailarían a mi alrededor mientras yo realizaba elementos acrobáticos.

Con este número artístico me subí a un escenario por primera vez y así, aunque no como actor, conocí la adrenalina de los últimos segundos antes de salir al escenario y lo gratificante que resultaban los aplausos al terminar cada función. La compañía dejó de funcionar y me integré al circo de la provincia conformando un dúo acrobático, y de esa forma continué con mis andanzas por los escenarios en busca de aplausos.

Me mantuve en esto un par de años hasta que un día abandoné por completo el circo. Ya no quería hacerlo más. Así, sin otra argumentación. Me mantuve alejado de cualquier manifestación artística por mucho tiempo, por años.

Sin embargo, siempre supe que quería ser conocido, que me felicitaran y aplaudieran por lo que hacía, aunque no tenía claro qué haría en un futuro. Y no fue hasta noveno grado cuando supe de un casting para una película y vi mi gran oportunidad para hacerme “famoso”. Dicho “casting” eran los exámenes de ingreso para estudiar teatro en la ENA. Pues los realicé y quedé entre los cinco seleccionados en mi provincia. Sin darme cuenta, prácticamente, estaba dándole a mi vida un giro de 180 grados. Así llegué al mundo de la actuación.

¿Qué es para ti el éxito y cómo valoras su manifestación dentro de tu vida profesional?

El éxito es muy relativo, depende de la búsqueda de cada cual. Cuando digo búsqueda me refiero a lo que se quiere en la vida, lo que se desea, ya sea material o sentimental. Sin embargo, hay cánones ya estructurados que se exigen ciertas personas para considerarse ellos mismos exitosos; una casa, un carro, dinero, una pareja, hijos, etc… Para mí, el éxito es la felicidad, esa es mi búsqueda. Pero tengo que señalar que mi felicidad es un equilibrio entre salud, familia, amor y trabajo.

Mi vida profesional es exitosa. Pudiera ser mejor, pero lo es. Digo esto sin dudas y pena alguna, porque realmente estoy siendo feliz y me siento contento de lo mucho que he logrado en tan poco tiempo. Soy recién graduado de la ENA y ya he trabajado en la televisión, en el cine y el teatro, compartiendo escenario o set con actores de renombre y de experiencia, algunos para mí “icónicos”, a los cuales les debo parte de mi éxito por su gran ayuda y apoyo.

Si tuviera que expresar mi éxito profesional en una frase diría, como Albert Einstein: “Todo el mundo es un genio. Pero si juzgas a un pez por su habilidad de trepar un árbol, pasará el resto de su vida creyendo que es un idiota”. Nadie me ha juzgado como al pez y estoy donde mejor puedo estar.

Si bien los premios no hacen todo el camino de un artista, son sin dudas un reconocimiento a una parte significativa de su trayectoria. Acabas de obtener el Premio Adolfo Llauradó de Actuación Masculina 2019 por tu trabajo en la obra Equus. ¿Piensas que has alcanzado una meta de importancia?

En la actuación no hay metas, nunca llegas a un final, ni como actor en formación ni como actor en busca de un personaje, siempre hay algo más que necesita ser encontrado. Ganar un premio tampoco lo veo como un resultado finito, ni siquiera como una meta de principiante.

 Sí reconozco que me sentí muy alegre al obtenerlo como también siento orgullo de haber sido premiado y reconocido por mi trabajo. Pero soy de los que piensa que eres tan bueno como lo último que haces y tan malo como lo último también. Ahora estoy nominado al Premio Caricato de Actuación 2019, y me enorgullece muchísimo competir con actores de tanta experiencia.

foto Darwin Alberti/ cortesía del entrevistado

¿Cuál es la verdadera significación de un premio para un artista joven?

Lo mejor de ser premiado es que te confirma que el camino o guía que llevas es correcto. Que estás haciendo bien las cosas. Ser premiado es un plus en tu carrera, te inspira a seguir haciendo, a seguir creando.

En Equus, bajo la dirección de Jazz Martínez-Gamboa, diste luz a Alan Strang en una actuación más que memorable. ¿Cómo encontraste al personaje, su tono, su cuerpo, su imagen?

Alan es un muchacho de ciertas tipicidades, tanto físicas como mentales; además de agregarle una familia de características peculiares. Físicamente es enjuto, de 17 años; eso estaba logrado sin esfuerzos a pesar de que tengo dos años más que el personaje. Su manera de interactuar con los demás, cómo los observaba, cómo se movía u otras características físicas fueron apareciendo poco a poco en los ensayos.

El tono de la actuación fue propuesto de inmediato por Jazz, el director, como una partitura. También quiero resaltar que leí muchas veces el texto, acostumbro hacerlo; esto me revelaba algo nuevo cada vez que leía. Trabajar con los otros actores del elenco fue sin duda gran porciento de mi acierto: ellos me ayudaron y guiaron, como también lo hizo el director. Lo demás fueron muchas horas de dedicación y ensayo.

¿De qué forma debiste transformar tu propia imagen espiritual y física para encarnar a Alan?

De transformación física hay muy poco que hablar, pues mi acercamiento con Alan físicamente era un hecho. Sin embargo, mental y espiritualmente existía o existe un enorme caudal de diferencias. Soy un ser humano completo, no me falta absolutamente nada, como tampoco necesito rendirle a una deidad para estar satisfecho; la sexualidad en mi vida no es un problema en lo absoluto, soy un joven alegre, de luz y, sobre todas las cosas, feliz.

Esta vez me tocó interpretar a un adolescente muy diferente. Alan sufre, siente dolor, desde su niñez arrastra el sufrimiento. Está atado, aparentemente de por vida, a una creencia religiosa que luego se transforma y pasa a ser una obsesión más cruda y más real. Dudo que Alan pueda ser feliz, “la vida” lo tiene bien hundido en un agujero; sin embargo, en su cabeza, donde podría haber otro mundo, existe la posibilidad de una realidad que le place, sexual y espiritualmente, pero que la sociedad y la vida le niegan. Temor, dolor, rabia, agonía, impotencia… son ingredientes de la mezcla de sentimientos que inundan su cuerpo.

Quien me conoce sabrá que Alan es mi antónimo pero el trabajo, estudio y deseos fueron suficientes para transformarme por 12 funciones y dejar vivir al Alan Strang que existe desde los 70`, el Alan espera con ansias algún cuerpo para poseerlo y vivir de lo que él cree, con temor de llegar al final de la obra.

¿Cuáles son las herramientas técnicas, tanto físicas como mentales, que valoras más en la formación de un actor?

El cuerpo, la voz y la mente son los elementos o herramientas que utiliza un actor. Un cuerpo preparado, elástico, es primordial. Los actores debemos formar nuestro cuerpo para poder deformarlo en caso que se necesite.

De igual modo cultivar la mente es de esencial importancia, llenarnos de referentes que sirvan de background es muy útil. El trabajo de un actor es de investigación más que todo, de búsqueda de información real y concreta que sirva para crear realidades y personas de carne y hueso. Y por supuesto, el estudio de uno o varios sistemas de interpretación que te sirvan de guía y base en la búsqueda de tu propio método.

Hablemos del trabajo con los referentes. El personaje de Alan Strang ha sido interpretado por actores archiconocidos. Pienso, por ejemplo, en el referente más cercano: el actor británico Daniel Radcliffe. ¿De qué manera encarnar a un Alan nuevo, capaz de dialogar con la tradición del texto pero incorporando una mirada que llegara al público cubano?

Un Alan nuevo iba a ser. Somos personas distintas todas, que percibimos la vida y los textos —en caso de los actores— de maneras muy diferentes. Aunque lo primordial era contar la historia. No quise ver la película que existe de la obra ni ningún video de ella, quería que saliera de mi entendimiento y mi creación todo lo que iba a hacer.

 Equus es una obra universal, puede ser representada en Japón, por decir un país, y seguiría emocionando al público. Es una obra muy humana, muy de esencia. En Cuba nunca se había llevado al escenario y el mérito lo merece el director Jazz Martínez-Gamboa por seleccionar esta magnífica obra para regalársela a nuestro público.

foto Darwin Alberti/ cortesía del entrevistado

La interacción con el director es siempre un punto de inflexión fundamental en el éxito de una obra. ¿Cómo valoras el proceso creativo conjunto?

Trabajar con Jazz fue magnífico. Muchas peleas y desacuerdos, pero al final íbamos todos en el mismo barco con el mismo objetivo, y eso nunca lo olvidábamos. Si tuviera que puntuarlo como director, en estrellas del uno al cinco le daba seis. Es una persona maravillosa y eso lo traslada al proceso creativo, se entrega y lo da todo junto a ti. A la hora de crear las escenas, los actores fuimos muy libres, pues Jazz nos daba la confianza para hacer, a pesar de él tener pensado ya gran parte del espectáculo. Fue una creación conjunta, de mucha unión por parte de todos y encabezados por un director que a pesar de ser joven, es muy arriesgado, creativo y talentoso. Volvería a trabajar con él sin dudas.

Para ti, ¿qué es lo más importante en la vida de un actor?

Un actor debe llevar una vida de aprendizaje, debe nutrirse de todo lo que le sucede, hablo de una vida de experiencias, porque con ellas y el conocimiento de cuándo y cómo utilizarlas se lograrán las actuaciones. Pero solo la disciplina, la entrega y la constancia —en conjunto— harán a un actor.

¿Qué puede ofrecernos el cotidiano que vivimos para hacer arte?

Todo. El arte es subjetivo pero se nutre de la realidad. El arte pone en evidencia todo aquello que debemos transformar y no hay mejor libro que la vida para extraer esencias que, con un poco de talento y genialidad, transformaremos para hacer lo que se conoce como arte.

¿Qué llevas de ti al rol teatral con el que, en un momento determinado de la vida, te toca lidiar? ¿Es posible “despegarse” completamente de lo que somos para abordar la vida escénica del “otro”?

Responderé las dos preguntas con una sola respuesta pues creo que van de la mano. Son preguntas bastante complejas que no sabría responder con total afirmación por mi corta experiencia como actor. Uno presta cuerpo, mente, alma y espíritu al rol que interpreta; y en gran medida nos transformamos y nos convertimos en el “otro”, pero nos vemos obligados a volver a nuestras esencias. Transformamos lo que somos, transformamos con ayuda de las experiencias nuestras costumbres, creencias, gustos y una infinidad de características propias y las ponemos en función del personaje a interpretar, pero siempre el “Tú” propio acompaña al “Otro”. Entonces creo que “despegamos” muchas cosas que conforman lo que somos pero nunca completamente.

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  • No dudo que Víctor llegue a ser un gran actor. Pero además de ello, en sus palabras se vislumbra a un ser que abriga una madurez de pensamiento y proyecciones que serán el leitmotiv de su carrera y por ende de sus éxitos. Desde ya, y se lo he dicho personalmente, le auguro un gran éxito pero sobre la base de un arduo camino por recorrer.

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