Del agua, el coco y el jazz

Santiago de Cuba ha sido definida por muchos como ciudad musical, encontrando expresiones que resaltan la importancia que el hecho sonoro cobra en la vida social de sus individuos. Cuando se nombra a esta porción del Caribe se establece una inevitable asociación con el género trovadoresco, el arraigo del son y las festividades carnavalescas, todas expresiones de amplio reconocimiento nacional e internacional.

En esta geografía confluye además el desarrollo de la llamada música de concierto con una amplia tradición sinfónica, de cámara y coral, así como variados y diversos modos musicales presentes en la formación sociocultural de la urbe, entre los que hay que hablar del jazz.

El último decenio le vale un espacio con cierta notoriedad al jazz por este epicentro geocultural. Aunque en modo alguno constituye un fenómeno de amplias audiencias, por momentos se visualiza un panorama que ha favorecido el desarrollo del género y el interés por parte de jóvenes cultores y sus públicos. 

De tal suerte, en años recientes y con la creación del Iris Jazz Club, se atestiguó el surgimiento de varias agrupaciones como Influencia, Albertico Lescay y el grupo Formas, Okan Jazz, Iván Acosta y de Cuba Somos, Camilo y su Jazz the Bess, a la par que instrumentistas y vocalistas de otras vertientes musicales se adscribieron al cultivo del género.

 Sin embargo, a esta eclosión le sucede un notorio declive al ocurrir –entre otras importantes causas– el histórico proceso migratorio de los músicos hacia la capital, donde por lo general encuentran mayores y mejores opciones de trabajo y remuneración a su arte, así como diversos canales para su difusión. No basta con las intenciones para fraguar una sostenida vanguardia jazzística joven por estos contextos.

No obstante a esta verdad, el desarrollo jazzístico en la urbe se sustenta además en la asimilación y apropiación que realizan intérpretes, solistas, formatos de música popular y agrupaciones vocales que incluyen el género en su repertorio.

 Aunque provenientes del cultivo de otros géneros musicales, varios creadores musicales se han nucleado en torno al movimiento jazzístico en la ciudad. Podemos mencionar el caso de la trovadora Adriana Asseff, quien, con el grupo Boomerang trabaja las sonoridades del jazz presentándose en las instituciones que precedieron la inauguración del Iris Jazz Club, y en la propia sede tras su apertura.

La intérprete santiaguera Zulema Iglesias y la joven vocalista Giselle Lage también desarrollan interesantes trabajos con varios de los jazzistas de las más noveles promociones en Santiago. Particular y sobresaliente resulta el caso de Vocal Divas, Adalias y Vocal Vidas, las agrupaciones vocales femeninas en las que de modo confluyente distinguen por una parte un repertorio que apela a la música cubana desde el son, el bolero, la canción, a una zona que se asienta en lo más genuino del cancionero afroamericano, donde sobresalen varios estilos del jazz.

 El quinteto masculino Vocal Conpaz también inserta arreglos jazzísticos en algunas propuestas. Y hay que señalar el notorio trabajo musical de Magic Sax Cuartet, quienes, aunque no se definen como jazzistas, trabajan sonoridades muy cercanas y cuentan con la experiencia y colaboración de reconocidos músicos del género.

De hecho, el compositor santiaguero Iván Acosta ha entregado algunas de sus piezas al formato. Incluso la propia Orquesta Sinfónica de Oriente, en coincidencia con el Jazz Plaza 2018, ofreció un programa en celebración a los inicios del jazz sinfónico.

A la creación del Iris Club le antecedieron la promoción del género y sus cultores desde instituciones de vanguardia y a través de específicos hacedores culturales. La bohemia de las noches en la anterior sede del Café-Teatro Macubá sentó pauta en el emergente ambiente. De modo similar, aconteció por medio de las presentaciones de figuras nacionales y del territorio en la sede de la Fundación Caguayo y el patio La Jutía Conga, en la UNEAC provincial.

 Otro espacio vital fue El Menú, peña con la coordinación del cantautor José Aquiles Virelles, donde se presentaron las entonces noveles formaciones Influencia, Albertico Lescay y Formas e Iván Acosta y de Cuba Somos.

Espacios teórico-prácticos como El Portón de la Música dedicó una de sus emisiones a la creación jazzista con la participación de Influencia, al momento en que sus integrantes aún cursaban estudios en el Conservatorio Esteban Salas, y la entonces existente agrupación femenina Okan, que aunque se distinguía por el trabajo en la música popular bailable, incursionaba en la expresión. 

De modo paralelo la filial santiaguera de la AHS fraguó el evento Jazz Ná Má y sostuvo espacios para la difusión de esta música en la Casa del Joven Creador. Este momento cultural fomentó la creación del Jazz Club con el impulso de figuras de la cultura santiaguera como Alberto Lescay, Fátima Patterson, Rodulfo Vaillant y José Aquiles Virelles; y desde lo institucional, la Empresa Comercializador de la Música.

Ahora bien, si este renacer por lo jazzístico tuvo lugar fue en buena medida porque desde hacía tiempo el jazz tomó por asalto la enseñanza artística-musical. Así lo ilustra el caso de David Virelles, excepcional músico con múltiples valores, lauros y prestigio en el ámbito nacional e internacional. David abrió las puertas del JoJazz en 1999 para insertarse con posterioridad en importantes circuitos mundiales.

David, junto a los hermanos Alberto y Arnaldo Lescay y otros amigos de la etapa, aprovecharon su talento y las plataformas de creación que les proporcionaron espacios como los Festivales del Caribe y las peñas que protagonizaron. Con esa formación musical tuvieron la posibilidad de realizar un concierto en la Catedral de Santiago de Cuba con la asesoría del sacerdote, músico y promotor cultural Jorge Catasús.

Otra de las jóvenes figuras del periodo fue la pianista y vocalista Neysi Wilson. Tras concluir sus estudios en el Conservatorio Esteban Salas cursó el Instituto Superior de Arte en La Habana y, tras importantes resultados, en la actualidad forma parte de la diáspora musical cubana.

El acercamiento al jazz persistió en las próximas generaciones de estudiantes de música en el Esteban Salas, donde también se gestara Influencia. Esta agrupación marcó la joven vanguardia jazzista en Santiago de Cuba. Su presentación acaeció allá por el 2009. La pronta consolidación de su propuesta les hace meritorios en el 201  del segundo premio en formato instrumental en el certamen Jojazz. En la siguiente edición alcanzan el primer premio en idéntica categoría. A ellos les sucedió en el plantel los gestores de Okán Jazz, con quienes llegaría un nuevo galardón en el certamen para jóvenes jazzistas.

Estos muchachos dinamizaron la vanguardia jazzística santiaguera. Sus presentaciones en años recientes sustentaron en buena medida la cartelera en la sede principal para la promoción del jazz en la ciudad y los eventos surgidos en este periodo. Muchos de estos talentosos instrumentistas encontraron atractivas ofertas laborales y de superación en la capital y el extranjero.

La creación del Iris Jazz Club incidió en la consolidación de públicos, asiduos no solo a su enclave, sino a otros puntos de la ciudad donde también se ofrecen presentaciones. Mas si un elemento contribuye a afianzar el ambiente jazzístico en la oriental ciudad, son los eventos que aparecen y se consolidan en las prácticas culturales de esta región. Me refiero al Amigos del Jazz que convoca la filial provincial de la UNEAC desde 2012; el Jazz Na Má con la organización de la Asociación Hermanos Saíz desde 2017; las tres ediciones celebradas del Jazz Plaza, que toma a Santiago de Cuba también como sede.

La tríada de eventos evidencia la buena acogida por los públicos y los propios músicos. Varias son las locaciones que acogen las descargas, vale mencionar, por supuesto, el Jazz Club, y sedes como el patio La Jutía Conga en la misma casona de la UNEAC, el Conservatorio Esteban Salas, la Sala de Conciertos Dolores, la Casa del Joven Creador, el Teatro Martí, el Meliá Santiago y las inmediaciones del Parque Dolores o bulevar.

Estas celebraciones aúnan a figuras reconocidas del ámbito jazzístico nacional e internacional, figuras jóvenes ya consagradas, así como principiantes. Apuestan además por la integración de presentaciones y venta de títulos referentes al tema, rodaje de audiovisuales, realización de talleres y, por supuesto, conciertos y descargas. No obstante, el enriquecimiento cognitivo que brindan los espacios teóricos podría aprovecharse mucho más.

Otro importante evento que, sin ser su objetivo principal, incluye la promoción del jazz, es el Concierto Santiago, bajo la coordinación de la filial de la UNEAC. En varias de sus ediciones ha ofrecido conciertos por Bandas Gigantes integradas por prestigiosos músicos cubanos y de procedencia foránea.

Sin embargo, el jazz, que en Santiago cuenta con una historia que bien traspasa la centuria con procesos anclados en el periodo decimonónico y las poco abordadas interconexiones Estados Unidos-Oriente cubano, así como los procesos sociomusicales devenidos a partir de la ocupación norteamericana y las primeras décadas de la República, no debería constreñirse a un esplendor “eventual”.

El género en la urbe aguarda todavía por un mayor engranaje, sustento, articulación entre los músicos y las instituciones afines, clama por una promoción integradora de un pensamiento científico, lo mismo en el territorio, que hacia un alcance nacional y más allá de las fronteras.

 También espera por los criterios y publicaciones de los especialistas que contribuyan a visibilizar las sonoridades de este lado, casi siempre desconocidas por las fuentes teóricas nacionales. Los eventos ya mencionados exigen apartados teóricos con amplia participación de estudiosos, músicos y públicos, que respalde desde el pensamiento lo que en la práctica sucede.

El jazz necesita trascender las fechas que delimitan los eventos si realmente se piensa en un estado de gracia para quienes se mueven en torno a esta música. En realidad, seguro hay una extensa lista de aspectos por los que aguardan los jazzistas en Santiago y sus públicos que no abarqué en estas líneas. Por lo pronto, hágase otra vez la “descarga”.

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