La belleza de la idea

A una primera, y quizás superficial mirada, el mundo que puebla los cuadros de Santiago Rodríguez Olazábal se encuentra habitado por la tradición, el arte, los ritos y la religión yoruba, un llamado hacia lo ancestral que, de una manera u otra, resuena en cada uno de nuestros poros simbólicos.

No obstante, detrás de esta primera impresión respiran otros universos, imbricados por tenues hilos, que hablan de la vida, la muerte, la familia, la transfiguración de la esencia física en esencia espiritual, el papel dador de la tierra, esa que nuestras plantas pisan y que nuestras plantas transforman en su andar, esa tierra que —a su vez— también cambia nuestros propios pasos.

Olazábal se ha dado cuenta de esta condición que pasa, frente a los ojos de los otros, imperceptible. Sea esta entrevista una manera de dialogar con la sabiduría de los mundos que Olazábal contiene dentro de la vida en sus cuadros.

Sus obras pueden ser interpretadas como relatos o poesías ancestrales, ¿cree qué ha encontrado su ruta como artista o apuesta por la renovación y la experimentación constantes?

Ahora que usted pregunta, y si solo se refiere a mi relación con el “acto de crear”, estimo que un “hacedor” que ordena de alguna manera su pensamiento entre formas, líneas, espacios, pigmentos, colores, la vía de todo el acervo ancestral heredado, más los efectos que respiran diariamente sus sentidos, no tiene otra opción que la evolución constante. Pero ese cambio, a mi modo de ver, lo va entregando continuamente la obra y por lo general no lo ves hasta que no te distancias de ese objeto. La belleza de la idea está en que esa transformación siempre te sorprenda.

Fotos: Santiel Rodríguez Velázquez

Su trabajo ha sido reconocida tanto en Cuba como fuera de sus fronteras, ¿qué sueños le quedan por cumplir, qué experiencias por vivir a través del arte y qué universos por develar?

Pienso que lo más importante es que uno encuentre su propia voz. Nunca ha estado en mi cuerpo de ideas, el reconocimiento ni él éxito. Es cierto que cuando muestro mis objetos en un espacio público, en esa acción hay mucha vanidad, pero es también una manera de compartir mis ideas encarnadas en esos objetos con los otros: si no lo hiciera, sería muy egoísta. Me divierte, pero también me hace sufrir lo que hago. Muchos de mis sueños están reflejados en mis obras, son sueños cotidianos. Es bueno mirar hacia el horizonte, pero es mejor prestarle más atención al presente con paciencia.

Su más reciente exposición se nombra Historias por contar, ¿qué búsquedas artísticas han encaminado a esas obras que el público puede disfrutar?

Pienso que la relación entre el espectador y la obra, si es que se establece, es inexplicable. Sería mucho pedir a ese espectador que vea y que además sea capaz de reconocer lo que ven sus ojos y me refiero solo a lo estético, no incluyo los contenidos.

La importancia del rescate de lo ancestral ha sido una de las constantes que se evidencian en su obra. ¿Qué otros temas le ocupan?, ¿cuáles son sus preocupaciones y las raíces que mejor identifican su trabajo?

El tema y las raíces han sido siempre los mismos, le comentaba que son inagotables. La literatura de la religión Ifá Orisha (conocida en Cuba como Santería) dialoga, entre tantos y tantos sucesos, de la llegada por decisión de Olodumare —el Dios Supremo de los Yoruba— de los seres humanos desde Ara Onu (el otro mundo) a Aiye (nuestro mundo), y de la estrecha relación que tuvieron los primeros humanos, desde entonces, con la naturaleza y la manifestación de sus energías.

“El tema fue y es el hilo conductor que me ha provocado a interpretar y reinterpretar estéticamente la cosmogonía, la filosofía y el modo de concebir la vida, transmitido por nuestros ancestros a través del conocimiento que ellos tuvieron de la palabra y la práctica de Ifá y los orishas. El tema estaba ahí, esperando a que yo tocara la puerta: la toqué y se fue abriendo poco a poco. Tuve esa suerte.

“Muchos creadores se desgastan buscando ideas. Como le dije, mis ideas estaban ahí: lo mejor estuvo en las historias que escuché de boca de Caridad, mi bisabuela materna, o lo que hablaban los mayores religiosos —fueran santeras, santeros o sacerdotes de Ifá— más allá de los cuartos de consagración. Aprendí escuchando y, sobre todo, viendo hacer la religión. Lo que hice después fue ordenar lo aprehendido, algo que hago continuamente”.

Fotos: Santiel Rodríguez Velázquez

Su arte se ha caracterizado siempre por el movimiento y la lucha contra la no evolución, ¿de dónde extrae el caudal de experiencias que conforman los universos de sus obras?

Las vivencias son disímiles y aunque no puedo soslayar que soy un sujeto que convive dentro de una sociedad mestiza —en muchos sentidos como lo es la sociedad y cultura cubanas— la mayoría de las vivencias provienen del entrenamiento, la práctica, la geomancia dentro del culto de Ifá Orisha y la repercusión que tienen en mi conciencia las ensoñaciones que tengo casi a diario.

Por su multiplicidad de búsquedas y sentidos, su trabajo es difícil de caracterizar en un concepto homogéneo: ¿siente que lo plural y polifónico han sido sus bazas de triunfo?

Me sorprende la agudeza de su observación. No es el plan que mi obra sea exitosa, pero como usted aprecia, quizás esas resonancias y múltiples silencios vibren hacia dentro y fuera de las obras. Por lo general, cuando uno se zambulle en el desarrollo y realización de cualquier idea, no lo acompañan todas esas voces.

“En la mayoría de los casos, es muy fácil percibir cuándo se entra a esas aguas, pero en ellas uno encuentra torbellinos estridentes, obstáculos, ojos de agua, más remolinos y aguas tranquilas, hasta que uno cree que emergió de ellas. Es algo que no cesa, es un desvelo imperturbable que tiene que fluir. Posiblemente, entonces, ahí convivan lo armonioso y esa pluralidad”.

El respeto y el amor hacia lo ancestral son las columnas centrales de sentido en su trabajo, ¿cuál ha sido su búsqueda mayor como artista y adónde dirige su mirada en el horizonte de las posibilidades?

Lo primordial es lo que ha sido hasta ahora: ponderar con humildad la memoria de todos nuestros ancestros que supieron resguardar inteligentemente los secretos que trajeron con ellos.

¿Qué consejos darles a los jóvenes artistas que quizás inician ahora su camino?

Que se preocupen en encontrar el timbre de su propia voz.

Finalmente, Santiago, si pudiera mirar hacia el pasado, hacia ese joven artista que alguna vez fue, ¿qué experiencia de vida le gustaría legarle?

Que sepa mirar a sus ojos y así vea el mundo que lo rodea.

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