Michel Mendoza Viel: un lúcido acercamiento a José Kozer

Muchos son los que han procurado un acercamiento a la figura del poeta cubano José Kozer. En cambio, Michel Mendoza Viel (La Habana, 1980) lo hace desde una perspectiva muy particular, que va más allá de cualquier sensacionalismo. Este joven pretende llegar no sólo a la obra, sino también al hombre que se halla detrás de la creación. En esta tentativa ha realizado una compilación de entrevistas realizadas al escritor, aunadas en el cuaderno titulado Ave atque vale (Ediciones Orto, 2016), en el cual puede asirse —desde otra mirada—la fuerza de pensamiento, esa esencia que irradia la voz de este autor que es y será —por fortuna— referente para la historia de nuestra memoria poética.

Convencido de la importancia de este trabajo de compilación, me lanzo a realizarle esta entrevista a un joven cuyo oficio no debe —indudablemente— pasar desapercibido.

Ave atque vale (Ediciones Orto, 2016) es un libro de entrevistas al poeta cubano José Kozer que, en calidad de compilador, lanzaste en la más reciente Feria Internacional del Libro de La Habana 2017¿Por qué urdir esta —digamos aproximación— desde la entrevista a un autor como Kozer?

Desde hace muchísimos años descubrí que estaba muy interesado en formas como la autobiografía, el diario, el cuaderno, el juramento, y, por supuesto, la entrevista. En realidad, menos que de géneros en sí, se trata de comportamientos lingüísticos muy particulares que aluden implícitamente a un vínculo más o menos formal entre sujeto, verdad y discurso. Pero mentiría si te digo que es sólo por eso que algunos de mis libros favoritos son de entrevistas. Lo que sí puedo asegurar es que hay escritores en los que la entrevista funciona como un espacio de expresión muy particular. Y a veces ese espacio termina por constituir el marco más adecuado para la construcción del retrato, o del autorretrato. Creo que ese es el caso de José Kozer. Desde que boquiabierto leí en un viejo número de la Gaceta: «Soy Ulises y soy nadie», su brillante diálogo sostenido con José Homero, me convencí de ello. Ninguna incursión en la poética de José Kozer estará completa si no atraviesa también esa densa selva que son las palabras dadas, en disímiles contextos y situaciones, a sus entrevistadores a lo largo de todos estos años.

¿De cuáles criterios te valiste para realizar la selección de textos?

Leí muchísimas entrevistas aparecidas puntualmente en libros, periódicos, revistas, páginas webs. Es una cantidad de material enorme. Pero salvo las pocas aparecidas en ese volumen maravillosamente híbrido que es La voracidad grafómana de Jacobo Sefamí, o las que (sin que se trate, ni de lejos, de una recopilación exhaustiva) llenan unas quinientas cincuenta páginas en La pulsión del lenguaje, las entrevistas de Kozer no habían sido recopiladas. Pero lo más grave para mí era que estos dos títulos eran y son prácticamente inencontrables en las bibliotecas (no digamos en las librerías) de Cuba. Había que hacer algo.

La verdad es que yo quería llevar a cabo una compilación en que se esbozaran los rasgos generales de una vida y una obra como la suya; un libro-retrato, que no huyera de los desvíos ni de las contradicciones, que fuera menos caja negra que, según la bella expresión retomada por Stephen Greenblatt hace unos años en su estudio sobre Shakespeare, «espejo de un hombre». Para eso realicé una selección de entrevistas cuyos ejes fueran capaces de articular, con mayor felicidad, lo biográfico y lo poético; la reflexión sobre el exilio yel papel de la escritura. Pero también está Cuba, la familia, la amistad, el paso del tiempo, la literatura, temas todos, como sabes, muy caros a la poesía de Kozer. Ave atque vale debía ser una presentación de cuerpo entero de ese hombre maravilloso y grandísimo poeta que es José Kozer, pero también, o al mismo tiempo, el teatro de una despedida.

Un detalle más: quise cerrar el libro con la sección Da capo. En ella hay una entrevista de una sola pregunta hecha a Kozer por su hija Susana sobre los orígenes familiares. La respuesta dada por Kozer me parece, no importa cuántas veces la haya leído, verdaderamente conmovedora.

¿Ha sido este cuaderno lo que esperabas?

Realmente no. Lamentablemente, no nos pusimos de acuerdo del todo los miembros de Ediciones Orto y yo para llevar el trabajo de edición a los niveles de calidad que todos hubiéramos querido. Creo que el libro no estaba del todo listo cuando se mandó a imprenta, y que la prisa, como siempre sucede, resintió el conjunto de esas entrevistas con omisiones e imprecisiones. Pero estos detalles –que atañen también al respeto debido al trabajo de los entrevistadores– serán corregidos en el caso de que hubiera una segunda edición.

Apelando a tu criterio personal, ¿consideras que en Cuba se conoce o aborda —al menos lo que se debiera— la obra de este importante autor?

Es difícil decirlo. Porque es cierto que en Cuba la recepción de la obra de José Kozer, como la de otros grandes autores cubanos muchas veces etiquetados alevosamente como «escritores del exilio» —como si el apelativo fuera en sí un marcador de deshonrosa calidad ética o literaria—, ha sido tardía, parcial, y episódica. También es ese el caso, aunque más grave, de Lorenzo García Vega, y de otros escritores a los que los encargados de tejer y destejer el relato oficial de la cultura insular intentan en vano expulsar, con disimulos, de esas candorosas discusiones que de tanto en tanto se suceden en torno al frío banquete de lo canónico. Lo cierto es que considero que Kozer es desde hace unos veinte años, y de esto no tengo la menor duda, uno de los grandes poetas de los que hoy escriben en la lengua de Cervantes. Vilipendiado por algunos, y homenajeado y saludado como verdadero maestro por varias generaciones de escritores latinoamericanos, de los más de setenta libros de Kozer bastaría (creo) asomarse a Trasvasando, Ánima, o Acta est fabula para comprender, aunque admito que esto es cuestión de gusto, la particular idiosincrasia y belleza de sus textos.

¿Cuáles valores encuentra un joven como tú en el ardid escritural de JK?

Primero, te aclaro que cumplidos los 35 años ya no me considero del todo joven. Pero yendo a lo esencial de tu pregunta, te comento que la palabra «ardid» describe en parte la mezcla de aventura y odiseico sentido de la oportunidad en la que Kozer inscribe su vida en el lenguaje, y su lenguaje en la vida. Entre ambos términos, su escritura es un perpetuo ir y venir en viajes que inevitablemente estarán llenos de quiebres, roturas, meandros, de dilatación perceptiva, de contenedores léxicos y fonéticos, de anacolutos y zeugmas, y de figuras (el padre, la patria, la lengua) plenas de densidad semántica. Kozer es también un Odiseo; pero un Odiseo que sabe en el fondo que su Penélope es la Nada. Quizás por eso Kozer es autor de una literatura de rapiña, única y depredadora, en cuyo centro está el cuerpo alimentándose de papel impreso, de palabras, de música, de vacío, de silencio, de todas esas minucias e impurezas fundamentales que sostienen en orden el movimiento de la vida. Pero nada de eso explica la fascinación, la belleza tremenda, y la libertad que encuentro en muchos de sus poemas o entre las páginas de sus diarios.

¿Qué piensas de la etiqueta «poeta de la diáspora» en el caso de este escritor?

José Kozer sería —según cierta concepción política que considero arcaica en términos literarios, y funesta en términos sociales e históricos— «el Poeta de la diáspora». Judío, hijo de judíos inmigrantes, inmigrante él mismo a los veinte años, poeta, cosmopolita… Tiene todo para ser un miembro de esa especie aparte a la que por maldad, o comodidad, o recato (depende de quien hable) llaman la diáspora. Pero ese calificativo a mi modo de ver no debería tener para su obra mayores consecuencias, aunque las haya tenido, y las tenga. Y sobre esa condición diaspórica de Kozer algo quizás expresé muy torpemente en el prólogo a Ave atque vale.

Pero el ensayo que, en mi opinión, más claramente se ha planteado las preguntas fundamentales sobre la cultura cubana de la diáspora, en su caso específico la diáspora de la cultura cubano-americana, es Vidas en vilo, de Gustavo Pérez Firmat. En otros libros suyos, como 50 lecciones de exilio y desexilio, Pérez Firmat ha escrito páginas memorables, y de dolorosa lucidez, sobre el asunto.

Si tuvieras que realizar otro trabajo como compilador, ¿a cuál literato cubano te acercarías?

Es cierto que he sido antologador y prologuista de tres libros de José Kozer. El primero fue, como sabes, Ave atque vale. Le han seguido Cartas de Hallandale, un volumen donde recogí la mayoría de sus ensayos y otras prosas, que salió en estos días por Rialta, una joven editorial cubana anclada en México, y ahora estamos en conversaciones para sacar un libro de poemas por Vigía. Ahora bien, desde hace un tiempo pienso que un proyecto apasionante y ambicioso —y que de seguro estaría lleno de sorpresas— consistiría en compilar toda la correspondencia de Severo Sarduy, o los tres volúmenes de diarios de Lorenzo García Vega. Pero estos son solo sueños que difícilmente logren realizarse.

¿Qué opinas de la labor poética de los más jóvenes en la isla? ¿Cuáles nombres se hallan dentro de tus preferencias?

Para mí es difícil determinar que es un autor «joven», y más aun opinar, en abstracto, sobre la obra de tantas personas cuyas poéticas son a menudo tan diferentes entre sí. De cualquier modo, te comento que me gustan ciertos poetas no tan «jóvenes» que creo han alcanzado en ciertos textos, por distintos motivos, momentos de interés. Tengo un gusto un tanto ecuménico, lo cual me ha valido que mi amigo Ernesto García Alfonso —autor, por cierto, de un hermoso libro llamado Tratado del nô—cada vez que hablamos de poesía me amenace con que va a perder la cabeza. Por ejemplo, me gusta de Larry González, La novela inconclusa de Bob Kirpenberger, y Prótesis, de Ramón Hondal; País de la siguaraya, de Jamila Medina, y Libro de CollegeStation, de Pablo de Cuba, en fin…

Si pudieras —poniéndote en situación— otorgarle un lugar dentro de la literatura cubana a José Kozer, ¿cuál sería?

No creo necesario otorgarle un lugar a José Kozer en la literatura cubana. Él ya lo tiene. Y para mí ese lugar de Kozer podría estar, como sugirió Reina María Rodríguez en uno de sus ensayos, entre Lezama y Piñera. Aunque yo lo colocaría al lado de García Vega, para que siguieran con esas charlas que tenían cuando Lorenzo aún vivía en Playa Albina.

¿Qué pregunta —más allá del costo emocional, político o literario—harías al poeta, esta vez como entrevistador?

Esa pregunta, amigo mío, esa última bala, la reservo para él.

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  • Agradecer a Michel y a Milho por esta interesante entrevista. Hacernos llegar a José Koser por medio de sus entrevistas es una forma de conocer más que los textos a la persona que dentrás de ellos se encuentra. Felicitaciones por tan excelente trabajo. Saludos

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