El Miniaturista y el agua de la creación

Por cuestiones de azar —esa coincidencia que justifica, muchas veces, la presencia— conocí a Marco Navas a través de un comentario de Facebook. Descubrir a un artista y a un amigo no es asunto que suceda a menudo. De inmediato, quedé fascinada por El Miniaturista que construía universos a través de la poesía, la magia, la Historia y la literatura.

Su trabajo parte de la naturaleza. Es fuerza telúrica. Es árbol y piedra, tierra y puntal: raíz. Poco a poco, he tenido la posibilidad de conocer a Marco Navas a través del intercambio de palabras y, sobre todo, del descubrimiento de su vasta obra. Sus afanes —y planes futuros— lo traerán próximamente a Cuba, en un 2019 que se percibe aún lejano.

Sea este el pretexto para dialogar sobre las múltiples historias, de arte y vida, que subyacen en las miniaturas polifónicas de Marco.

¿Cómo comienza la vida de El Miniaturista? ¿Cuándo Marco Navas encuentra a su doble?

Bueno, no tengo muy claro quién encontró a quién de los dos. Las miniaturas fueron en un principio una válvula de escape para una infancia y adolescencia complicadas. Un refugio. Y se fueron haciendo pasión y pulsión. En los 90’s, yo quería tomar el camino profesional del cómic, pero las causas y azares jugaron sus cartas y me llevaron por otros derroteros, los de la miniatura.

“Fue el escritor y guionista de cómic Enrique Sánchez Abulí quien, en aquellos años, tras descubrir mis miniaturas, me hizo pensar y ver que quizás era mejor apuesta la miniatura que el cómic para ganarme la vida. Le hice caso, y probé suerte en una expo-concurso. Los dados y los hados me favorecieron, y un par de coleccionistas me compraron algunas obras. Luego ha sido como la canción de José Alfredo Jiménez, rodar y rodar”.

Tu obra se encuentra dotada de profundas raíces culturales, que entroncan natural y orgánicamente con el mito, la literatura y la Historia. ¿Cómo descubriste que estas tres esferas de proyección de la cultura serían una presente constante en tu trabajo?

Más que descubrirlo creo que lo interioricé de forma natural. El mito, la literatura y la Historia se encuentran entre mis temas de interés recurrente desde mi más tierna infancia. Así que supongo que el agua de ese manantial del que he bebido siempre, brota y se deja ver en mis trabajos. En muchos casos sale sin que tenga mucha consciencia de ello. El agua fluye y yo me dejo llevar.

En tu formación se percibe la influencia de la literatura oral, una de las formas más antiguas de transmisión de los conocimientos, ¿dirías que tienes un especial interés por mostrar, a través de tu obra, un viaje de vuelta a la semilla?

Sí, sin ninguna duda. Adoro los cuentos y me encanta que te refieras a ello como literatura oral. Para mí también lo es. Creo que en esa primigenia forma de la literatura que es el cuento de transmisión oral, y su primer derivado escrito, que sería la poesía épica, está todo. Y además está en su esencia más auténtica.

“Por otra parte, mi abuelo era muy aficionado a contarme cuentos. Él no sabía leer, así que todos aquellos cuentos, en los que se mezclaban, en perfecto maridaje, mito, leyenda, Historia, estaban en su cabeza por transmisión oral. De alguna manera, supongo que ese viaje de vuelta a la semilla es retornar a mi añorado abuelo, dejando que la planta crezca y florezca”.

Cuando conocí tu trabajo pensé en él de inmediato como poesía en miniatura, ¿cómo llegas a contar sin palabras? ¿Qué miradas atrapa lo pequeño?

(Risas). ¡Gracias! Eso defiende también el filólogo y poeta Luís Alberto de Cuenca, para mi sonrojo, he de añadir. En primer lugar, he de decir que lo faraónico, lo megalómano, suele dejarme frío e indiferente. Encuentro más la belleza, y es lo que atrapa mis sentidos, en lo pequeño. En aquello que suele pasar inadvertido si no se ponen los cinco sentidos en observar con atención el mundo. Las esencias, como los venenos, se sirven en frascos pequeños.

“Respecto a contar sin palabras, creo que todas mis miniaturas parten o pasan por el cuento, por la narrativa. Si trabajo con un referente —literario, por ejemplo— me interesa captar la esencia del personaje y/o su historia. Lo que es, lo que expresa, lo que cuenta. Y atraparlo y plasmarlo en la miniatura. Si trabajo sin referente, caso de gran parte de mi producción de temática fantástica, parto siempre de una idea narrativa. Conforme voy dando forma a la miniatura, esta me va contando su historia, y voy materializándola hasta que su cuento queda implícito en sus formas y características a ojos del observador”.

Tu formación como artista es autodidacta. Muchas veces, en los ámbitos culturales, se suele minimizar a aquellos que apuestan por construirse a sí mismos como obreros del arte, ¿qué importancia confieres a la formación espiritual y cultural que llega por mano propia?

Toda porque la considero vital para el desarrollo del trabajo y profesionalidad. Me gusta mucho ese término de obreros del arte. Detesto el clasismo en general, y me resulta especialmente hiriente y lamentable en el mundo de la cultura en particular. Aborrezco el postureo y la impostura. Y me da escalofríos la homogeneización que ambos promulgan e imponen.

“Esa formación que llega por propia mano es donde se encuentra la identidad personal, la esencia de nuestra diversidad, lo que nos hace diferentes (a nosotros y por extensión a la obra) en nuestra igualdad. Creo que eso es lo que nos confiere, o no, cierto grado de autenticidad y veracidad en lo que hacemos, una identidad propia reconocible”.

La miniatura es rara avis en el panorama artístico, imagino que no solo en España, sino en el mundo, ¿por qué eliges esta forma para expresarte? ¿Cómo transcurre un día en tu vida como miniaturista? ¿Cómo sucede tu proceso de creación y cuánto puedes tardar en terminar una de tus piezas?

(Risas). Un día normal en mi vida de miniaturista debe ser muy aburrido de ver. Trabajo, trabajo, trabajo, todo ello bien regado de café y un poco de té, y permanentemente acompañado de música. Me levanto tarde, porque la jornada nocturna es la más larga de las dos, termina con la amanecida. Y porque confesaré que no me gusta madrugar. Siempre he sido ave nocturna.

“La miniatura, cuyos orígenes se remontan al Egipto faraónico unos XIII siglos antes de Cristo, siempre ha sido una rara avis. En primer lugar porque durante muchos siglos fue un lujo al alcance solo de élites sociales, es decir, la aristocracia. Fue así hasta que los miniaturistas franceses Lucotte y Mignot encontraron la forma de democratizarla poniéndola al alcance de más públicos en los albores de la revolución francesa, a finales del siglo XVIII. Después se ha ido manteniendo en un tira y afloja en un abanico que va de las élites al proletariado pasando por la burguesía.

“Por otra parte, aunque el ejercicio del miniaturista encierra distintas disciplinas artísticas como la escultura y pintura, siempre se ha considerado más cercana a la artesanía que al arte. Creo que puede haber artesanía sin arte, pero nunca arte sin artesanía. Aunque te confesaré que a mí es una discusión que me resulta estéril, pedante y tremendamente aburrida. Y volvemos al clasismo: eso de diferenciar entre alta cultura y cultura popular, como si ambas no fueran cultura igualmente. O entre alta literatura y literatura de género. O música culta y música popular. O el number one de la ignominia, entre primer y tercer mundo.

“Es evidente que hay muchos mundos, pero para mí todos están en este que llamamos planeta Tierra, y todos ellos son entre sí diferentes en su igualdad e igualitarios en sus diferencias. Supongo que ese carácter que resalto en la miniatura, ese compendio de distintas disciplinas que implica el oficio del miniaturista, sumado al componente de nostalgia que apela a esa patria común y verdadera que decía Rilke es la infancia (incluso la perdida), me llevaron a elegirla como forma de expresión, y también evasión y sustento.

“Respecto al proceso creativo, soy un tanto anárquico y muy poco ortodoxo. Primero sueño despierto la pieza que voy a realizar. La sueño tan intensamente que la veo materializarse en mi cabeza con todo detalle, paso a paso, como si la esculpiera y pintara mentalmente. Cuando la veo con claridad, solo resta el trámite de materializarla, de llevarla al plano físico. Trabajo de memoria, sin bocetos. Y compulsivamente, la verdad, pues lo que más me gusta es esa primera parte de imaginar las piezas.

“Una vez que cobran vida, ya puedo volver a centrarme en soñar. El tiempo que tardo es muy relativo. Depende mucho de la pieza. Puedo hacer una, dos o cuatro esculturas en una semana, pero luego hay que seriarlas. Hay que hacer moldes, vaciado, limpiar y pulir las piezas. Nuestro proceso de seriado es totalmente artesanal, como se hacía en la Francia del XVIII, pero con materiales actuales de alta calidad que garantizan la perdurabilidad de las piezas en el tiempo. Y luego queda la parte pictórica. Es un proceso complejo y muy laborioso”.

Tus miniaturas son relatos esculpidos, libros de Historia abiertos en la página más veraz, mitos condensados en el espacio y tiempo, ¿cuál ha sido la ganancia más certera de tu viaje como artista?, ¿y la pérdida más grande?

En alusión a ese amplio abanico de clases y mundos al que me refería en la pregunta anterior, quizás la mayor ganancia esté en esa posibilidad que la miniatura me ha brindado de transitar entre múltiples mundos. Yo vengo de una familia humilde de un barrio obrero, y sin dejar de mantener con firmeza y orgullo mis raíces proletarias he podido deambular entre muy diversas clases sociales, entre personas de toda religión, color, condición, de muy diversos países, y eso es una experiencia muy enriquecedora.

“También me ha dado como ganancia poder mantenerme independiente y libre, aunque igual eso ya lo llevaba yo incorporado de serie. (Risas). La miniatura en sí misma me permite también, metafóricamente, circular a través del espacio y tiempo al margen de leyes físicas. La pérdida más grande ha sido sin duda la inocencia. El mundo de la cultura, como cualquier otro mundo, es mucho más bello visto desde fuera. La realidad tiende a ensombrecer el ideal”.

La literatura y sus hacedores, los autores, son una presencia constante en algunas de tus colecciones. Incluso, desde el 2013, eres miembro de la compañía artístico-literaria dirigida por el escritor Fernando Marías, Hijos de Mary Shelley: ¿qué tipo de libros te atraen especialmente y qué autores llevas atados a tu corazón? ¿Cómo percibes la marca de lo literario en el resultado final de tu trabajo?

Leo de todo porque leo mucho. Como soy muy curioso, y trasero de mal asiento, pues paso de unos géneros a otros por impulsos. Del fantástico al realismo. De la novela negra al ensayo histórico. Y mucha poesía épica o cantar de gesta. No tengo medida. (Risas). Entre los autores que llevo grabados a fuego, sobre todo están aquellos clásicos que marcaron mis lecturas de infancia y adolescencia.

“J.R.R. Tolkien, indispensable, y R.L. Stevenson, J. Verne, H.G. Wells, E.A. Poe, Conan Doyle, Stoker, Homero, Hugo Pratt, los hermanos Strugatsky… Y también Cortázar, Kerouac, J.L. Thompson, Andreu Martín, Úrsula K. Le Guin, Kavafis… Ay, son tantos. Quizás por eso es tan grande la marca de lo literario en mi trabajo. Aunque te diré que fue precisamente el escritor Fernando Marías quien me hizo ver el componente narrativo, es decir, mi condición de narrador, en mis obras. Ya lo decía mi abuelo, que soy un cuentista. (Risas).

En otras entrevistas has mencionado que alguna vez soñaste con ser dibujante de cómic, ¿vive todavía, dentro de ti, ese Marco?

(Risas). El que sueña sí, aún vive. El otro ya no. Me encanta el cómic como expresión, y leo muchísimo desde siempre. Esa fusión entre cine y literatura me fascina. Pero ya no me atrae como ejercicio profesional. Lo más paradójico es que me han hecho alguna que otra oferta en los últimos años, aunque la mayor parte como guionista. Pero no, ya no.

“De vez en cuando dibujo algo con acuarela, pero por puro placer. Lo que sí he hecho es llevar el cómic a mi terreno miniaturístico con la colección La 3ra. Dimensión del 9no. Arte. En ella voy convirtiendo en miniatura personajes de cómic que han ido formando parte de mis lecturas comiqueras”.

¿Confías en que la obra se defiende sola?

Sí, absolutamente. Si no puede defenderse sola entonces no es veraz. Si partimos de la premisa que es una forma de expresión, y por sí misma no puede expresar y necesita del autor o quien sea que la defienda y/o explique, entonces en mi humilde opinión es que no sirve, no cumple su principal función y cometido.

En 1998 fundas tu propio estudio y paralelamente creas la firma Fontegrís Miniatures, la cual marcó un antes y un después en el coleccionismo adulto europeo de miniaturas. Lo fantástico es, para ti, una arista, un centro, un eje —me atrevería a decir— indispensable, ¿por qué?

En primer lugar he de decir que sería más correcto decir fundamos, en plural, puesto que tanto Fontegrís Miniatures como el estudio son una labor a partes iguales entre mi socia Isabel Celada y yo. Es un proyecto y trabajo bicéfalo. Isabel se embarcó al proyecto desde que este echó a andar. Mejor dicho, el proyecto echó a andar cuando Isabel se embarcó en él, a finales de 1998, creo recordar. Y sí, dices bien, lo fantástico es indispensable para mí.

“Lo fantástico está ligado a la mitología, a la épica, a la raíz misma de la cultura. Es la Pachamama de la cultura, la semilla de la que todo mana. Y nos permite soñar, desafiar la física y la lógica, no tiene límites, ni fronteras, ni barreras. Es intangible, y los intangibles siempre he pensado que son el mayor tesoro que puede tener un ser humano”.

En el 2008 tomaste una decisión importante en tu vida, no participar más en concursos, ¿por qué esta elección de retirarte tempranamente?

Bueno, tempranamente porque empecé muy precozmente. Creo que fueron casi 18 años de concursos, que no es poco, y más de medio centenar de premios, que son muchos. La verdad es que nunca me ha gustado el concepto de concursar, sinónimo de competir. Solo lo concibo en el deporte. Prefiero el de exponer, más ligado a compartir. Empecé a presentarme a concursos porque se decía que era fundamental para la profesionalización (hoy no tengo nada claro que sea cierto).

“Luego, conociendo empíricamente sus funcionamientos, pasaron de no gustarme a desagradarme. Sé que voy a ser muy políticamente incorrecto, pero lo cierto es que en esos años vi muchas injusticias, mucho tejemaneje de intereses, de partidismos, amiguismos. Mis obras han sido muy premiadas, la verdad; en ese sentido no debería de quejarme, pero creo que alguno de esos premios no me lo merecía, y viceversa. No me gustan las injusticias, me enervan”.

No obstante, tu último premio, precisamente en el 2008, fue concedido a la obra Al abordaje. Corsarios de Umbar, en el primer concurso convocado por la firma irlandesa Mithril (firma que tiene los derechos sobre la obra literaria de J.R.R.Tolkien para la producción de miniaturas), ¿qué importancia le confieres a este último premio?

Me encanta que menciones ese premio y esa obra. Creo que no pude tener mejor final para esa etapa concursera. Desde el punto de vista profesional, seguramente no tiene mayor relevancia, pero emocionalmente la tiene toda. Tolkien es uno de esos escritores capitales en mi vida. Mithril fue una de las firmas de miniaturas que me llevó a querer dedicarme a esto.

“Su escultor, Chris Tubb, a quien tuve el placer y suerte de conocer a mediados de los 90’s, me dio una masterclass de escultura que seguramente selló mi destino. Y, además, gracias a esas miniaturas de Mithril y Prince August (que es como se llama la empresa), conocimos (Isabel y yo) a una persona que ha significado casi todo para nosotros personal y profesionalmente hablando, nuestra amiga Daphne Tyrell, una simpar irlandesa que importó esa firma en España”.

En nuestras múltiples conversaciones hemos intercambiado sobre los vínculos espirituales que existen entre Cuba y tú. Se maneja la idea de que, dentro de poco, viajes a la Isla para realizar una exposición de tu obra, ¿qué esperas del intercambio con el público cubano y qué experiencias piensas que puedan nutrirte?

Que Changó te oiga, ¡y así lo quiera! (Risas). Lo que espero de Cuba y su público es aprender. Soy muy curioso, aprender es mi pasión favorita, y estoy seguro que la Isla tiene mucho que enseñarme, puesto que en esos vínculos espirituales que mencionas he aprendido muchísimo. La Mayor de las Antillas es un país con una cultura riquísima e interesantísima, con esa mitología crisol de tres continentes, por ejemplo.

“Como sabes, antes de poder ganarme las habichuelas como miniaturista a tiempo completo, trabajé en otras lides, como por ejemplo de camarero en varios sitios, entre ellos La Bodeguita del Medio de Gijón (Asturias). Mi contacto y conexión con Cuba, que ya había comenzado en la infancia, fue allí total, con apenas 16 añitos. Conocí a muchos cubanos, de todo oficio, pero sobre todo músicos.

“No me resisto a contarte, como anécdota ejemplar, que me enseñó a diferenciar los ritmos del son y el guaguancó Ricardo Ortiz, el percusionista de La Vieja Trova santiaguera, valiéndose de mi abrebotellas y un vaso. Un lujo para mis sentidos. Por otra parte, me llenaría de satisfacción que el público cubano disfrutara visionando mis miniaturas, y recreándose en los cuentos que encierran. Para mí es un honor y orgullo traer mi obra a esta Isla bella.

Finalmente, Marco, ¿qué es, para ti, la condición indispensable que debe poseer un artista?

Uffhhh… Puede que la primera condición que viene a la mente ante esa pregunta sea el talento natural, o como dicen con tanto arte los gitanos, el duende. Pero decía el genial músico Paco de Lucía que el talento es un 10 por ciento inspiración y un 90 por ciento transpiración (en alusión a la sudoración fruto del trabajo y esfuerzo). Creo que indispensables son unas cuantas, pero si he de elegir solo una, me quedaría con el tesón y la capacidad de trabajo y sacrificio.

“El tesón va muy unido a la capacidad de resistencia. Decía el poeta asturiano Ángel González que el éxito es la suma de todos nuestros fracasos. Hay que tener mucha resistencia para superar y acumular fracasos hasta que sumen éxito. Y también hay que ser humilde para asimilar ambos, y tener sentido autocrítico para no dejar nunca de aprender, y poder crecer y/o evolucionar. La competición debe ser con uno mismo. ¿Ves como no podía quedarme solo con una condición? (Risas)”.

 

 

 

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