Jacuzzi: aguas profundas

¡Eso es realmente lo que vale la pena Ale!

Susi

¡No creo, no creo, no creo!

Alejandro

En una provincia donde la literatura está marcada por la impronta de sus poetas es buena noticia que destaque un autor teatral, por demás joven e interesado en abordar temas humanos. Mucho más reconfortante es que sus obras susciten opiniones diversas pero laudatorias, incluso, fuera de nuestras fronteras insulares.

Jacuzzi es una obra escrita por el dramaturgo Yunior García Aguilera, quien además la dirige y actúa. Fue estrenada por la compañía holguinera Trébol Teatro en la sala Alberto Dávalos del Complejo Teatral Eddy Suñol en junio de 2016 y desde, entonces, ha transitado por múltiples escenarios nacionales. Recientemente su autor dijo que la temporada de la obra está cercana a cerrar.

La aceptación y las reacciones que ha tenido por parte del público avalan los reconocimientos obtenidos como el Premio Villanueva de la sección de crítica de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac) y la beca Aire Frío de la Asociación Hermanos Saíz (AHS). También estuvo nominada a Suceso cultural del año en Holguín.

Este creador se ha ganado un sitio dentro de nuestro teatro contemporáneo, más que por su irreverencia, por su constancia y talento. En su dramaturgia Jacuzzi más que un ejercicio de honestidad —como expresara el autor— es muestra de la acción consecuente que ha evidenciado desde la publicación de Cierra la boca (Ediciones La Luz, 2010), de constituir un texto autorreferencial.

Yunior posee una gran habilidad para conjugar en sus guiones el comentario de tema social y político de profunda sensibilidad para el cubano actual, el humor y el doble sentido con cuestiones personales e individuales. Así, no solo conecta rápidamente con el espectador, sino que además lo impacta e induce a la toma de partido en la polémica generada. Sus obras involucran a todos, hacen partícipe a de proposición hasta al joven más enajenado —pobre chico— que va a la sala por alguna especie de comité de farándula y que en primera fila casi todo el tiempo apenas atina a pensar en lo “buena que está la actriz”. Casi todo el tiempo… porque es imposible no comulgar o contraponerse a ciertas frases o cuestionamientos.

En la puesta los tres personajes llenos de matices peculiares hacen recuento de su vida sumergidos en una bañera que funciona como improvisado jacuzzi. Con la presencia del agua como ente transformador o liberador, cada uno justifica sus acciones y las relaciones entre ellos mismos tomando como referente sus implicaciones con el medio social y político y se sumerge a toda profundidad en sus vivencias. Cada personaje se ha apropiado de una manera de entender el contexto cubano y subsistir en él y, desde su posición esgrime sus razones con toda intensidad.

Por eso no considero que Jacuzzi sea solo una obra para “dejar salir” —aún cuando sus actores lleguen exhaustos al cierre del telón—, ni que intente poner el dedo sobre la llaga de nuestra realidad. Mediante dilemas existenciales y personales Yunior intenta motivar a repensar y construir. Esta es una propuesta que se mantiene dentro de esa ola de una especie de didactismo que desde hace más de tres décadas del arte, la literatura y el cine, ya saturado este último.

Sobre las particularidades de la concepción de la obra el autor comenta que Jacuzzi surge de un accidente. “Pensábamos montar un espectáculo que se llama Sangre, y el Centro de Artes Escénicas nos había comprado una bañera porque llevaba sangre. De pronto decidimos no montar esa obra, pues no teníamos los actores suficientes ni estábamos preparados para él.

“Al tener comprada la bañera teníamos que resolver ese asunto. Entre las cosas que poseía encontré seis páginas de algo que se llamaba Jacuzzi y dije: perfecto, Jacuzzi puede ser con una bañera. Así, por accidente comenzamos a desarrollar esa obra y no nos imaginamos la trayectoria que después tendría el espectáculo”.

Luego de una temporada en la que se ha mantenido durante más de dos años en escena, Yunior adelanta lo previsto para sus próximas presentaciones: “Creo que cada obra tiene un ciclo y Jacuzzi está acercándose al cierre de ese ciclo. Lleva alrededor de dos años y medio en escena y ha recorrido prácticamente todo el país y se ha presentado en los festivales de teatro más importantes.

“Ahora le falta una etapa que es fuera de Cuba. Tenemos una invitación al Festival de Cádiz en España y ese debe ser el trayecto a partir de ahora. Eso no quita que realicemos algunas presentaciones especiales en el país, pero ya no es temporada. Ahora trataremos que la obra haga sus presentaciones por circuitos internacionales”.

Jacuzzi es una obra que hace cómplices a sus espectadores. De esa aceptación del público y la crítica, su autor explica que fue una sorpresa, pues es una obra que desde sus inicios parecía ser muy polémica. “De hecho, lo primero que hicimos fue una lectura pública donde había alrededor de 50 personas y los comentarios eran bastante divididos. Había quienes decían que la obra iba a ser un éxito y otros anunciaban el fracaso irremediable del espectáculo. Pero nos sorprendió.

“Es una obra muy franca, muy personal que parte de vivencias, no solo mías, sino del elenco que la hizo. Que el público la aceptara creo que tiene que ver con esa franqueza, con trabajar sin artificios, desde lo personal y desde cosas que nos interesan, no solo como individuos, sino como ciudadanos de un país determinado. Me ha interesado ver cómo público de otros países, incluso, que no hablan español, se han identificado con un espectáculo donde la palabra tiene un peso primordial. Creo que es también por eso, pues logran percibir aunque no entiendan todo el discurso, que lo que se está diciendo parte de una honestidad completa.

“De Jacuzzi me quedo con el espíritu que uno siente cuando la obra acaba. A pesar que cuando termina yo lo hago bastante deprimido, con las energías muy abajo, pues lo tengo que soltar todo en un monólogo que es bastante largo; pero al abrir los ojos y ver al público enfrente, sintiendo las mismas emociones que tú, esperándote fuera para saludarte, para decirte lo que la obra los ha hecho sentir, y luego entrando al camerino y no decir nada, solamente abrazarte y llorar… eso no tiene palabras. Es algo que no se vive en otro medio que no sea el teatro. Se trata de poder respirar junto con el público y sentir lo que el público siente junto contigo.

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