Nuevos caminos para ciertas Luces Atrave(r)sadas

La creadora Zurisaday Gómez Torres nos tiene acostumbrados a la sorpresa. No es de extrañar entonces que su inquietud como artista y promotora del arte joven nacional —de la poesía en específico— haya tomado cuerpo en Luces Atrave(r)sadas, proyecto donde imagen y poema se amalgaman en una mezcla que es sinergia y vida. La exposición ya ha recorrido varias provincias de nuestro país —y se ha convertido en una aplicación móvil— como manera de hacer conocer al público no solo la obra de cada una de las jóvenes poetas que integran la muestra sino también los rostros, los cuerpos, las ánimas que comulgan con la materia de la creación.

El 15 de diciembre del 2017 un nuevo sitio acogió la exposición. No hablamos de la convencional galería, del museo, de la sala, sino de una espacialidad otra, invadida por lo cotidiano, por ciertas usanzas y respiraciones de la vida. Justo en el esquina de L y 21, Vedado, se encuentra el restaurante Vita Nuova; detrás de sus cristales han ido a morar las poesías y las vivencias de cada una de estas autoras, encabezadas por la propia Zurisaday Gómez Torres. Entre los retratos, el lector-espectador, el observador puede encontrar a autoras como Jamila Medina, Ketty Blanco, Laura Domingo, Yessica Arteaga, entre otras. Algunas de ellas, en las fotografías, aparecen convertidas en personajes —alter ego de su poesía— o muestran francamente sus naturalezas, sus momentos de creación, sus vínculos y definiciones del objeto —y sujeto— llamado poesía.

La pregunta —el cuestionamiento— siempre radicará en el hecho de que si un espacio semejante podría o no resultar apropiado para recoger la muestra literaria de Luces Atrave(r)sadas. Por mi parte, creo que vale la pena el riesgo de que la cultura, en sus múltiples aristas, invada espacios no convencionales y capture las miradas —quizás al azar— de los curiosos. Puede que muchos solo vean —en un primer y superficial momento— retratos de algunos rostros curiosos, mucha juventud, cierta disposición coherente de las atmósferas concebidas en cada una de las fotografías. Habrá quiénes no buscarán otra cosa. Pero sí confío en que algunos irán más lejos y abrirán espacio para la pregunta, para la lectura, para el acercamiento hacia las paredes donde los poemas —en simples y no muy visibles hojas en blanco— aparecen. Y, aunque el arte no necesita conquistar nada ni a nadie, puede ser esta una buena oportunidad para tocar puntuales sensibilidades, para que el público conozca —tal vez— a algunas de sus autoras favoritas; aquellas que, hasta entonces, como tantas veces sucede, habían quedado sostenidas en el anonimato que se esconde tras la firma de un libro.

Quedará, para experiencias posteriores, el conocimiento de si espacios no convencionales —devenidos galerías ocasionalmente— pueden en realidad propiciar el acercamiento del público a la lectura de poesía y a sus autoras. En este caso, los espectadores tendrán la última palabra. Lo cierto es que confiamos en que Luces Atrave(r)sadas continuará sus recorridos creativos a lo largo de la isla, mostrará sus múltiples ventanas hacia la gestión y la exhibición, y abrirá otros caminos —quizás aún insospechados— para la promoción del arte joven y de la mujer creadora.

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