Repensar en lo posible desde la plástica

Lo común puede parecer simple pero la cotidianidad es otra entre la ingeniosidad y sus admiradores; así se contemplan las obras de un espirituano que -no por tener una juventud bien aprovechada- deja de pertenecer a la vanguardia de quienes ahora se dedican al arte del reciclado.

En la galería Fayad Jamís de la Unión de Escritores y Aristas de Cuba (Uneac) de Sanctis Spíritus se encuentra la exposición personal de Rafael González Morales, donde el público puede apreciar un conjunto de obras abstractas, de quien considera lo desechable como materia prima para hacer arte pero libre de elucubraciones mentales.

Como mismo asegura el curador Luis Rey Yero, en estos cuadros se observan los principios de la abstracción geométrica al combinar restos de hojalatas, metales y cartones circulares, cuadrados, triángulos de fuertes texturas a veces patinadas con pigmentos.

Sin detenerse en la expresión de su obra, el autor acude al brochazo gestual para imprimir mayores tensiones con ensamblajes de diferentes objetos metálicos que ofrecen el movimiento, la ondulación, la dinámica interna por la vía de la saturación barroca o la simplificación minimalista aunque con menor intensidad morfológica.

Quizás el tamaño del artista revele una semejanza de cuánto va creciendo en su propia conceptualización a partir de las experiencias del día a día, con más metales en mente y desechos que le hacen sacar del alma la desesperación del hacer o el decir, solo mediante el arte reciclado.

Aunque no es Rafael González Morales el principiante o el innovador en esta práctica artística es válida la aclaración que desde la década de 1960 otros cultores expusieron el informalismo como la forma del decir. Entre esos estuvo el holandés Jaap Wagmakeer con sus cuadros-collages; los del suizo Daniel Spoerri que incorpora vajillas a sus obras planimétricas; las del húngaro Zoltán Kemény, quien con elementos metálicos soldados de diversa índole como clavos, tubos, tornillos… recreaba verdaderos cuadros bidimensionales; o la rusa Louise Nevelson con sus cajas de madera o metal incorporado a un espacio planimétrico.

Sin dudas, es un cubano que ahora apuesta por esa realidad en su tiempo, con su gente y al norte del Rio Yayabo. Casi sin proponérselo ha logrado desde la ciudad de Sanctis Spíritus una decena de premios, sobre todo, en salones convocados por la Asociación Cubana de Artesanos Artistas (Acaa) y ha participado en diversas exposiciones colectivas organizadas por la Uneac y el Consejo Provincial de las Artes Plásticas.

Muy a la par de la Asociación Hermanos Saiz (AHS) reintenta con jóvenes, amigos, apasionados y aprendices rescatar la tradición del arte reciclado, aunque sabe que compite con formas más avanzadas y tecnológicas que atraen con facilidad al público. Pero lo importante es que perdura y es para bien la idea de convertir el desecho en un camino posible a lo reutilizable.

Quien se acerque a la obra del joven artista Rafael González Morales, expuesta en la galería Fayad Jamís de la Uneac espirituana, asimilará unas imágenes que pretenden inquietar el pensamiento, despojado de la complacencia y el oficio y será la una oportunidad propicia para hacernos una pregunta retórica: ¿Repensar lo posible desde la plástica?

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