Abel González Melo


En sordina

Según Abel González Melo los protagonistas de sus obras han tenido su edad al momento de su escritura, y en cada texto se vuelven mayores, pues crecen junto a él. “He querido llenarlos de mis dudas, mis afectos, mis dolores. Son la imagen sublimada de mí mismo en medio del mundo en que he crecido: la Cuba de entresiglos…”, confiesa en una entrevista concedida a la pedagoga Bridgette W. Gunnels para la revista académica estadounidense Southern Spaces (Espacios del Sur).

Abel escribe Por gusto. Ronda en sordina para cuatro amantes en 2006 en una noche, de vuelta y vuelta, entre canciones de Jarabe de Palo. La escribe e intenta, muy a su modo, hablar de los jóvenes, hablar de sí y de su paso por el tiempo y la juventud: esas son las pulsiones que habitan su teatro.

Fotos Robert Rodríguez

La agrupación granmense Alas D´Cuba propone Por gusto, dirigida por Juan Alberto Ante Ramírez, buscando retratar diversos personajes representativos de la sociedad cubana actual. En lugar de presentar personajes complejos y multidimensionales, la obra opta por figuras arquetípicas como un policía que no nació en la ciudad en la cual vive, un pintor gay, una maestra de primaria y un profesor de filosofía que se ven envueltos en un romance en sordina, como propone el autor de la pieza. Esto es parte de la poética de Abel González Melo, personajes comunes pero a la vez marginados por la sociedad, e incluso por los medios de comunicación masiva.

Fotos Robert Rodríguez

Las interpretaciones de los actores Dayana Suárez Pompa, Luis Miguel Solano Cabrera, Miguel Ángel Batista Hidalgo y Reinier Rieira Contreras cumplen con el texto, caricaturizan muy bien los estereotipos establecidos. Los mueve el deseo, pero también el miedo a la sociedad, al cambio; temas universales que logran que cualquier público conecte inmediatamente con la historia.

Fotos Robert Rodríguez

La trama podría beneficiarse de un mayor desarrollo de los conflictos internos de los personajes, lo cual permitiría una reflexión más enriquecedora sobre estos temas. También al hacer uso de dispositivos escénicos o coreográficos que dotaran de movimiento a un texto donde prevalecen largos monólogos y carece de momentos álgidos que eleven la tensión del espectador.

Fotos Robert Rodríguez

Por gusto permite trabajar las historias y personajes desde una estructura donde se lee de manera intercalada el corpus textual, para lograr un resultado armónico, un dinamismo en escena y que el público avive su sensibilidad y sentido más allá de lo que se propone la puesta. La obra de Alas D´Cuba sobre el texto de González Melo está permeada por una generación llena de sus dudas, afectos y dolores en la intimidad de cuatro jóvenes que se aman. Entre susurros queda esta experiencia que busca también ser una reflexión cruda y poética de la realidad agonizante de la nación.


Roger Fariñas no necesita despertar las musas

Cambiar el traje de pelotero por el de la actuación pudiera parecer ir del día a la noche. Una transición que trastoca rutinas, hábitos, conductas, la misma vida… A la vuelta de aquellos días en que el terreno arenoso dejó ser su sitio preferido, Roger Fariñas Montano agradece el haberse dejado hechizar por el teatro.

“Para mi familia iba a ser pelotero de alto rendimiento. Un día aparece Laudel de Jesús y me invita a participar en una obrita que estaba montando con aficionados, y ahí cambió todo”, recuerda y culpa a la intuición y el azar.

Prefiero, después de conocerlo y acercarme a su obra, atribuírselo al talento. Es por eso que al indagar sobre la trama de la obra de su vida deja escapar: “La libertad, sin dudas. Que para mí significa encontrarle sentido a mi existencia. Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo su libertad”.

Un leitmotiv que ha ido encontrando el acomodo necesario. Entre experiencias, lecturas, historias nacidas en la cabeza… poco a poco han llegado a ser conocidas por otras muchas personas porque galopan en y para el mundo de las tablas.

La actuación fue su primer coqueteo con el teatro. Aunque por su sangre corrían genes de su padre –actor y profesor de la manifestación– prefirió el estímulo de otros. Luego, tocó las puertas de la Escuela de Instructores de Arte Vladislav Volkov, de Sancti Spíritus.

Abel González (izquierda) y Carlos Celdrán (derecha) le han enseñado a “valorar un teatro que se pregunta por el hombre cubano y el sentido de su existencia”. FOTO: Tomado del perfil de Facebook de Roger.

“Una etapa de desenfado e inocencia, en lo artístico y en lo personal, que me regaló muchos amigos y momentos increíbles. Fue también la base, digamos en el aspecto académico, que luego hizo mi paso por el Instituto Superior de Arte, (ISA), menos desamparado”.

Desde ese primer acercamiento, ya con consciencia de ese –uno de los grandes propósitos de su vida–, el espirituano Roger descubrió que en el mundo de las tablas también nacen familias. Cabotín teatro ha sido hogar, cobija de amor, llantos, tristezas, trampolín para nuevos retos, anhelos… Allí supo que la actuación no le completaba, y hacia la dirección y escritura prefirió mover su timonel.

“Lealtad. Como mismo sucede en las familias de verdad, Cabotín es esa casa de toda la vida a donde siempre puedo regresar, sin tener que dar explicaciones de por qué me fui a La Habana o a Madrid durante una larga temporada. Cuando me he ido lejos, detrás de mí jamás ha sonado un «portazo» concluyente ―como aquel del clásico de Ibsen―, y cuando he regresado nunca me he sentido un extraño”.

Es por eso que uno de sus más recientes proyectos se cuece en ese horno teatral espirituano, integrante del Catálogo de Excelencia del Consejo Nacional de las Artes Escénicas.

“Laudel de Jesús –director del proyecto artístico– dirige mi obra Tragedia de una mujer estéril, con un elenco de actores jóvenes muy comprometidos: Laura Marín y Leobis García. Esperemos que la pandemia permita su estreno en algún momento.

“Mientras que como director he estado montando con Agón teatro, en La Habana el monólogo El enano en la botella de Abilio Estévez, con el actor Alejandro Menéndez, un proceso que hemos tenido que aplazar también por el coronavirus, pero en el que no hemos dejado de trabajar.

“Por otra parte, es un lujo pertenecer al catálogo de Ediciones Matanzas con mi libro Morbo, una obra que escribí hace algunos años y que tuvo la suerte de ser leída en Argos Teatro. Tengo otros proyectos abiertos, en los que trabajo en silencio. Me siento dichoso de que, como me dijo una vez mi querido Abilio Estévez, ya la virgen página no esconda su blancura”. 

Cabotín teatro es una gran familia que impulsa la escena desde de Sancti Spíritus. FOTO: Tomado del perfil de Facebook de Roger.

–¿Qué necesita Roger para despertar las musas?

–Haber dormido bien. Una taza de café en la mañana, preparada por mí, con bastante azúcar. Aunque no creo que necesite despertar las musas, porque están todo el tiempo velando, perturbando mi tranquilidad. En todo caso son ellas las que necesitan animarme: soy el punto de inflexión entre ellas y la página en blanco.

–¿Por qué la necesidad de escribir en publicaciones mediáticas como Escambray –periódico de Sancti Spíritus– y La Jiribilla, cuando el lenguaje especializado necesita ser entendido por las grandes masas y no solo por los especialistas?

–Creo que he logrado ―o, como mínimo, he aspirado a― escribir críticas y reseñas penetrantes, siendo consecuente con mis ideas del teatro, del arte. A partir de ahí, lo que varía son las formas, las estructuras, el lenguaje y la extensión, dependiendo de exigencias editoriales muy específicas. Siento la necesidad de escribir, simplemente, sin encasillamientos y tratando de estar lo mejor informado posible. Escribo y lo hago con el mismo rigor de pensamiento sea para Escambray ―leído por las grandes masas― o para la revista Tablas ―por los especialistas―.

En la cabecera de Roger Fariñas hay autores que no pasan de moda: Virgilio Piñera, Abelardo Estorino, Abilio Estévez, Abel González Melo y Ulises Rodríguez Febles; y a los clásicos universales Antón Chéjov, Bertolt Brecht, Henrik Ibsen, Jean-Paul Sartre y Harold Pinter. Cada uno le ha dado señales para ir construyendo su propio sello.

“En la dramaturgia hay muchos y eclécticos. Puedo sumar otros nombres, pero depende de la historia que quiero contar. En Morbo partí del cuento El retrato, del escritor Pedro de Jesús; en Tragedia de una mujer estéril parto de ese tremebundo tema lorquiano que es la esterilidad en Yerma; en Colapso hago referencias puntuales a la Divina Comedia de Dante, y escribí la pieza iluminado por el curso “Disparadores y artefactos teatrales”, impartido por el dramaturgo catalán Josep Maria Miró; y en Víktor parto de la figura real del psiquiatra y filósofo austriaco Víktor Frankl, quien sobrevivió a varios campos de concentración nazis. Como ves, no son referentes necesariamente del teatro, sino que provienen de la narrativa, de lo académico, de la filosofía y la psicología”.

–¿Cómo surge y cuánto han significado las relaciones con dos de los dramaturgos y directores más importantes del país, Abel González Melo y Carlos Celdrán?

–De Abel conocía su obra, pero nos conocimos personalmente en el verano del año 2017 cuando lo invito a Sancti Spíritus a propósito de una presentación de su obra Chamaco, montaje del cual fui el asesor teatral. Desde entonces hemos trabajado mucho juntos, tanto en Cuba como en Madrid, y nos unen lazos consanguíneos muy fuertes.

“A Carlos le conocí por Abel, también hemos trabajado juntos, y de ahí que la admiración y la amistad han crecido. He ganado con ellos no solo a dos maestros, sino a dos enormes seres humanos, de una gran honestidad y dignidad. ¿Dicen que mi «estilo» de teatro se parece al de ellos? Pues estupendo”.

Kiusbell Rodríguez, director de Agón teatro (izquierda) y Alejandro Menéndez (derecha) confiaron en Roger para su más reciente montaje El enano en la botella. FOTO: Tomado del perfil de Facebook de Roger.

De esas escuelas, ¿qué ha utilizado Roger?

–Realmente no sé porque no lo contabilizo, pero sí sé lo que he aprendido. A valorar un teatro que se pregunta por el hombre cubano y el sentido de su existencia. Comprometerme con temas que le inquieten a la sociedad en la que vivo con un incisivo sentido crítico, ahondando en sus principales reclamaciones éticas y morales.

–Después de leer, hacer, escribir y haber disfrutado el teatro fuera de Cuba, ¿qué opinas del teatro espirituano y cubano?

–“Mira, es nuestro teatro y lo defiendo a ultranza, con sus defectos y sus virtudes. Vivimos en un mundo bastante agresivo, frívolo, en el que la desidia impera y donde los hombres estamos cada vez más condenados al aislamiento, a sobrevivir en la perplejidad. Por lo tanto, el hecho de tener los teatros abiertos y las salas llenas era ya una muestra de buena salud. Digo “era” porque en Cuba continuamos, desde hace dos años, con los teatros cerrados a causa de la pandemia”.

Y en esa búsqueda constante por aprender, soñar y vivir, gracias al teatro, Roger se aventuró hacer realidad una idea que surgió en el Festival Iberoamericano de Cádiz: una nueva propuesta literaria que pronto verá la luz.

Puntos de fuga. Una década con Argos Teatro 2010-2020 es mi homenaje a Carlos Celdrán y Argos Teatro en su vigesimoquinto aniversario, próximo a celebrarse en diciembre de este año. La publicación que saldrá bajo el sello de Ediciones Alarcos, recoge 14 textos críticos que en el periodo de esta última década he escrito sobre los espectáculos del grupo, donde intento una aproximación a las claves esenciales que definen su poética. Agradezco especialmente a la editorial por acoger el libro, a mi editora Yudarkis Veloz, por el cuidado en la edición; a Omar Batista por su excelente diseño de cubierta; y al maestro Rubén Darío Salazar por el exquisito prólogo que ha escrito para Puntos de fuga”. 

Para Roger Fariñas Montano el tiempo anda de prisa. La constancia y entrega son sus máximas ante las escasas horas para hacer realidad tantas ideas. Entre lecturas y escrituras prefiere también refugiarse como espectador. Cada diálogo desde las butacas también le oxigenan.

–¿Qué no le puede faltar a una obra para que enganche a Roger?

–“Calidad. Esa palabra que nadie puede explicar, dice Peter Brook, pero que todos podemos percibir”.


Primavera en vano para el amor difícil

El tema que preside el universo dramático de Abel González Melo (La Habana, 1980) es el amor. Recurrente en casi todas las obras, afirma el ensayista español José-Luis García Barrientos en “Claves de la dramaturgia de Abel González Melo”, el amor está presente “desde una mirada muy actual, posmoderna si se quiere, más volcada a sus dificultades que a su posible realización, al desamor en definitiva, con el sexo en primer plano, pero trascendiéndolo siempre de una u otra forma”[1]. Eso lo constatamos al leer las obras que integran el volumen Primavera en vano. Trilogía del amor difícil, publicado por Ediciones La Luz.

Tres obras lo componen: Adentro (2005), Por gusto (2006) y Manía (2009) y todas, como su propio título indica, dan cuerpo literario/escénico a las complejidades del amor para nada fácil. Ese que, envuelto en sus tantas contradicciones, resulta la mayoría de las veces el más deseado, por utópico, por arisco, y el que se recuerda, desde el umbral de la vida, con cierto placer.

Si el amor es el tema omnipresente de las obras –recalca García Barrientos–, la ausencia más significativa es la de “la política como planteamiento abierto, expreso o doctrinario”, aunque la realidad en que se sumergen los personajes, los contextos que permean sus diálogos, sus miradas, incluso sus reacciones a situaciones determinadas, estén atravesados por la fuerza de la política. Puede partir de una cuestión generacional, incluso de reacción frente al teatro y la literatura precedentes, unido “a una aversión particular del autor por lo tendencioso o panfletario”, sin que signifique “que su teatro carezca de dimensión política; al contrario, en la medida en que se halla hondamente arraigado en la realidad, es a través de ella, encarnado en lo humano, como se manifiesta; más a la manera de Shakespeare que a la de Brecht”, añade.

Abel González Melo –autor de obras premiadas, publicadas y representadas en varias partes del mundo como Chamaco, Talco, Epopeya, Mecánica y Bayamesa– es un “constructor” de personajes. Convincentes, vivos, en su mayoría jóvenes, reconocibles al doblar de la calle (o en nosotros mismos) por el hecho de que habitamos idénticos espacios y muchas veces portamos la misma máscara (el mismo “personaje”), sus interlocutores –esos con quienes habla y nos pone a dialogar también– resultan seres “humanizados, muy cercanos al espectador/lector y que solicitan mucho más la identificación que la distancia crítica de los actores”.

Primavera en vano – Abel González Malo – Foto cortesía de Ediciones La Luz

¿Qué encontrará el lector en los “dramas contemporáneos” de Primavera en vano? Adentro. Triangulo para actores –estrenada en Aguijón Theater de Chicago en 2012, dirigida por Sándor Menéndez, y en Cuba en 2012 por Cabotín Teatro y Los Impertinentes, con dirección de Roger Fariñas– parte de “alguna pena compartida o algún secreto a punto de estallar”, cuenta Abel en las palabras que, a modo de prefacio, anteceden el texto donde Daniel Vargas, Enrique Vargas, Eleorka Estrada y Victoria Torres desgranan las historias que los unen. Mientras Por gusto. Ronda en sordina para cuatro amantes –estrenada en La Habana por Origami Teatro y Alexander Paján, y montada por El Portazo y Pedro Franco en 2011, y por Repertorio Español en New York, Estados Unidos, con dirección de Leyma López, 2012– surge del “amor y la angustia que lo envuelve”, para adentrarse, “utilizando la estructura de una ronda”, mediante dúos y solitarios, en los universos de cuatro jóvenes que viven en Cuba, en este momento [Leandro Ars, Henry Colina, Laura María y Marcos Viera se llaman los amantes]. Por rara paradoja, los cuatro buscan y a la vez abandonan el amor: es cuanto les permite su existencia cíclica, con sus desajustes y sus anhelos. Porque todo empieza en el punto que termina”.

Finalmente Manía. Duelo inútil –obra en la que Abel reconoce la influencia del dramaturgo y director Harold Pinter, Premio Nobel de Literatura en 2005, a quien tuvo de maestro en el Royald Court Theatre de Londres, Reino Unido– “surge de las pulsiones muy reales y de la experiencia más íntima del encuentro con otro carácter, otro clima, otro lenguaje” (España), y del deseo de “contar la dificultad del amor a cada instante de una pareja” como línea más recurrente, por lo que acudió a una “estructura de fusión de tiempos y espacios, un rompecabezas que destilara intensiones en vez de proponer rumbos claros a la pasión. Me obsesiona descubrir, a través del artificio del drama, cómo en el origen del amor está ya su debacle”.

Las obras de González Melo se “ubican” en la sociedad cubana del siglo XXI, especialmente la habanera (salvo en Manía, que ocurre en Madrid, aunque puede ser en cualquier ciudad fuera de Cuba). Lo urbano, los laberintos capitalinos (las calles, la nocturnidad, los hacinados sitios del vivir) resultan espacio de reconocimiento del “otro”, de personajes que, en muchos casos llegan del interior del país a abrirse puertas, mientras los nacidos allí ven la Habana como el trampolín para el viaje/escape. La fragmentación social (familias disfuncionales, doble moral) es muchas veces producto de una difícil situación económica que lacera la cotidianidad de cada uno. Así estos personajes, marcados por la frustración, luchadores del día a día en una urbe que amenaza con molerlos, fragmentarlos, si no se adaptan, se me antojan símbolos de la resistencia, de la sobrevivencia. Uno cree que los personajes de Abel González Melo sobreviven a duras penas, y que se parapetan en el “amor difícil” como salvoconducto de sus días. El teatro se parece tanto a la vida porque es como la vida misma, podríamos decir también.

Para José-Luis García Barrientos “Adentro y Por gusto poseen un componente trágico indisimulado”. Junto “con Manía están más influidas por un sentimiento de dificultad del amor que por la imposición de un pathos a ultranza”. Además del tema, comparten, con pocas variantes, una misma estructura característica, que sirve de contrapunto a las anteriores y que se distingue por la carencia de acotaciones –los personajes explicitan verbalmente sus sentimientos y deseos, e incluso sus acciones físicas–; la falta de elemento escenográficos o de utilería en el texto; el uso del monologo, donde el propio diálogo asume a veces la función de las acotaciones, y de parlamentos con marcado carácter narrativo pero sin una marca apelativa.

Publicadas por primera vez en la trilogía original que el autor las concibió, Primavera en vano –con edición de Adalberto Santos, corrección de Mariela Varona, diseño de Roberto Ráez y Armando Ochoa y obra de portada de Pilar Fernández Melo– está poblado de “seres deseosos en permanente viaje del júbilo a la duda, de la emoción al vacío, del encierro a la intemperie. Situados al borde del abismo, los personajes (…) comprimen el tiempo y el espacio de su intimidad, miran al espectador directamente a los ojos y le susurran toda la ansiedad al oído. Desde un presente que no cesan de cuestionar, estas historias invitan a una teatralidad que desborda el realismo y escarba en lo más profundo de nosotros”, leemos en la contracubierta del libro.

Doctor en Estudios Literarios y máster en Teatro por la Universidad Complutense de Madrid, Abel González Melo ya no es aquel joven autor precoz –poeta y ensayista además– que asombró la escena cubana con sus primeras obras a inicios de siglo. Es hoy una de las voces más sólidas e interesantes –como lo evidencia los nuevos textos, las publicaciones y antologías, los estrenos a ambos lados del Atlántico– de la dramaturgia cubana e iberoamericana. Este hermoso y cuidado libro de La Luz nos entrega tres obras, instantes de la existencia, para intentar desentrañar, infructuosamente, los pesares y dichas del amor difícil.

 

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[1] José-Luis García Barrientos: “Claves de la dramaturgia de Abel González Melo”. En Análisis de la dramaturgia cubana actual, José-Luis García Barrientos (director), colección La selva oscura, Ediciones Alarcos, La Habana, 2011 (salvo que se señale lo contrario, las siguientes citas usadas en el texto fueron tomadas de este mismo ensayo).


Al borde del litoral (II)

Los mensajes, los audios, la revisión de tantas memorias se acumulan en nuestros teléfonos. Durante estos días de celebración atípica, Ludi Teatro ha invadido mi cotidianidad. Aunque esta entrevista no ha sido de manera presencial, Miguel se ha sentado conmigo en cada jornada. Me sirvo un café y apago las noticias para navegar junto a él.

Aquí les compartimos reflexiones sobre su teatro y sobre la escena cubana, como lo haríamos en la casa tomada, cerca de la calle Línea, como lo haríamos en ese garaje de Ludi después de una función. El viaje continúa hacia el misterio, hacia las fronteras. Espero que lo disfrute tanto como nosotros… ¿Verdad Migue?

¿Qué descubriste en El Vacío de las Palabras?

Es un unipersonal muy entrañable, yo le tengo mucho cariño, es el segundo unipersonal que dirijo, el primero fue “Las Lágrimas no Hacen Ruido al Caer”, el texto de Alberto Pedro inconcluso, generamos una dramaturgia para cerrar esa historia en escena. Estos dos unipersonales tratan sobre grandes mujeres que me marcaron, la primera de la música cubana y la otra dentro del contexto del holocausto –es el caso de Irena Sendler en “El Vacío de las Palabras”–. Soy un gran admirador de las mujeres, me sorprende cómo la mujer puede superar tantas cosas, su altruismo y heroicidad ante la vida. Tienen  una capacidad tanto para enfrentar las cosas más simples, como para superar momentos tan oscuros como los que vivió Irena Sendler en el Gueto de Varsovia.

En mi experiencia con “El Vacío…”, primero tengo que decir que prima el trabajo serio y profundo de una actriz con su personaje; Giselle tuvo un comportamiento ejemplar en ese proceso. Ella comenzó primero que nosotros, yo estaba dirigiendo otro espectáculo y ella empezó primero que yo la investigación, de un personaje que ni siquiera es un personaje que nosotros escogemos, o sea es un proyecto que viene para la semana de teatro polaco en Cuba y se nos propuso directamente hacer un trabajo sobre ese personaje. Después entra Maikel Rodríguez de la Cruz a crear una escaleta, un texto de trabajo para nosotros. Me da mucha alegría porque han pasado muchas cosas buenas con “El Vacío…” es una puesta en escena muy sencilla, que como te he explicado en otras preguntas parte del mismo esquema de trabajo que utilizo en muchas obras: la selección de elementos muy sintéticos, elementos geométricos, muchas veces concretos, en este caso son cinco cubos de madera y una tela en forma de pantalla, con eso se genera una serie de construcciones escénicas por las que va transitando el personaje.

Es muy sorprendente lo que ha pasado con el espectáculo, la aceptación que ha tenido tanto por el público como por la crítica: dos premios a la puesta en escena, uno en el festival de monólogos de Cienfuegos, otro en México, también en el festival de monólogos de Mérida, un premio al mejor director y Maikel obtiene con el texto definitivo el premio de la UNEAC. El espectáculo se ha presentado en muchos lugares, entre ellos en el conjunto de Santander de las Artes de Guadalajara –es un teatro maravilloso, con un equipo tremendo–. Este unipersonal está teniendo un recorrido muy lindo y esperamos volver a él pronto, en cuánto se pueda. Me deja esa sensación, no sé si usar la palabra homenaje; pero sí de volver sobre eso que te decía de la mujer y de mi admiración y mi respeto por momentos protagonizados por ellas… Irena Sendler salvó a más de 1500 niños de la muerte en ese gueto.

¿Historia o historias?

Cuando atraviesas la obra de Wajdi aquilatas el sentido de la historia, cómo nos marca de una manera o de otra, cómo transforma nuestra vidas y nos laza contra un destino, como sino tuviéramos capacidad de decisión, como si fuéramos objetos. La historia se transforma en una experiencia cíclica para el ser humano, en la vida individual, en las generaciones, eso se ve en Bosques. El teatro puede contar o no una historia, pero incluso cuando lo niegue, la experiencia de quien lo realiza está latente, el acto vivo de la experiencia teatral en sí mismo, es una manera de construir historias, vivencia, algo para repensar el tiempo pasado y el que se vive. No me gustan las definiciones. He hecho teatro donde no se pretende contar una historia, donde se cuentan grandes acontecimientos de la humanidad y donde hay un micro relato íntimo de nuestra cotidianidad.  

¿Dramaturgia o Textualidades?

Me gusta la dramaturgia de autor cuando es eficaz y es capaz de generar textualidades y escenarios. Los textos son como abonos, catalizadores para entrar en otras dimensiones, en los terrenos de la dramaturgia del director, del actor, incluso en la del espectador. Estructuras, para mí, generadas del impulso creativo, de la necesidad ante una idea magnífica. No es una defensa a ultranza de los autores, también podemos generar textos muy completos desde la investigación en escena. No soy un director que concentra su trabajo en un solo tipo escritura, me gusta sentirme libre de explorar, experimentar varias maneras acorde a cada proceso y definir lo que me interesa en ese momento para el espectáculo.

En tu puesta en escena de Ubú sin Cuernos, lo simbólico y lo político se entrelazan en una lúdica teatral muy refrescante, en una canción, entre las ondulaciones de las coreografías se debaten temas muy serios ¿Crees que tu teatro puede trasgredir grandes temas sociales conectando con el público de otras maneras? ¿Cómo Miguel se enfrenta a la realidad cubana cuando trabaja con dramaturgos cubanos como Abel González Melo?

Yo conozco a Abel desde hace mucho tiempo, nos hemos admirado y respetado mutuamente, ver todo el trabajo que hizo Carlos Celdrán con su obra de corte naturalista o realista me pareció siempre algo esencial dentro de nuestro teatro. Sin embargo, Abel tiene esta otra dramaturgia más simbólica, poética y que no llegaba a la escena, ni siquiera por él mismo en los momentos en que vino a dirigir. Textos como Epopeya, Bayamesa o Ubú sin Cuernos merecen esta posibilidad de llegar a la escena cubana.

Ubú es un viaje muy hermoso de Abelito, por la manera en que relaciona el texto de Alfred Jarry con la historia de Cuba y con lo cubano. Inmediatamente que me leí el texto de Abel empecé a lucubrar mi puesta en escena, me dio la posibilidad de trasgredir grandes temas, es un texto muy político que tiene una capacidad de diálogo con cualquier realidad. Habla sobre el poder y como muta y corrompe. Me dio la posibilidad de lo surreal, de una puesta muy divertida, para nada trascendente, todo lo contrario, parte de la idea de un carnaval, es una obra de malecón. Su escenografía, precisamente parte de la obra de Gustavo Acosta que tiene que ver con esto y que es muy entrañable para mí. Tal vez una diferencia con otros procesos fue que le dimos un tratamiento lúdico a temas lacerantes. Eso también está presente en el texto, pero el trabajo con la música o el de diseño acentuaron esta manera lúdica.

Con respecto a la música te puedo decir que se alcanzó una madurez gracias al trabajo de Yilena Barrientos, quien ha trabajado en casi todos los espectáculos componiendo y haciendo arreglos en todos ellos. En Ubú el trabajo de selección de géneros, letra, composición musical, es muy eficaz, eso permitió alcanzar un bello resultado. Después los arreglos de Dennis Peralta dieron un punto final a este trabajo. Yo he insistido en que la música sea un pilar fundamental en la comunicación dentro de la narración, en los diálogos entre personajes, en la situación dramática y creo que aquí se logró algo muy depurado. En Ubú te envuelven esas sonoridades, se hace más inmersiba la experiencia producto de su banda sonora, hundiéndote en su carnavalización.

Otros elementos importantes para que la obra dialogara con lo nacional sin caer en un cubaneo chato, fue sin duda el trabajo de vestuario fastuoso de Celia Ledón, el diseño de maquillaje de Pavel Marrero, la selección de símbolos como la caña, en sustitución del niño, la rumba, la conga, el bolero… creo que Ubú independientemente de su marcada insularidad puede dialogar en cualquier contexto con los mecanismo del poder. La cosmogonía es muy grande y permite, creo yo, establecer vasos comunicantes con diferentes contextos políticos. Es un resultado, donde se puede leer la madurez del grupo, comparten escenario tanto los fundadores así como los recién llegados bajo la misma filosofía grupal, y la manera que lo hacen me pone muy feliz.

Como espectador de tu obra y también como director teatral, veo a Miguel Abreu como un creador inagotable, un hombre de teatro pero con una concepción artística que le permite fluir en muchas estéticas y movimientos de manera muy particular ¿Crees que ese modo de hacer tiene que ver con las experiencias de tu generación de teatristas? ¿Cómo te definirías dentro de la contemporaneidad de la escena cubana?

Hablar de algo que yo no tengo claro, que necesita mucho más tiempo para que se defina, de la presencia generacional, es el reto más complejo al que me has invitado. Quizás no me toca a mí definir eso, creo que es tarea de la crítica cuando realice un estudio de todos estos procesos, pero sí intento definirme como parte de una generación, o lo que pienso yo sobre mi generación; es que no somos un movimiento grupal y que estamos marcados por las diáspora, como muchas otras… creo que hemos sido un grupo de teatristas que de manera aislada hemos construido proyectos, creo que esa generación de graduados a finales de los noventa, no estamos definidos por una estética, cada cual ha encontrado un camino.

En mi caso, siento que el texto me invita a una manera de llevarlo adelante, sin cesuras ni prejuicios, no me gusta encasillarme, ni decir yo no hago este tipo de teatro; si algo tengo muy claro es que una poética tiene muchas maneras de definirse. En mi obra hay elementos que se mantienen, tanto estilísticos como técnicos y coexisten otros que son nuevos para mi teatro, simplemente no me rehúso a mantenerme en una línea estricta o con un método absoluto, yo abro un diálogo con el texto y el equipo. La idea de jugar y lo ritual está en mi vivencia diaria. Siempre buscando la manera de abrir caminos para enriquecernos cultural y espiritualmente. Me gusta trabajar el cuerpo del actor, llevarlo a sus límites, explorar la composición, la sensualidad, la belleza, ver a un actor crecer es algo maravilloso, el actor como centro en Ludi Teatro es algo de lo que no puedo desprenderme… te puedo hablar del diseño que es algo en lo que yo mismo incido, pero puedo también prescindir de ello si un proceso me lo pide, no creo en las camisas de fuerzas. Es muy importante para un director tener todos los mecanismo teatrales lo use o no, una amplia gama de posibilidades escénicas, estudiadas, analizadas y se es posible vividas.

Otras generaciones se enfocaron en determinados tópicos: teatro político, naturalista o realista, postdramático… yo siento que a mi generación la define su permanencia, el compromiso, el teatro de grupo, el trabajo con el actor, el actor total, la música.

La pregunta es compleja porque me siento perdido en términos temporales. Quizás sea la emigración, eso me marcó y fue una de las cosas que me hizo volver al teatro. Cuando vivía fuera de Cuba sentía, que de algún modo, me estaba perdiendo como artista, no quiere decir que en esos seis años no hiciera teatro, pero la realidad de la vida, la velocidad, hacía que mi relación con el teatro fuera inestable y compleja. Cuando vuelvo a Cuba en 2013 me siento como borrado. Todos los años en el Buendía, los espectáculos que había dirigido se habían silenciado con el acto de emigrar. Volver a ocupar un lugar, hacer mío un espacio es muy difícil. Todos estos años desde mi regreso han sido una lucha por estar en el centro de un tiempo teatral que debate constantemente la Cuba que vivimos.

Cerrando la pregunta, yo reconduzco los discursos del texto en el espectáculo para que sean experiencias teatrales que dialoguen con la Cuba que estamos viviendo. No me importa si montamos teatro alemán, polaco o canadiense, desde una dramaturgia internacional hay que lograr que el espectador se reconozca en un resultado vivo. La directriz y la luz fundamental que guía mi proceso es que mis puestas en escena tengan la capacidad de comunicación con el cubano que va al teatro y se reconozca allí, y se sienta discutido en el misterio de la sala.

¿Teatro o Performance?

Las dos. Por qué vamos a limitarnos ¿Es que acaso el acto vivo del teatro, o sea la experiencia diario del teatro, no es una experiencia performativa en sí misma? El teatro se ubica entre las artes vivas, ahí ocurre algo que tiene una posición política importante, en el teatro ocurre algo que tiene un punto de vista certero, ocurre lo irrepetible como el performance. No veo mucho divorcio entre teatro y performance. Veámoslo de esta manera, para muchos artistas visuales y para muchos críticos de las artes plásticas, una manera de entender el performance es verlo desde su teatralidad y desde su acto de representación. Si ves al teatro como trato de verlo yo diariamente en mi ejercicio, se transforma en una experiencia viva.

¿Con qué soñaba Miguel Abreu cuando llegó al ISA? ¿Cuál es el impulso que no debe faltarle a un joven teatrista, a los nuevos directores que sueñan con hacer teatro?

Cuando llego al ISA venía de estudiar ciencias en el preuniversitario, pero yo siempre he estado cerca de lo teatral. Mi primer personaje fue Alberto, “el del tricornio y el bastón”, del poema de José Martí, todavía me acuerdo de ese día en el círculo infantil. En Bauta, donde viví mi infancia estuve en el teatro de aficionados. Cuando estoy en la Lenin participo en su movimiento artístico, donde estaba Eduardo Martínez, el actor y director y también otros amigos que no se dedicaron al teatro. Llego al ISA y entro en el grupo de Tim Cremata; ahí comienza otro período.

Yo era un muchacho que estaba cerca del teatro, pero en ese momento entender la dimensión, enfocar mis energías en el teatro como expresión artística fundamental, creo que no, es algo que descubro con el tiempo, en la medida en que fui madurando. Pero el hecho de ser alumno de actores del Teatro Buendía me marcó para siempre. Lo que significa el sentido de investigación, de pertenencia, las raíces de lo que es un grupo, todo eso lo encontré con Flora, con Celdrán, con Antonia, para empezar a desarrollar toda la obra antes de Ludi y con Ludi.

Si un joven decide el teatro como camino fundamental no significa una renuncia a todo lo demás. Yo por ejemplo, al ser tan curioso he tenido otras pasiones, veo algo que me gusta e inmediatamente necesito estudiarlo, como por ejemplo las abejas, los bonsáis, los relojes, los perros, entre otras. Yo necesito llenar mi vida de diversas fuentes. Pero un joven que se dedique al teatro tiene que preguntarse si eso es un compromiso real, si quiere dedicarse a una vida de sacrificios, de escasez. No he visto a nadie que obtuviera grandes riquezas materiales haciendo teatro de arte. Es una manifestación, generalmente subvencionada y que no produce grandes dividendos económicos y que exige sacrifico y mucho tiempo. Encierra muchos contrastes: momentos de rabia, tristeza, alegría, decepciones, porque es como la vida, es muy complejo pero con una magia y una capacidad de seducción que nos atrapa.

Los jóvenes deben ser teatristas de su tiempo ¿y cómo se logra esto?… estando alerta con todo, con las vivencias familiares, con el entorno político y un director tiene que verse a sí mismo, ver cuáles son sus sueños y frustraciones. Deben mirar la vida de su gente y abrir las almas y el pensamiento a todo eso. De ahí van a partir las temáticas fundamentales para tratar en la escena, las más urgentes. Luego llenarse de herramientas teatrales, las utilicen o no para lograr su resultado, pero hay que agenciárselas y alimentar el conocimiento con recursos propios de la construcción escénica.

Les digo a esos jóvenes teatristas, a esos nuevos directores:

“Tener claro lo que se quiere hacer no implica el desconocimiento de lo otro, después llegará la depuración.

“Es importante que la claridad en el compromiso de hacer teatro esté por encima de cualquier otra pasión.

“La obra es una experiencia de vida más que otra cosa.” 

Los jóvenes no deben olvidar que el teatro tiene que ser disidente. De algún modo, esa herejía debe ser también constructiva, una investigación perenne sobre resortes vivos. Si un joven quiere investigar cosas nuevas, hacer cosas de vanguardia, el teatro se lo permite y te da los mecanismos para generar nuevos teatros. Es muy abarcador, pero todo joven debe comprender que el hecho de hacer teatro, ese compromiso con el público, con sus maestros, debe ser un gran desembarco en su propio litoral.


Poemas que testifican el clamor de las piedras (+Videos)

“Este mosaico no pretende ser una antología ni un panorama, sino un sondeo desvelado sobre poemas cubanos contemporáneos que presentan, de forma más o menos evidente en el propio texto, los numerosos temas íntimos, familiares, sociales y culturales relacionados con la experiencia vivida por la comunidad y los individuos LGBT+ tanto en Cuba como en el resto del mundo”, aseguran Jesús G. Barquet y Virgilio López Lemus, compiladores de Las piedras clamarán. Poesía cubana contemporánea de temas LGBT+, publicada por Ediciones La Luzsello de la Asociación Hermanos Saíz en Holguín.

El libro —perteneciente a la colección Capella de La Luz, con edición de Luis Yuseff, diseño de Robert Ráez y Armando Ochoa, y cubierta e ilustraciones interiores de Zaida del Río— se promociona en estos meses por las diferentes redes sociales de la casa editorial, principalmente mediante lecturas de poesía enviadas por los autores antologados en formato audiovisual.

“De ninguna forma es esta una colección de autores con tales orientaciones o condiciones personales: es una colección de textos cuyos sujetos líricos se abren a la expresión palmaria de dichos temas, los cuales incluyen tanto lo erótico-afectivo como otros aspectos generales de la vida y la sociedad humanas. (…) Con esta compilación no pretendemos reducir, compartimentar o etiquetar la poesía de los autores incluidos —ni la poesía en sí misma—, sino recoger con énfasis prioritario lo que de sus respectivas y diversísimas obras cumple con los objetivos de esta muestra”, leemos en el prólogo.

Las piedras clamarán reúne poemas enfocados en el “tratamiento de las identidades no solo homosexuales y bisexuales masculinas y femeninas, sino también de género, transgénero e intergénero”, así como “textos que registran formas transgresivas de homosocialidad”, añaden. Además de ser el primer libro de poesía cubana de este tipo, resulta continuación y complemento —a través de numerosas variaciones y adiciones, especialmente de una buena cantidad de autores residentes en la Isla— de la publicada bajo el título Todo parecía (2015), en Las Cruces, Nuevo México, Estados Unidos, por Ediciones La Mirada, también bajo el cuidado de Jesús G. Barquet y López Lemus.

“No nos interesa definir la orientación sexual de los autores, en su mayoría provenientes de diferentes promociones y tendencias estéticas desde la segunda mitad del siglo XX hasta nuestros días. Nos interesa observar directamente en los poemas aquí agrupados cómo el sujeto deseante LGBT+, celebrado o denostado desde la más remota antigüedad, se revela textualmente con menos aprensiones —e incluso contra estas— en una nueva etapa de la comprensión del ejercicio pleno de la personalidad”, se lee en el prólogo de volúmen poético.

Con antecedentes —algunos directos y otros de forma “sospechosa”— que se remontan a textos de Mercedes Matamoros, Regino Boti, José Manuel Poveda, Emilio Ballagas, José Lezama Lima, Virgilio Piñera, José Mario, Reinaldo Arenas, Antón Arrufat, Severo Sarduy y César López, los temas LGBT+ comienzan a ser tratados en la década de 1980 con mayor frecuencia y explicitud, tanto dentro como fuera de Cuba, mientras que en el consiguiente decenio se convierten en algo sistemático no solo en nuestras letras.

El libro inicia con el especial homenaje (“In memoriam”) a Alberto Acosta-Pérez (1955-2012), uno de los precursores de la nueva mirada lírica homoafectiva en Cuba, y a Alina Galliano (1950-2017), quien desde Nueva York participó en Todo parecía. Durante el proceso de impresión del libro falleció la poeta Lilliam Moro, quien vivía en Estados Unidos.

Le siguen, en orden cronológico, reconocidos autores de nuestras letras residentes en Cuba y fuera del país, así como jóvenes bardos, entre ellos: Miguel Barnet, Antón Arrufat, Delfín Prats, Lina de Feria, Gerardo Fulleda León, Abilio Estévez, Odette Alonso, Norge Espinosa, Achy Obejas, Alfredo Zaldívar, Anna Lidia Vega Serova, Lourdes González, Luis Manuel Pérez Boitel, Pedro de Jesús, Reinaldo García Ramos, David López Ximeno, Nelson Simón, Frank Padrón, Mae Roque, Ghabriel Pérez, Luis Yuseff, Abel González Melo, Elaine Vilar, Legna Rodríguez, Milho Montenegro y Yunier Riquenes.

Estos poemas —subrayan en el prólogo los antologadores— permitirán al lector “descubrir entre ellos un metaforismo peculiar, redes compartidas de confraternidad y autorreafimación con figuras icónicas internacionales (Safo, Tennessee Williams, Anne Sexton, Oscar Wilde, Virginia Woolf, Pier Paolo Pasolini, Yukio Mishima, Jean Cocteau, Miguel Ángel) y cubanas (Ballagas, Piñera, Arenas, Sarduy), así como recurrentes motivos y vivencias afines a estas orientaciones sexuales y manifestaciones de género”.

Ya circulan en las redes sociales —alojados en el canal de Youtube de Ediciones La Luz— videos con varios de los autores incluidos en Las piedras clamarán, entre ellos Norge Espinosa y su icónico “Vestido de novia”, Yoandra Santana, Norge Luis Labrada, Arlen Regueiro, Gleyvis Coro, Frank Padrón y Alfredo Zaldívar. Estos se mantendrán los próximos meses como parte de la campaña de promoción de la lectura “Leer nos acerca, leer sana”, que desde las plataformas digitales acerca al público lector, principalmente a los jóvenes y adolescentes, a una parte del catálogo del sello.

Las piedras clamarán. Poesía cubana contemporánea de temas LGBT+, libro hermoso en su hechura y en su cuidado editorial, resulta además de una selección necesaria, como subrayan Barquet y López Lemus, un “documento de atención y reflexión sobre estos diversos grupos minoritarios cuya visibilidad ya no penalizada y su expresión honesta dentro de la sociedad forman parte también del diverso desarrollo de la humanidad”.

 

*Publicado originalmente en La Jiribilla


Sumergirnos en las estancadas aguas de una piscina neutra

El Principio de Arquímedes, texto de Josep Maria Miró, autor catalán de más de 20 obras de teatro entre textos originales y adaptaciones, llegó en el mes de enero al escenario de la Sala Adolfo Llauradó de la Casona Teatral Vicente Revuelta en producción de Los Impertinentes y Argos Teatro, dirigido por el dramaturgo y director Abel González Melo. Fue uno de los espectáculos que obtuvo el premio Villanueva de la crítica.  

Es la primera de su autor que se presenta en Cuba. Forma parte del evento ITI, dedicado a Josep María Miró y organizado por el Ministerio de Cultura, el Consejo Nacional de las Artes Escénicas, el Centro Cubano del Instituto Internacional del Teatro y la Casa Editorial Tablas−Alarcos. Se estrenó en el mes de septiembre de 2019. Una puesta en escena con un elenco de cuatro actores, unos de la reconocida compañía y otros del grupo El Túnel juntan sus voces para desentrañar desde el inicio en las primeras replicas que aparecen entre los personajes: Jordi. ¿Qué pasa, Anna? ¿Qué ha pasado con Alex?

Como un empuje vertical y hacia arriba comienzan los diálogos entre estos seres que, si bien ahondan un lenguaje grotesco, morboso; constituyen para el espectador puntos esenciales para el reconocimiento de la trama, y por qué no, también de la duda. Alguien fue “besado en la boca”, un niño, un Caballito de Mar, modo en el que suelen separar los niveles de edad en la enseñanza de la natación. Paula “vio” el beso, donde fue, también quién lo promulgó: el profesor Jordi.

Ante esta detonante los personajes muestran igual peso de fluidos camuflados de desesperación y miedos que se nutre de ese espejo cuyas imágenes reflejadas son de igual proporción al modelo representado. Anna interpretado por Yailin Coppola muestra total jerarquía ante su trabajo y el respeto de su personal, para ellos esta faceta solo constituye una imagen que bien puede ser burlada con el cumplimiento de la labor o fumar escondidos un cigarro, sin alterar otros asuntos.

puesta en escena de el principio de arquímides en cuba/ cortesía de Sonia Almaguer

La vida le ha promulgado la rectitud y la eterna pesadilla de no desviar su mirada cuando hay niños en el agua. Ha perdido el suyo. Hoy tendría 23 años. Jordi, en voz de Alberto Corona, es el acusado ante tal hecho de pederastia. Si bien este personaje muestra total desempeño ante su labor como entrenador de natación, más el cariño que siente por el grupo, sus motivaciones y desenfrenados criterios machistas revertirán en él la otrora imagen que nadie desea.

Su ego lo es todo, incluso el propio motivo de considerarse el mejor profesor, también el más popular, al que todos le envían una solicitud de amistad por Facebook y es aceptado, incluso sus alumnos, también las alumnas de 12 años Cris, Adriana, etc. Nada le permitirá decaer, al contrario, está pendiente a todo, ayudar cuando sea preciso, ver todo en orden, recoger los utensilios para las prácticas de natación o las trusas regadas de los niños las cuales terminan en su taquillero para que no se pierdan.

Héctor, en la piel de Amaury Millán, nos regala el misterio de quien calla ante el anonimato social y advierte al amigo sobre esas redes sociales y su uso desmedido más si es con menores de edad. Nadie tiene una prueba realmente del supuesto delito, el beso nada al estilo mariposa y su meta cada vez está más cerca. La duda, siempre la duda, impulsa al desahogo y el desespero de quien teme. Nadar ya no es la solución, tampoco cancelar amistades en Facebook o guardar una trusa de niño en un casillero; menos ir a la contraria de criterios vistos por un menor, ¿tendrá razón? ¿Cris fue aceptada en Facebook con malicia? ¿En realidad Cris le mira “el paquete” al profesor? ¿En realidad Jordi besó al niño, lo hizo con maldad, fue en la boca? Hablar es imposible, como dados después de la caída, son los sonidos de las piedras hacia la institución.

Se quiere justicia, pero ¿quién la lleva? La verdad en esta historia está sumergida y aún no ha expulsado del todo su líquido para acceder, solo pequeñas burbujas cargan la primicia de la acusación, la misma acusación que cae en los hombros de Jordi y tiene miedo, está asustado. Iguales burbujas que David soporta cuando observa frente a su casa al hombre que se baja los pantalones delante de un ordenador y le muestra –a sabrá Dios quién– su virilidad. Similares glóbulos que sufre Anna cuando en su pesadilla solo ve niños ahogándose y rememora que el suyo hoy tendría 23; o Héctor con su enigma silente.

En la obra de Josep Maria Miró vemos como reitera la construcción de réplicas para desarrollar los diálogos, es muy posible encontrar este recurso al inicio de las escenas, una de las claves en su dramaturgia.

Abel González Melo ha divisado con pericia aquellos guiños en la escritura del autor para realizar su propia composición teatral. Resulta muy certero el trabajo sobre la estructura dramática, y las escenas de flashbacks están correctamente empleadas a tono con el concepto total de la puesta. La estructura juega precisamente con esos cambios temporales y el espejo, una certeza muy elogiada del montaje, y exquisitamente entendida y desarrollada por los intérpretes.

El murmullo de niños creados como espacio sonoro para lograr un clima puntual desde la entrada del espectador a la sala irá ascendiendo hasta el momento de la última escena, cuando Anna entra temblorosa y aterrada porque están tirando piedra contra las ventanas de la institución. Se crea un momento de tensión muy fuerte entre los tres personajes, Anna, Héctor y Jordi, donde la duda y los últimos acontecimientos terminan por llevarlos a un silencio con reflexión, que, además de agudizar aún más el suspenso, en donde se cuestionan sus actos y las consecuencias que ellos pueden lanzar a la luz pública.

Hermosa paradoja sonora que, en conjunto con la energética actuación de estos excelentes intérpretes, las luces y la tronante historia nos llevan, como espectadores, a ser jueces y parte del veredicto final y nos incita a sumergirnos bien a fondo en las estancadas aguas de esta piscina “neutra”.