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DIALOGAR POR EL 50 ANIVERSARIO DE LA PUBLICACIÓN DEL LIBRO BIOGRAFÍA DE UN CIMARRÓN

ESPACIO DIALOGAR, DIALOGAR, DEDICADO A CONMEMORAR EL 50 ANIVERSARIO DE LA PUBLICACIÓN DEL LIBRO BIOGRAFÍA DE UN CIMARRÓN, DE MIGUEL BARNET.
24 DE FEBRERO DE 2016.

ELIER RAMÍREZ.  Buenas tardes a todos.

Qué bueno realmente ver a tantos cimarrones aquí reunidos.

Bueno, les damos la bienvenida a todos al espacio Dialogar, Dialogar.

La Asociación Hermanos Saíz también ha querido unirse a la conmemoración por los 50 años de la publicación de ese texto extraordinario de Miguel Barnet, Biografía de un cimarrón, y que también coincide con el 130 aniversario de la abolición de la esclavitud, y más coincidencia todavía que hoy es 24 de febrero, es decir, el 121 aniversario del reinicio de nuestras luchas independentistas.  Así que tenemos muchísimas motivaciones para estar reunidos hoy. Creo que también en esto está que esta sala esté tan llena, de hecho estoy impresionado; es decir, en este espacio ha habido momentos en que ha habido mucho público, pero yo diría que este es el que supera todos los espacios de Dialogar, Dialogar, que hemos tenido, que ya dentro de poco cumpliremos tres años desde que iniciamos, en mayo de 2013.

Bueno, tenemos un panel para hablar de este tema, es decir de los 50 años de Biografía de un cimarrón, viendo también la perspectiva de cada uno de los invitados, dónde está su trascendencia, tanto en el momento en que se publicó como en la trascendencia que sigue teniendo hoy.  Yo le explicaba un poco a Ana, que me preguntaba: “Bueno, ¿por dónde vamos a mover el debate?”  Y yo le decía, viéndolo desde esa arista, ¿no?, que ha tenido muchísimas lecturas, muchísimas interpretaciones.  Por ejemplo, Carpentier  hizo una valoración de esta obra también, desde su ángulo; el mismo Lisandro Otero.  Estaba revisando esta edición fabulosa de Biografía de un cimarrón, que se presentó precisamente en esta sala, que estaba repleta por cierto ese día también, y pude conseguirla ese día.

Y bueno, nos acompaña en este panel de lujo Ana Cairo, Doctora en Ciencias Filológicas, Premio Nacional de Ciencias Sociales 2015, por lo tanto estamos aprovechando también para felicitarla (APLAUSOS).  Muy merecido realmente, una obra extraordinaria en las ciencias sociales, una de las conocedoras más profundas que tenemos y estudiosa de la Revolución del ’30; pudiéramos mencionar muchísimos de sus títulos, que han sido muy importantes en la historiografía cubana.

También nos acompaña Jesús Guanche, Doctor en Ciencias Históricas, Premio Nacional también de Investigación Cultural 2013, y también con una obra muy importante desde la etnografía, la antropología, miembro de número también, igual que Ana Cairo, de la Academia de Historia de Cuba.

Iba a estar con nosotros Fernando Martínez Heredia, pero por problemas de salud no ha podido estar.  A él le hubiera encantado.  Me pidió incluso que pidiera disculpas; le hubiera encantado estar también en este panel, pero por problemas de salud no pudo acompañarnos. Y hemos incorporado también a Pedro de la Hoz, Vicepresidente de la UNEAC, también periodista, uno de nuestros más destacados intelectuales, para que sea un poco la sorpresa de este panel.  Él va a ser el que va a cerrar este panel con la presentación de un CD que lleva el título precisamente de Miguel Barnet: cincuenta años deBiografía de un cimarrón.

Entonces, sin más, yo le voy a dar la palabra a Ana, después a Jesús, para que cierre entonces Pedro y después, como siempre lo hacemos, pasamos la palabra al público.  Y, por supuesto, Miguel, nos gustaría después escuchar su reflexión, sus ideas, después de 50 años de esta publicación que ha tenido más de 60 ediciones; bueno, en este libro dice que 64 ediciones, ya yo creo que son más.

LUIS MORLOTE.  Más de 72 ediciones.

ELIER RAMÍREZ. Setenta y dos ediciones.

Bueno, el libro, en el inicio, decía que 64, ya son más de 70, me dice Morlote, traducida a muchísimos idiomas; es decir, una obra que trascendió las fronteras incluso de nuestro país.

Entonces, sin más, le damos la palabra a Ana para que comience este diálogo.

ANA CAIRO.  Bueno, yo creo que, como tú bien decías, el día se ha escogido muy bien, porque hoy es 24 de febrero, y una de las cosas que fue el protagonista de este libro es haber sido un combatiente del Ejército Libertador, o sea, que es también un homenaje a esos miles de hombres humildes que formaron parte de nuestro Ejército Libertador.  Pero también yo creo que está bien escogido el día por lo siguiente: porque es que yo creo que el libro de Barnet es un libro esencialmente patriótico, en el mejor sentido que puede tener el patriotismo, que es cuando no se dice, cuando una y otra vez no se recalca, pero sí es un libro patriótico; es un libro que enseña a entender al pueblo de Cuba, en su diversidad, en sus contradicciones, en los modos de ver y momentos de ese pueblo.

Pero yo quisiera hoy recordar una experiencia que debe ser muy poco común en la intelectualidad cubana.  Barnet, que es un hombre de mucha suerte –los santeros dirían que tiene mucho aché– ha tenido el privilegio de que, por ejemplo –y aquí está Abel, que también trabajó literatura y lo sabe–, igualó a Goethe, que fue uno de los pocos escritores que pudo llegar al cincuentenario de su Werther, y hay un famoso poema de Goethe cuando Werther hubiera cumplido 50 años de publicado.  No sé si Barnet terminará haciendo en estos días un poema a esa rara situación, a esa situación de extrañeza –como diría Lezama– de ver que un libro suyo ya es una persona adulta.  Siempre recuerdo a Juan Pérez de la Riva diciendo que cada libro es una especie de hijo que sale por el mundo, pero en este caso Barnet, como Goethe, ha tenido la suerte de ver a su hijo cumplir 50 años. 

Y eso me parece importante.  El hecho de que un libro alcance trascendencia y que resista la prueba del tiempo, ya está dando una marca de trascendencia.  Solo que, como algunos grandes libros, desde el mismo momento en que apareció Biografía de un cimarrón ya ese libro tenía una mirada clásica. Y eso es lo que hace y reconoce Carpentier, que tenía buen ojo para darse cuenta de que el año 1966 es un año muy importante para la literatura cubana; casi que te estoy proponiendo que en algún momento nos reunamos aquí para recordar el cincuentenario de Paradiso, que con el mismo derecho que estamos celebrando hoy el cincuentenario de Biografía de un cimarrón, deberíamos entre todos recordar esa extraordinaria novela que también es Paradiso. Por lo tanto, el 1966 es un año de oro de la literatura cubana.

Y digo esto por lo siguiente: Paradiso desde el primer momento en que se comenzó a leer, como el mismo Lezama le dijo a Salvador Bueno en una entrevista muy buena y oportuna–porque la entrevista desmiente cosas que se dijeron después que sí eran falsas, como que el libro había sido recogido, y todo eso es falso–, porque Lezama le dice a Salvador Bueno, a la semana de publicado Paradiso: “Estoy sorprendido, el libro se ha vendido en unas pocas horas,todo el libro se vendió.” Y además, todos los que saben de esa edición saben que ha sido altamente cotizada parael robo. Cintio y Fina nunca se consolaron de que se lo hubieran robado, que unos amigos les robaron de la biblioteca de su casa aquella primera edición de Paradiso.

Barnet abre el año 1966 con Biografía de un cimarrón, y hacia julio de 1966 apareció Paradiso.  Por lo tanto, es un año signado por muy buenas cosas.

Entonces quiero empezar por eso: un hombre de experiencia, maduro, como Lezama, escribe una novela paradigmática de la cultura cubana, y un joven poeta escribe otra obra paradigmática de la cultura cubana para todos los tiempos.  Y eso es lo primero que yo creo que hace importante a Cimarrón.

Sobre cimarrones se había escrito muchísimo en el siglo XIX. Veinte, treinta años antes de que apareciera la novela de Barnet, había aparecido Caniquí, de José Antonio Ramos, que en su momento fue una novela importante porque es una de las primeras donde se subvierte la imagen del cimarrón, porque, ¿el cimarrón cómo se veía? Como el bandido, como el hombre peligroso, y Ramos cambia el punto de vista y presenta al cimarrón como el sueño y la esperanza de los pueblos, lo que pasa que Caniquí tiene problemas de realización. Entonces Caniquí es el antecedente, el linaje uno, para entender lo que significa Cimarrón desde el punto de vista del cambio del punto de vista, el cimarrón ahora es un héroe, el cimarrón es alguien que forma parte de la tradición de rebeldía del pueblo cubano.

Ahora, yo quisiera mencionar un libro que apareció en el año 1955, o sea, su fecha de publicación es 1954, pero apareció en 1955, porque ese libro también es importante para entender la trascendencia del Cimarrón de Barnet, que es El monte, de Lydia Cabrera.  El monte, de Lydia Cabrera, es un libro que cambió el panorama de la literatura y de las ciencias sociales en su momento; es un libro donde se funden ciencia y poesía, ciencia y literatura, y es indudable que El monte influyó en la escritura del Cimarrón.  Hay partes aquí donde uno está viendo ese juego de voces, ese dar una voz que abre paso a la otra voz, y que tiene mucho de deuda –para mí– con El monte. Y a mí eso me parece bueno, porque me parece muy importante cómo Barnet tiene buenos puntos de partida; es decir, la literatura también es una praxis, usted no puede desconocer lo que ya existe. Es como si alguien quiere escribir una tragedia y no sabe que existen las tragedias de Shakespeare.

Barnet parte de Lydia Cabrera, de la técnica de Lydia Cabrera; pero, por supuesto, como es un joven creador, no tiene la edad que tenía Lydia cuando escribe El monte, sino que es un joven abierto a todas las tendencias, incluso abierto al conocimiento más actualizado de una etnografía a la que Lydia no llegó –esa es la verdad, eso hay que reconocerlo, Lydia tiene sus límites en tiempo y espacio como etnógrafa–, Barnet está mucho más actualizado en etnografía que Lydia; pero, además, es un poeta con una imaginación fabulosa.  ¿Y por qué digo esto?  Porque sin esa imaginación del poeta no se hubiera hecho nada. Este es un libro de poesía, de poesía escrito en prosa.  Y lo quiero marcar.

Hace muchos años que nadie puede pensar que esto es un relato etnográfico. El punto de partida de este libro fue hacer una historia de vida, pero solo eso fue: el punto de partida.

Aquí hay una voz narradora, que al mismo tiempo es un personaje protagonista, que también es el narrador principal que va a dar todo el tiempo una cosmovisión.  Se dice que ese personaje es Esteban Montejo, pero se podía haber llamado Liberato, Juan de Dios, se podía haber llamado de cualquier manera, porque es un ente de ficción. Esa es una de las cosas que va a diferenciar esta novela de las otras de Barnet.  Después se va a llamar Rachel, o se va a llamar Manuel, o se va a llamar Julián, o se va a llamar Fátima-Manolito.  Pero el personaje histórico Esteban Montejo no es el personaje protagónico de este libro; es un personaje literario, que se llama Esteban Montejo, y que tiene una cosmovisión que puede ser tan valiosa como la que tuvo Prometeo, o como la que tuvo la Electra de Sófocles, o como la que tuvo el mismo Werther, de Goethe.  Es una época la que está reflejada allí.  Y quiero aclarar eso porque hace mucho rato que ese término lo oía hoy por Radio Reloj y me decía: pero esa nota está totalmente desfasada.

Esta novela es una novela tan legítima como puede ser El arpa y la sombra, para que no me hablen más de eso. ¿Entonces Carpentier hizo una novela-testimonio de Colón, y después Abel Posse hizo en Los perros del paraíso otra novela-testimonio? Son personajes que se llaman así, como hay un personaje en El reino de este mundo que se llama Mackandal.  Eso es así.

Y este hombre, que se llama Esteban Montejo, que fue esclavo, cimarrón, combatiente del Ejército Libertador, obrero azucarero, va a contarnos una parte de su vida. Por eso le preguntaba a Elier cómo se llamaba este panel, porque este panel se puede llamar de muchas maneras. Por ejemplo, Esteban Montejo es un hombre del pueblo cubano que va a transitar por distintos momentos. Aquí hay también una historia de los ingenios azucareros, aquí están las contradicciones dentro de la Guerra del 95, no hay más que leer lo que Esteban Montejo dice de la diferencia entre Gómez y Maceo para él, y a veces nosotros queremos dar una imagen maniquea de la historia de la guerra, y aquí están muy bien dadas las contradicciones y los puntos de vista.  Aquí también está una cosmovisión en cuanto a religiones.

Entonces, este cuentero que está aquí, que se puede llamar en la mejor tradición cubana Juan Candela, también cuenta cosas sobre ma’Lucía, el negro Tajó, los curas del pueblo de Remedios, las Semanas Santas, que también dan una diversidad de modos de ver. Por eso estoy hablando de que, por supuesto, aquí hay una historia de vida, pero hay algo que no se nos puede olvidar y que el otro día recordábamos en la Biblioteca, y es que este libro es una de las mejores expresiones de algo que va a potenciar mucho el triunfo de la Revolución Cubana, que es una línea, un punto de partida, un redimensionamiento de la historia cultural de Cuba, que se va a llamar historia de los hombres sin historia, historia de las personas que están fuera de la historia oficial.

En este sentido, este libro es tan válido como el que hizo en el año 1962 José Luciano Franco, cuando publicó las actas del juicio de Aponte, o cuando Pedro DeschampsChapeaux va a publicar sobre los hombres y mujeres y los oficios del siglo XIX. Pero, además, aquí hay también un prontuario de tendencias religiosas, que puede recordar Historia de una pelea cubana contra los demonios, que abre el año 1959.  Entonces estamos en presencia de un libro que va a dialogar con todo un replanteo de la historia social de Cuba.

El otro día, en la Biblioteca Nacional, recordábamos otro libro que es importante recordar este año, que es Los negros esclavos.   Y Los negros esclavos redimensionó una época de la historia social de Cuba, y a partir del año 1959, la Revolución Cubana, con la voluntad política de redimensionamiento de los puntos de vista, y eso se va a ver en todas las manifestaciones.  Se puede llamar La suite yoruba, de Ramiro Guerra, pero se puede llamar también el documental de José Massip,Historia de un ballet.

Entonces este libro de Barnet forma parte de un arcoíris de imágenes que van a dar los fotógrafos, el Quijote de la farola, ese hombre encaramado en una concentración, con un sombrero mambí.  Es decir, son todas esas miradas que están en la fotografía, que están en el cine, que están en la danza, que están también en la literatura, y que va a dar esta extraordinaria obra, que es un recorrido por el pasado, pero también sobre el presente. Y quiero marcar eso, porque Esteban Montejo está hablando desde el presente, o sea, el que cuenta es un hombre de más de cien años; él va y viene, el punto de vista de esta obra es el presente, y desde el presente se va y viene al pasado, y continuamente se están enfrentando puntos de vista. Por lo tanto, Esteban Montejo, veterano y centenario, va a dialogar con el Esteban Montejo que él fue, por lo tanto ahí también hay una lección de historicidad, cosa que a veces se nos olvida, que las cosas tienen tiempo y espacio. 

El centenario habla del otro, pero habla del otro desde la autoridad que le da también la distancia y el cambio de puntos de vista.

Entonces digo esto sobre todo porque yo creo que los  jóvenes tienen en Biografía de un cimarrón una obra maestra, una obra maestra para entender la historicidad de los tiempos, cómo se ven los tiempos desde distintas perspectivas, y que ellos también ojalá puedan llegar a viejos y puedan ver el mundo como lo ve Esteban Montejo allí. Y eso es lo que ha permitido ver esa obra en su pluralidad artística.  Es decir, en esa obra –y eso lo hemos hablado aquí– hay ópera, hay de todo, precisamente porque es obra abierta;pero lo más sorprendente, lo que a mí hoy, que estaba trabajando en la Biblioteca Nacional, porque como no aparece el libro por mi casa –sé que lo tengo, pero no aparece–, les pedí a mi gente en la Biblioteca Nacional que me bajaran un ejemplar, y yo me puse a leer, antes de venir para acá, un nuevo epílogo que tiene este libro, que no es el que él le puso en 1966.  En el año 1996 un señor que se llama Miguel Barnet se enfrenta a los problemas que ha planteado una obra. Y entonces ahí hay una nueva fabulación, porque entonces nos enteramos que Esteban Montejo es espíritu de luz para los espiritistas, y por eso le toca a la puerta a un personaje que se llama Miguel Barnet para pedirle una foto, y le dice a Miguelito que le deje poner vasos de agua.  O sea, este libro no se cerró en 1966; este libro está abierto, y 30 años después él sigue en el juego de personajes, en un juego de juego de personajes; ahora un personaje llamado Miguel Barnet está dialogando con un personaje llamado Esteban Montejo y con la saga de personajes colectivos que quieren convertir a Esteban Montejo en una propiedad.  Es decir, es realmente la mejor demostración de la trascendencia de un libro, cuando un libro se convierte en un juego de espejos que le permite hacer eso.

Por eso recordé el poema que escribió Goethe en el cincuentenario del Werther.  A lo mejor Miguel aquí nos sorprende, en uno de estos días, con un poema de él explicándonos cómo sobrelleva él el cincuentenario de Cimarrón.

¡Muchas gracias! (APLAUSOS)

ELIER RAMÍREZ.  Genial la introducción de Ana, como siempre.

Bueno, entroncando un poco con lo que ella estaba planteando, leerles algún fragmento de Lisandro Otero que, como decía, tiene mucho que ver también con esto que ella planteaba en su intervención.

Dice Lisandro Otero:

“Si me preguntaran, en esta manía de encuestas que hay ahora, cuáles son los tres libros que mejor ayudan a comprender nuestro pasado colonial, que mejor definen y profundizan la etapa histórica anterior a la República del año 1902, diría que son El ingenio, de Manuel Moreno Fraginals; Memorias de una cubanita que nació con el siglo, de Renée Méndez Capote y ahora este estupendo Cimarrón, de Miguel Barnet.”

Es decir, yo creo que en este libro se le incorporaron a esta edición una serie de valoraciones que hicieron destacados escritores e intelectuales cubanos y de otras partes del mundo, que es muy interesante, que impresionan, y después, cuando uno lee la obra, se da cuenta de que efectivamente tienen toda la razón.

Sin más, yo le doy la palabra a Jesús.

JESÚS GUANCHE.  Buenas tardes. Gracias a todos por venir.

Yo quería decir, para seguir casi el pie forzado o la rima que venía diciendo Ana en torno a ese arcoíris que ha representado Biografía de un cimarrón a sus 50 años, que uno de esos puntos, o uno de esos colores del arcoíris, es precisamente la salida cinematográfica.  Y quería enfatizar en una obra, que quizás no se haya visto mucho en Cuba, creo que se puso una o dos veces en la Unión de Escritores.  Me refiero a Cimarrón, historia de un esclavo, que no es un documental cualquiera; es un documental de larga duración, tiene 55 minutos –generalmente los documentales, con 18, 20 o 30 minutos ya es demasiado—, sin embargo, esta era una vieja idea de un tocayo de Miguel, Miguel de los Santos, a quien conocimos en Cuba reiteradamente por aquellas importantes entrevistas que hizo a una serie de figuras de América Latina y del Caribe, incluyendo a algunos cubanos, como al propio Silvio Rodríguez, entre tantos que entrevistó.

En esa ocasión, tuvimos la oportunidad de lograr una síntesis de esta obra que complementaba, aunque no fuera lo mismo, a través en este caso de la mano de Juan Carlos Tabío.

Varias veces nos reunimos con Juan Carlos para ver cómo convertir en imagen una obra de carácter literario, sin que replicara el valor de la obra literaria y que fuera un producto distinto que a su vez, inevitablemente, motivara la lectura. 

No todo el mundo en Europa, ni siquiera los hispanohablantes, la conocen al dedillo, o sea, es una obra muy publicada y leída, pero no lo suficiente.  Y fue en este caso la atracción del cine, por así decirlo, con el apoyo de creativos productores de Madrid, de la propia televisión española, el apoyo vamos a llamarle moral de la UNESCO para tener preferencia en un proyecto del cual en aquel momento Miguel era miembro del Comité Científico Internacional      –me refiero al proyecto La Ruta del Esclavo; por eso fue que aparece el logo de la UNESCO en el documento–, y también por supuesto la logística del ICAIC, que fue nuestro principal elemento de producción.

Sin embargo, a diferencia de Cimarrón, el elemento protagónico, vamos a llamarle el narrador principal de la trayectoria, de los contactos tanto literarios como imaginarios con Esteban, era Miguel.  Pero el asunto no era tanto poner a Miguel en diferentes locaciones –si mal no recuerdo, fueron cuatro movidas, Miguel: una, donde pudimos introducir la visita imaginaria de Miguel a Esteban, que no pudo ser en el asilo donde tú lo entrevistabas porque por la presencia física de ese asilo no estaba presentable, tuvimos que hacerlo en el hospital 27 de Noviembre, que estaba recién restaurado en aquellos días, y se pudo reproducir, desde el punto de vista del imaginario, narrado por el propio Barnet, la visita simbólica a Esteban, que fue donde se produce el proceso inicial de las entrevistas sistemáticas que después Miguel ha venido narrando, fuera de la obra literaria, en diferentes reflexiones públicas, y eso evidentemente ya no es la obra literaria en sí, sino es un recurso para darle imagen a esa vivencia directa con el personaje, que después fue, desde el punto de vista literario, el propio Esteban.

También pudimos acudir a la tumba de los veteranos. Teté Puebla nos autorizó en su momento adecuado.  Pudimos reproducir también un encuentro con Esteban, o sea, con los restos mortales de Esteban en el rincón de los veteranos, por supuesto con un proceso de narración que permitía esa relación interactiva entre lo que la obra permitía sintetizar, convertir en imagen, y la presencia en este caso de Miguel, delante de la memoria de Esteban Montejocomo recurso de la narración. 

En la propia casa de Barnet se produjeron largas entrevistas asociadas a la estructura del guion.  Y un aspecto que no aparece en la obra, pero que después Miguel ha ido narrando, que tiene un valor añadido de la relación afectiva de Esteban con el autor en este caso, fue el pequeño terreno que él le prometió donarle y que le donó, y cómo reconstruir el terreno, a dónde irnos a reconstruir el terreno, si el terreno estaba ya posiblemente perdido, o reconstruido en la historia.  Y apareció un terrenito maravilloso, en uno de los parques del hospital Calixto García, y ahí pudimos reconstruir el ambiente del propio Miguel hablando de la relación afectiva con su personaje; personaje que, como bien ha dicho Ana, en un momento dado como persona vivió, pero que también es recreado por la mano del autor.

Esto permitióun tipo de expresión visual, de conversión de la obra literaria en una propuesta visual, que permitió reconstruir tres importantes etapas de la vida de Esteban, a la luz de la obra literaria: su status como cimarrón, su status como participante en la segunda etapa de la Guerra de Independencia –esa que conmemoramos un día como hoy–, y después, los primeros albores en la República, la primera etapa republicana, que le tocó narrar.

Pienso que este es un elemento muy interesante, muy de actualidad desde el punto de vista de llevar a imagen la obra literaria, que no es un elemento que la reproduce o que la sintetiza a través del cine, sino que es otro producto, con una particularidad lógica, que es el autor como conductor de la narración sin necesidad de acudir al docudrama, que es un recurso bien utilizado cuando hay muchos recursos, por así decir.  Lo habíamos pensado, porque llegamos a ir a Trinidad pensando en localizar la famosa cueva donde estuvo escondido Esteban, y pensamos en la idea del docudrama. Esa fue una de las variantes iniciales, pero no siempre los recursos fueron suficientes, y se acudió a una estrategia, en este caso gracias a la mano maravillosa de un cineasta ya consagrado, como es el caso de Juan Carlos Tabío, y la experiencia de Miguel de los Santos; porque yo recuerdo que, cuando se firmó con Juan Carlos, cuando el grupo se retiró, ya prácticamente la filmación estaba casi editada, y el tiempo que estuvo Juan Carlos editando la obra en España fue casi que simbólico. ¿Por qué?  Por la experiencia que tenía el grupo, la identificación de un buen cronograma de trabajo de los lugares donde se pudo filmar eso, la correlación de la imagen con la voz de Miguel, ustedes saben, los que hemos oído la versión grabada de Fátima, sabemos la calidad de narración que en esa posibilidad tiene el autor.  No todos los autores son de buen leer, este es un autor de muy buen comunicar, y fue un factor muy a favor el que tuviera la voz del autor y la recreación con un actor cubano.  ¿Cómo se llama él, el que hizo de cimarrón en la otra novela?  Fue el que trabajó en esta novela, en Sol de batey.

__________. Idelfonso Tamayo.

JESÚS GUANCHE.  Tamayo fue el que nos sirvió de referencia (interrupción en la grabación), que también sirvió como complemento a la narración de Barnet en el documental.

Esta es una de las tantas posibilidades, y el hecho de que estemos hoy conmemorando el 50 aniversario era la posibilidad en aquel momento de que los lectores, en este caso los consumidores de cine en América Latina y el Caribe y particularmente en España, que fue la vía de producción, sirviera para conocer esta obra, sin ser una obra que tiene carácterliterario, una obra cinematográfica, pero que a su vez sirviera de complemento informativo para tener acceso y sed hacia la obra literaria, que en definitiva es el motivo por el cual se facilitó la creación de esta versión cinematográfica que en aquel momento pudimos realizar.

Ojalá la televisión cubana –si nos dan los permisos pertinentes–pudiera exhibirla alguna vez.  Gracias a la condición de nuestro Presidente de la UNEAC, se pudo exponer en un momento en la UNEAC.  Algunos de nosotros lo hemos utilizado como material de estudio y de trabajo en los cursos de posgrados, maestrías, etcétera, sin fines comerciales, que sí los tiene la empresa que se dedicó a producir esta obra.

Pero pienso que, como complemento a la significación y a la actualidad que tiene Cimarrón como obra abierta, evidentemente esta no va a ser la única salida. Por eso, con motivo del 50 aniversario, se ha producido otra obra, con otro carácter, con otra cualidad, con otras características, que Pedro de la Hoz tendrá la posibilidad de presentar ante ustedes.

¡Gracias! (APLAUSOS)

(INTERVENCIÓN DE PEDRO DE LA HOZ)

ELIER RAMÍREZ.  Después de escuchar estas intervenciones, por supuesto que le damos la palabra a Barnet también.

MIGUEL BARNET.  Muchas gracias a todos ustedes por la presencia tan estimulante para mí, y gracias a Ana, porque yo no sabía que había esa coincidencia entre Goethe y yo (RISAS), porque Goethe era un escritor mayor y yo no; pero, bueno, tuvo la suerte de que pudo ver su obra Werther en escena, pudo verla publicada 50 años después. Realmente, estar del lado de acá y no del más allá me produce un privilegio muy grande, y tener tantos amigos queridos aquí, tantos amigos queridos y tantos lectores de mi modesta obra.

Todo lo que dijo Ana Cairo es cierto, pero hay otras cosas que también son ciertas, o semiciertas, que ella no dijo.  Ella es una erudita maravillosa, todas las comparaciones que hace son de una gran pertinencia y son realmente ajustadas a una línea de pensamiento, a una teoría buscada con mi obra.

Yo no sé si él es un personaje totalmente creado por mí, porque la persona de Esteban Montejo fue una persona que me subyugó tanto, tanto, por su pensamiento, por su historia, que si yo lo convertí en un personaje, en un personaje con una ética, con una dignidad, con una dimensión, no fue mi propósito convertirlo en un personaje, ni tampoco,como tú bien dices,hacer un puro y escueto relato etnográfico. Yo escribí y escribí y recogí y recogí, estuve tres años yendo a entrevistarlo, primero desnudo, sin nada, y luego apareció en la Academia de Ciencias una donación –en esa época ya empezábamos a recibir donaciones– de una grabadora que pesaba treinta o treinta y pico de libras, y al cabo de los seis o siete meses de estar entrevistando a Esteban con mis famosas libreticas–porque esas libreticas yo nunca las he perdido, yo siempre las llevo en mis bolsillos hace más de 50 años–, yo recogí, y ahí está en las libreticas, las cosas que él me iba diciendo.  Pero no fue festinado, mi interés no fue casual o fortuito.  Yo estaba estudiando Etnografía, Etnología, Antropología, y como ella hoy bien dice, yo tenía una formación, y el privilegio de estar cerca de figuras tan grandes como Fernando Ortiz, como el propio José Luciano, a quien visitaba mucho en el Archivo, a Juan Pérez de la Riva.  Imagínense ustedes, Juan Pérez de la Riva tenía un cubículo en la Biblioteca y yo tenía otro, conZoila Lapique, con Argeliers León, que era el director de Música de la Biblioteca, y me dijo: “¿Qué estás haciendo tú pasando a máquina?” Yo trabajaba en laFirestoneTire RubberCompany pasando a máquina, con estos dedos gruesos–por lo menos en la máquina sí, en la computadora no me caben– facturas de neumáticos.  Y yo le dije: “No, estoy estancado.”  Luis Garzón me dijo una vez que la peor tortura que se le podía hacer a una persona era trabajar ocho horas, y yo trabajaba ocho horas, me levantaba a la seis de la mañana, cogía la ruta 66 y me bajaba allí en la Firestone,  que estaba un poco antes de llegar a Boyeros.  Figúrense, hasta las seis de la tarde; marcaba tarjeta a las ocho y marcaba tarjeta a las seis.  Era una verdadera tortura, yo estaba angustiado, yo no sabía qué hacer con mi vida, y estaba ya en la turbulencia de la clandestinidad y todo, y vino la Revolución, y la Revolución me salvó porque por la Revolución, Argeliers me dijo: “Ven a trabajar conmigo, pero hay un inconveniente.”  Dígole: “¿Cuál?” Dice: “Que tú vas a trabajar conmigo como secretario mío” –no era un secretario; era un ayudante, un amanuense, un auxiliar–“pero no hay salario.” Y le dije: “No importa, no importa.”  Yo tenía guardado dinero, yo siempre he tenido guardado mi dinerito (RISAS), catalán al fin y al cabo, mi familia catalana me enseñó a guardar dinero.  Y entonces le dije: “No, yo no lo necesito, yo tengo un dinero que heredé de una tía mía, que se había ido para los Estados Unidos y me dejó el dinero.”  Nunca me alegré tanto de que se fuera para Estados Unidos esa tía mía como cuando me dejó aquel dinero, que pude vivir tres años sin salario en la Biblioteca Nacional.  Y la Dra. María Teresa Freyre me tenía como uno más de lo que llamábamos la dotación, pero yo no tenía salario, vivía con el dinero que tenía guardado en el banco, el de mi tía. 

Salvó mi vida tambiénArgeliersdándome aquella posibilidad de estar cerca de ellos.  Aquello era una maravilla, estar allí era un privilegio.

Sí, he tenido suerte, y la primera suerte fue la de caer allí junto con Juan Pérez de la Riva, Zoila Lapique, Manuel Moreno Fraginals, Hugo Vilches, economistas y sociólogos. Y llegaba de vez en cuando Le Riverend, con su tono arrogante, y yo le ponía oído, no vista, oído nada más, no me acercaba a él porque a mí las personas así tan rimbombantes no me gustan. Hoy está en el cielo, y que me perdone, pero… Era brillante hombre.  Su Historia de La Habana me ayudó mucho, su libro La Habana, biografía de una provincia,me ayudó mucho.

Pero allí había un personaje muy modesto, muy callado, que ese sí iba todos los días, no fallaba nunca y no tenía cubículo, iba para el cubículo mío, que era Pedro DeschampsChapeaux, que fue uno de los gestores también, junto con Pérez de la Riva, de esta teoría o de esta hipótesis de la gente sin historia.  Y él tenía algunos trabajos sobre eso, sobre el periodismo y los negros, cómo la clase negra también era una clase intelectual prominente, y todo eso para mí era nuevo. Y entonces yo me acerqué mucho a Pedro DeschampsChapeaux, y Pedro me ayudó mucho a orientarme.

Entonces empezamos una investigación sobre los barracones.  Era un estudio métrico, morfológico de los barracones, y viajábamos en una camioneta terrible –que yo creo que eso fue lo que me creó a mí la sacrolumbalgia (RISAS)–, con unos baches tremendos. Yo tenía 21 años, y paseamos todo el país con Peter Noy, que es un antropólogo, con antropólogos africanos que llegaron también contratados por Antonio Núñez Jiménez, que era el Presidente de la Academia, con quien hice una gran amistad –él tuvo simpatías por mí porque yo era el más joven de todo aquel grupo–, y él me llevó un día para su despacho, y habló conmigo y me dijo: “¿Y qué tú crees de esta cosa de los barracones?”  Y yo le dije: “No, mire, me parece muy bien que se haga este estudio.”  En definitiva se publicó, el libro de Juan Pérez de la Riva se publicó, y aparece ahí un agradecimiento a todo el mundo, y a mí ya al final, con mi nombre muy chiquitico, porque yo iba sencillamente acompañándolo a él en el viaje a hacer el estudio sobre los barracones.  Pero cuando yo llegaba a mi casa, yo pensaba en Balzac.  Yo había leído recién un libro, Memorias de Adriano, y había leído muchas cosas, y había leído un libro fundamental que tú no mencionas, Ana, el Juan Pérez Jolote, quizás porque no sabes la cercanía que yo tuve con ese antropólogo mexicano, que luego me invitó a estudiar en México unos meses, Ricardo Pozas.

Yo me leí el Juan Pérez Jolote, y dije: “No hay en Cuba un libro así.”  Es verdad que Caniquí es un libro… Pobre libro, que no está muy bien escrito, están los cimarrones en muchos libros cubanos. Pero yo me leí con una tremenda pasión y fervor el Juan Pérez Jolote.  Me gustó mucho el modo en que él organizó la investigación con ese indio de Chiapas, el indio chamula; una vida, es historia de vida.

Estaba de moda una de las teorías de los antropólogos africanos e ingleses, que era la lifehistory, la historia de la vida, de los personajes.  Y yo dije: “¿Y qué pasaba en los barracones? ¿Cómo vivían estos hombres y estas mujeres ahí, hacinados ahí?”  No basta con describir el huequito por donde entraba el aire, no basta con decir de las letrinas, no basta con decir que en cada barracón a lo mejor, cuando había cierta tolerancia por parte del amo, ellos podían tener sus conucos y sembrar sus vegetales y sus hierbas ahí, o tener sus cochinaticos, como decían ellos, y poder comer carne de cerdo porque el tasajo les repugnaba, o porque a veces había viandas nada más en las comidas, la esquifaciónera pobre, o sea, la ropaque se ponían se la cambiaban a los seis meses. A mí me preocupó la vida, cómo era la vida humana, sentimental, cómo era la vida incluso amorosa y erótica en ellos. Y ahí empecé a decirme: “No hay nada, no hay nada, no hay nada realmente así, escrito, que a mí me ilumine sobre esto.”

Ya yo había leído todo, Cirilo Villaverde. El ingenio no se había producido todavía, se estaba produciendo, pero Moreno estaba muy cerca de nosotros, era nuestro profesor en el Seminario, no en el Seminario de Folklore, sino en los seminarios que sucedieron a aquel seminario ya en el Instituto de Etnología y Folklore, que se convirtió en un centro docente, donde estuvimos nueve años estudiando Etnografía, Etnología Aplicada, Antropología Social, Estadísticas –que era para mí espantosa.

El caso es que yo de pronto estoy un día viajando en una guagua, y compro el periódico El mundo, y veo una entrevista a unos africanos, descendientes de africanos, una negra ya muy vieja, que casi no podía expresarse, pero que quería aprender a escribir; había sido esclava y entonces, bueno, la Campaña de Alfabetización la alfabetizó.  Y estaba Esteban Montejo, que él decía que él sabía leer y escribir, pero que había sido esclavo y cimarrón.  Y cuando dijo cimarrón, a mí se me alumbró la vida.  Yo dije: “Aquí hay un camino, aquí hay una luz.”  Y fui a entrevistarlo al hogar de ancianos, y ahí comenzó la historia, ahí comenzó la historia. Fueron tres años de entrevistas constantes, diarias casi; no diarias, porque tampoco había mucho dinero y la guagua había que cogerla, bajarse en Diez de Octubre, hacer una transferencia y después regresar; pero yo hice todo ese libro de manera casi se puede decir que clandestina, secreta, porque no era la tarea que me tenía asignada Argeliers León a mí en el Instituto de Etnología. Yo tenía que hacer investigaciones sobre las razas en Cuba: la zarabanda, la chaconaamulatada,las formas distintas del Aruba, yamura, jiribilla, la columbia; en fin, eso era lo que yo tenía, más los estudios, porque eso era un centro docente.

Y así, poco a poco, fui acumulando información.  Y cuando Núñez me llamó en aquella ocasión, y me dijo: ”¿Qué tú estás haciendo?”  Porque a Núñez le llamó la atención mi curiosidad, mi curiosidad en las reuniones que se hacían en lo que ahora va a ser la Asamblea, el Parlamento, el Hemiciclo Camilo Cienfuegos, que yo hablaba y metía unas catilinarias tremendas allí, y era una especie de sicofante.  Yo era antipatiquísimo, porque tenía 21 o 22 años y quería saber muchísimo, y no sabía nada; pero, bueno, hablaba para demostrar que yo tenía interés en investigar y en ser un intelectual en este país.

Y él me llamó, le llamé la atención, le caí bien. Y yo le dije: “Mire, tengo unas fichas, capitán” –le decíamos así, capitán–, “tengo unas fichas sobre un esclavo ex cimarrón y tengo un cúmulo enorme de fichas.”  Me dijo: “Ah, me gustaría verlas.” Y yo le dije: “Bueno, yo se las mostraré.”  Y pensé: en su momento se las mostraré.

Se las mostré cuando terminé el libro, que lo hice a espaldas de Argeliersy de Barrial y de María Teresa Linares y de todos fui escribiendo el libro, y con un miedo tremendo de que me dijeran:¿en qué momento tú escribiste esas doscientas cuarenta y pico de páginas, si tu tarea era otra?  Pero estaba Calixta Guiteras, una maravilla de persona, que había llegado de México, de su cátedra en México, y Calixta leyó el libro, lo leyó Margarita DaveStrong, y ella fue la que se lo recomendó, el libro se lo pasó a Núñez Jiménez, y Núñez tomó la decisión: eso hay que publicarlo, esa es una cosa rara, extraordinaria, y va a gustar.

Y yo hice un manuscrito, un mecanuscrito –no existían computadoras ni nadade estas cosas que existen ahora, que son tan útiles y tan importantes y tan chismosas–, pero entonces yo aquel mecanuscrito se lo llevé a Núñez.  ¿Y a que ustedes no saben qué hizo Núñez cuando leyó el libro?  Se lo mandó a Alejo Carpentier.

Alejo Carpentier no leyó nunca el libro publicado; Alejo Carpentier leyó el mecanuscrito, es decir, la copia mecanografiada. Y un día me llamó, y yo dije: “¡Ave María!, ¿que me llame Alejo Carpentier?”  Yo trabajaba en el Instituto de Etnología, y él era el director de la Editorial Nacional.  Me hizo un elogio, y después –eso sí está escrito, por eso lo digo– me dijo: “Este es el complemento testimonial de El reino de este mundo, esta es una cosa extraordinaria.  ¿Y este personaje existe?  Yo quiero conocerlo.” Bueno, lo conoció, porque yo lo llevé a la Academia de Ciencias cuando Esteban cumplió 103 años.  Le  hicimos el cumpleaños en la Academia de Ciencias, y ahí están las fotos, con Alejo y con todas las personas que lo conocieron.

Y así surgió este libro, que no lo hizo un muchacho ingenuo, ni tampoco sabio; una persona con intuición y con mucha curiosidad. Ingenuo no porque yo tenía una formación histórica y académica de Metodología de la Investigación, que es mi formación histórica.

Y entonces salió el libro publicado.  Y pudo haberme hecho daño lo que ocurrió; la suerte que yo tengo unas corazas tremendas porque en la revista Bohemia salió: “Un libro sin precedentes en la literatura cubana, Lisandro Otero, Onelio Jorge Cardoso, Alejo Carpentier.” Imagínense, yo tenía 25 años, iba a cumplir 26, y aquello cayó… Moreno Fraginals, Juan Pérez de la Riva, todo el mundo escribió sobre el libro, Renée Méndez Capote, Félix Pita Rodríguez.

El primer artículo que salió en el periódico fue de Loló de la Torriente, un artículo muy elogioso de Loló de la Torriente, que tiene un libro histórico que algún día tenemos que reeditar, Mi casa en la tierra. Y así fue como empezó. 

Pero les debo mucho a ellos, a mis maestros, por eso siempre me molesta y me hiere tanto que las generaciones jóvenes no pongan alfombras rojas a sus maestros, a quienes los antecedieron, a sus antecesores y a quienes abrieron esa brecha que abrió Fernando Ortiz; porque antes de escribir el libro ya yo visitaba la casa de don Fernando, y a don Fernando le di el libro también, pero don Fernando ya estaba muy enfermo, ya tenía las piernas muy hinchadas, tenía la diabetes muy aguda, muy agudizada, y realmente no pudo escribir nada, pero él me dio aliento para seguir escribiendo. Incluso, durante ese período en que yo estaba escribiendo el libro,hicimos el documental a sugerencia de Santiago Álvarez y de Alfredo Guevara, que lo hizo Iván Nápoles, que fue en el año 1965, un año antes de que saliera el libro.

Pero le debo mucho al libro Juan Pérez Jolote, y les debo mucho a los historiadores cubanos, y le debo mucho no al personaje, sino a la persona de Esteban Montejo.  Porque hay quien dice: “Bueno, ¿qué inventaste tú?, ¿qué dijo él?, ¿cómo lo dijo?”  No, eso fue un binomio, fue una fusión.  Yo podría llamarme Miguel Montejo y él podría llamarse Esteban Barnet; fue una fusión.

Es cierto que él dijo: “Por cimarrón no conocí a mis padres.”  Pero yo añadí ¿puedo decir un secreto?: “Ni los vide siquiera.Pero eso no es triste, porque es la verdad.”  Eso lo añadí yo, es verdad, ¿y qué? No traiciona para nada el espíritu del discurso de Esteban Montejo.

Y entonces han pasado aquí muchas cosas: se han hecho programas de radio también, novelas, telenovelas y todo eso, y ahora esta mesa redonda. Y en junio va a haber una exposición de las 71 ediciones.  Ya parece que van a ser 72 o 73 porque hay una en Santa Clara que va a salir ahora, hay una en Turquía que va a salir, y así van a ir saliendo otras más.

No creo que sea una obra maestra.  No, creo que es una obra hecha con el corazón, con las herramientas también de la antropología y con la visión poética.

Si algo cierto dijo Ana es que yo escribí… Fíjate, Ana, tú dices: esto no se puede calificar como un relato etnográfico.  Bueno, yo trabajaba en la Academia de Ciencias y yo tenía que ajustarme a aquellos patrones.  Yo escribí un relato etnográfico, pero lo escribió un aprendiz de poeta, desde el principio, ¿comprenden?, porque el lenguaje sí no era lacónico.

____________.  Ya usted había publicado una poesía.

MIGUEL BARNET.  Ya yo había publicado. Y lo escribí así y recreé algunas cosas y les di un montaje.  A la vez que uno edita y que uno monta, que uno edita un libro, ya uno está creando; lo otro sería una farsa, venir aquí a decir que es un testimonio puro.  Yo sería un farsante, jamás he confesado eso.  Elena Poniatowskanunca ha dicho que Hasta no verse Jesús mío es un testimonio puro; son testimonios recreados.

Hay incluso una nueva tendencia ahora en la antropología social norteamericana, que se llama Non FictionCreating (No Ficción Creativa).  Y en esto, bueno, quizás yo me adelanté.

Después me compararon con Truman Capote.  No, nada que ver, Truman Capote escribió una cosa diferentecompletamente, y lo vine a leer mucho después.  Y después traduje yo A sangre fría, me tocó la suerte de que Alejo, como él sabía que yo chapurreaba el inglés, me pidió que yo tradujera A sangre fría, y traduje A sangre fría y traduje Soy negro también.

Pero quiero agradecer mucho, mucho, mucho aquí, en el día de hoy, a mis compañeros que han hablado de este libro; a ti, Ana Cairo, que hiciste una conferencia brillante también el otro día en la Biblioteca; a este espacio Dialogar, Dialogar; a Pedro de la Hoz, siempre tan culto, tan cariñoso, sacando la noticia del BreakingNews, porque está sacando cosas ahí que muchos de nosotros no conocíamos; y a Guanche, que también habló del documental.  Y agradecerles… ¿No están aquí los compañeros de la EGREM?

_____________. Sí, sí, sí.

MIGUEL BARNET.  ¿Dónde están?

_____________. Está Jorge, está Mayito.

MIGUEL BARNET.  ¿Dónde está Jorge?

_____________.  Allá.

MIGUEL BARNET.  Y a Anita Llerena, que fue la de la idea original, que fue la que le dijo a Jorge: “Oye, vamos, Miguel está dispuesto.” Porque Jorge es amigo mío hace muchos años y vivió la cosa de hacer un disco sobre mi poesía, y ya se hizo el disco, algún día saldrá. Y después Anita le dio la idea y él la acogió, la acogió con mucha fuerza.  Y le agradezco a la EGREM, a Mayito, que no sé si está aquí.

____________.  Mayito está también.

MIGUEL BARNET.  También está aquí Mayito.  Gracias, Mayito.

____________. Santos Toledo también.

MIGUEL BARNET. Está Santos Chocanotambién. (RISAS)

¿Y saben lo mejor que tiene el cimarrón? Que es un gran cobardón, que dice: “Yo no me meto en trincheras, ni cojo armas de esas de hoy; con un machete me basta.” (APLAUSOS)

Mira, quisiera que una persona que yo admiro mucho se pusiera de pie para recibir una ovación: el gran músico cubano Héctor Angulo. (APLAUSOS)

 

 

 

 

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