El diseño de revistas en Cuba: pasado y presente

El diseño comunica en un contexto específico. Irrumpe en cada detalle de la vida del hombre; funcionalidad y estética se imbrican en aras de satisfacer las demandas cotidianas. Entre sus modalidades, la gráfica es la que mejor testimonia —artísticamente— la realidad. Proporciona información de una forma más transparente e impulsa la cultura visual.

Este tipo de representación siempre se ha debido a su tiempo. Aunque se emparenta con la plástica y obedece a sus tendencias, se ha anticipado a esta en la inclusión de códigos visuales de avanzada y en el retrato veraz de la sociedad. Incluso, con la aparición de la imprenta en Cuba, en el siglo xviii, lo cual supuso un primer hito en el país en materia de diseño, el comienzo de la actividad tipográfica se adelanta en casi dos décadas a las incipientes muestras de las «bellas artes».

A pesar de que en el siglo xix aparecen en la isla significativas publicaciones que contribuyeron al proceso de formación de nuestra identidad, como la Revista Bimestre Cubana en 1831, una de las de más larga vida en la nación, una primera eclosión del diseño gráfico la podemos apreciar en la Neocolonia. Las publicaciones periódicas recogen estilos de vida y las de esta etapa fueron cardinales en la renovación visual del arte cubano de vanguardia y en la imagen de modernidad de la República. Los caricaturistas, ilustradores y portadistas de la época colocaron al país al nivel de lo que se hacía en esta especialidad internacionalmente. 

Conrado Walter Massaguer, considerado uno de los padres de la caricatura cubana y el pionero del diseño gráfico moderno, es la figura más representativa. Sus ilustraciones y caricaturas de estilo costumbrista lo convirtieron en el cronista visual del período republicano e hicieron que su proyección gráfico-comunicativa fuera de las más significativas para definir tal momento. Esto le ganó un renombre en la gráfica internacional. Se caracterizaba por la precisión en los trazos, con énfasis en los detalles —tan importantes como los elementos centrales—, con lo que, unido a su atinado humor, lograba una técnica exquisita. Su notable desempeño —ya fuera como editor, ilustrador o director (artístico)— se evidencia en tres trascendentales revistas: Gráfico (1913-1918), Social (1916-1938) y Carteles (1919-1960).

Gráfico y Carteles se apoyaban en la fotografía para abordar importantes acontecimientos mundiales. La última, en 1924, con un cambio de formato y un despliegue de iniciativas, se propuso convertirse en «la mejor revista gráfica de Cuba Republicana». También incluyó en sus páginas la publicidad, lo que mostraba su habilidad para estar a la altura de publicaciones europeas y norteamericanas de este tipo. 

Por otro lado, Social, la más relevante de las tres (y de todas las del período), se estima que fue la primera revista del mundo en hacerse completamente con la técnica de impresión fotolitográfica. Su objetivo fue reflejar la vida habanera. Con su visualidad y colorido logra posicionarse entre las publicaciones homólogas de América. Representó la transición de la gráfica cubana de los años 20. Trascendió por su elevado valor artístico, justificado no solo por sus textos sino también por su lucimiento fotográfico, ilustrativo y tipográfico. Manifestó la influencia de la gráfica norteamericana y europea en el dibujo cubano, lo que se muestra, por citar un ejemplo, en el uso del cubismo en las portadas realizadas por el dibujante José Manuel Acosta.

Massaguer, aunque como buen alumno superó a su maestro, tuvo como referente al periodista y caricaturista Ricardo de la Torriente, conocido por la creación del popular personaje Liborio, que representaba al pueblo cubano y constituía una crítica contra el imperialismo yanqui. Con una hábil mixtura entre dibujo y texto, De la Torriente censuraba desde la caricatura. Graficó la revista El Fígaro, el periódico La Discusión y el semanario La Política Cómica, en el que alcanzó fama.

Otra publicación emblemática fue Bohemia, la más antigua de las revistas cubanas y latinoamericanas. Su primera edición circuló el 10 de mayo de 1908. Respaldada en la ilustración, reflejaba los sucesos actuales más relevantes. Su formato era parecido al de publicaciones europeas del momento. A partir de 1914, con el uso de portadas en tricromías (primera en hacerlo en Cuba) y el aumento de páginas, se afianza como negocio editorial.

La Revista de Avance (1927-1930), difusora del vanguardismo en la creación artística, también sobresalió por su contenido y diseño. Sus coloridas portadas contribuyeron a la promoción de la plástica. Carlos Enríquez, Eduardo Abela y Víctor Manuel figuran entre los pintores que dejaron huella en sus páginas.

 Estas revistas ofrecieron una visualidad artística a un público desprovisto de otras opciones para apreciar las tendencias más renovadoras de la pintura. Igualmente, se presume que, a través de ellas, se anticipó en, al menos una década, la aparición del arte moderno. 

Con el triunfo revolucionario se modeló una nueva imagen de Cuba, a tono con los cambios políticos y sociales. Se operó un cambio de paradigma, una forma distinta de ver y comunicar. Con la fundación del Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), la Casa de las Américas, la Imprenta Nacional y, en 1967, el Instituto Cubano del Libro, ocurre un verdadero impulso de la gráfica (nuevamente a la vanguardia con relación a las «bellas artes»). Se amplían la creación y circulación de revistas, principalmente culturales.

Lunes de Revolución (1959-1961) se caracterizó por el notorio uso de la fotografía y la calidad de su diseño, que contó con los artistas de la plástica Raúl Martínez, Antonia Eiriz y Mariano Rodríguez, y con el caricaturista René de la Nuez. Como ferviente deudora «de un legado que viene desde finales de la colonia cuando se fundan dos magníficas revistas: El Fígaro y La Habana Elegante, y que tiene su continuidad en el período republicano con Bohemia, Gráfico, Carteles y Social, así como una gráfica vinculada a los medios publicitarios en los cincuenta»,[1] revolucionó la gráfica del momento.

Casa de las Américas (1960); INRA (1960), luego devenida en Cuba (1962); Unión (1962); La Gaceta de Cuba (1962); Pueblo y Cultura, posteriormente Revolución y Cultura; El Caimán Barbudo (1966); y Tricontinental (1967) fueron de las revistas mejor diseñadas. Sus perfiles editoriales se impregnaron de visualidad y dinamismo, de la mano de diseñadores como José Gómez Fresquet (Frémez), Héctor Villaverde, Rafael Morante, Tony Évora y Alfredo Rostgaard; y de los fotógrafos Alberto Díaz Korda, Raúl Corrales y Liborio Noval.

Si bien en los años 60 y 70 el diseño gráfico cubano tuvo sus días de esplendor, a lo que contribuyeron los procesos de alfabetización y democratización del libro, los 80 y 90 fueron de crisis. Cerca de los 2000 ocurrió un renacimiento de las publicaciones periódicas, y muchas revistas comienzan a tener versiones digitales o electrónicas, que les propician un mayor alcance y nuevas posibilidades en su diseño.

En la actualidad, con el uso de la tecnología, el diseñador ahorra tiempo y esfuerzo, pero, a su vez, se vuelve más arriesgado y experimental. Las nuevas técnicas —de la cámara fotográfica, la computadora y los equipos de impresión— ofrecen mejores resultados en la visualidad y calidad de los productos impresos, todo en pos de llamar la atención del espectador e incitar a la lectura, ofrecer una comunicación expedita y eficaz, así como aprehender las transformaciones operadas en el individuo y la sociedad. 

Nota:

[1] Ángel Herrera Oviedo: «Cinco revistas que impulsaron el desarrollo del pensamiento cubano (1831-1959)», en http://www.cubaliteraria.cu/articulo.php?idarticulo=17142&idseccion=35.

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