Una entrada franqueada

La vida se encuentra llena de primeras veces. Marta María Borrás tuvo la suya en el cine con París, puertas abiertas, un cortometraje de ficción ganador de varios lauros en la 14 edición de la Muestra Joven del Icaic. Aunque permanece más sujeta al teatro, rompió el hielo con una obra de 15 minutos, porque siempre le interesó el trabajo del actor, con las imágenes, y en ese camino, halló el resquicio para el mundo del séptimo arte.

Asegura que grandes directores como Zhang Yimou, Kim Ki-duk, Ulrich Seidl, Xavier Dolan, Rainer Fassbinder, Werner Herzog o Tomás Gutiérrez Alea singularizan su gusto estético por el cine, la manera de entender el arte y también su cosmovisión de la vida, la realidad. En su ópera prima, le interesó mostrar una obra abierta, participativa. París… se parece a ella, un tanto menos clásica.

«Quería alejarme de la narración tradicional para proponer otro modo de presentar una historia o un momento de vida. Me interesa mucho que el espectador co-cree el sentido mediante su participación activa. Como plantea la teórica Susan Sontag, el paradigma del arte se desplaza de la interpretación de la obra de arte a la participación en ella. El público deja de ser un receptor/lector de signos. Lo que más me importaba investigar era cómo comunicarme desde lo sensorial, lo subjetivo, y que cada cual llenara los lugares vacíos desde su propia experiencia».

París, puertas abiertas resulta un audiovisual  en el que se cuida con esmero la fotografía, limpieza del cuadro, el juego con las formas, como un diálogo paralelo, de pulida estética. Quien se acerque a esta obra encontrará una historia contenida, con pocos espacios enérgicos. Sin embargo, se aprecia en ella una carga interna fuerte, un discurso que puede ser el de los jóvenes cubanos hoy, o el de muchos en el país.

“Creí —y aún lo creo así— que para proponer este diálogo con el espectador desde lo sensorial, debía trabajar mucho la atmósfera; hacer que la situación de los personajes fuera ‘sentida’ más que ‘comprendida’. Por tal motivo, debía comunicar a través de las imágenes, los sonidos, los espacios de silencios y trabajar al máximo estos aspectos. Es una historia mínima, de desencuentros, vacíos, y debía propiciar esa visualidad.

»Siento que los personajes se parecen bastante a mí, y soy una mujer promedio dentro de la sociedad cubana. Por un lado, quería reflejar ciertos aspectos que me llaman la atención en la Cuba de hoy, como pueden ser el individualismo o la competitividad cada vez más fuerte. A la vez, estos resultan sentimientos humanos, universales, cuestión que también me motivó. Al proponer el arte estructuras que están relacionadas más con el acontecer, con lo sensorial, más que con una interpretación racional, se conduce al espectador a una nueva forma de mirar y de comunicarse y, por tanto, a una nueva forma de participación política».

Marta María Borrás expresó en la publicación Bisiesto de la Muestra Joven que debía «ajustar más su mirada», «hacerla más profunda», encauzar sus temas y personajes «con más precisión». Ahora para el portal de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) confiesa que si le interesaba desdramatizar historias y comunicar desde lo subjetivo, debía trabajar con claridad estos aspectos para no correr el riesgo de no comunicar nada.

«Me interesa pensar a mi país, a quienes vivimos aquí, principalmente desde situaciones humanas cotidianas, pequeñas. Trabajar desde ese minimalismo narrativo requiere mucha profundidad».

En un aparte, esta recién estrenada realizadora comenta sus impresiones de la 14 edición del evento de los jóvenes cineastas cubanos. Confiesa ser fiel a la Muestra, porque descubre cada año aspectos de su país desconocidos hasta entonces, sobre todo en los documentales. El certamen siempre la motiva a repensar quiénes y cómo somos los nacidos en esta isla.

«No existen cortapelos al querer decir algo, siento valentía y compromiso en los materiales, muchos muy viscerales. Respeto a los cineastas jóvenes que filman a veces con numerosas situaciones en contra, pero con una gran pasión por lo que hacen y compromiso con lo que quieren decir.

»Este espacio ha consolidado un movimiento audiovisual joven. Algunos nombres comenzaron en la Muestra y en la actualidad se escuchan en festivales internacionales. El evento debe ser como un circuito donde siempre se integren nuevos creadores, otras maneras de hacer, y exista un flujo de energía para que se mantenga viva. Me gustaría que se alentara más al riesgo formal en los materiales, pero eso depende de los intereses de cada autor».

Para Marta, la Muestra más que un espacio de rehabilitación del cine cubano, es una especie de cuerpo de guardia, un salón de exploración diverso, donde existe una alta energía que le permite a todos ensayar y arriesgarse.

«Valoro mucho los trabajos, quizás aún imperfectos, que exploran otras maneras de narración, la hibridez de los géneros, donde se aprecia una voz autoral, una búsqueda propia. Me gusta sentir libertad, riesgo en los materiales.

»Es cierto que hay temas e imágenes que se repiten bastante en la Muestra. También siento que se están realizando películas de género. A veces los audiovisuales destacados se parecen un poco, quizás porque las instituciones buscan temas acordes a sus perfiles. Considero que, tal vez,  esto responde a un problema que recorre un tipo de imaginería dentro del arte cubano, aunque por ello se no encuentra en crisis».

La autora de París, puertas abiertas confía en el alcance de la Muestra dentro del panorama de eventos de su tipo en Cuba, como también confía en la sección Haciendo Cine del certamen. En este espacio ha logrado llevar adelante sus ideas y por tal motivo, entregó en la presente edición un proyecto, aún en su fase de escritura, que aspira seguir adelante. Por el momento, Borrás ha dejado en claro una cuestión al público: franqueó la puerta. Ya entró inoculada al multiviral terreno cinematográfico.

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