Manuel Ojeda, el peso de la quietud y la persistencia de la memoria

El peso de la quietud surge en parte como una necesidad por retomar el camino de la plástica”, comenta el joven realizador Manuel Ojeda Hernández sobre su proyecto de documental beneficiado por el Fondo de Fomento del Cine Cubano (FFCC), un camino que comenzó en su natal Camagüey cuando se graduó de la Academia de Artes Vicentina de la Torre.

“Soy fotógrafo de formación y el proyecto surge, en sus inicios, por la necesidad de abordar un fenómeno desde mi especialidad; para ese entonces todo era puramente formal. Una vez visibilizado el fenómeno descubrí que se hacía cada vez mayor la necesidad de contar una historia. Fue de esta manera que me acerqué poco a poco al género documental y me distancié un tanto de la fotografía para adentrarme en un proceso completamente narrativo”.

“Hoy en día todo se mezcla y en este caso siento que la narración del documental se construyó a partir de símbolos, elementos conceptuales y referentes plásticos. Uno de los principales objetivos que me tracé fue desprenderme de mi formación como fotógrafo, pensar solamente en el cómo contar la historia y no dejar que la visualidad la contaminara. Siempre había pensado en cómo contar desde la puesta en cámara y desde sus recursos expresivos, pero en este caso dirigir ha sido una experiencia completamente diferente”, cuenta Manuel sobre su proyecto seleccionado –por un comité integrado por los experimentados Amílcar Salatti, Mario Masvidal, Carlos de la Huerta, Magda González Grau y Narciso Jorge Fuentes– para el otorgamiento de todo el financiamiento solicitado en la modalidad de Producción de proyectos de cortometrajes de ficción, documental y animación.

Estudiante de Dirección de Fotografía en la Facultad Artes de los Medios de Comunicación Audiovisual (FAMCA) de la Universidad de las Artes (ISA), miembro del Registro del Creador de Artes Plásticas y del Registro del Creador Audiovisual y Cinematográfico (RECAC), Manuel Ojeda ha trabajado, en diferentes roles, en varios largometrajes de ficción y documentales cubanos y extranjeros, entre ellos Omega 3 (Eduardo del Llano, 2014), Skin (Guy Nattiv, 2018), la premiada Yuli (Icíar Bollaín, 2019), The Cuban (Sergio Navarrete, 2019) y La Red Avispa (Olivier Assayas, 2020). Como director de fotografía labora en la realización del documental El Patio, ganador también del FFCC, y en el cortometraje de ficción Temporada, ambos dirigidos por Josué García, y en futuros proyectos como el corto de animación No Binario y los cortometrajes de ficción La Noche de los Visitantes y Parece Sangre.

Es suya, junto a Ana María González, la dirección de fotografía del documental Romería, la Utopía (2020) de Manuel Alejandro Rodríguez y Carlos Gómez, dedicado al principal evento de la AHS que llena parques y plazas –y escenarios virtuales en las recientes ediciones– de la ciudad de Holguín. Además, su nombre aparece en los créditos de cortometrajes y documentales de David Beltrán, Yoe Pérez, Emmanuel Martin, Sergio Castillo, Diana Moreno, Inti Herrera y Orlando Mora.

Esta entrevista nació como parte de un reportaje –donde dialogaron realizadores y directivos– sobre el trabajo de la Oficina de Ayuda a la Producción y del Fondo de Fomento. Ante una fecha de entrega, las respuestas de Manuel no pudieron ser incorporadas al texto, pero sus opiniones y su experiencia con el trabajo del FFCC, sus expectativas como joven realizador, la importancia del mismo para el cine cubano y el proceso creativo de El peso de la quietud, resultan interesantes para compartirlas con los lectores del Portal del Arte Joven Cubano.

Cortesía del entrevistado

 

¿Cómo crees ha influido tu formación como artista plástico en la creación audiovisual?

Cuando me gradué tenía dieciocho años y mis aspiraciones se resumían en entrar al ISA. En el 2012 me mudé para la casa de mi padre en La Habana y enseguida comencé a cursar un taller de foto still que se impartió en el ICAIC; fue de esta manera que vi en la fotografía una herramienta para contar una historia. Con anterioridad, en mi formación plástica solo había empleado la fotografía para documentar los procesos creativos (una instalación, un performance o un videoarte). En aquel entonces no tenía en cuenta los recursos expresivos que se podían aprovechar, solo cuanto tuve ese acercamiento fue que descubrí este universo.

De este taller surgió la idea de una serie fotográfica titulada “Sumergidos en la Orilla”. Las piezas que la componían eran un fotograma en sí y cada una de ellas contaba su propia historia. Luego de cursar varios talleres, me fui acercando cada vez más al audiovisual y al mismo tiempo comencé a estudiar en el ISA en la especialidad de Dirección de fotografía; desde ese momento dejé de pintar para dedicarme completamente al estudio de este nuevo lenguaje.

Tener una formación plástica ha influido mucho en mi creación cinematográfica, me reencontré con principios que ya conocía (el comportamiento de la luz, el color, la composición, entre otro) y simplemente tuve que reinterpretar estos conceptos y explorar otros, pero el fin es el mismo: comunicar, ya sea una idea, un sentimiento o transmitir una emoción.

Creo que todavía me falta mucho por aprender, pues va a ser complicado desprenderme por completo de la fotografía, no creo que eso suceda. Pero con cada obra descubrimos algo, y precisamente con “El peso de la quietud” he tenido la posibilidad de reencontrarme con procesos creativos similares a los que sentía cuando pensaba o realizaba una obra plástica.

Hablemos del El peso de la quietud y de la necesidad de atrapar las historias de las cosas…

El peso de la quietud es un documental sobre la persistencia de la memoria, la eterna espera en un desvelo y el silencio del olvido. Es una historia que se cuenta a través de un objeto (la silla), un fenómeno que se hace común e invisible ante la rutina de una ciudad que aparenta estar detenida en el tiempo. Sus tímidos rostros se ocultan entre el agitado paisaje habanero. Abandonadas a su suerte, a la intemperie de una de las esquinas de cualquier basurero, a la orilla del muro del Cementerio Colón o simplemente bajo la sombra de un árbol en las afueras del Teatro Nacional descansan algunas de estas sillas, frágiles e inservibles.

Es por ello que surge la necesidad de encontrar en la memoria de estos objetos los testimonios que atesoran. Sus historias pueden ser simples o poco atractivas, pero el fenómeno surge cuando se establece un diálogo entre la silla y su nuevo contexto, cuando se transforma su apariencia formal por la sustitución y el reciclaje de un material por otro, o con la relación que existió con su antiguo protector y ahora con su nuevo custodio. Claro está, se adquiere un nuevo significado, pero en la mayoría de los casos no se modifica su función objetual.

Cortesía del entrevistado

 

¿Cómo llegas al Fondo de Fomento? ¿Y cómo, luego de ser seleccionado, ha sido tu experiencia?

La convocatoria del Fondo fue un impulso para terminar el proceso de desarrollo e investigación de mi proyecto. Supe de esto, ya que en su primera convocatoria se presentó en la modalidad de Post producción el largometraje documental Hacia la luz de Aracelys Avilés, que fue beneficiado con el cien por ciento del presupuesto solicitado. En este proyecto tuve la suerte de ser parte del equipo creativo y de filmación, donde asumí la responsabilidad desde la fotografía. Cuando se lanzó la segunda convocatoria para el Desarrollo de cortometrajes de ficción y documental, me presenté con la carpeta de producción del proyecto. Meses después tuve la grata notica, por partida doble: mi proyecto El peso de la quietud y El patio, de Josué García Gómez, en el cual soy el fotógrafo, fueron seleccionados y apoyados con el ciento por ciento del financiamiento para su producción.

En lo personal esta oportunidad significó un gran compromiso, sobre todo porque tuve que asumir la responsabilidad de producir y dirigir el documental. Esto marcó una experiencia completamente diferente ante todo lo que había hecho desde mi perfil como fotógrafo. Producir ha sido todo un reto para mí, pero ante la situación actual que atraviesa el país debido a la Covid-19 y al reordenamiento monetario, tuvimos que ajustarnos a un diseño de producción que fuera lo más práctico posible y de esta manera sacar el proyecto adelante.

Las relaciones con el Fondo siempre han sido muy favorables, desde el comienzo me recibieron con mucha amabilidad y respeto. El trabajo ha sido sobre la base de la comunicación y se mantiene de cerca un interés por el desarrollo y el estatus del proyecto; no solo se le da seguimiento a los recursos productivos y financieros, también se visibilizan los proyectos en forma de promociones por diversos canales de comunicación. En lo particular tengo mucho que agradecer a todas las personas que trabajan allí, en especial a Helda, por su paciencia y los consejos que me ofrece cada vez que me acerco con alguna inquietud.

Cortesía del entrevistado

 

¿Expectativas?

Estas se resumen a los deseos de que se mantenga esta iniciativa. El Fondo de Fomento es una plataforma necesaria para el desarrollo de nuestro cine cubano. Por muchos años se luchó por algo como esto y hoy, más que disfrutarlo, debemos cuidarlo para seguir avanzando.

Espero que a partir de ahora se lance su convocatoria con mayor frecuencia, y que se desarrolle según las inquietudes del propio lenguaje. Que a su vez se visibilicen más proyectos y que surjan otras plataformas similares para oxigenar nuestra cultura. Que sirva para establecer un precedente y crear una conciencia colectiva entre la industria y el cine independiente.

¿Cuánto crees que apoya el FFCC al desarrollo del cine cubano y al independiente en particular?

Para nadie es un secreto que en los últimos años en nuestro país las producciones cinematográficas han sido insuficientes. Realmente no creo que el problema radique en la falta de exponentes o en la ausencia discursiva de estos; durante muchos años la voluntad de crear ha mantenido viva una voz y muchas han sido las estrategias que han surgido para hacer cine de manera independiente.

Hasta hace muy poco tiempo existía cierto divorcio entre el cine independiente y la institución, ya sea por falta de reconocimiento, apoyo o negación, o tal vez, un poco de todo. Lo cierto es que había un desbalance; por un lado, el ICAIC realizaba muy pocas producciones y prácticamente eran los mismos directores; mientras que a los más jóvenes les costaba mucho trabajo poder completar todo el ciclo, para esto tenían que acudir a otros fondos, que por suerte existían pero que, a su vez, no cubrían la mayor parte de la producción.

Pienso que el FFCC llegó como una respuesta que era necesaria para rescatar el cine nacional; por suerte para todos, hoy es un hecho. Es la posibilidad de poder contar con recursos para materializar los proyectos, también se ofrece como un puente entre las producciones independientes y las instituciones; para que los cineastas jóvenes realicen sus proyectos y de esta manera afirmar que se amplían las opciones de hacer cine desde cualquier parte de Cuba y del mundo, visibilizando y sumando todas las voces en un mismo lenguaje (nuestro cine cubano).

Cortesía del entrevistado

¿En qué crees que puede mejorar el trabajo del Fondo y su relación con los cineastas cubanos?

En estos momentos creo que hay que esperar un poco para ver cómo se comportan los primeros resultados; todo esto es muy reciente, pero hay que seguir con el impulso y llevarlo aún más lejos. Siempre hay cosas que modificar, es parte del desarrollo y no podemos negarnos a eso. Ahora tenemos el Registro del Creador Audiovisual y Cinematográfico, es algo que nos respalda, sobre todo a los independientes, pero todavía falta mucho por hacer. Pienso que podemos avanzar más en términos de información y educación sobre los procesos de la ONAT, el banco y todos los trámites legales que conllevan esta nueva etapa. También creo que, en un futuro no muy lejano, el Fondo debería proponerse cubrir los otros procesos de la producción cinematográfica, que también son importantes para completar el ciclo, hablo de la distribución y la exhibición. Muchas veces no tenemos en cuenta estas etapas y resulta que es algo que debemos considerar desde el principio. El Fondo debería crear su propia plataforma y de esta manera las películas desarrolladas con su apoyo tendrían un recorrido mucho más largo y garantizado.

Creo que es necesario destinar recursos a la restauración patrimonial, es responsabilidad nuestra preservar nuestra memoria cultural. Si hoy no tenemos en cuenta esto, es muy probable que mañana las mismas películas que son apoyadas por el Fondo padezcan este mal.

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