A Cuban Movie o el making of de un exorcismo psicosocial

Uno de los muchos desfases entre mi palmarés personal de la 15 Muestra Joven ICAIC y las decisiones del jurado oficial es el documental La película (Janis Reyes y Colin Costes, 2015). Resulta una suerte de enjundioso making of del filme (muy) independiente cubano Corazón cubano (2014), que fue rodado durante más de un año por un grupo de habitantes del barrio de Jesús María, y luego distribuido por canales (muy) alternativos. Sobre todo, estuvo destinada al cosmos barrial de sus creadores, donde gozó de enorme éxito, redundante sobre todo en la legitimación social de estos y —como testimonian ellos mismos—, en su reivindicación social.

Inevitablemente, La película conecta en intención y concepto con el ya clásico de la documentalística mundial American Movie (Chris Smith y Sarah Price, 1999), largometraje que sigue el espinoso pero pintoresco camino vital y fílmico (elementos que se funden por completo) del white trash centrosureño estadounidense Mark Borchardt, en su empeño por filmar su corto de terror Coven (Aquelarre), con el que a su vez financiará su largo Northwestener, de semejante género. Sujeto marginal, pobre, desconocedor casi absoluto del cine, tanto en lo técnico como en lo artístico, está movido solamente por un tesón admirable que durante más de una década de su vida lo guía para conseguir su propósito. Creador que pudiera clasificarse como naif, paso a paso redescubre el arte fílmico, lo crea desde el cero casi absoluto. Nunca vemos su obra, apenas algunas secuencias. Pero no importa, pues el proceso y su personalidad se convierten en los ejes de interés del documental de marras. Y sobre todo, la pasión.

¿Janis Reyes y Colin Costes vieron American Movie? No sé, no les pregunté. Quizás lo haga en algún momento, no estoy seguro. ¿Veré yo alguna vez Corazón cubano? Quizás en algún momento, no estoy seguro. Como sea, parecen estar movidos por la misma curiosidad, y sobre todo, por el mismo respeto que el dueto Smith-Price demuestra a la hora de registrar los avatares de Borchardt, cuyo testimonio oral conduce constantemente las acciones. Evitan siempre juzgar desde la ortodoxia crítica, o el remilgo social, las «calidades artísticas» de este cine trash, sustentado (ambos, Coven y Corazón…) en la violencia y el estereotipo, cual dignos e inconscientes herederos de Ed Wood Jr. y compañía. Aunque, eso sí, su Cuban Movie es más rápida, más breve, más urgente. No indaga en los entornos familiares, no sigue procesos, se confía a una entrevista grupal.

Uno de los argumentos más esgrimidos contra La película que escuché durante las sesiones de polémica de la Muestra fue la falta de punto de vista o de juicio de sus realizadores. Precisamente lo que más celebro en ellos es su postura, como ya referí, muy respetuosa ante los seres humanos que filman. Muy fácil resultaría enjuiciar al grupo de realizadores entrevistados: «reparteros» o «repas» de pura cepa, estereotipos andantes de la marginalidad social-urbana de Cuba; ligados, por sus bastante claras insinuaciones y confesiones abiertas, al universo delincuencial.

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Fácil (mucho) sería regodearse en su escaso vocabulario, en sus torpes argumentos, en su falta casi total de cultura de cualquier tipo, en sus pobrísimos resultados fílmicos. Pero Reyes y Costes tomaron por el camino más difícil, aunque para muchos haya parecido el más fácil y facilista. Los reunieron, les pusieron una cámara delante, y los dejaron hablar, expresar sus razones, compartir sus mundos: resultados estos de disímiles contextos, dinámicas y fenoménicas que deberíamos tratar de conocer antes de juzgar desde un pedestal moralista y socialmente cómodo.

Pues Corazón…, como se deduce rápidamente por los segmentos yuxtapuestos a la entrevista colectiva (de ahí su naturaleza básica de making of, que casi se convirtió en acusación* a los ojos del jurado), es una catarsis lúdica de pura violencia. Como a la larga lo es el mismísimo reggaetón en sus fundamentos sociales.
Corazón… es un alarido, un exorcismo de los mil demonios que circundan a sus autores, que los acosan desde su pasado y en su presente, y ellos decidieron exhalarlos en este inconsciente acto confesional. Contra todas las mareas y los vientos. Movidos por una necesidad imperiosa de expresión, de motivación. No son los únicos, ahí está el MAN (Movimiento Audiovisual Nuevitero) de la camagüeyana ciudad de Nuevitas, ahí está el GCA (Grupo de Creación Audiovisual) de la holguinera Mayarí, y otros tantos realizadores «espontáneos», dignamente trasheros, que hacen muy larga la lista. Pero estos, quizás por el no tan impalpable fantasma del fatalismo geográfico, no tienen todavía su documental.

A trompicones, a pura prueba y error, a pura y dura empiria, los realizadores de Jesús María estructuraron su cinta, la convirtieron en un objetivo de vida, en un sentido de vida, en una oportunidad de redención. Así se aprecia en sus testimonios, si sabemos escucharlos por encima de sus quizás molestos modismos, si sabemos divisar el jugoso filón antropológico que descubren Reyes y Costes. Corazón… es un resultado social que a su vez desató cambios, al parecer radicales, en las vidas de sus creadores. Tan radical como puede ser obtener un rumbo para la existencia.

*Como si documentales al estilo de Hearts of Darkness: A Filmmaker’s Apocalypse (Fax Bahr, George Hickenlooper, 1991) y Lost in La Mancha (Keith Fulton, Louis Pepe, 2002) no dialogaran con el esquema básico del making of.

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