Un Martí para ahora mismo

José Martí constituye referencia ineludible para el pensamiento patriótico y revolucionario cubano. Hasta el presente, su ideario se manifiesta como plataforma desde la cual repensar los dilemas de la nación y el orbe. La apuesta martiana por la construcción de una sociedad garante de la dignidad plena de los seres humanos resulta una aspiración que –cual horizonte– nos conmina a avanzar.

De cara a los retos de hoy, seis aristas de la reflexión del Apóstol devienen soportes para aquellos abocados a la continua apuesta por una Cuba y un mundo mejor. Su inserción dentro del llamado pensamiento electivo, la irrefrenable búsqueda de la unidad bajo principios compartidos, la autoconciencia nuestraamericana y su beligerante oposición a la proyección hegemónica de los poderes imperiales han de acompañarnos en la lucha cotidiana.

Martí supuso la cúspide del electivismo cubano, movimiento filosófico que desde las postrimerías del siglo XVIII impulsó la conformación de un pensamiento propio en la Isla, a partir de adaptación crítica de los referentes foráneos y de la construcción de respuestas singulares a los problemas específicos de la realidad insular. Para el Maestro, solo el ejercicio intelectual nacido de nuestra universal autoctonía franquearía el acceso a los propósitos de plenitud soñados. Hoy que buscamos modelos para enrumbarnos, no debemos pasar por alto esa alerta.

En paralelo, la prédica martiana encontró otro de sus nortes en la cristalización de la unidad entre los cubanos de buena voluntad. La meta de la independencia y posterior consumación de la república plena requería el modelaje de una amplia coalición de fuerzas, capaz de articularse bajo presupuestos programáticos y de principios. Los retos de la Cuba de hoy exigen de nosotros justo lo que el héroe de Dos Ríos subrayara en el ya lejano siglo XIX. La Revolución que ha de revolucionarse será exitosa en tanto exprese la pluralidad de la nación y denote su capacidad para actuar como un proyecto unitario de pretensiones holísticas.

Dentro del legado de ese cubano de excepción al que hoy rendimos tributo destaca, igualmente, su sentido de unidad continental. Martí pensó en clave nuestraamericana, es decir, concibió un proyecto enfocado en los problemas que enfrentaba el vasto universo que discurre del Bravo a la Patagonia. Esta concepción ancló en la identificación de una historia e identidad comunes que, sin desconocer las particularidades, permitía soñar con un destino compartido. Dicho sueño común veía reforzado su sustento en la identificación de un claro antagonista que, desde su agenda de dominación, trabajaba en pos de fragmentarnos. Justo en esta hora que vivimos, los factores que nos unen siguen mostrando su vigencia, al tiempo que el enemigo esencial continúa siendo el mismo.

Como es sabido, el pensamiento del Héroe Nacional se erige como precursor del ideario antiimperialista. El diagnóstico martiano acerca de la configuración interna de las sociedades del Norte global y de la proyección hacia el Sur del capitalismo maduro de las naciones imperiales  conserva vigencia en más de un sentido. En la tarea siempre urgente de definir la lógica de funcionamiento del sistema capitalista, Martí resulta un gran aliado. Solo desde la disección analítica de nuestro enemigo podremos construir la alternativa civilizatoria que el Apóstol identificó como único camino para la consumación de la justicia.

Frente a los grandes dilemas que tocan a nuestra puerta, Martí nos acompaña. Está a nuestro lado en la lucha por un futuro de total emancipación. Nos toca pues aprender del veterano guerrero, beber de sus consejos, hacer propio su método y lanzarnos a crear, a construir, a fundar.     

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