Los desafíos de Camila Rodhe (+ fotos, video y tuit)

Era algo tímida, le temía al ridículo, pero su pasión por el jazz y la actuación es más fuerte que lo demás. Ahora encanta desde las tablas, encarna personajes con naturalidad y despierta aplausos.

Camila Rodríguez, más conocida como Camila Rodhe, es actriz del grupo El Portazo y cantante del conjunto Mestizaje, en Matanzas, su provincia natal. La obra CCPC La República Light III Temporada fue como una especie de vitrina que le permitió demostrar su fuerza y talento.

Oriunda del municipio de Cárdenas, posee entre sus principales reconocimientos el premio de actuación femenina Adolfo Llauradó (2019), uno de los más importantes entregados a jóvenes en Cuba, miembros o no de la Asociación Hermanos Saíz.

Con naturalidad, narra que cuando conoció la noticia no lo podía creer. Tal vez porque nunca imaginó que con su primer estreno como profesional podía recibir ese tipo de aplauso. “Sentí mucha alegría, sobre todo porque significa que mi trabajo va por buen camino. Cada reconocimiento de la AHS alienta a que el creador continúe con ese deber de aportar a nuestra cultura y cada vez con más ímpetu”.

 ¿Cuánto favorece tu formación actoral estar en El Portazo, un grupo que a pesar de su juventud da pasos importantes a nivel nacional?

— Ser parte de El Portazo ha sido y sigue siendo un placer y una suerte. Incluso, ya estudiando en la Academia, no tenía claro si quería ser actriz. Desde niña he amado el musical, y cuando me gradué no existía ninguna agrupación desarrollando ese género. Llegué a Matanzas y me incorporé a este grupo sin saber qué hacía allí… no tardé en entender. He aprendido el rigor, la belleza, el placer de hacer arte.

“He aprendido el riesgo, a disfrutar el proceso, a entregarme sin miedo en las tablas… Era muy cohibida, le temía al ridículo. En el El Portazo he ido conociéndome como actriz, cuáles son mis lagunas, cómo mejorarlas y cómo sacarle provecho a mis cualidades…, consciente de que la búsqueda y el crecimiento han de continuar. Tanto su director, Pedro Franco, como sus actores (a quienes admiro y respeto mucho) me han ayudado y me guían en esta búsqueda”.

— ¿Qué tipo de personajes prefieres o los asumes todos con el mismo entusiasmo? ¿Por qué?

— Creo que todavía no puedo decidir qué tipos de personajes me gusta hacer, y por eso, me entrego a todos con igual pasión… todos suponen un reto para mí. Desde la escuela me han tocado personajes dramáticos y me gusta… ahora tengo la oportunidad de hacer una comedia. Estoy tan entusiasmada como temerosa, pues nunca me he considerado una persona simpática… Se me da mejor reír que hacer reír. Pero la curiosidad y la oportunidad de descubrir de qué soy capaz son más fuertes que mi miedo, y estoy muy contenta con ello.

— También tienes experiencia como actriz de la emisora Radio 26, en Matanzas. ¿Cómo es el trabajo en ese medio? ¿Cuán enamorada estás de la actuación radial?

— Llegué a la radio gracias al actor y director del dramático de Radio 26, William Quintana, que más que mi director en este medio y mi compañero de escena, es tutor y amigo. Mi primera vez en la radio fue aterradora. Muy buenos actores me acompañaban y no sabía qué hacer (aclaro, que en la academia recibí clases de radio, aunque en ese entonces no las valoré). Pero me acogieron con paciencia y pronto descubrí el deleite.

“Es una escuela por la que todo actor debería pasar. Aprendí agilidad. Es impresionante cuántas cosas se pueden hacer de un personaje solo usando tu voz. Sin dudas es un trabajo muy difícil, pero divertido”.

— El teatro implica muchos retos más allá de la escena. ¿Cómo es en tu caso?

— No creo que sea muy diferente al resto de los actores de mi generación. Yo soy de Cárdenas, pero El Portazo radica en la ciudad de Matanzas, por lo que pronto tuve que buscar alquiler en la capital provincial, lo que supone estar lejos de mi familia y aprender a mantener todo lo que ello conlleva.

“Además de eso, y hablando concretamente del trabajo, siempre es un reto el proceso de investigación y búsqueda al que debemos entregarnos con cada obra. El público ve un resultado, pero el proceso es la parte más divertida e importante. Lleva horas de estudio, y constante búsqueda. La vida social es limitada en esos momentos y a veces tus amigos y familiares no lo entienden y eso afecta un poco tu lado emocional… Fuera de eso, nada del otro mundo”.

— Te gusta mucho el jazz. Sin dudas tu padre, director del conjunto Mestizaje, seguramente tuvo mucha influencia en eso…

— Desde pequeña la música cubana y el jazz era todo lo que oía en casa. Crecí rodeada de discos y músicos ensayando. Pasaba horas escuchando a mi papá practicar en la batería… Siempre pensé que sería músico, pero la vida me llevó por otros caminos.

“De todas formas, nunca he podido separarme del jazz y de la música en general, ni es mi intención dejarla atrás. No fui a una escuela, pero aprendí canto coral (lo suficiente) desde los seis años de edad hasta los 15 con el maestro Reynaldo Montalvo, integrante del Coro de Cámara de Matanzas, que está bajo la dirección de José Antonio Méndez. Con él me cultivé y me enamoré más del arte”.

— Entre 2017 y 2019 tuviste varias presentaciones musicales en Egipto ¿Cómo fue la experiencia?

— Fue increíble e intimidante, porque tenía entonces 19 años, me acababa de graduar y nunca había enfrentado un público que no fuera de escuela (dígase padres y amigos que asistían a los exámenes de actuación). Era la primera vez que me alejaba tanto de mi familia y empezaba a descubrir otros lugares, otra cultura, y daba mis primeros pasos en el mundo profesional, muy importante además porque fue parte de un proceso de búsqueda sobre cuál sería mi camino. ¿Quería ser músico o actriz? Resultó que quiero ser las dos. La música siempre ha estado en mí, y la actuación me llegó por azar, aún no sé por qué, pero estoy contenta de que haya llegado.

— Llama la atención tu versatilidad como artista, a veces la música y el teatro se unen encima del escenario. Ahora mismo preparas la Comedia Musical Todos los hombres son iguales… ¿Cuál será tu papel en esa obra?

— Interpreto a Susana, un personaje algo histérico y burlón, que se deja llevar por sus amigas (Liza, que la interpreta María Laura German, y Marie, a cargo de la actriz Odette Macías), y luego las culpa por haber perdido el control.

— ¿Cuál consideras que ha sido tu principal desafío profesional hasta el momento?

— Precisamente el enfrentamiento con esta comedia musical. Ya había mencionado el hecho de que no se me da muy bien hacer reír y, para más tensión, comparto escena con actores muy simpáticos y ocurrentes. Como dice el buen cubano, he tenido que ponerme las pilas.

 

— ¿Qué sientes encima de las tablas? ¿Cuánto le temes o no a las reacciones del público?

— Lo que siento cuando subo al escenario es difícil de explicar. Son muchas cosas. Pero, sin duda, me siento libre, y sin importar cuál sea el resultado, me siento complacida… Para el público trabajamos y por eso su reacción y opinión es muy importante, eso siempre resulta aterrador, y provoca mucha tensión, pero nunca ha sido un freno para mí. Al contrario, procuro que funcione como motor impulsor. Aprender a escuchar a quienes te observan es algo muy importante.

— Por lo general, se piensa que las actrices son desinhibidas. ¿Cómo te defines como persona?

— Mitad y mitad. La profesión que he elegido me ha ido sacando esos demonios que antes temía mostrar, pero aún siento pudor en varias ocasiones.

— ¿Qué piensas del teatro cubano? ¿Cuáles son sus principales desafíos?

— Siempre se puede hacer más y mejor. Sobre todo porque en pleno siglo XXI competimos con la tecnología, y las personas ya no quieren tomarse la molestia de llegar hasta un teatro. Creo que en Cuba se hace buen teatro, y que muchas agrupaciones ya han comenzado a actualizar sus repertorios y están en la búsqueda de hacerlo más atractivo e interesante.

Pero para que la lucha tenga resultados, el teatro cubano necesita más apoyo, más allá de los festivales que ya lo respaldan. Es más fácil ir a un concierto que a una obra. Y hablo de la isla entera. He conocido personas que, aún hoy, no han visto una obra de teatro. Simplemente no se enteran, y eso es algo triste.

 En tu opinión, ¿cómo deben ser los jóvenes actores y actrices en la Cuba de hoy?

— Más arriesgados. Más estudiosos, más curiosos. El mundo cambia a minutos, y mantenernos actualizados es importante. Creo que también debemos ser conscientes de la importancia de nuestro oficio… no perder la belleza y la pasión.

¿Qué importancia le concedes a la Asociación Hermanos Saíz como aglutinadora, impulsora de proyectos y defensora de los jóvenes escritores, artistas e investigadores?

— Justo esa. Como jóvenes creadores, contar con una asociación que nos respalde, aliente y oriente en este camino, es muy importante.

¿Cuáles son tus principales sueños en el mundo creativo?

— Rescatar el musical en Cuba. Creo que es muy importante, sobre todo porque somos una isla muy rítmica, y este es un género de mucho virtuosismo, belleza y grandeza que nunca debió perderse.

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