«Lo que escribo… esa es mi ventana abierta»

Yo tenía unos 14 años cuando quedé subyugada ante una postmoderna versión del Son de la Loma. Era una noche de 1998 en la Sala de Conciertos Dolores, y a teatro lleno el dúo Postrova presentaba una particular manera de trovar.

En mis años por Holguín y en días de Romerías tuve acceso como público a la obra de Eduardo Sosa en su carrera individual. Marzo nos hace coincidir desde hace casi 10 ediciones ya en días del “Pepe Sánchez”.

Sosa, además de sus reconocidas cualidades musicales es un gran ser humano, vacilador, jocoso, con una carcajada espléndida, alguien que a la vez suele tomar el trabajo muy en serio. Por eso, aunque concordamos con cierta asiduidad en geografía santiaguera tuvimos que postergar esta conversación.

 Un torrencial aguacero de agosto de 2018 intentó sabotear el pacto, pero le sostuve la mirada a la lluvia y por fin pude llegar al lobby del hotel Las Américas. Timbré al nagüito y en breve me recibió. Lo primero que hizo fue invitarme a degustar algunas de las canciones de su producción discográfica Allá voy en compañía de un café.

Guardé este diálogo concebido para otro proyecto, con el egoísmo con que las abuelas atesoraban ciertos avituallamientos familiares. Pero las canciones de Eduardo son algunas de mis canciones de cabecera, por eso hoy les comparto la lluvia.

Sosa junto a Teresa Melo y Lino Betancourt. Evento Teórico del Festival Pepe Sánchez. Foto: Archivo de la autora.

Hay un arraigo en muchas de tus canciones de tu entorno vivencial de origen. Cuéntame de esas influencias al momento de componer.

Yo creo que uno siempre va a tener influencias del entorno en que viva, a partir de lo cual se plasme en todo lo que escriba, ya sea un novelista, poeta, un trovador, yo creo que el entorno siempre marca y, en mi caso, viví unos años de infancia tan felices que siempre salen de alguna manera.

Por otra parte estaba mi abuela, que era qué se yo, la bujía, la persona que más me animaba y mantenía siempre en contacto con la música porque a ella le gustaba mucho cantar, escuchar mucha radio, y oía los programas musicales.

Y uno lleva esa marca, yo ni siquiera me lo propongo, de buenas a primera hay un tema que quiero desarrollar e inevitablemente ese tema transita por mis vivencias personales y por el entorno rural en el que me desarrollé, a lo mejor es una frase, a lo mejor es una imagen, a lo mejor es la misma musicalidad. Claro, es algo que sale sin que sea un propósito. Me alegro mucho de que sea así porque realmente en mi vida cotidiana soy muy dado a conservar y a querer y a refugiarme también en todas esas vivencias rurales que tuve en mi infancia y en las cosas que viví ese tiempo allí.

He leído en otras entrevistas que no había antecedentes musicales en tu familia pero como mencionas, tu abuela era muy musical y también tu abuelo rasgaba el tres.

Sí, eso me lo contaron. Yo no lo recuerdo, era muy pequeño. Mi abuelo murió cuando yo tenía cuatro o cinco años, pero sí, dicen que mi abuelo agarraba el tres y lo hacía sonar, le sacaba alguna que otra música. Mi abuela cantaba todos los días y se sabía muchas canciones de la trova.

De hecho, había una historia bien bonita sobre su juventud en que alguien de una compañía que estaba por aquí quiso contratarla para que cantara en algún sitio y, por supuesto, mi bisabuela se negó con la excusa de que eso no era vida para una muchacha decente, ese tipo de prejuicios que existía y sobre todo en zonas rurales.

Luego ya mayor desgraciadamente por causas de enfermedad tuvieron que extirparle el tabique, y era increíble cómo con la voz dañada era muy afinadita, tenía un timbre de voz muy limpio, muy bonito, la verdad que sí, bueno, al menos así lo recuerdo yo. (risas)

La abuela de “Mañanita de Montaña”… Hay mucho de nostalgia hacia el entorno familiar en esta canción.

Esa es una canción que escribí cuando estaba viviendo en la casa de visita del Instituto Cubano de la Música, eso está en 5ta Avenida y 90, es una zona totalmente citadina. Estamos hablando posiblemente de la arteria cubana más renombrada, más “fashion”, por llamarla como dicen ahora los muchachos, pero realmente me hacía falta eso que yo vivía en las mañanas.

Era muy diferente despertar en 5taAavenida con el olor a gasolina, asfalto, los neumáticos quemados, el transitar de los carros y yo como de buenas a primera sentí la nostalgia por aquellas mañanitas, con sus despertares mucho más apacibles, con el canto de las aves o mi abuela que a veces me llevaba un poquito de café a la cama para que me fuera despertando.

En fin, comencé a tejer la historia por ahí y cuando salieron los primeros versos me di cuenta que era un camino adecuado como para rendirle un poquito de tributo a mi abuela…  (se hace un silencio lleno de carga sentimental, un chasquido indica seguir al próximo tópico).

Eduardo junto a Víctor Casaus. Festival Pepe Sánchez, Sala Dolores. Foto: Archivo de la autora.

¿Y cuándo comienza tu relación con la trova como oyente y tus primeras interpretaciones?

Mi abuela lo que más cantaba eran canciones de la trova. De hecho, las dos primeras canciones que yo aprendí completicas fueron Veinte años y Obsesión, y me las enseñó ella. Cantaba muchas de esas canciones, y yo las escuchaba, no es que fuera lo que más perseguía, no es que yo conscientemente buscara ese repertorio, recuerda además que en emisoras como Radio Progreso había programas donde ese tipo de repertorio constantemente se pasaba, y ella era una aficionada, empedernida, a la radio.

También el hecho de que en mi casa no había televisión en ese momento y entonces en la radio se escuchaba todo tipo de música y yo los escuchaba. Cuando era niño se hacían  programas para niños con música infantil de verdad, con canciones infantiles, no como ahora que llevan a los niños a sus cumpleaños con música de reguetón. Nosotros escuchábamos aquel repertorio y era bien interesante, aquellos famosos Yoyos, Tía Tata cuenta cuentos… y entonces en el caso de la trova el ambiente familiar incidió, de manera espontánea.

Ya luego cuando vengo a estudiar a la Vocacional de Santiago de Cuba es que comienzo a tener el contacto con gente que tienen otros conocimientos, incluso muchachos que estaban allí pero habían estudiado música. Recuerda que antes entrar a la Vocacional era como un premio que le daban al estudiante. Y

o me involucro inmediatamente con el Movimiento de Aficionados y comienzo a tener contacto con las canciones de Silvio, de Pablo, por supuesto, las de José José, Roberto Carlos, los Mariachis Mexicanos, en fin, la madre de los tomates. Entonces es cuando comienzo esa relación con las canciones de la trova y a tener el interés por hacer canciones alrededor de los 14 años, por ahí es que asoma la idea de tratar de decir cosas, aunque fueran cosas ya dichas por todo el mundo, pero quería decirlas yo. (risas)

Estudias en la Vocacional y luego en la enseñanza pedagógica en Educación Musical. Cuéntame de tu vínculo con el entorno santiaguero de entonces, la Casa de la Trova y sus trovadores, entre otros nexos.

El contacto con ese tipo de música ni siquiera lo busqué. Yo venía a los eventos y festivales que se hacían en la Casa del Estudiante, que está al lado de la Casa de la Trova, era inevitable que me fijara en aquello. Anteriormente estos festivales de artistas aficionados tenían un nivel tremendo, y allí conocí a gente como Palma, el de los Jóvenes Clásicos del Son, Coco Freeman, en fin, a una cantidad de gente que estaba participando en esos eventos y tenían una formación más avanzada porque eran de mayor edad.

Ellos te invitaban a ver lo que pasaba en la Casa de la Trova y, cuando me asomé, fue descubrir el sitio donde quería estar. A partir de las 10 de la mañana era todo el tiempo los músicos tocando. Tuve la posibilidad de ver ahí a Maduro en el cuatro; a Compay Segundo cuando aún no tenía el reconocimiento que luego alcanzó; a Eliades, a todos esos grandes músicos yo los vi allí sentaditos; a la Familia Valera Miranda, que por cierto Félix Valera fue de las personas que me ayudó porque él como metodólogo atendía el tema de los aficionados, además de ser instructor, él y Radamés. Ellos eran quienes nos pulían para todos los niveles.

Debo mencionar a Digna Beltrán, la primera instructora que yo tuve en la Vocacional; y a Osvaldo Ayala y Santiaguito Brito que eran muchachos que estudiaban y tocaban guitarra y me enseñaron los primeros acordes. Ya después comenzaron las fugas de la escuela, me quitaba la camisa de uniforme y la metía en una jabita, la cambiaba por el pullover de la Educación Física y me quedaba detrás de los parabanes que hay en la Casa de la Trova, y veía todo lo que sucedía. Yo vi el cartelito aquel famoso que decía “Tócate y despega”.

Y a partir de ese acercamiento es que voy a dar con Silvio. Porque decían “trovador, Silvio”. ¡Pero, caramba, esto es tan diferente a aquello! Y creo que por curiosidad, por ver los puntos de contacto, comienzo a indagar por qué trova tradicional, por qué Nueva Trova, y a obtenerlo no de manera catedrática, si no, allí de verdad, con la gente que lo está haciendo. Y conversaba por ejemplo con Alejandro Almenares. Almenares me conoce desde que yo era un niño, y a veces yo metía la cuchareta, a veces no.

Con esa misma curiosidad llego a Silvio, y me prestan el libro Que levante la mano la guitarra, ya yo me había ido a Tumba Siete a terminar el pre, y con ese libro me vi cantando canciones de Silvio por los cafetales y digo “esto me gusta, es distinto, me interesa”, y la curiosidad me fue llevando de una cosa a la otra.

Silvio decía que le gustaba leer a Vallejo y yo fui a buscar a Vallejo y no lo entendí, todavía sí me pierdo un poco con él, acuérdate que su poesía es compleja ¿no? Pero eso me hizo saltar a otros poetas, a otros trovadores, a otras maneras de hacer la canción que me enamoró rotundamente; y aunque para conseguir noviecita seguía cantando a Roberto Carlos y a José José, lo que yo quería escuchar realmente, lo que consumía para mí, era Silvio, Pablo, Vicente, Joan Manuel Serrat… Sabina vine a descubrirlo mucho después. Por ahí es el acercamiento inconsciente y consciente al mundo trovadoresco.

¿En qué modos influyeron el acercamiento a la obra de José Aquiles Virelles y su entonces Peña El Escorpión, así como otros vínculos con el quehacer de un grupo como Muralla y otros creadores en ese entorno santiaguero?

La Peña El Escorpión se hacía en la Biblioteca “Elvira Cape”. Mira, estaba Muralla, Salgado, Felipón, Nicolás, todavía se encontraba por acá con otro tipo de música, Milada Milet que cantaba con un grupo. Había una vida trovadoresca, por llamarlo de alguna manera, bien fuerte, que fue disminuyendo en el periodo especial y que recuerdo quien más tiempo se mantuvo fue Aquiles.

Yo venía del Pedagógico a sus peñas y muchas veces me tenía que quedar en su casa porque regresar era un lío, y ahí conozco a los Aquilitos, eran unos bebecitos y ahora son unos zandangones y artistazos. Eso también influyó muchísimo porque alrededor de esos músicos también se reunían los poetas de la ciudad, promotores, en fin… Teresa Melo, Jackson, León Estrada, Marcial Escudero, Alden González, cuando estaba más en la onda esta investigativa de las artes, Palomino. Era un piquete de gente que amanecíamos sentados muchas veces en la escalera del “Emilio Bacardí” intercambiando trabajos.

Ahí apareció William Vivanco, Rogelio Ramos, y empezaba un intercambio tremendo de literatura, arte, música. Yo no tenía ni idea de quién era Luis Alberto Spinetta, y Demián Rabilero es quien me hace llegar su música. Era una cofradía grande, que servía para enriquecer el acervo cultural de todos nosotros, y además tenía acogida en las instituciones y espacios. Tú ibas a la peña de Aquiles, y sabías que ibas a escucharlo a él, a Felipón, a León y Teresa Melo que iban a leer poesía. Y eso hizo que todos nosotros creciéramos con lo que cada cual aportaba.

¿Es por ese tiempo o un poco después que se encamina el proyecto Postrova?

Postrova vino un poquito después, yo te hablo de principios de los 90 y Postrova comienza en el ’97.  Todavía en ese momento había presión de este ambiente que te hablo pero ya menos; algunos hicieron familia. Comienza la gente a ser un poco más discreta en cuanto al comportamiento “farandulero” por llamarlo de alguna manera. Yo me gradúo en el Pedagógico, me voy a hacer el Servicio Social.

O sea, tú llegas a ejercer como maestro, como educador…

Sí claro. Yo hice un curso y tanto del servicio social.

Ernesto había hecho el dúo con William, a quien le llega la oportunidad de ir al extranjero y entonces Ernesto me propone hacer el dúo. De los arreglos anteriores quedó El son de la loma, otro tema que tenía tiempo de flamenco, y Ódiame, el vals peruano. Empezamos a hacer canciones, fundamentalmente eran canciones mías escritas para el dúo y eso fue en el 97.

Ahí comenzó el asunto con Postrova que desde que salió fue… (gesto de avión), a la gente le encantó. Fue tremendo, muy bonito. Yo recuerdo que nosotros teníamos cuatro temas montados nada más cuando fuimos a las Romerías de Mayo y aquello fue apoteósico y todo el mundo pedía otra y otra, y nosotros decíamos que nos interesaba promocionar sólo esos.

Fue bien interesante y se produce el despegue a nivel nacional, conciertos, presentaciones, llegan las propuestas discográficas. Fueron cinco años muy intensos y con resultados importantes respecto a la acogida del público como de la crítica. Entramos al cine cubano con la película Las profecías de Amanda, en el Diccionario Enciclopédico de la Música Cubana, grabamos con Ana Belén, hicimos discografía con la EMI, Capitol de España, en fin, yo creo que fue tremendo, cinco años muy intensos.

Festival de la Trova Pepe Sánchez. Eduardo Sosa junto a Sonia Silvestra, Sara González y Miriam Ramos. Foto: Archivo de la autora.

Retoño del Monte es una suerte de filosofía popular del trasiego juglaresco cubano en todas sus etapas. ¿Te consideras heredero de esta tradición temática?

Sin proponérmelo, sí. Creo que tuve una etapa de mi vida musical en que era una esponja y además producía con una velocidad tremenda, todo lo que ocurría a mi alrededor yo lo veía como una posible canción, lo que pasa es que luego uno va teniendo límites.

Mi abuela decía “saber mucho es malo”, porque uno aprende a darse cuenta de lo que no trasciende, no propone. No me interesa hacer canciones por hacer canciones. Hoy la calidad de lo que se está consumiendo deja tanto que desear que me doy cuenta de que sí se pueden hacer muchísimas canciones pero a mí me interesa darle una extensión melódica, una intención musical, espiritual, yo tardo mucho en decir sí, con ésta me quedo.

Retoño del Monte aunque es muy autobiográfica, es un tema que se ajusta a mucha gente. Y sí, es filosofía popular, tiene incluso elementos que vienen de mis lecturas martianas, aquello de “Pasa que el tiempo pasa y crecen alas/ La magia sigue siendo no palidecer/ Cruzar la puerta, no perder las ganas/  Buscar el sueño antes de querer/ A fin de cuentas llegará el mañana/ Y tiempo perdido ya no ha de volver/

Pasa que el río de la luz cual río no repite/ Ni siquiera teniendo, y no tiene final/ La luz por luz, cansancio no permite/ Sentir el miedo de que salga mal/ Es el vendaje del que no resiste/ Y se le va la vida sentado en el portal”.

Eso tiene mucho de Martí, tiene mucho de esas lecturas más íntimas, más espirituales. No es de esas lecturas que se hacen para llenar el tiempo, son de esas lecturas que se hacen para llenarte a ti. Y es una canción que aun cuando salta de esa filosofía, por llamarlo de alguna manera, a frases muy populares como que yo sé lo que es una mata de ateje y sé dónde queda Miramar, es como decir, yo tengo la ventaja porque soy del monte.  

Trato que ese tipo de texto funcione o esté en las canciones que hago y todo cuanto escribo. Tiene este corte personal, es mi ventana abierta, porque sería incapaz de trasmitir en una canción lo que yo mismo no pueda hacer, lo que no pueda aplicar a mi vida. Hay otras canciones de una historia que tú inventas, de una muchacha que te espera sentada a la orilla del mar, pero estas otras son un retrato de uno mismo.

Hay un tema que destaca por su intenso lirismo y su culto a la trova primigenia, que tuviste la oportunidad de compartir con Silvio Rodríguez, Era Miel. Háblame de la significación para ti.

Eso está pensado así, de que asemeje una canción de principios del siglo pasado. El tema requería la grandeza del piano pero interpretado de una manera muy guitarrística, y eso lo hizo Robertico Carcasés. Es uno de los diplomas que te da la vida, que me ha dado la música, la trova, que yo le presentara la canción a Silvio y él me la mandara ya grabada. Cuando le entregaron a Silvio el premio Maestro de Juventudes, yo estaba en la dirección de la Asociación Hermanos Saíz, y lo atendí porque ya nos conocíamos y me dijo “oye, compadre, déjame decirte una cosa, me encantó cantar esa canción contigo, y que quede claro que no lo hice por ti, lo hice porque la canción es preciosa”. Que alguien con la grandeza autoral de Silvio diga que la canción es hermosa, fue genial.

Es de esas canciones que tengo el deseo de hacerla y no la hago…

A mí me encanta, y siempre cuando estoy en tus conciertos me quedo a la espera…

La presencia de Silvio en la grabación también creo que me ha limitado a hacerla de manera pública. Cuando oigo la grabación junto a Silvio digo, para qué la voy a embarrar yo solito (ríe). Yo prefiero dejarlo así. La he hecho muy poco, la tengo como en una vitrina. Tendré que buscar la manera de ser menos egoísta.

Cuando descubrí la canción me sorprendí.

Una de las cosas que marcan mis canciones, mi forma de componer, es que son muy amplias. Voy desde una balada como la que escuchaste ahorita, a un son, que a cosas más timberas, paso por el cha cha chá, voy a la trova tradicional, porque si no, yo mismo me aburro.

De tu creación me interesa sobremanera la interpretación de canciones que te quedan Como si fueran tuyas.

(Risas) Recuerda que mi formación primigenia no vino como trovador, sino cantando. La guitarra para acompañarme y hacer mis canciones llegan un poco más tarde. Por lo tanto, esa etapa que es tan importante cuando uno es jovencito, casi un niño, me la pasé cantando de todo, desde las mañanitas del rey David hasta las cosas de Rumbavana, Barbarito Diez, era un cúmulo de informaciones que iba recibiendo que van conformando un gusto musical.  

Por otra parte, cuando comencé a hacer mis canciones me daba terror cantarlas y me atreví un poco después, ya en la universidad, aunque desde la Secundaria estaba haciendo canciones. Como quería participar en los eventos busqué repertorio que se acercara a lo que yo quería decir en las canciones que tenía escondidas.

Recuerdo como hoy el día que entré al coro de la Vocacional y Digna Beltrán me dijo “aprieta el diafragma gordito”, y entonces fui descubriendo cosas y técnicas para la postura corporal, la respiración, y acomodé esas técnicas y posturas a mi desconocimiento teórico.

Y luego Celso Márquez, instructor, creador de coros, que hizo mucho por los coros en Santiago de Cuba, cierta vez en Tarará me dijo “Sosita, el son se canta masticándolo”, y dio la espalda y se fue. Trucos como esos, con la información que me daban, los fui moldeando a lo que yo quería.

La extensión de la tesitura eso no se aprende, la tienes o no, la potencia de la voz la puedes mejorar pero la tienes o no, la respiración se aprende, los ejercicios que hacen los instrumentistas de viento; Yasek Manzano me ha enseñado un par de esos ejercicios. Y lo practico, cuando a veces parece que estoy ensimismado puedo estar haciendo ejercicios de respiración, calentando la voz, o puedo valorar cómo cantar determinada canción para que no sea lo mismo que hizo la persona de la que lo he aprendido.

Y lo otro es no tener prejuicios. No tengo prejuicios a la hora de cantar las canciones que me gustan. Afortunadamente, cuando selecciono canciones de otros autores son canciones que ya están probadas, que a mí me convencen, que me siento identificado con ellas. Incluso algunas son de esas que digo “Maldita sea, por qué no la hice yo”. A ese tipo de canciones yo me entrego, es como si “mira lo que hice ayer” y estoy cantando Pequeña serenata diurna.

Es eso, sentir que son mías, ponerle mi manera de hacer. Trato de respetar mucho las líneas melódicas, pero siempre hay un movimiento que te empuja, trato de respetar las armonías pero siempre hay un detalle que puedes aportar porque estás haciendo tu versión.

Los mismos autores, cuando les enseñé a casi todos la versión hecha me daban su aprobación. Por ejemplo, Angelito Quintero me dijo “esa es la mejor versión que se ha hecho de Nacimos de un fuego, que es con la que cierra el disco.

Gerardo Alfonso cuando le mostré Eres Nada, me dijo, “llevo 30 años esperando que alguien cantara esa canción así”, algo tremendo. Tosca, que falleció hace poco, a él le puse la versión de Fe (“Ni un ya no estás”) y aquel hombre monumental, porque Tosca era un negro grande, yo estoy de espaldas y cuando miro veo que temblaba y estaba rajado en llanto.

Ese tipo de cosas que no tienen explicación, porque la música no tiene explicación, es algo que rebota en las paredes de tu cuerpo, en tu cabeza. Que las personas que hicieron esas canciones se conmovieran con la forma en que yo las volví a reinterpretar… yo tengo, además del Cubadisco, todos mis premios ya con eso.

Le di el disco a Pablo, le digo que escogí La Felicidad y me responde “Ah, eso es muy alemán, a ti seguro te quedó bien”. Ese tipo de detalles, que una persona como Pablo Milanés te lo diga, porque son los saltos que hace Pablo en las melodías, los intervalos, que reconozca que puede quedarme bien, es porque me ha oído, con eso yo tengo.

Rodolfo de la Fuente se fue al estudio a oírme poner la voz, Kiki Corona también me apoyó. Esos detalles cuando cantas canciones de otros es tremendo. Pepe dice “yo compongo porque no me queda más remedio, pero a mí me gustaría que mis canciones las cantara Sosa”, (risas múltiples). Hicimos un disco juntos, Convergencia. Yo disfruto mucho cantar y por qué entonces me voy a limitar a cantar sólo mis composiciones.

En las ocasiones en que has hecho este repertorio en la Sala de Conciertos Dolores el público se ha conmovido, es estremecedor el silencio donde solo irrumpe tu voz.

En marzo de 2018 cuando hice el concierto con Andy Rubal fue genial porque también uno aprende varios trucos para involucrar a la gente, y bueno, soy licenciado en Pedagogía, hay determinados detalles que puedes agarrar e involucrar al público. Lo que más recuerdo de ese concierto es que a la tercera canción todo el mundo estaba “metío” y sabía de qué iba aquello. Fueron dos horas de concierto y la gente estaba así… en un silencio absoluto, hubo un momento en que casi me molestaba, veía personas llorando.

A mí se me hicieron dos o tres nudos en la garganta pero prometí no desparramarme (risas)

Y lo otro es escoger, algo que a veces no toman en cuenta los intérpretes, hay que cantar las canciones que te quedan bien. Si tú quieres brillar, busca el tono adecuado. También es importante estudiar cuál es la canción para descansar dentro de un repertorio, incluso también para refrescarle el oído al que te escucha, porque si haces una selección de estas canciones, que todas son intensas, a la quinta se torna difícil, se necesita crear un balance.

Claro, la curaduría del concierto y hasta el tipo de público. Porque están estas canciones intensas que tú mismo en escena has dicho que te dejan temblando y sin embargo el público te siguió hasta terminar coreando y bailando contigo La titimanía.

Sí, claro… El público que va a la AHS no es el mismo que va a la Sala Dolores, y de éste puede que una parte vaya al Martí, pero otra no, el que va al “Mariana Grajales” no es el que va a la AHS. Hay diferentes públicos y espacios y tú tienes que jugar con eso.

Respetar la caracterización de los espacios te ayuda a hacer la curaduría, y tú puedes cantar una cosa a cappella como Imagen Protectora en el Mariana Grajales, y lo puedes hacer, pero en el momento adecuado, ni siquiera le puedes dar orden, la tienes ahí, se dio la oportunidad y la haces.

Cuando trabajo con otros músicos que me acompañan siempre les digo que hay un orden posible, pero deben estar atentos pues hay temas que van a cambiar. Siempre muevo cosas porque veo la reacción del público. Y el público puede llegar a ser hostil aun cuando no se te vaya, se quedan sentados, pero son hostiles. Un gesto, una mirada, saber de qué parte del público te puedes sostener para hacer un chiste, a quien no, con quién puedes tener el detalle de saludar. Por eso me gusta trabajar en espacios donde le vea la cara a la gente, no me gusta trabajar a oscuras, la gente me va diciendo por dónde van las cosas.

Desde hace tiempo tu quehacer como trovador y gestor de eventos te lleva por disímiles contextos de la geografía nacional e internacional ¿Cómo incide este trasiego en tu creación autoral?

Cuando comencé con el Festival de la Trova de Santiago, cuando empezaron a salir bien las cosas, (risas) que tú sabes que a veces se pone bien difícil lograr que el Festival funcione, me empezaron a llamar de otras provincias para que ayudara a armar los eventos. Así colaboro con La Canción Política en Guantánamo, el evento de trova de las Romerías de Mayo que han sucedido cosas muy interesantes.

Ahí he aprendido muchísimo porque tengo un espacio que se llama Destrabando la Trova, es, según por quienes llevan las encuestas, uno de los espacios más importantes hoy en las Romerías. Suceden entrevistas a camisa quitá, desde Pedro Luis Ferrer hasta Tony Ávila, Buena Fe, Polito Ibáñez, William Vivanco, Raúl Torres…

La exclusividad del espacio es que no puede ser reproducido, quien quiera saber sobre las opiniones de esos artistas tiene que ir. No me opongo a las nuevas tecnologías, pero sí abogo por el respeto que deben tener las nuevas tecnologías para con la posición de las personas. Este espacio ayuda a conocer más a quienes hacen las canciones que yo respeto, quiero y admiro, a confrontar su pensamiento y conocer la persona detrás de las canciones.

En Las Tunas se hace un evento que se llama Entre Música, donde me he convertido en un colaborador. Eso me da la posibilidad de conocer los secretos, desentrañar las formas de hacer la canción. Frank Delgado no compone igual que Gerardo Alfonso, ni Gerardo compone como Pedro Luis, ni éste como Tony Ávila, aunque puedan tener puntos en común. Y esas vivencias de ellos te hacen poner en perspectiva el modo de trabajar y a mí me enriquece muchísimo.

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