Un poeta amparado por una guitarra

Fernando Cabreja se niega a hacer canciones facilistas que lo coloquen “en la punta de la lista”. Asegura que “pudiera hasta llenar cualquier teatro, haciendo sopa o vendiéndome barato, pero tengo un corazón insobornable que no acepta ningún trato”.

Ni facilista ni oportunista, Cabreja —especie de cronopio cortaziano nacido en Sagua de Tánamo en 1959— prefiere catalogarse en una de sus canciones más conocidas como “un testarudo, un tipo torpe, algo bohemio, medio loco, que siempre está fuera de foco”.

Asiduo de peñas, tertulias y descargas improvisadas, guitarra en ristre por toda la ciudad, el “semiótico” Cabreja rompió el falso mito de que un concierto de trova no llena un teatro. El Eddy Suñol, lleno en sus dos plantas, fue sede del primer gran concierto de este artista holguinero que celebró 60 años de vida, 40 de ellos dedicados a la música.

“En tiempos donde las cosas se desdibujan y pierden sus contornos hay que agradecer doblemente la aparición de lo auténtico”, comentó el poeta José Luis Serrano en las palabras de presentación de un “concierto que, a grandes rasgos, resume la trayectoria creativa de uno de nuestros artistas imprescindibles. He dicho artista y no trovador a secas, porque las indagaciones estéticas de Fernando rebasan las habituales nociones de trovador o cantautor.

“Nos encontramos ante un intelectual polifacético, con un despliegue creativo que va mucho más allá de lo estrictamente musical. Hace cuatro décadas que este hombre compone e interpreta sus canciones contra viento y marea, muchas veces alta marea. Las angustias y esperanzas de Fernando Cabreja son nuestras angustias y esperanzas, nos identificamos de inmediato con su vibración poética”, expresa.

Las cálidas luces, una escenografía intimista compuesta por varias farolas citadinas y un banco, como si estuviera en un parque cualquiera, gracias a una adecuada dirección de arte hicieron del concierto, más allá de la música de Cabreja y gracias precisamente a ella, una cita memorable.

Acompañado de su guitarra y varios invitados en su primer momento, y del grupo del cantautor Raúl Prieto después, Cabreja desgranó temas como Levántate, primero que compuso “después de salir de la República Federativa de Moa”, lugar donde inició su carrera artística y fundó la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en 1986, quien le ha entregado muchas de las principales distinciones.

Le siguieron en el concierto temas como Alta Marea, nombre de la peña que realiza en la Casa de la Trova holguinera y que fundara en Moa en 1998; Muchacha en la ciudad, acompañada en la flauta por su hija Edelys Cabreja y con el piano de Samuel Pérez; Mi fortuna, junto al saxofonista Osmar Julio Matos; Valga la distancia y Volviste a mí, con el violinista Airán González, concertino de la Orquesta Sinfónica de Holguín; entre otros.

En su peña Alta Marea, Cabreja se acompaña por un poeta. Él es esencialmente “un poeta amparado por una guitarra”, que incluso ha sido recogido en varias antologías. Por eso invitó a Serrano a compartir uno de sus textos en una especie de descarga performática donde trova y poesía se unieron y compenetraron de la mejor manera posible.

“Llama la atención que la gran mayoría de sus seguidores sean muy jóvenes. ¿Qué cosa hay en las canciones de Cabreja, que lo mismo estremecen a sus coetáneos que a una turba de muchachos y muchachas con tatuajes y piercing?”, subraya en sus palabras José Luis Serrano. Esto es muy cierto: mi generación universitaria acompañó cada tarde de jueves, cuando era gratuita la entrada a la Casa de la Trova, creo que ahora volvió a serlo, cada Alta Marea que protagonizó Cabreja.

Allí nos reuníamos los amigos de carreras como Periodismo, Ingeniería Civil y Derecho, hoy esparcidos por varias ciudades del mundo, los más, y los menos entre La Habana y Holguín, antes de “matar” la tarde en el café Tres Lucías, hoy otro lugar muy ajeno a los entrañables fines de esos tiempos.

Allí, incluso, lo acompañé leyendo algunos de mis “poemas juveniles”. Después Cabreja viajó a Viña del Mar, en Chile, con su esposa, la cantautora infantil Edelys Loyola; otros trovadores también se fueron de la ciudad, y mi generación se fue complicando y ampliando sus horizontes, aunque de vez en cuando nos encontramos y —valga la utopía— intentamos ser los mismos de aquellos días universitarios en los que soñar valía mucho.

Teniendo como punto de partida una frase de Haydée Santamaría, donde asegura que no hay que hacer una canción comprometida, sino que comprometa, Cabreja escribió Como una paloma blanca, en 1987, tema dedicado al Héroe de Yaguajay.

Acompañado de la banda de Raúl Prieto, el músico holguinero desgranó canciones de su repertorio como Cosas en común, Ya estoy contigo, Turbonadas, Apuntes de un juglar, Algo más de la vida y Fuera de foco, para invitar a Nolberto Leyva, quien interpretó los temas Dos con vida, de su autoría, y Gástate el placer, con la firma de Cabreja.

Antes de finalizar el concierto, la AHS holguinera entregó un reconocimiento a Cabreja. Igualmente la Uneac —de la que es miembro hace 22 años—, Artex y la Egrem en la provincia. Por su parte, la dirección municipal y provincial de Cultura, en manos de la directora de esta última, Rachel García Heredia, le entregaron la distinción Hijo Destacado de Holguín, al apostar por el arte genuino como ejercicio de resistencia cultural.

El final no pudo ser menos apoteósico y necesario: Fernando Cabreja, el maestro de trovadores, llamó a los cantautores, muchos que vinieron desde geografías tan distantes como Moa y Estados Unidos. Y juntos —Raúl Prieto, Alito Abab, Raúl Damián, Manuel Leandro, Eider Greseski, Leinier Domínguez, entre otros— dejaron escuchar aquello de “Y si te cae el peso de la soledad, dale un paseo tranquilo a tu ciudad…”

Gracias amigo trovador, poeta y “semiótico”. Muchas gracias por seguir estando “fuera de foco”.

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Foto: Carlos Rafael y Adrián Aguilera

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