Condesa descalza: Esta tierra es una enfermedad

No es una ciudad. Es un monstruo lleno de árboles. Una condesa con cara de burla, descalza, arruinada, es el testimonio vivo de la destrucción, la indecencia. Su hija, Miri, es una niña llena de miedos, quiere escapar, escapar con su linterna. Mercedes es la que trae más ilusión, la lluvia la inspira y por eso sube a la azotea y se baña desnuda mientras un aguacero la encarcela. Lucio se adueña de su sexo e intenta mirarse al espejo, para descubrirse; nadie creería que ese macho trabaja en una fábrica de vinagre, pero es así.

Un espacio con cuatro estatuas, cuatro seres perturbados y “masturbados†por la vida, cuatro almas inquietas, confusas, contradictorias, necesitadas. “Es preciso vivir aquíâ€, por eso nos quedamos y contamos esta historia, a veces, no decimos nada, queriendo decirlo todo. Es una promesa. “Deberíamos olvidar, olvidarlo todoâ€. Pero no, hay que creer y recordar todavía.

Desde Sancti Spíritus llega por vez primera a este Festival la compañía Agon Teatro, con la obra Condesa descalza, pieza inspirada en la novela Tuyo es el reino, de Abilio Estévez. Bajo de la dirección de Kiusbell Rodríguez Castiñeira se nos entrega un puesta sencilla, pero cargada de matices y reflexiones, a pesar de la recurrencia de los temas y la manera cómo son tratados.

El elenco es muy joven, sin embargo logra “desmenuzar†un texto cargado de lirismo y fuertes emociones, que impone una intensa carga interpretativa, aunque hay que reconocer que en todos no es plausible. Es un texto hecho para sentir, vibrar, sofocarnos, mordernos los labios si es necesario; hay sexo, manipulación. Llega, por momentos, a la agresividad, pero sin duda es, a mi entender, el mayor acierto de la obra.

Hay que destacar que es una pieza recién estrenada, cuanto más escenarios pise madurará el concepto de la puesta en escena y la fuerza de los personajes. Pero es evidente, Condesa… tiene potencial para hacerlo y su elenco es capaz de ello. Tiempo al tiempo.

Utilizar pocos recursos escenográficos: solo una banqueta, unos tacones, un pato, un abanico, supone dejarle todo el protagonismo al actor y al diseño de luces. Este aspecto es algo que está bien concebido. Los actores no necesitan más que eso. Y la Condesa, con sus tetas al aire, abre la boca y hay que mirarla, aunque odie la lluvia, aunque el sol la achicharre, aunque obligue a su hija a ser prostituta. “Que entre bien esa pinga. Apriétala un poquitoâ€.

La banda sonora es el espacio para transitar, para que los actores se miren por dentro, estén en escena o no. Ron, cigarro, un delicioso Nosotros, apoyan el discurso, aportan al ambiente. Al fondo, Miri (Odainy Fernández) masturba a Lucio (Alejandro Menéndez); la Condesa (Dorellys Torres) abochorna a su hija, la obliga. Mercedes (Anabelkys Pérez), la católica, se perturba, grita. Un quinto personaje, Gaby, que nunca aparece, transforma en figuras de exposición a todos, menos a la Condesa, regia y firme, con el sellito del Fondo Cubano de Bienes Culturales.

La escena comenzó con tronco de aguacero… No se supo si escampó alguna vez. Tal vez porque el final nunca fue un final. “Sé que es el destino de quien viene a decir la verdadâ€. Tuvimos que creerle, ya con la sala oscura: esperábamos que la Condesa saliera y se encaramara otra vez en su banqueta y dijera algo, con esa cara de burla.

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