Algo que los Demonios no dijeron

“Los buenos demonios” es quizás la película que uno no vería dos veces. Sobre todo si estuvo parado frente al cine más de una hora para lograr entrar a la sala. Por otra parte no siempre un buen elenco es garantía del éxito. El filme, dirigido por Gerardo Chijona, vuelve a la carga mostrando los males sociales que día a día reconstruyen una sociedad ya plagada de problemas y que han encontrado la manera de ser reflejada en nuestro cine nacional. Sin embargo, repito, la fórmula empleada no siempre resulta positiva para demostrar el éxito de un filme.

El director nos presenta a un joven cubano que debe encontrar métodos nada ortodoxos para sobrevivir a la crisis económica por la que pasa su familia. Su madre, doctora del consultorio médico, es una mujer que ha tratado de darle las mejores lecciones de ética que le permitan ser un hombre de bien para la sociedad. Sin embargo ese mismo entorno en el que se desarrolla el joven le pone en un conflicto ético: vivir o sobrevivir.

El camino al infierno es recto y sencillo dirán muchos. Por tanto es preferible acudir al asesinato para obtener dinero fácil. Turistas extranjeros que desconocen La Habana y terminan muertos en una playa de esta “ciudad maravilla”. El rumor del crimen se esparce por cada esquina y el protagonista, con total frialdad, no reacciona ante los peligros que implica ser descubierto por la ley. Sin embargo increíblemente sus ganancias económicas tienen un fin filantrópico: ayuda a quienes necesiten ese dinero sin importar lo que conlleve ver su tesoro agotado.

La actuación de Carlos Enrique Almirante, a mi juicio, no va más allá de lo que estamos acostumbrados a ver. No niego que tenga habilidades para desempeñar papeles en la cinematografía cubana, sin embargo en esta oportunidad ser el protagonista le quedó algo corto teniendo en cuenta el peso de un personaje que implicaba una gran dosis de desdoblamientos para ser de día uno y de noche otro. Quizás no es su técnica actoral la que falle sino que el propio personaje no logra enamorar a quienes dedicamos todo el tiempo de la película a esperar algo más. Demasiado ingenuo para los negocios reales pero frío y calculador para tomar un revólver artesanal y volarle los sesos a alguien que llega a este país a vacacionar.

Igualmente considero que en la película sobran algunas escenas que rayan en el ridículo. Por ejemplo aquella donde un hombre decide por voluntad propia ir a un restaurante privado a cenar con su esposa. ¿Quién no sabe que los precios en estos sitios son sumamente elevados? ¿Es acaso el dueño el verdadero responsable de la especulación a la que son obligados los cuentapropistas? Si eliminamos la escena, desagradable y hasta poco creíble, la película no se afecta en lo más mínimo.

La madre del joven, personaje interpretado por Isabel Santos, brilla en muchas de las escenas. Es evidente que estamos ante una actriz que sabe cómo defender sus roles. Pero no siempre llega a ser convincente y es que la doctora/madre le quedó muy pequeño a Isabel. Es una mujer con principios éticos, sociales y políticos bien definidos. Pero el riesgo está en que muchas veces estos códigos usados en el cine cubano se repiten una y otra vez y llegamos los espectadores a caricaturizar a quienes preservan los valores humanos que en teoría deben hacernos mejores seres. ¿Frustrada? ¿Decepcionada? ¿Enajenada? Tal vez. Pero una mujer que sabe cómo se vive en Cuba hoy no puede pretender que la sociedad que soñó sea reproducida en su totalidad porque simplemente lo desee. Es saludable entonces preguntarse ¿hasta qué punto es correcto permitirle a su hijo que traiga a la casa dinero de oscura procedencia? Sus prejuicios sociales le impiden ver más allá de la realidad que le circunda. El temor a ser cuestionada por quienes la conocen, a perder su integralidad, a que su prestigio sea destruido no le permiten conocer a su propio hijo.

Conflicto generacional entre dos personas que han vivido diferentes momentos históricos de la Cuba revolucionaria y cada uno de ellos defiende lo que cree correcto, pero ¿a qué precio? La película es demasiado dogmática con sus personajes. No existen tonos medios para ellos. Cada cual es tal como lo muestran y resulta angosto querer entender sus verdaderos valores.

No niego que hoy existan personas así en cada barrio. Pero ni todo es blanco ni todo es negro. Al final del filme, esperado, precipitado y poco natural, nos quedamos como espectadores en un camino sin encrucijadas pero lleno de interrogantes. ¿Es bueno, malo, correcto, real, sincero? Las respuestas las lleva uno a casa al salir de la sala de proyecciones pero no encontrarlas puede dejar un sinsabor desagradable porque el tema aquí es: ¿estamos tan mal como sociedad para que un asesino ande impune por las calles?

El arte no tiene que ofrecer respuestas o soluciones a cada uno de sus planteamientos y me parece muy acertado que el final sea abierto. El principal juez es el público y a ellos corresponde sancionar a quienes nos llevaron por un viaje cargado de sentimientos encontrados. Por lo tanto cada valoración hecha debe ser sometida de manera individual al análisis ético correspondiente.

Los buenos demonios deambulan hoy el país. Lo transitan de una punta a la otra. Pero el filme creo que pudo darnos algo más que muertes, dinero sucio, corrupción, personajes caricaturescos y palabras ahogadas por el temor a mostrar las respuestas que todos conocemos.

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  • A pesar de algunas buenas actuaciones y el talento artístico que le acompaña en parte además la fotografía no dejo de reconocer que podían darnos mas. Yo como espectador la categoría que le puedo dar es inigualable a otras de su mismo director y algunas donde trabajaron estos grandes artistas al menos para mi. No quiero ser exacto porque no dejo de pensar en el trabajo q se pasa para hacer cine pero si lo vamos hacer hagámoslo de buen agrado. Sin más tienen gran parte de verdad en tu comentario criticado.

  • No he tenido aún la posibilidad de ver el film.. pero desde el momento que alguien me la "vende" (y ya algunos me han dicho: tienes que verla, retrata, o trata la vida actual en Cuba), se me quitan los deseos de verla. Acaso no esperamos que el cine nacional trate los temas más acuciantes de la sociedad actual? Pero siempre en estos temas de la más "cruel realidad" me queda el mal sabor de boca de que ni la ficción se acerca a esa realidad, a veces por autocensura, o porque es parece muy difícil encontrar el termino medio entre lo que se puede "decir" y lo que de debe sugerir. Al final: no es una denuncia a nada y no te identificas con ningún personaje…. (bueno, si.. los lerdos, que hay más de los que uno se pueda imaginar, querrán parecerse al chico que hace y deshace y la poli no lo coge….).. En fin que parece que la sociedad se derrumba más rápido que las Gemelas.

  • Excelente crítica, felicidades. También creo que esa no es la realidad absoluta de nuestro país y lamentablemente muchos directores de cine se desgastan en el empeño de que así sea, la razón… aún no la sé espero algún día poder desifrarla.

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