Remembranzas de los Presidentes Nacionales de la AHS

A Omar Mederos, Víctor Rodríguez,

Bladimir Zamora†, Raúl Fidel†, la Puchy Fajardo†,

Verónica Puente,

Alex Pausides, Vicente García, Ricardo,

Margarita Maciñeiras, Jorge Luis Sánchez,

Luis Alberto García, María Elena Vinueza,

Vivian Martínez, Juan Pin, Rosendo,

y a toda aquella genuina tropa de eternos soñadores,

“de enamorados, cómplices del arte y la cultura.”

 

Me acerqué al proyecto germinal de la Asociación en 1985, de forma casual, cuando era solo una joven profesora de Estética que proveniente de la carrera de Historia del Arte, recién se había graduado de Filosofía en esa especialidad, en la Universidad Lomonosov de Moscú.

Aquel primer contacto tuvo lugar cuando conocí a Omar Mederos, entonces miembro del Departamento de Cultura de la UJC Nacional, en el Coloquio de la Crítica Artística y Literaria, que sesionaba por aquellos días, en el Instituto Superior de Arte. Recuerdo que desde aquel instante, quedé reclutada de inmediato y para siempre por Omar, otros artistas entonces miembros de la antigua Brigada Hermanos Saíz y compañeros del Departamento de Cultura de la UJC Nacional, para comenzar en el específico trabajo de promoción cultural de los jóvenes artistas e intelectuales en el país; participar en las reuniones fundacionales del comité organizador para la creación de la que después fue nuestra querida AHS en la antigua Casa del Joven Creador —cito en la calle San Pedro 262 esquina a Sol, en la Avenida del Puerto en la Habana Vieja— para lo cual se congregaban allí, las direcciones de las brigadas existentes hasta ese momento,1 por todos bien conocidas y otros artistas e intelectuales jóvenes.

La aparición de la Asociación, como un novedoso proyecto sociocultural de los jóvenes artistas e intelectuales, surgido al calor del fogonazo cultural y artístico, protagonizado por estos a mediados de la década de 1980, en el escenario y contexto cubano, fue no solo oportuno e inevitable sino también imprescindible. Porque el proyecto de la AHS, es una alternativa necesaria, un espacio vital en el que esa joven vanguardia además de sentirse apoyada, puede encauzar sus inquietudes y preocupaciones, las cuales no están limitadas exclusivamente al arte y la literatura de sus asociados; además de que, desde luego, siempre existirán jóvenes creadores que precisen canalizar y conquistar espacios para sus novedosos proyectos culturales, artísticos y literarios en una organización de este carácter. A su vez, la sociedad cubana, para oxigenarse adecuadamente, demanda la presencia de una institución con esa naturaleza sui géneris, en la cual se labore bajo la divisa de luchar por preservar, estudiar y promover por las más diversas vías y medios, lo más auténtico y mejor del arte joven en el país, respetando la libertad de creación y las distintas tendencias estéticas existentes, así como la búsqueda experimental acorde con las corrientes más actuales en el plano artístico y académico, con la finalidad de participar desde una altísima responsabilidad social, en la consecución y puesta en práctica de la Política Cultural en el país, y de esta forma servir, adecuadamente, a la historia, la cultura y a la propia Revolución.

La Dirección que emergió en aquel célebre I Encuentro Nacional de Jóvenes Escritores, Artistas y Técnicos de la Cultura, el 18 de octubre de 1986, en el Palacio de las Convenciones de La Habana, que reunió a 400 jóvenes creadores miembros de las antiguas Brigadas Hermanos Saíz y Raúl Gómez García y del Movimiento de la Nueva Trova, llegó con el prístino objetivo de dar continuidad y cohesión al amplio, diverso y fuerte movimiento artístico juvenil de la Isla, al constituir la Asociación Hermanos Saíz como una nueva identidad surgida de una riquísima pluralidad de caminos y tendencias en el hacer y el pensar artístico cultural en el país.

El destacado y laureado pianista Víctor Rodríguez, fue nuestro primer presidente y se deberá subrayar que dedicó su inmenso talento a dirigir la puesta en práctica para el cumplimiento de los objetivos que habían sido trazados en el citado encuentro. 

No hay dudas que los inicios fueron difíciles para Víctor, pues eran interminables las tareas organizativas, funcionales, institucionales y de promoción cultural; y había que buscar solución a los problemas existentes en cada una de las provincias, acorde con sus peculiaridades; establecer un diálogo sistemático con los responsables del resto de las instituciones y organizaciones del entramado político cultural del país que de una forma u otra debían no solo contribuir materialmente con el trabajo de la AHS, sino también comprender y propiciar la mejor consecución de nuestros objetivos.

Desde el momento mismo de su aparición, en las provincias, en la Sede Nacional en la capital y en la Madriguera —lo cual es muy importante si se toma en consideración que la mayor parte de sus miembros están en esta región—, la AHS, a pesar de todos los obstáculos que encontró a su paso, pudo realizar conciertos, exposiciones, muestras de cine joven, encuentros literarios y teóricos, giras artísticas y otros muchos proyectos de relevante importancia que fueron aprobados y auspiciados por la organización. Al respecto, ha apunta Omar Mederos, entonces Director de la Casa del Joven Creador: “Los eventos se sucedían sin cesar en todas las manifestaciones. Se incorporaron los artesanos, los arquitectos, los estetas, los productores y otros técnicos de la cultura en la categoría de promotores, cosa inédita en este tipo de institución. Era un hervidero de creación y novedad, un espacio joven y polémico, repleto de dinamismo y vida, diverso y mágico donde las insuficiencias materiales de cualquier tipo siempre encontraban soluciones tan creativas que a veces nos sorprendíamos nosotros mismos”.

Asimismo, debo subrayar que otro de los grandes méritos de Víctor, como Presidente, fue convertir a la AHS en una gran escuela para todos los que allí servimos de una u otra manera.  No puedo olvidar que trabajábamos interminables jornadas como en un taller de creación colectiva, en el que no hubo un solo acuerdo que fuera adoptado unilateralmente, sino que siempre se tomaron decisiones colegiadas. Desde entonces no recuerdo haber estado ausente de todo lo que allí se “cocinó —para bien o para mal—,” porque obviamente nunca en el Ejecutivo Nacional pecamos de creernos impolutos o inmunes a cometer errores; nada es más ajeno a la naturaleza con la que realizábamos nuestra gestión a diario, dedicados por entero a cumplir con estas responsabilidades, y a entregar lo mejor de cada uno de nosotros para hacer avanzar el Proyecto AHS.

Para principios de 1989, luego de la salida de Víctor, me llamaron para que asumiera la Presidencia, y me encargara de llevar adelante la dirección de la Comisión Organizadora del I Congreso —como la tarea fundamental de mi mandato—, el cual debía celebrarse a finales de 1991 y con el que se afianzaría la institucionalización de la Organización. Las primeras líneas de la Convocatoria al I Congreso de la AHS, que se discutió en todo el país, venían precedidas de aquellas hermosas palabras del Apóstol: “No hay belleza en la rigidez; la vida es móvil; desenvuelta… muelle, activa; se ha de sentir la carne; se ha de palpar el nervio en el ademán del movimiento”.

Es obvio que la AHS, necesitaba estar dotada “de un cabal status legal, que le permitiera obtener los recursos materiales y humanos precisos para obrar para que pudiera hacer su trabajo. Ello quiere decir tener un presupuesto propio, manejado en consonancia con las particulares características de una institución que tiene entre sus principales retos, prioridades y objetivos, la promoción de los intelectuales y artistas jóvenes en el país”. Para realizarlo había que equipar a la AHS de los instrumentos indispensables, a fin de que pudiera representar a sus miembros ante los diversos factores de la sociedad cubana y cumplir así su misión y objetivos.” Es decir, la AHS en nuestra opinión debía “tener una gestión operativa y funcional propia, con los recursos vitales para concretar el Proyecto de acuerdo con el peso en cada territorio de los jóvenes creadores que eran sus miembros”, eso fue a lo que se le llamó entonces “la Necesaria Autonomía para la organización”.

En breves palabras, la máxima aspiración de la Dirección de la AHS de cara al I Congreso, era en primer lugar legitimar sus órganos, toda vez que la organización había nacido en el Encuentro Nacional de La Habana de octubre de 1986, al que ya me he referido, y por lo cual se había dado en su constitución el fenómeno de la pirámide invertida; asimismo debíamos lograr la solución de los históricos “problemas domésticos” de infraestructura, funcionamiento e institucionalización, para poder realizar el trabajo, el cual en nuestra opinión, para ese momento ya era insostenible con el esquema económico que sustentaba la gestión de la AHS en el país, y alcanzar así que la magna cita pudiera dirigir el peso de sus reflexiones acerca del papel y la responsabilidad de los jóvenes creadores en el entorno cultural de la sociedad cubana en la que estaba inmersa. Para abundar en este tema recomiendo la lectura de los excelentes y profundos artículos de Bladimir Zamora: “La AHS no es una sigla tranquila”, que aparece en la edición 267 del Caimán Barbudo, “¿A qué se llama Necesaria Autonomía?” y “La sexta pata (coda a una mesa redonda)”, textos que fundamentan con objetividad y transparencia estos cardinales asuntos de la Asociación.

Debemos recordar con claridad que en cada escenario en el que fue planteado el tema de “la Necesaria Autonomía”, subrayamos con todo el énfasis de que fuimos capaces: “que la Asociación llegue a ser autónoma, no significa anarquía y no representará nunca desconocer la orientación política de la juventud comunista y el Partido”. Asimismo, la Dirección Nacional ratificó en cada uno de sus documentos y en cada oportunidad que fue necesaria su voluntad expresa de que “más allá de cualquier coyuntura, la AHS asume el apoyo a la Revolución, el Partido y Fidel”.

Libramos muchas contiendas para el desarrollo del proyecto. No obstante, me siguen pareciendo lógicas, por aquel reclamo de lo que entonces denominamos repito “la Necesaria Autonomía para la organización”, como núcleo del «Pensamiento AHS».

No puedo dejar de agradecerles a la dirección actual y a las anteriores, la extrema gentileza con la que me han tratado, porque hemos continuado colaborando en diversos y muy importantes proyectos; porque después de 30 años, me he sentido tan feliz como cuando trabajábamos entonces, en aquellos ya lejanos años ochenta, porque al oírlos hablar, verlos actuar y crear, siento que “todo” valió la pena.

En fin, le doy las gracias una vez más por haberme permitido seguir creyendo en la AHS, porque aunque los tiempos han cambiado y hoy esté renovada, sigue siendo la misma, porque la AHS sigue testarudamente vigente y con más fuerza que nunca, porque esta aquí y estará, para ocupar su lugar en el concierto de la cultura cubana, porque aún tiene que seguir cumpliendo con su noble y decisiva misión.

1 La Brigada Hermanos Saíz, la Brigada Raúl Gómez García, y el Movimiento de la Nueva Trova.

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