Todos somos Fidel

«Ese es Fidel». Recuerdo que así fue como mi abuelo me lo enseñó en la televisión hace más de 25 años, desde entonces no he dejado de quererlo como un padre, un abuelo, un familiar muy cercano, mi amigo, sin siquiera conocerlo.

Admirar un hombre de su talla es fácil, lo difícil es comprender las razones que lo condujeron a transformar un país y reivindicar la dignidad de un pueblo que por tanto tiempo estuvo mancillado, olvidado.

Cada uno de mis logros siempre se lo agradecí a Fidel, muy desde dentro, sin que él lo supiera, pero con la humilde satisfacción de saber que cumplía mi deber de estudiar, trabajar y defender desde la cultura la Revolución, con el alto compromiso de ser una abanderada de esta y del humanismo.

Por más de diez años, junto a un hermoso ejército de instructores de arte y otros muchos jóvenes de  esta sociedad, hemos tenido la responsabilidad de  hacer valer su legado, de entender su concepto de Revolución, de materializar sus palabras a los intelectuales, de convertirnos en esos hombres y mujeres de bien que el soñó. Ahora el reto es aún más grande, pero no imposible. Somos los herederos de su estirpe, de su coraje, sus convicciones; Fidel se multiplica en cada uno de nosotros, donde quiera que estemos. Tenemos el deber de continuar sus principios de soberanía al precio de cualquier sacrificio, el compromiso de mantener su espíritu vivo y consolidar el proceso revolucionario que alcanzó el triunfo hace 58 años.

Donde quiera que esté mi Comandante, muchas gracias por darnos la oportunidad de tenerlo, sentirlo y honrarlo. Hoy la  despedida está prohibida porque solo el Hasta Siempre es para los que vivirán eternamente.

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  • Fidel es inmortal, esta en la sonrisa de cada niño, en los logros alcanzados por los estudiantes, en cada joven, en cada trabajador, obrero e intelectual que han sentido las manos generosas de la Revolución.

  • Siento gran pesar por la pérdida del comandante, comparto la idea de que sin conocerlo personalmente mis padres me enseñaron a amarlo, a respetarlo, a escuchar cada una de sus palabras, de atender a sus reflexiones y tenerlas por verdaderas. Todos en la Asociación Hermanos Saíz en Ciego de Ávila quedamos conmovidos, y hago de mis palabras un eco de todos los asociados de este pedazo de tierra, que sin lugar a dudas, lloramos, sufrimos, le veneramos y alzamos pendón en su nombre. Me levanto hace dos días pensando de que manera encontrar al comandante y lo he encontrado de seguro, en la mirada de cuantos me pasan por el lado, y es difícil y extraordinario a la vez, pues son muchos sentimientos encontrados: respeto, admiración, dolor, llanto, indignación, sobriedad, esperanza en que no todo ha acabado, sino en que su pensamiento enérgico y viril permanece para siempre. Comandante, gloria sea a ti, te amamos siempre!!!

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