La noche de San Lorenzo, la obra maestra de los hermanos Taviani

Si bien la filmografía italiana ha estado siempre envestida de nombres ilustres, los hermanos Taviani han figurado, por casi media centuria, en un lugar especial. No podría ser de otra manera, tomando en cuenta que los toscanos descienden de la mano protectora de Roberto Rosellini, genio y renovador indiscutible de la historia del cine.

La larga trayectoria de los hermanos se extiende desde los lejanos sesenta, época en la que se lanzaron a la palestra pública con varios cortos de ficción, documentales y un largo: Un uomo da bruciare (1962), sobre el conflicto entre un activista siciliano por los derechos del trabajador y la Mafia, aliada a los intereses del gobierno y de los terratenientes locales, hasta las actuales revisiones de clásicos como el Julio César, de William Shakespeare (filmada en una cárcel de alta seguridad con presos peligrosos en los roles protagónicos) o el Decamerón, de Giovanni Boccaccio, texto al que se le imprimió un aire de renovación bastante palpable.

No obstante, muchos han convenido en que la mejor cinta de los Taviani, en rigor, una obra maestra por su simbiosis de ingenio, historia con mayúscula, alegría y tragedia, es La noche de San Lorenzo (1982), incluida en el Proyecto Memorias. Luego del éxito de Padre padrón (1977), filme que les depararía unos años antes la Palma de Oro en el Festival de cine de Cannes, el más importante del mundo, los hermanos regresaron al evento en 1982 para consagrarse de una vez por todas en el marco de la historia del cine. Cuentan que un jurado dubitativo optó por premiar a Missing, del griego Costa Gavras, pero le entregaron a los Taviani un Premio Especial.

En los últimos días del fascismo italiano, los habitantes del pequeño pueblo de San Martino, asediados por los soldados de Mussolini, deben decidir si huyen en busca de las tropas norteamericanas, que según noticias un tanto fiables se encontraban cerca de la localidad, o se quedaban para hacer frente a los estragos (patadas de ahogados) del fascismo en su afán de arrasar y destruir cualquier orden y estabilidad posible. La decisión no se hace esperar cuando llegan los rumores al pueblo de que la zona será bombardeada. El filme se cuenta desde una perspectiva coral, mudando la voz de acuerdo a los variables caracteres de los protagonistas que participaron en la resistencia.

El momento climático de la cinta está situada justamente cuando en la noche de San Lorenzo (10 de agosto de 1944) se produce el enfrentamiento de los reclutados por el fascismo (que no eran otros que jóvenes del mismo municipio de Toscana que ahora era agredido) y los que, perteneciendo al orden civil, huían despavoridos de sus casas. Para evitar referencias directas los hermanos decidieron, junto a Tonino Guerra, coguionista del filme, situarlo en un terreno ficcional y no en un lugar preciso de Italia. «Le cambiamos el nombre a nuestro pueblo y, además ‒cuenta Vittorio Taviani‒, filmamos la escena de la masacre en una iglesia de otra ciudad». Leyendo las declaraciones de los hermanos, es posible entender el tacto y la delicadeza en que son narrados los sucesos, puesto que ambos participaron en el mismo. Esta negativa a mencionar lugares y personajes tal cuales fueron, se debió, según comentó Paolo Taviani, a que «en la época del rodaje, en San Miniato todavía quedaban sobrevivientes, y si hubieran visto la reconstrucción fílmica de la matanza en el Duomo real, habrían sufrido un impacto emocional fuerte» (Paolo).

De sólida formación marxista, patente sobre todo en sus filmes de los setenta, los Taviani, con más de veinte trabajos para cine y televisión, se han convertido en referentes insoslayables a la hora de listar los aportes del cine italiano posterior al neorrealismo. Junto a Bellocchio, Amelio, Olmi y otros maestros, se han impuesto en los festivales más importantes del mundo, demostrando que la cinematografía italiana se sustenta en una rica tradición y no padeció una crisis, como dijeron muchos, cuando el neorrealismo entró en decadencia.

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