Romeo, Julieta y las consecuencias del fascismo

Uno de los textos del inglés William Shakespeare que más ha calado en el imaginario colectivo ha sido, sin dudas, la trágica historia de Romeo y Julieta. Si en Macbeth, obra posterior, la tentación del poder movió a un hombre a asesinar vilmente a un rey, aquí el amor es una fuerza tal que mueve toda la trama hasta descolocar una guerra de familias que había durado décadas. El drama de Romeo y Julieta nos conmueve porque es la historia de un sacrificio doble, por el cual, gracias a un artificio, ambos amantes mueren.

El cine ha producido decenas de adaptaciones de este clásico, entre las que podemos mencionar Romeo and Juliet (1936), de George Cukor, y Romeo y Julieta (1954), de Renato Castellani. Sin embargo, Romeo, Julieta y las tinieblas (Romeo, Julie a Tma, Jiří Weiss, 1960) llama la atención por la amplia libertad con que fue revisitada la obra. En ella se respira la opresión de una fuerza que impide la realización de un amor, el cual, a su vez, conduce al sacrificio, pero a diferencia de otras versiones, en las que se hace más puro y literal, en esta se juega con interesantes elementos de trasfondo.

Y es esa precisamente la ganancia de Romeo, Julieta y las tinieblas, filme que se regodea en la novela homónima de Ján Otcenásek, enmarcada en el Holocausto. La historia de amor que viven Pável, un joven de raza aria, y Hanka, judía perseguida durante la ocupación alemana en Checoslovaquia, polariza la diferencia en el punto más álgido que ha vivido la humanidad en cuanto a segregación racial: el nazismo. Por eso la historia no puede tener momentos de desahogo.

Romeo-Julieta-y-las-tinieblas-5-e1399143549341En esta versión los rostros no pueden reflejar belleza alguna porque la aberración totalitaria ha encarnado en una sociedad que comienza a diferenciar entre arios y judíos, aun siendo vecinos de toda la vida. Pável se encuentra a una hermosa muchacha que busca refugio en una casa de judíos recién evacuados. En parte porque se ha quedado prendado por su belleza y también por la situación desesperada en que se encuentra, le brinda refugio en un desván del edificio que pertenece a su apartamento.

Con el referente shakesperiano ya intuimos el final del filme. Las resoluciones de la vida cotidiana en condiciones límite como las que presenta la película optan, en la mayoría de los casos, por no poner en riesgo su propia existencia. Hanka debe abandonar el refugio y muere ametrallada al otro lado del muro. No hay reivindicación posible a estos crímenes, ni existen posibilidades de conveniar una alianza armónica con la muerte de la joven.

El director no podía imaginar un doble final en el que el odio al judío terminara, a no ser, como todos conocemos, con el fin de la guerra y los juicios sumarios. La tristeza y la melancolía que envuelve a los personajes nos remiten a un dolor que no vivimos, pero que sentimos como una de las heridas más desgarrantes de la historia de la humanidad.

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