La UNEAC nació bajo el signo de la permanencia

Palabras de Miguel Barnet, presidente de la Uneac, en el acto por el aniversario 55 de la organización, efectuado el 22 de agosto del 2016 en el  Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso.

Ante todo, y en nombre de los escritores y artistas, miembros de la Uneac agradezco de todo corazón las palabras que el General de Ejército nos ha dedicado en esta conmemoración.

El aniversario 55 de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba coincide felizmente con los 90 años del Comandante en Jefe. Ninguna coincidencia podía ser más idónea para sentir el júbilo de esta celebración. Fue él quien con su pensamiento lúcido y promisorio condujo a los fundadores de la Uneac a consolidar la unión de todos los intelectuales y artistas en una organización que como primer objetivo se propuso encauzar una política cultural democrática e inclusiva que tuvo su germen en las Palabras a los Intelectuales que pronunció hace 55 años en la Biblioteca Nacional.

Ninguna previsión cabalística pudo ser más acertada. Ningún azar más concurrente. La Uneac  nació bajo el signo de la permanencia y como un hito de la cultura cubana.

Al asumir Nicolás Guillén su Presidencia, se conjugaron los factores de cohesión y unidad que convirtieron a la Uneac en un pivote del movimiento artístico e intelectual de la Revolución naciente. Nicolás mismo era un símbolo de lo que se pretendía con aquel acto fundacional: la articulación de la más exigente y elevada jerarquía estética y un convincente poder de convocatoria, con el más decidido compromiso y aliento de las transformaciones revolucionarias que cambiarían para siempre el destino de nuestro país.

A lo largo de estas cinco décadas y media, nu­es­tra organización ha crecido como resultado de la promoción de nuevos valores fomentados por una política cultural que potenció las cualidades y atributos de un pueblo creativo que, como nunca an­tes, tuvo la oportunidad de desarrollarse en el ámbito cultural.

Si en un inicio éramos pocos, y en abrumadora mayoría residentes en la capital, hoy contamos con más de nueve mil miembros a lo largo y an­cho del país, agrupados en cinco asociaciones, quince co­mités provinciales y varios comités mu­ni­ci­pales.

La promoción y estímulo de la obra de nuestros escritores y artistas son nuestras prioridades y por ello trabajamos mancomunadamente con el sistema de instituciones del Ministerio de Cultura, con el Instituto Cubano de la Radio y la Televisión y otras instancias de promoción de la producción artística y literaria. En nuestras sedes se mantiene una estable y dinámica programación cultural. Auspiciamos una amplia gama de eventos en to­das las manifestaciones, algunos de ellos de significativo alcance popular y con notable participación internacional. Desarrollamos una fecunda re­lación con la Asociación Hermanos Saíz, fuente de jóvenes talentos que a lo largo de sus 30 años de existencia, ha nutrido nuestra organización con talentosos creadores.

Uno de los grandes y permanentes desafíos se basa en consolidar las jerarquías de la vanguardia artística y literaria, a partir de un amplio registro de posibilidades expresivas. No puede haber ma­r­­gen a la mediocridad, ni a la chatura ni al populismo, y muchísimo menos a práctica alguna que menoscabe la calidad de nuestras propuestas. Prestamos atención a los procesos de experimentación y búsqueda de nuevos giros en los lenguajes artísticos, a la vez que velamos por la preservación y actualización de nuestros valores patrimoniales.

La memoria de la cultura popular es fuente vi­va de nuestro modo de ser. La dialéctica entre tradición y renovación es una de nuestras fortalezas.

Tradición como legado de nuestra historia que no puede ser dejada a la deriva y renovación como signo de vitalidad creativa y visión integral y mo­derna.

Pero tan importante como el desarrollo de la producción de nuestra obra artística y literaria es la proyección social de la organización y la vocación participativa de los escritores y artistas.

Mediante las Comisiones Permanentes de Tra­bajo y el seguimiento a los acuerdos del 8vo. Con­greso de la Uneac abordamos de manera constructiva la necesidad de perfeccionar y alcanzar nuevos hitos en el sistema educativo, con énfasis en la en­señanza artística y la incidencia de la cultura en la formación de valores éticos y estéticos. As­pi­ramos a lograr la inserción de lo mejor de la cultura en los circuitos turísticos y los espacios públicos y a trazar derroteros de eficiencia y elevada exigencia en las industrias culturales y el mercado del arte; así co­mo cuidar el desarrollo armónico de la arquitectura y los valores patrimoniales y ambientales en nuestras ciudades.

Concedemos especial importancia tanto al re­flejo de la cultura en los medios masivos de comunicación como al trabajo cultural comunitario, conscientes de la influencia social de los primeros y el papel de los núcleos básicos de nuestro tejido social en la convivencia ciudadana y la calidad de vida de la población. Asimismo contribuimos al combate contra todo tipo de discriminación y prejuicio, ya sea racial, religioso o de género. Te­ne­mos que romper la malla que nos ata a atavismos históricos. He ahí un poderoso mecanismo de integración nacional. Y yo diría más, de verdadera unidad. El rescate de lo más puro del corpus identitario de la nación es tarea prioritaria de la esfera social.

Todo ello implica una cultura del debate y del diálogo con las instituciones y en interacción con la sociedad civil. Somos parte de esta última y nos interesa su fortalecimiento, tanto en lo ético como en lo ideológico. Es en la sociedad donde se cuece el ajiaco del que habló Don Fernando Ortiz. Te­nemos que luchar aún contra muchos demonios. Entre ellos el relativismo llamado postmoderno y el vale todo. Nuestro deber como intelectuales y artistas es contribuir con energía —ese antídoto contra el inmovilismo y la burocracia— al establecimiento de las jerarquías y a la decantación del gusto es­tético.

Con la renovación de nuestro socialismo te­nemos un compromiso ineludible. La mayoría de nosotros ha participado en el análisis de los do­cu­mentos discutidos en el 7mo. Congreso del Par­tido sobre la Con­ceptualización del Modelo Eco­nó­mico y Social Cubano de Desarrollo So­cialista, y el Plan Nacional de Desarrollo Económico y Social hasta el 2030. En septiembre, nuestro Con­sejo Na­cional dedicará una sesión a esos documentos que son plataforma para el fu­turo.

La cultura es una dimensión vital e indisoluble del desarrollo. No nos podemos dar el lujo de una quiebra entre economía y cultura, entre vida ma­terial y subjetividad. Ello implicaría la negación de nuestro sistema social. Un socialismo próspero y sostenible solo es posible a partir de valores solidarios y de la plenitud humana. Resulta imprescindible que esos conceptos encarnen en las convicciones y los sentimientos de cada uno de nuestros ciudadanos.

Justamente en el terreno cultural, entendido es­te en su más raigal acepción, se define en buena medida la brújula de la Revolución Cubana. El ad­versario no ha dejado de aspirar a disolvernos y regresarnos al pasado neocolonial. Insisten en  bo­­rrarnos la memoria, erosionar nuestras instituciones y restituir el pasado capitalista. El bloqueo de Estados Unidos persiste y atenta contra nuestro pueblo. Se requiere apuntalar la conciencia patriótica, antimperialista y  antineocolonial, y la Uneac debe estar en la vanguardia de esta batalla. Hoy más que nunca estamos en la obligación de ser atentos custodios de ese baluarte precioso. El úni­co modo de construir un modelo que responda a esas aspiraciones frente al poder avasallador del capitalismo neoliberal es formando ciudadanos conscientes de su historia, dueños de su propio imaginario y comprometidos con el proyecto de transformación social.

¿Cómo afrontarla? Reflexionemos sobre el re­clamo que nos hizo el General de Ejército Raúl Cas­tro cuando en la clausura de la sesión de la Asam­blea Nacional del Poder Popular el pasado julio dijo:

“Frente a las dificultades y amenazas no hay espacio para las improvisaciones y mucho menos para el derrotismo. De una situación coyuntural co­mo la que enfrentamos se sale victorioso ac­tuando con mucha energía, ecuanimidad, racionalidad y sensibilidad política”.

Fidel en 1961 no solo pronunció Palabras a los Intelectuales. El 22 de agosto de ese año departió con los delegados al Congreso fundacional de la Uneac, en la clausura, efectuada en el teatro Cha­plin, hoy Karl Marx, entonces concluyó su intervención con frases que debemos evocar: To­davía resuenan en mis oídos aquellas palabras, expresó:

“Les deseamos que pronto puedan cosechar los frutos del esfuerzo que han hecho; les deseamos que siempre puedan mantener esa ejemplar unión, y que cada día sea más fraternal y más estrecha; les deseamos el mayor éxito como es­critores, como artistas, es decir, como creadores, pero sobre todo, como semillas de la patria de ma­ñana”.

La gloria que hemos vivido ha cumplido su papel.

Dedicamos este acto, entonces, a los  90 años de nuestro Comandante en Jefe, protagonista in­dis­cutible de los más cruciales momentos  de los 55 años de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.

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