Alejandro Rojas: «Cada concurso literario es un torneo…»

Como otros muchos escritores jóvenes, Alejandro Rojas apuesta por el torneo de la escritura, labor donde es necesario batirse con lo mejor de la obra literaria y el oficio. Sabe que la paciencia es la virtud mayor de un escritor y, desde esa confianza, escribe. Los concursos, los lauros, los aplausos son, para mi entrevistado, un escaño necesario que debe ser alcanzado (como la tierra prometida) en virtud de dar a conocer la creación. Sin embargo, no desconoce la importancia de los procesos, de la lucha constante con la soledad endemoniada de la escritura. ¿Habrá encontrado, tal vez, refugio en el arte?

Desde esa inquietud, que es también silencio, me aproximé a la obra de Alejandro Rojas; la cual conocía desde casi sus primeros pasos en el llamado «mundillo de la literatura». Años atrás, cuando era todavía un autor desconocido, se acercó —lleno de esa humana virtud que lo caracteriza— al Taller Literario Espacio Abierto y mostró, quién sabe si con timidez, uno de sus primeros cuentos. «Tienes materia de escritor», le dijo alguien. Y luego, una promesa: «Puedes llegar lejos». Quizás en ese momento se tatuó, en sangre y alma, su voluntad de convertirse en autor.

Empecemos justo en el final de la historia: acabas de obtener, en la categoría de ciencia ficción, el Premio Calendario, el cual es considerado uno de los lauros más codiciados por los jóvenes escritores en Cuba y, según muchos, el más importante. ¿Fue este galardón una meta a cumplir en tu carrera como creador? ¿Marca una pauta en tu carrera? ¿Era la primera vez que participabas?

Lo que más uno quiere es escribir algo lo suficientemente bueno para que el público lo disfrute tanto como el autor que lo escribió (ya sobre el tema de «vivir» de la literatura, creo que sería, por ahora, demasiado pedir). Por desgracia, la única forma que tienen los jóvenes para que nos tomen un poco «en serio», es ganar un premio que nos ampare. Obtener el Calendario me provocó un gran impulso, y una responsabilidad para continuar mejorando y no quedarme estancado. No fue la primera vez que participé, creo que fue la tercera, ¿o la cuarta? Cada concurso literario es un torneo, combate sanguinario donde apuestas con lo mejor que tienes.

¿Crees en la persistencia del oficio?; es decir, ¿piensas que ser un buen escritor se consigue con el esfuerzo constante y consciente?

Como todo en esta vida: si quieres algo que salga bien, tienes que dedicarle tiempo, paciencia, fe en ti mismo y en lo que quieres. Es bueno pensar —cuando te sientas frente a la PC— que estás produciendo la obra maestra de tu vida. Al tercer día, ya no te lo crees, y la verdad es que, a la semana de tener tu relato guardado, notarás los defectos. Entonces comienza la ardua tarea de pulir la historia; tal vez decidas llevar tu texto a la prueba de fuego en un taller literario.

Si tu intención es ser bueno, nunca debes dejar de prepararte. En el caso de nosotros, los escritores, se hace necesario leer y ver audiovisuales (clásicos y actuales): eso te otorga una rica fuente de información, justo la que necesitas para armar tus historias.

Recientemente, has comenzado a trabajar un proyecto de escritura a cuatro manos con otro importante autor de ciencia ficción y fantasía, Carlos César Muñoz. ¿Por qué optas por esta alternativa, si ya te has dado a conocer como autor en solitario? ¿Forma parte de un ejercicio estilístico que pretendes cultivar al margen de tu escritura independiente?

Se puede decir que todo esto se trata de un experimento en proceso. Siempre me gustó la forma en la que Carlos César Muñoz y David Alfonso mezclaron el género fantástico y el de la ciencia ficción con buenas dosis de humor, en su libro Historias del Altipuerto. Como su coautor se encuentra lejos de Cuba, le propuse a Carlos una idea en conjunto, siempre contaba con su experiencia previa en el trabajo a dueto. A Carlos le encantó la idea, y ya llevamos algunos meses trabajando. Supuestamente, sin que sea cliché, dos cabezas piensan mejor que una. Ya el tiempo dirá si los resultados del experimento fueron satisfactorios.

El Premio Calendario te llegó siendo un autor mayor treinta años. ¿Piensas que sucedió un poco tarde en tu carrera? ¿Qué nuevos premios o metas creativas se encuentran en tu camino?

¡Claro que no! Por lo menos me sucedió… y antes de los 35.

Entre mis proyectos se encuentra el libro El Rumor de los Insectos, una fantasía urbana oscura, donde se dan cita criaturas de nuestra mitología nacional. También quiero finalizar, junto a Carlos, el proyecto a cuatro manos.

Seguiré concursando. Eso sí, nunca me presentaría por segunda vez a un concurso que haya ganado previamente, o en uno de aficionados: no me probaría nada y le estaría truncando el camino a los que les espera pasar por la misma escalada.

¿Tu paso por los talleres literarios determinó en alguna manera tu formación? ¿Qué de ventajoso y de negativo tienen? ¿Handicap o ventaja?

Los talleres literarios fueron mi mejor escuela. Es el único entrenamiento práctico que uno, como escritor, tiene. Allí aprendes las técnicas y herramientas necesarias que después puedes manipular a tu antojo. Te ayuda a vencer el miedo escénico, y a leer bien en voz alta.

Ahora, cuando un relato tuyo se lee en ese lugar, no debes tener miedo o vergüenza: que lo trituren. Está pasando por su bautismo de fuego, y se debe ser capaz de captar las críticas «constructivas», aquellas que muestran vías para mejorar tu cuento.

¿Han influido en tu obra algunos autores cubanos contemporáneos, incluso colegas, aquellos que comparten tu mismo espacio y tiempo de escritura? En la ciencia ficción cubana se habla mucho de lo gremial, de la camaradería, ¿existe en realidad?

Bueno, los trabajos de Erick Mota, el Yoss y Denis Mourdoch, me han influenciado bastante, me han mostrado cómo nuestra Isla puede ser lugar de extraordinarias y aterradoras historias.

Más que camaradería —sin querer sonar utópico—, a veces los lazos de amistad crecen hasta el punto de sentirlos como familia. Los escritores del gremio no somos individualistas (al menos, los que conozco), nos alegramos mucho por los éxitos de los demás y no recelamos las tramas de nadie, incluso los aconsejamos para mejorarlas.

¿En pudo influir, formativamente, el hecho de ser un buen lector antes de convertirte en autor? ¿En qué momento, y cómo, supiste que era la hora de transformarte en autor activo?

Repito una frase que escuche hace un par de días: «un escritor que no lee es como un músico que no quiere escuchar música clásica». En estos tiempos, no solo debes leer; además, tienes que ver audiovisuales, apreciar lo que se hace tanto en el mundo como en tu patio, con sus pros y contras. Llega un momento en que la imaginación comienza a arder en tu cabeza, y te cuestionas versiones alternativas sobre el libro que has leído o la película que has visto: ¿qué hubiera pasado si…?, ¿los buenos siempre ganan?, ¿por qué siempre termina así y casi puedo adivinar el final?

Si las personas pueden crear sus propios mundos alternos, reflejar sus sueños o exorcizar sus peores temores y frustraciones en una hoja de papel, o en un archivo de Word, ¿por qué no podría hacerlo yo? Llega un momento en que brota, dentro de ti, la necesidad casi obsesiva de jugar ese juego.

¿Cómo enfrentas tu rutina de trabajo? ¿Tienes alguna disciplina, algún rito, una manía a la hora de escribir?

Soy noctambulo, trato de trabajar por las noches, cuando todos a mi alrededor están durmiendo y tranquilos. A veces, cuando puedo, aprovecho las mañanas: uno tiene la cabeza más fresca, pero casi nunca puedo permitirme ese lujo.

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Sobre manías, te confieso que trato de aislarme en mi cuarto, me coloco mis viejos audífonos y escucho bandas sonoras (la música ayuda mucho a aislarte, se confabula en la proyección de tus escenas). Siempre me acompañan un pomo de agua y una taza de café con leche.

Durante años te has enfrascado en la escritura de una noveleta ambientada en un universo Z (universo zombie), la cual, probablemente, sea el primer trabajo de tal magnitud que aborde este tipo de subgénero dentro de Cuba. ¿Deseo de experimentación? ¿O llegaste a escoger el tema por puro ejercicio estilístico, apasionamiento de escritor, cinemanía obsesiva?

Para empezar, lo hice para divertirme después de una sobredosis de lectura de Stephen King, Lovecraft y el cine zombie de los 80, rejuvenecido por la incorporación del filme 28 días después. Un poco de todo: la primera versión de la noveleta la escribí hace diez años por recomendación de varias amistades que la leyeron y les gustó… incluso me pedían más asesinatos. Fue muy iluso de mi parte enviar esa clase de cuento al Festival de la Cultura de la Universidad. Después de unos años, me encontré por primera vez en casa de Yoss, y se lo enseñé. Me dijo que tenía material para explotar y me lanzó al encuentro del taller literario Espacio Abierto. Después de varias revisiones, se me ocurrió vincular la noveleta con algunos aspectos de la mitología e historia de nuestro país. Sin hacer crítica, hay escritores del género fantástico que evitan el escenario nacional, se lanzan hacia otros países, planetas, y dimensiones paralelas. Yo soy de los que se aprovechan de lo que tenemos en nuestro patio trasero, les aseguro que se pueden crear espacios tan maravillosos como aterradores.

No soy el único que se ha atrevido con los zombies. También lo han hecho Eric Flores, con su libro de cuentos En la Habana es más difícil y Yonnier Torres, en Delicados Procesos. Ambos abarcan el género con relatos llenos de humor e ironía.

Los que lean mi noveleta, no deben esperar el típico escenario apocalíptico de la serie The Walking Dead o Nación Z; espacios visuales que han estancado al «género» zombie durante los últimos años. Es una historia de terror y misterio, que se mueve entre los tiempos modernos y el pasado, aquellas épocas en que nuestro país todavía era colonia de España. Si todo sale bien, la noveleta será publicada dentro de la Colección Ámbar, de la Editorial Gente Nueva, en un libro «siamés»: estará acompañando a la extraordinaria fantasía épica Las Arenas de Erif Eren, de Dennis Mourdoch. ¡Aprovechen, lectores, que será un dos en uno!      

¿Qué de novedoso podrá encontrar el lector en Chunga Maya y otros relatos, tu libro ganador del Premio Calendario?

Aquí van algunos spoilers: cinco relatos de ciberpunk donde los protagonistas son fumigadores de nanobots, contrabandistas de fantasías y de campos de marabú radiactivo, personajes que intentan seguir sus sueños en una Cuba futura y distópica. En las profundidades marinas del archipiélago se encuentra Chunga Maya, un leviatán surgido de la mutación genética de las clarias omega. Ha crecido de manera tal que sus recorridos constantes alrededor de la Isla condenan a la población a un nuevo bloqueo.

Por último, ¿cuál consideras es el mayor dolor o desesperación del escritor? ¿Y la recompensa soñada?

La soledad que implica el trabajo del escritor, luchar con la angustia y las opiniones de que estás perdiendo tu tiempo, son los mayores dolores.

La recompensa más grande es que el público pueda disfrutar del producto de tus esfuerzos, tanto como tú lo hiciste al escribir la historia original.

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