Cuando todos los plásticos toman café

Con un espacio teórico desarrollado entre el 10 y el 12 de septiembre abrió las puertas el 26 Salón Provincial de Artes Plásticas bajo el nombre de Salón Café, organizado por el Centro Provincial de Artes Plásticas de Holguín y la Asociación Hermanos Saíz.

Muchos críticos han afirmado que uno de los problemas de las artes plásticas contemporáneas en Cuba es el desarraigo, la pérdida del referente y la tradición en los jóvenes artistas; el hecho de querer partir de cero en la propuesta, sin mirar atrás.

Si comparamos esta edición del Salón Provincial de Artes Plásticas con anteriores muestras, resulta visible cierto desarrollo en algunos aspectos pero también cierta quietud en forma de nebulosa gris que se expande buscando un conceptualismo arropado, aparentemente, en la posmodernidad; pero que no rehúye del todo los referentes aprendidos de diferentes maneras. Así el lienzo es desplazado de la pared por otros materiales o es utilizado como un elemento secundario, mientras predominan las instalaciones, el arte conceptual y el juego con técnicas y estilos variados, cuestión que no debía extrañar a la creación y al público cubano, cuando es una práctica generalizada en el mercado europeo y norteamericano desde mediados del siglo pasado y se evidencia, a flor de piel, en las muestras que acoge la Bienal de La Habana, como el referente inmediato más importante en la Isla.

Respecto a esto, el crítico de arte y presidente del jurado, Frency Fernández, consideró que «los niveles cualitativos de las obras estuvieron por debajo de ediciones anteriores y de la temática propuesta en la sala en cuanto a la dinámica de socialización e interacción de este tipo de espacio, a partir de un café como sitio de tertulia y reflexión».

El Salón Café —amparado en el tema “Todos los plásticos tomamos café…”: intertextualidad y juego con el clásico “Ay, mamá Inés” de Eliseo Grenet, interpretado por Rita Montaner y Bola de Nieve—, es una propuesta arriesgada desde su propio concepto y curaduría y, de alguna manera, panorámica del quehacer artísticos de los jóvenes creadores, muchos de ellos miembros de la AHS o estudiantes de la Academia de Artes Plásticas El Alba. En el Salón confluyen, grosso modo, las instalaciones y el arte conceptual no figurativo como líneas estéticas predominantes, en torno a la idea de la comercialización del arte y del consumo cultural. Destaca la propuesta conceptual de la curaduría.

Salón Café, como hemos visto, parte del concepto del Café como sitio para el diálogo y la confluencia, propagados de forma creciente en los últimos meses en la ciudad de Holguín. Los nombres de los autores de las obras se pueden apreciar en una “tablilla” de expender productos a la entrada del Centro de Arte. También encontramos un libro de quejas y sugerencias y protección al consumidor, porque el arte, y he aquí el hilo conductor, es visto como parte del consumo cultural; como llegar, pedir un café y conversar unas horas con los amigos. En la pared cuelga una especie de estatutos firmados por el equipo curatorial, donde se le especifica al cliente:

«El consumo cultural en Cuba es, para algunos círculos intelectuales, un término tedioso, machacón y de difícil digestión. Pero conscientes somos que estas apreciaciones son más por su reiteración que por la comprensión acertada de su praxis. (…) El consumo consciente y activo de las artes visuales en la provincia es una utopía, que sin consumarse está ya en crisis. No se debe afirmar que existe tal fenómeno cuando el público que va a nuestras salas no es asiduo o no tiene la intención expresa».

¿Qué tiene de peculiar esta exposición que acoge la Sala principal del Centro de Arte en Holguín? ¿Qué puede ser transgresor, a estas alturas, en las jóvenes miradas que se acercan al arte? ¿Cuán necesario o permisible puede ser transgredir o alejarse de los patrones artísticos sobre los que se basa la tradición en pos de deconstruir y construir definiciones personales del arte?

Hablemos de las piezas en la exposición, auspiciada, además, por el Fondo Cubano de Bienes Culturales, la Egrem, Artex y la filial de la Uneac en la provincia. El Premio fue otorgado a la tercera pieza de la obra “Actividades para la cabeza”, un video performance de Linet Oquendo Meneces, de Banes, en la que el minimalismo estético y conceptual asombran e interrogan al espectador desde el propio enfrentamiento con la obra; aunque el jurado sostiene que “Actividades para la cabeza” debe solucionar algunos problemas conceptuales, pues bebe de muchas fuentes no evidentes, que terminan disolviéndose en un corpus no bien definido, pero igualmente necesario.

Hablemos de las Menciones y otras obras que destacan dentro de Salón Café. Con “Sueños que perduran” (de la serie Filogeni”), Iván Alberto Pérez-Rolo Ricardo (Tercera Mención), despliega una instalación de dimensiones variables en la que juega con el recuerdo y la memoria, a la vez que los interroga constantemente; con la trascendencia y el pasado visto a través de una serie de viejas fotografías en sepia, blanco y negro: apacibles fotografías enmarcadas con papel periódico y cubiertas por un grueso cristal que en ocasiones está fragmentado, como la misma memoria.

En “Migración” (de la serie Transculturación), Amanda Mulet Velázquez y Yanelis Legrá Barzaga (Segunda Mención) muestran, mediante un impresión digital, dos modelos en posiciones clásicas de este tipo de fotografía: pero en sus cuerpos, frágiles y hermosos a la vez, hay un destello de tristeza; portan solo vestidos tejidos con formas de mariposas multicolores, por donde se dejan ver partes de su piel. Las mariposas son metáforas del viaje, de la migración.

La Primera Mención y también Premio Colateral de la AHS, lo obtuvo la instalación “Factor 8”, del grupo moense Ultreia. Este grupo lo componen los jóvenes artistas Fidel Silvestre Palacio, Dionnys Jústiz Álvarez y Frank Téllez Marzabal. También de Ultreia, en la Sala Electa Arenal del propio Centro Provincial de Artes Plásticas se encuentra la exposición Psiquis, inaugurada el pasado agosto. Con “Factor 8”, quizá la pieza más arriesgada y controvertida de la exposición, Ultreia recrea una metáfora sobre la evolución y el desarrollo, y también sobre la interrupción natural de este último, utilizando animales vivos en la conformación de una obra de arte.

La pieza semeja una incubadora de madera en tres pisos o partes: en la parte superior hay varios huevos de gallina sobre una esfera que parece ser giratoria y proporcionar calor. Parece, pues el equipo no está en funcionamiento. Debajo, en el piso intermedio, encontramos varios pollos pequeños y vivos en dos departamentos. Si miramos bien, notaremos como a algunos le han cambiado el color de las plumas, diferenciándose de los otros, aunque no sé si ese haya sido parte del objetivo original de Ultreia. Debajo, casi al suelo, varias cajas de madera terminan la instalación.

Destacan también las piezas “Tiro al verde” y “Amén”, de Feniel Garrido Carralero; la primera, conformada por tres piezas, es una de las obras más interesantes de la exposición en la que el autor mezcla materiales diversos formando esferas concéntricas sobre el lienzo: uniformes militares, distinciones, pintura y otros materiales; “Escaleras al cielo”, de Gabriel Hernández Rodríguez; “Los hijos de Sísifo”, de Antonio de Jesús Machado Hernández, la única obra figurativa de la exposición; “Disparo a traición”, de Jesús Hernández Sotolongo: la obra no es nada más que un espejo enmarcado, de ahí que el disparo a traición sea el flash de la cámara del espectador que acaba devolviéndole su imagen; la instalación “8888 III”, de Erlys Alejandro Carballosa; “High vista”, de Yunier Medina y “S/T” (de la serie Fábrica de recuerdos) de Alejandro Jesús González, entre otras.

El consumo cultural y los derroteros estéticos y conceptuales por los que se rige el arte cubano contemporáneo y sus ejecutores, viene a ser piedra de toque en el debate actual, desarrollado como parte del evento teórico colateral del Salón Café. Fueron impartidas las conferencias “Zona Franca y las muestras colaterales de la Bienal de La Habana como referentes del consumo cultural de las artes visuales”, por Tania Parson Peñaranda; “La problemáticas y las tendencias del consumo cultural en la contemporaneidad”, por Ramón Legón Pino; “El arte de los medios emergentes: una manera de hacer arte en el siglo XXI. La experiencia de Matroska”, por Frency Fernández Rosales y “El arte sonoro como fenómeno artístico interdisciplinario”, por Yarisley Medina Abreu. Se presentó, además, el libro Compilación del Premio Nacional de Crítica Guy Pérez Cisneros, por Vladimir Hechavarría Morales; sesionó el Panel “Impresiones del Jurado y especialistas invitados” y fue realizado un encuentro sobre derechos de autor con especialistas de la agencia ADAVIS.

La exposición lo deja claro en sus “estatutos”, dados a delimitar terrenos y proteger al espectador-consumidor, cuando afirma que «la intención curatorial del Salón Café no va sobre la matraca del consumo cultural per se. Tampoco es la de aleccionar, corregir o advertir sobre las consecuencias del desfase intelectual. Todo lo contrario. Intenta impulsar su estudio y aplicación a través de la propuesta de un sistema ideal de protección a nuestros públicos consumidores, con un concepto refrescante y desenfadado, que no deja por ello de ser serio e incisivo».

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