Adelaida de Juan, tan cercana a la Casa y a Nuestra América

A Adelaida de Juan, partícipe y protagonista de una época y del espíritu creativo de nuestro continente, se le dedicó el espacio Café Arteamérica de la Casa, con motivo también de celebrar el 90 aniversario del natalicio de esta autora imprescindible para el estudio del arte cubano y latinoamericano.

Por quien mantuvo un vínculo por años a esta Casa, se reunieron en la sala Manuel Galich un grupo de colegas que estuvieron relacionadas con diferentes aristas del trabajo de la profesora y crítica de arte. Una de ellas, Silvia Llanes, directora de Artes Plásticas de la institución, compartió anécdotas de su época de estudiante cuando Adelaida impartía clases, y lo mucho que significó para ella haberla tenido de maestra.

La Doctora en Ciencias Luz Merino Acosta, profesora de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana, afirmó que Adelaida sentó pautas y que algunas de sus obras se han convertido en referencia para el estudio del arte de Nuestra América; de ahí su consideración de que debía habérsele otorgado el Premio Nacional de Investigaciones Culturales, porque en términos de indagación también abrió ventanas en el ámbito de la cultura, y es indiscutible el valor que se le confiere a sus investigaciones, sobre todo las relacionadas con el cartel cubano.

“Al ver esa praxis como arte –el cartel–, además de ser un producto comunicativo, sentó bases para que otros continuaran estudios”, puntualizó Luz Merino, quien agregó que una de las líneas investigativas que abrió fue el estudio de la caricatura cubana. “Adelaida fue contra la norma al colocar una lupa en la producción caricatural de la República en una práctica que había tenido notoriedad antes del 59”, refirió la Doctora, pues explicó que en los años 60 no había una convicción de que este género fuera arte, ya que la pintura ocupó el canon de obsesión, “era lo estimado y lo que tenía una crítica”.

Se detuvo en los estudios que hizo De Juan acerca de la caricatura de Ricardo de la Torriente con Liborio, el Bobo de Abela y El Loquito, y ahondó en aspectos significativos de esta investigación: la actualidad nacional, la caricatura como antena de la opinión pública, el análisis de los giros lingüísticos a través de sus diálogos (enunciados semánticos de sus personajes), la reproducción y serialidad, su abordaje de la República desde una forma posmoderna.

Adelaida asienta con claridad que la caricatura ha sido hecha para ser leída en su tiempo, actúa como cronista de los acontecimientos, reflexión que nos lleva a recordar que un clásico siempre conversa con otras temporalidades, y en este caso nos habla del pasado, el presente y el futuro. “Por ello sería deseable como homenaje dejar algo más perdurable que pusiera de manifiesto el respeto y la continuidad de los estudiantes sobre los temas abiertos por ella; pensar en la posibilidad de una publicación, un libro electrónico, que recoja los aspectos más relevantes de las tesis y que se reverencie su presencia y continuidad a través del conocimiento de ese arte”, aseveró Luz, quien añadió que supo otorgarle a ese género el lugar que merece, recogido hoy en su libro Caricatura en la República, “que indiscutiblemente es un clásico”, aseveró.

La Doctora en Ciencias Olga María Rodríguez, profesora de la Universidad Iberoamericana de México, abordó cómo De Juan fue iniciadora de muchas de las posturas críticas que incluso hoy se estudian teóricamente, pero que se pueden apreciar en sus textos publicados en la revista Casa: “Está escribiendo en los muy tempranos años 60 sobre los artistas argentinos en la Neofiguración cuando está ocurriendo ese movimiento, sobre Matta cuando está produciendo… o sea, va legando un corpus teórico para la configuración de la historia del arte latinoamericano desde una postura muy comprometida con la situación del desarrollo de la historia del arte que se estaba experimentando desde Cuba”, argumentó.

Su estilo crítico limpio y directo, pero con la complejidad discursiva de acercarse a estos artistas, sus relaciones con sus respectivos entornos, fueron temas abordados por Olga María, quien especificó con las publicaciones de Adelaida estos planteamientos. En ese sentido apuntó: “Nos sorprende ese trabajo tan riguroso para secundar cada texto con un lenguaje muy claro a nivel comunicativo pero que a la vez tiene varias referencias, sustentando a nivel teórico, histórico, técnico, muchas de las menciones que construyen su texto, y que es un aporte paralelo que nos regala”.

Habló también acerca de otras áreas que le interesó muchísimo a Adelaida, como el arte prehispánico, y aquí se detuvo en su asomo por las culturas americanas a través del trabajo de la arqueología, la recuperación de exposiciones; así como sus estudios sobre el arte del Caribe, una zona que “detecta muy tempranamente y que requiere una atención especial por la naturaleza tan compleja de su diversidad, y que a la vez es la que le da la unidad a la región”.

En los 70 comienza De Juan una serie de investigaciones en países que hasta ese momento no formaban parte del arte latinoamericano, subvirtiendo esa visión hegemónica en la región, e introduce zonas como Haití, Jamaica, Barbados; comienza explorar saberes e historias y va estableciendo una sinergia entre el desarrollo intelectual, el de la literatura, con las costumbres, mitos, lo que hoy incentiva varias indagaciones, incluso de los estudiantes, acerca de la relación del intelectual caribeño con la naturaleza.

Se refirió a su artículo “Plástica caribeña: un arcoíris”, escrito en el año 1979, cuando reconoce toda una serie de características, de rasgos culturales e históricos, que hoy forman parte de teorías decoloniales. Y aunque la autora aborda el mito ancestral, afirmó, no omite otras temáticas tan complejas como la abstracción latinoamericana.

Abre caminos en cuanto a la fotografía, el cartel, el grabado, el ballet, manifestaciones que hoy integran la interdisciplinariedad en la historia del arte, pero que en aquel entonces ésta era concebida como una disciplina centrada en las artes plásticas tradicionales, de ahí que constituye una referencia bibliográfica obligada para cualquier estudiante.

Nahela Hechavarría, curadora y especialista de Arte de la dirección de Artes Plásticas de la Casa, recordó a modo de crónica a esta gran mujer y cuánto le aportó desde lo personal sus enseñanzas y sus investigaciones, su quehacer fructífero. Desde el número 32, de 1965, en que publica su primer trabajo en la revista Casa, la publicación incluiría de forma sostenida textos de su autoría hasta el 2016, y aunque después se sumarían otros investigadores y críticos, su voz fue predominante en el ejercicio crítico de la revista, comentó.

Reafirmó que ha sido una fortuna contar con una curadora de extraordinaria agudeza crítica, pues siguiendo su más de centenar de textos publicados desde 1965 al 2016, se puede cartografiar el devenir de todos esos movimientos artísticos y culturales en la región, así como la obra de los que hoy son maestros y antes eran artistas emergentes, que donaron y enriquecieron la colección Arte de Nuestra América Haydee Santamaría.

Puntualizó que la Casa y la revista Anales del Caribe fueron por décadas los principales medios en los cuales América Latina y el Caribe, su arte y su cultura, encontraron resonancias críticas y diálogo con el lector cubano.

“De las cientos de exposiciones que la Casa realizó, Adelaida fue vista en muchas de ellas, aun en sus últimos años, con la mirada atenta y la misma pasión por conocer”, dijo Nahela, quien afirmó que ha servido de guía para aquellos con la tarea de decodificar, nombrar, valorar, la diversidad de las prácticas artísticas latinoamericanas y caribeñas.

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