Santa Clara y su bohemia costumbre de trovar

Hace más de 50 años, jóvenes influenciados por temas de Silvio Rodríguez, Pablo Milanés y Noel Nicola forjaron, guitarra en mano, lo que poco a poco se convirtió en un hito de la trova cubana. Cuando ya este género era parte indisoluble de la cultura santaclareña y no resultaba extraño ver a algún aficionado entonar canciones de su propia autoría en cualquier sitio aledaño al parque Leoncio Vidal, Ramón Silverio brindó a esos artistas bohemios un lugar propicio para el intercambio y el disfrute: El Mejunje.

Fue entonces cuando, en septiembre de 1997, surgió la Trovuntivitis, un colectivo de autores que luego devino en proyecto cultural y, según ellos, hasta familia. Entre los primeros en impulsar este genuino movimiento se encuentran Raúl Marchena, Alain Garrido, Leonardo García, Diego Gutiérrez y el Trío Enserie (Roly Berrío, Raúl Cabrera y Levis Aliaga).

Según Yamila González, trovadora avileña, la trova santaclareña sobresale, entre disímiles proyectos similares, por su carácter renovador y libre. «En otras provincias de Cuba no existen tantos espacios, tanta persistencia ni tanto apoyo entre los trovadores como existe en Santa Clara».

Ese carácter desenfadado y espontáneo ha permitido que se hayan incorporado nombres a la lista: Yaíma Orozco, Yatsel Rodríguez, Yordan Romero, Irina González, Karel Fleites, Michel Portela, Yunior Navarrete, Yeni Turiño, Migue de la Rosa…

Todos los jueves del mundo

«Cuando vi una noche de Trovuntivitis me quedé loco. No podía creer que en Santa Clara ocurriera algo tan grande y que en el resto de Cuba la gente no lo supiera», cuenta Juan Pablo Palmero, camagüeyano recién graduado de la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas.

Para Yatsel Rodríguez, trovador santaclareño que presidió durante varios años la Asociación Hermanos Saíz en la provincia, las noches de jueves en El Mejunje resultaban insólitas, «al punto que cambié mi forma de vida para adaptarme a eso».

En tiempos en que la crisis económica ha afectado incluso el arte, las noches de trova prevalecen, pero ya las gradas no se llenan como antes. Sin embargo, los músicos y el público entrevistados coinciden en que la razón principal que convierte a Santa Clara en una ciudad tan trovadicta es su juventud tan cambiante y apasionada, tan renovadora y tradicional.

Michel Portela, autor de canciones populares como Será ayer, Ese tequila y Todo lo que se dice, afirma que siempre le sorprende que sean los jóvenes quienes le piden muchas de sus canciones más antiguas.

Santa y clara canción

«Quizá la forma en que hemos hecho nuestra música también nos ha ayudado a prevalecer en el gusto juvenil —explica Yordan Romero, músico y compositor—, pues cultivamos una canción que no se aleja de la estética y el lirismo trovadoresco, pero que, además, ha sido disfrutable, bailable… Dentro de la misma Trovuntivitis vemos la mezcla de ritmos oriundos de nuestro país y una pizca de rock.

«Además, contamos con el Festival de Trovadores Longina. Cada enero la gente espera a los trovadores que vienen de todo el país y de distintos lugares del mundo; aunque durante el año por aquí pasan artistas de todas partes. Eso ha ayudado a cautivar un público conocedor del género, amante de la canción trovadoresca y uno de los más exigentes del país».

La caña santa

En los duros años 90, cuando escaseó todo menos las ganas de crear, en la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas, jóvenes de la carrera de Filología se reunían por las noches para compartir infusión de caña santa y talento.

La Caña Santa atrae a los pasillos de la Facultad de Humanidades, en la Universidad Central «Marta Abreu» de Las Villas, a centenares de estudiantes y profesores universitarios (Foto: Tomada del perfil de Facebook de La Caña Santa).

Cuentan que la poesía, la narrativa y la música hacían tan atractivos esos encuentros que, poco a poco, se volvieron costumbre. La peña, que tuvo sus altas y bajas durante estos casi 30 años, adquirió el nombre del brebaje, y hoy constituye un importante espacio para el intercambio entre artistas aficionados de la Federación Estudiantil Universitaria (FEU).

Juan Pablo Palmero cuenta: «Pedrito O’Reilly era el encargado de organizar la Caña Santa, pero no tenía mucho tiempo para dedicarle. Nosotros teníamos más y el contacto directo con la juventud universitaria, y sabíamos bien lo que querían y necesitaban para divertirse. «Empezamos a crear. Tomamos ideas de otras peñas y buscamos alternativas para comunicarnos más con el público. Al inicio, no contábamos con más de diez personas, muchos de ellos eran amigos nuestros; pero los esfuerzos no fueron en vano».

Dagmar Albelo, estudiante de segundo año de Comunicación Social, asegura que en la Caña Santa encontró el lugar perfecto para desempeñarse como cantante aficionada: «Al principio pensé que tendría que enfrentarme a alguna prueba, pero lo que encontré fue algo totalmente libre. Me dijeron: “Ven a la peña y canta, que esto es para disfrutar”.

«Esas influencias trovadorescas de la Caña Santa, de los muchachos tocando guitarra en el afamado Parque de las Mentiras, de la Trovuntivitis y de tantos otros espacios en toda la ciudad forman parte de la identidad de Santa Clara».

La trova seguirá inundando los espacios santaclareños, porque tanto para Yatsel Rodríguez, como para otros trovadores de todas las edades, el desafío consiste en «cantar, luchar por estas burbujas donde podemos respirar un poquito de arte, que es nuestro aire limpio».

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