Cómo se engulle una isla

Surgen los encuentros a veces de la manera más insólita. Son tiempos donde la vida está al clic de un ícono, al envío de un mensaje de texto, a la reacción de un like en redes sociales. Mas, reconforta cuando pese a tanta virtualidad aún persisten costumbres de siempre, ahí cuando nada supera a la charla entre cafés y el calor del roce humano. No obstante, he de admitir que, en esta historia, tanto poder tuvo lo uno como lo otro.

Hace tal vez un año y poco más, una noche de insomnio como tantas, mientras navegaba el infinito mundo online, un chico anunció por WhatsApp la venta de algunos libros de uso. Descubrí en aquel grupo, llamado El Librero, varios títulos que desvelaron ya por completo mis nervios, pero poco fue eso ante lo que vino después. Al escribirle para preguntar al respecto, del otro lado contestó un jovencito de apenas veinte y poquitísimos años, pero cuyo conocimiento superaba en creces su corta edad. Siempre me hace muy feliz comprobar que nuestros jóvenes sí leen, que aún los libros son capaces de apasionar tanto. Hay quienes no confían en el poder de esas cosas simples frente al monstruo enorme de Internet.

 

Descubrí a aquel muchacho y se me llenó de júbilo el alma. Poder compartir juntos nuestro amor infinito por los libros, sus olores, frases específicas de algunos autores y otras manías bibliofílicas, se convirtió en un pasatiempo agradable que además nos retroalimentó muchísimo. De ese modo pudimos encontrar entre nosotros varios títulos que llevábamos tiempo buscando. Así, cada vez que viajaba, me pedía que encontrase algún volumen para él, sobre todo libros de Leonardo Padura, autor que significó el vaso comunicante de esta “historia-reseña-entrevista”, ajiaco de géneros que traigo a bien compartirles hoy, sin etiquetas; ¿qué más da en cuál encaje siempre y cuando sea capaz de relatarles cómo a veces la vida hilvana los caminos?

Llegó abril y con eso mi aceptación para una Beca de Escritura Creativa con Padura y el equipo de su editorial en Cuba: Aurelia Ediciones. Entre las actividades del curso estuvo nuestra presencia especial en la presentación de un nuevo título de este aclamado autor cubano. En cuanto mi amigo supo de esto se le disparó el fanatismo y buscó por todos los medios la forma de obtener el libro, entre otros que también estaban a la venta. A los becarios nos daban la oportunidad de un descuento, pero solo para la obtención de un ejemplar. Con gusto le cedí ese cupo a él, para ser sincera, nunca he sido fan a la literatura de Leonardo. Mientras transcurría la actividad literaria más impresionante que he visto en mi vida dada la cantidad de público y el número de ventas, yo iba enviándole fotos y detalles de todo cuanto ocurría. De repente, mi amigo me manda una foto mía sentada en medio de la presentación de Padura. Alguien más tomó esa imagen para él. Aquello me pareció rarísimo, fue entonces que supe de otros amigos suyos que también estaban ahí. Les había dicho que yo ocupaba la primera fila, alardeando de tener asegurado su nuevo ejemplar del crack de las letras cubanas. Así surgió el encuentro con Lester Ballester y Javier Vila López, compilador y diseñador de La isla devorada, donde se encuentran recogidos una serie de cuentos breves cubanos contemporáneos. Por esa sentencia titular para la obra comenzó la entrevista, una vez llegados al punto protocolar de la conversación, cuando ya nos habíamos asombrados de la capacidad de nuestro amigo en común para unir gente de toda Cuba a través de sus libros de uso en venta.

En realidad, lo de contemporáneo sí, pero cuento breve no creo. Más bien son minicuentos, –acotó Lester–. Pero el editor se encaprichó en acuñarlo de ese modo. Creo que lo más relevante de esta compilación está en agrupar tanto voces nobeles, fuera incluso del panorama literario cubano, de los que nunca se ha oído hablar, como otros escritores que ya tienen una obra edita bastante sólida o en camino a serlo. Lo bueno es que hay una pluralidad. Entre las voces más conocidas podemos mencionar a Elaine Vilar madruga, Milho Montenegro, Rainer Castellá Martínez, Barbarella D´Acevedo, Anisley Miraz Lladosa, Argel Fernández Granado, este último una de las figuras más importantes de la literatura en Las Tunas, mi provincia.

Lester F. Ballester

¿Cómo inició el proyecto? –pregunté.

A inicios del 2020, iniciando la pandemia en Cuba, lanzamos una convocatoria con el respaldo de la Editorial Avatares (Pasto, Colombia). Pero la propuesta salió del editor Jonathan Alexander España Eraso, quien vislumbró la oportunidad de reunir a varios autores jóvenes bajo el hilo conductor de la narrativa breve. Luego las cosas se complicaron para ambos al enfermarnos de COVID. Perdimos comunicación durante un tiempo, incluso, confieso que me preocupé mucho, había hecho un compromiso moral con esos autores y debía sacar la compilación a como diera lugar, así que comencé a buscar otras editoriales para presentarles el proyecto. Pero por suerte reestablecimos vínculos. Sin embargo, siento que ese año y pico sirvió para mantener abierta la convocatoria por un plazo mayor, lo cual hizo posible el envío de más de cien propuestas. Yo realicé todo ese proceso de recepción de los originales y posteriormente la selección de las obras que integrarían el volumen. La primera preselección fue de ochenta textos, después decidimos quedarnos con los cincuenta mejores que de alguna forma representan el quehacer actual de este género en el país. El proceso que sí nunca se detuvo fue el de la parte visual que llevaría el proyecto. Desde el principio tuvimos la idea de ilustrarlo y Javier Vila López, junto a otro colega nuestro: Andy J. Gonzales Sanz, se encargaron de esa parte del trabajo.

A inicios de 2022 volvimos a enfocarnos en el proyecto. La primera editorial con la que pensamos saldría la coedición del libro, Editorial Quarts, de Perú, no continuó en el proceso, en su lugar se sumó Nueve Editores (Bogotá, Colombia), con la que finalmente trabajamos de conjunto. El manejo con ambas editoriales fue fructífero, serio y comprometido desde que decidimos reestablecer los tiempos de edición de la obra. Jonathan Alexander España Eraso tuvo a cargo el prólogo de la compilación y Andrea Vergara G., gerente editorial de Nueve Editores, se ocupó del epílogo, así como de la portada del libro ya que también se desempeña como artista visual, así que, es una obra suya. La nota de contracubierta tuvimos el honor de que la hiciera Raúl Brasca, reconocido escritor argentino, multipremiado internacionalmente, estudioso de la minificción, uno de los referentes más reconocidos del género en Latinoamérica.

Quedamos contentos con el resultado, pero sí siento que se nos quedaron fuera muchos escritores importantes del panorama literario actual en Cuba, que tal vez no se hayan enterado de la convocatoria. Así que pensamos en un segundo tomo para más adelante, donde tal vez se incluyan de nuevo voces nacientes con otras más consagradas en pos de hacerlas confluir.

Mira, –me dijo mientras miraba su reloj– justo ahora debe estarse presentando por primera vez el libro en Colombia, era a las siete de la tarde, aquí son ya las ocho y cuatro minutos.

 Que coincidencia, ¿no? Estaba teniendo en ese momento la primicia. Por primera vez entrevistaban al compilador y al ilustrador de La isla devorada en Cuba. Confirmó Lester Ballester que próximamente estaría participando en las Romerías de Mayo, promocionando el libro bajo el amparo de Ediciones La Luz. Según pude apreciar, la obra tuvo su espacio dentro del programa de las Romerías, evento de arte joven más importante del país y posteriormente continúo presentándose en otros eventos.

A día de hoy, ya la Biblioteca Redonet, del Centro de Formación Literaria Onelio Jorge Cardoso, cuenta con un ejemplar del libro. La iniciativa de que cada egresado del centro resguarde su obra ahí, garantiza un repositorio interesante para el estudio de la narrativa en la isla, información que cada año se actualiza con el egreso de nuevos narradores y los resultados de trabajo de las decenas que ya hemos logrado publicar.   

Javier Vila, el ilustrador, se había mantenido bastante tímido hasta el momento. Ambos son jóvenes aún, no dejaba de asombrarme que se hubiesen lanzado con la responsabilidad de este proyecto. Lo sonsaqué un poco y se animó a contarme sobre las ilustraciones de cada minicuento. Comentó que había pasado años en la construcción de los bocetos, todo el tiempo que duró la edición, desde las primeras selecciones de los textos que integrarían el volumen. El otro ilustrador Andy J. Gonzales Sanz vive actualmente fuera de Cuba, pero aseguró que mantuvieron comunicación durante el proceso de trabajo.

El resto de la noche la pasamos compartiendo ideas respecto a la nueva obra de Padura, los entresijos de la literatura actual y sus marañas habituales. Decidí llamar a nuestro amigo en común, el joven vendedor de libros de uso por WhatsApp. Agradecer por incitar el encuentro, lo cual supe, en algún tiempo, daría paso a otro trabajo que disfrutaría escribir. Preguntó por sus libros de Padura, sonreí mientras pensaba qué historia de pérdida inventaría para hacer vibrar la venita de su frente. Sin embargo, para mi sorpresa, ignoró la malicia de mis comentarios respecto a haber dejado los libros en la cafetería, solo preguntó si me había hecho con algún ejemplar de La isla… y que, como era lógico sería suyo. Yo me quedaba con el privilegio de la entrevista a su compilador y, evidentemente a él le correspondería el libro como pago. Bibliofilia, señores, ahí se justifica todo.   

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