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Los hermanos Saíz en buenas

El movimiento clandestino del pueblo de San Juan y Martínez había decidido conmemorar con un acto público, el 13 de agosto de 1957, el aniversario 31 del líder Fidel Castro, y esa tarde los hermanos Luis y Sergio Saíz Montes de Oca se aprestaron a cumplir la misión tras despedirse de su madre Esther, maestra de primaria a quien le dijeron: “No temas, algún día te sentirás orgullosa de nosotros”.

Ellos eran dirigentes del Movimiento 26 de Julio en la localidad pinareña y se dirigieron al otrora cine Martha, en el centro del pueblo, donde pensaban realizar una acción de propaganda. Sergio se encontraba justo frente a la taquilla cuando un soldado se le encimó e intentó registrarlo con violencia, a lo cual se negó el joven, por lo que el esbirro trató de pegarle y fue cuando Luis intentó defenderlo y exigió al agente que lo dejara, al tiempo que avanzaba, pero lo fulminó un disparo del militar.

Entonces Sergio, desde el suelo, al verlo caer, se abrió la camisa y gritó: “Asesino, has matado a mi hermano, hazlo conmigo también”. El soldado apretó el gatillo y le atravesó el pecho.

“Cuerpos que yacen dormidos/ abrazados al cemento/ de una calle y una estrella…”, había escrito Sergio en un poema, como anticipando la jornada de la heroica muerte de los dos.

Los asesinatos conmocionaron al pueblo y a toda la región. Al respecto recuerda el intelectual Abel Prieto, quien conoció en su niñez al adolescente Sergio Saíz por ser alumno de su padre: “Había caído un pesado manto de angustia y horror sobre todo Pinar del Río. Mi madre lloraba. Mi padre repetía una y otra vez que andaban desarmados (…), fue un golpe feroz, ciego, inconcebible, que luego fui comprendiendo poco a poco”.

Por encima de diferencias sociales, el pueblo de San Juan y Martínez se mostró solidario con el padre de los combatientes, Luis Saíz Delgado, juez del pueblo quien administraba la justicia desde hacía muchos años con honradez proverbial que le ganó el respeto de todos, a pesar de la difícil época en que le tocó ejercer su profesión.

Igual aliento recibió la madre, Esther Montes de Oca Domínguez, maestra de las primeras graduaciones de la república, quien al final de su vida con más de 100 años recordaba con lucidez cómo inició su primer curso trabajando en la construcción de la humilde escuelita en el campo y las clases que impartió sobre el legado de José Martí, Antonio Maceo y Máximo Gómez, que cimentaron el sentimiento patrio de generaciones de cubanos.

La temprana vocación revolucionaria de los Saíz tiene mucho que ver con la formación y el ejemplo que recibieron desde la infancia. Luis, el hijo mayor de 18 años, formó parte del Directorio Revolucionario en La Habana, ciudad a la cual se trasladó para iniciar una carrera universitaria, interrumpida por el cierre del plantel por la dictadura, no obstante el tiempo le alcanzó para incorporarse a la lucha junto a José Antonio Echeverría y Fructuoso Rodríguez.

Al volver al pueblo natal ya era un convencido luchador clandestino y fue nombrado Coordinador Municipal del 26 de julio. Mientras, Sergio, un año menor, tenía una trayectoria similar iniciada en la segunda enseñanza y desde entonces participaba junto a su hermano en todas las actividades conspirativas y se convirtió posiblemente en el responsable de Acción y Sabotaje más joven en ese entonces en el país.

Ellos visitaron en unión de sus progenitores los Estados Unidos, escribían literatura política, eran estudiosos de la obra de José Martí, de la historia universal y la filosofía, conocían las ideas de Carlos Marx, al que Sergio le dedicó un poema, en el que decía: “… el mudo escalpelo de tu doctrina, / hace temblar en vibraciones / el duro templo de la explotación…”

Ambos fueron alumnos destacados en la escuela primaria José de la Luz y Caballero, en la que se distinguieron por su vocación ética para oponerse a la injusticia y a su vez iniciaron una temprana inclinación a la poesía, la música, el teatro, escribieron artículos, cuentos y ensayos en los que sobresalieron por una insaciable sed de conocimientos sobre las tendencias políticas y procesos históricos de la época.

En la papelería de los hermanos se encuentran análisis y denuncias sobre la discriminación racial en Cuba, el papel de la enseñanza en la formación de valores revolucionarios y sobre la necesidad de hacer una Revolución social, que asombra por la profundidad de las ideas escritas por estos casi adolescentes combatientes clandestinos.

Poco antes de caer asesinados habían escrito el texto ¿Por qué Luchamos?, considerado el testamento político de ambos, en el que afirmaron: «(…) No tenemos más que nuestras vidas, avaladas con la honradez de su pensamiento justo y una obra inmensa que realizar y como ofrenda de devoción y desprendimiento las hemos depositado en los brazos de la Revolución Cubana -justa, grande, renovadora, honrada, socialista-, sin más esperanzas que ver cumplidos estos sueños».

El legado y ejemplo de estos revolucionarios se encuentra en buenas manos en la organización que agrupa a la joven vanguardia intelectual cubana, la Asociación Hermanos Saíz, fundada en octubre de 1986 y que continúa la obra que dejaron inconclusa aquellos extraordinarios seres humanos.

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