Da Vinci y el teatro

Cada 15 de abril se conmemora otro aniversario del nacimiento en 1452 de Leonardo Da Vinci, aquel que ha sido considerado el arquetipo del “ser renacentista” debido a que llegó a manifestar su virtuosismo en disímiles esferas.

Desde su infancia y juventud temprana Da Vinci reveló su talento creativo, primero como aprendiz de Verrocchio y luego como pintor independiente. En 1482 se traslada de Florencia a Milán y con la recomendación de Lorenzo de Médici, ofrece sus servicios en la corte del duque Ludovico Sforza —conocido como El Moro—. Entre 1489 y 1499 trabaja como ingeniero ducal y pintor de cámara de los Sforza. En esa etapa intenta llevar adelante la realización de un monumento al padre del duque, constituido por un caballo de dimensiones titánicas, a ser fundido en bronce. Tristemente a pesar de que Leonardo trabajó arduamente en el diseño de la estatua y de que llegó a realizar un modelo de arcilla de ésta, no consigue culminarla a causa de que el bronce destinado a su fundición fue enviado al Duque de Ferrara para la creación de varios cañones.

Contratado para una gran obra en la que se enfrasca por una década y que nunca llega a concretar, Leonardo asume diversas labores en la corte, quizás para preservarse la gracia ducal… Desarrolla sus habilidades en esferas otras. Manifiesta por primera vez su capacidad de organizador de espectáculos, o como podría decirse usando la terminología moderna, de director de escena. Organiza así la Fiesta del paraíso con motivo de festejar el matrimonio de Juan Galeazzo Sforza con Isabel de Aragón, princesa de Nápoles. En esta surgía el carro del sol tirado por caballos humeantes, en medio de un cielo estrellado en el que podían verse siete planetas. También realizó Da Vinci la Justa para las bodas de Ludovico el Moro con Isabel del Este y las de Ana Sforza y Alfonso I, —celebradas a la par en enero de 1491—. En la Justa aparecía un fabuloso animal con cuerpo de caballo escamado en oro, cabeza de carnero y cola de serpiente.

Tales espectáculos cortesanos acontecían en medio de música y canciones. Para ellos Da Vinci diseñaba tanto los vestuarios como los mecanismos de tramoya que permitían los cambios de decorados y la aparición de efectos espectaculares. Lograba el célebre artista combinar su sentido plástico con su inventiva y capacidades como ingeniero para crear obras de naturaleza escénica. Es de notar que dominaba a cabalidad la técnica para la creación de autómatas, que si bien surgiría en la antigüedad llegaría en el renacimiento a alcanzar gran perfección. Los caballos de una y otra representación eran justamente máquinas de uso titeril, en tanto eran figuras que aparecían en función dramática, en medio de la magia espectacular, ante un público.

En la corte de Ludovico el Moro, llegaría a manifestar también dotes de histrión-trovador, capaz de tañer instrumentos y entretener a un auditorio. Describe Giorgio Vasari (1511-1574) en su libro Vida de los mejores arquitectos, pintores y escultores italianos que el pintor de la Gioconda se presenta a Ludovico llevando una suerte de lira confeccionada en plata por él mismo con forma de calavera de caballo —diseñada de tal modo con el fin de lograr una mayor armonía— y que llega a superar a todos los intérpretes que se habían citado ante el duque, al combinar su virtuosismo como músico con su capacidad para improvisar rimas.

En algunas de las obras plásticas del período que Leonardo pasa en la corte de Ludovico es posible apreciar una dimensión espectacular. Entre 1495 y 1498 pinta Da Vinci el famoso mural de La última cena para el cenáculo de la pared del refrectorio del convento de Santa María delle Grazie, una de su obras más teatrales desde el punto de vista estilístico. Leonardo utiliza como motivo de su obra el dilema humano desatado por las palabras de Jesús, “uno de vosotros me ha de entregar”. Los personajes participantes en la cena muestran distintas reacciones a la frase y esto confiere gran vida a la pintura. El elemento conflictual motiva el drama en esta pieza plástica al modo en que puede ocurrir en una obra de naturaleza escénica.

Da Vinci no abandona su pasión por el teatro cuando se separa de la corte de Ludovico. A partir de 1516 vive en la corte del rey Francisco I en Amboise. Allí concibe otro gran espectáculo para agradar al monarca y para propiciar las conversaciones de paz entre este y el Papa León X. Concibe, a partir de la técnica del autómata un león mecánico, que era capaz de trasladarse rugiendo y que al pronunciarse el nombre del soberano se abría el pecho con las garras para dejar salir un torrente de lirios.

El ingenio de Leonardo en materia teatral lo llevaría a diseñar un teatro con una concepción arquitectónica de tipo circular que respondía a sus intereses como director de escena y donde manifestaba además sus conocimientos de ingeniería. En pleno siglo XX se encontraría el esbozo de este teatro en los códices de Madrid I y II integrados por dos gruesos manuscritos con dibujos y textos de Da Vinci que fueran descubiertos en la Biblioteca de Madrid, tras considerarse perdidos. Según el diseño de Leonardo, al momento de abrirse el teatro, tendría la forma de dos semicírculos unidos entre sí, de modo que semejaran una “X” con brazos curvos. Tras la entrada del público un sistema de cadenas se pondría en marcha hasta lograr unir los bordes exteriores en un círculo. La idea del teatro circular le fue inspirada a Leonardo al consultar la historia natural de Plinio donde aparece mencionado un espacio escénico de tal naturaleza aunque no se describe cómo funciona.

Las creaciones escénicas de Da Vinci son tan dignas de ser tenidas en cuenta como su pintura o sus invenciones en materia de ingeniería. En ellas es posible vislumbrar su complejidad como creador. Ya fuera que realizara un trabajo en el campo que podría considerarse meramente artístico, de la escena, Leonardo lograba hacer confluir todos los conocimientos que poseía en diversas materias y áreas de saber. Como artista creador hacía ciencia, y como científico creaba. Era un perenne investigador en busca de la fórmula precisa que le permitiera llevar adelante sus planes y era también un constante inventor —no debe olvidarse que su ingenio extremo lo llevó alguna vez por caminos no siempre fructíferos; La última cena comenzó su deterioro nada más terminarse debido a su novedosa técnica de ejecución—. Lo interesante de todo lo creado por Leonardo es que parte de un mismo principio de energía vital y también propende hacia un mismo fin: la manifestación del ser en su esencia inventiva.

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