Niñez y vejez en las fotos de Casa de Muñecas

Coleccionar y vivir acompañada de muñecas fue leitmotiv de Maso, una anciana que a los 81 años de edad caló en la mirada de Rogelio Enrique Loret de Mola López del Castillo. De aquel encuentro nació Casa de Muñecas, segunda exposición personal del joven fotógrafo, abierta en la Galería Alejo Carpentier de Camagüey.

Las 15 piezas están dispuestas en la sala principal del inmueble número 153 de la calle Luaces, levantado en el siglo XIX para ser casa. Insisto en el detalle por el diálogo urbano, inmediato, con la propuesta de inmersión a un hogar sin marca de rancio abolengo, del reparto de Montecarlo.

Una primera lectura descubre la versión personal e intuitiva de barroco latinoamericano llevado a la escala del interior de la pequeña vivienda. La variedad de diseños, un sentido de la belleza a través de figuras vistosas, el gusto por compartir y disfrutar el asombro de los curiosos son pistas de una anfitriona apasionada, ordenada y cuidadosa. Al mismo tiempo, el exceso ornamental transmite la obsesión por no dejar espacio al vacío, revela la soledad de alguien, cuya historia quedó por contar en un proyecto audiovisual.

Rogelio, acostumbrado a fotos de estudio para retratos a la figura humana, asumió los objetos de Maso como modelos en pose, ilusionadas con la trascendencia que él pudiera conferirles. En efecto, son imágenes perdurables aunque ese no fuera el objetivo inicial de las sesiones del 2019.

Queda en evidencia la complejidad en la decisión de qué enfocar por la serie de elementos en una escena profusa en puntos, líneas, planos y texturas. Un mal gesto podría romper algo en el intento de apresar en cada cuadro la mayor cantidad de información posible.

Desde la ciencia hay una respuesta al porqué el ser humano tiende a coleccionar. El cerebro libera dopamina cuando conseguimos algo. Heredamos la condición de buscador de nuestros ancestros, de entonces a ahora afrontamos cada nuevo de reto de supervivencia; por tanto, necesitamos experimentar la sensación de buscar y encontrar, para alcanzar estados de alegría, bienestar y placer.

Desde el punto de vista antropológico, Casa de Muñecas tiene la magnitud de un ensayo fotográfico que subvierte el paralogismo de la vejez a través de una persona diferente, máxime si la representación social de la vejez pasa por la construcción cultural de las edades.

Las fotografías y todo el universo imaginable refuerzan una idea: Maso fue feliz en su mundo. Por un audio de tres minutos, compartido en la apertura de la exposición, escuchamos a la anciana: “Toda una vida me gustaron las muñecas”. Cuenta de cuando el padre la complació con una muñeca negra, de la sorpresa de encontrar otras en el armario como regalo de la madre. Antes estaban rellenos de aserrín. Ella las prefería de tela y las nombró a todas.

El fragmento de entrevista concluye con esta expresión: “Dicen que recordar es volver a vivir”. Inevitablemente remite al artilugio humano contra la fatalidad del olvido. Gabriel García Márquez en Cien años de soledad atribuyó a los gitanos un aparato para borrar los malos recuerdos y a José Arcadio Buendía las ganas de inventar la máquina de la memoria para acordarse de todo.

Rogelio conmueve la sensibilidad humana por todo lo implícito en lo que muestra. Es curiosa la impresión de Maso acerca del fotógrafo. En el audio lo califica de “un joven de lo más agradable, jodedor, me siguió la corriente a mí, todo lo que yo decía”. El currículo de Rogelio es variopinto. De formación pedagógica. Lleva tiempo vinculado a los medios audiovisuales. Hasta anduvo por China estudiando lengua oriental y por tener un nombre tan largo tuvo que identificarse allá como Luo Jie. Por diversión, últimamente se le ha visto tocar la guitarra acústica en la banda Unauthorized, los domingos en el Seven Lounge Bar de la calle San Ramón número 7.

Miembro de la Asociación Hermanos Saíz (AHS), de la Fundación Caguayo y del Registro del Creador Audiovisual, quiere saldar una deuda familiar con un documental a los Loret de Mola y a los López del Castillo, temerarios, patriotas cercanos a Ignacio Agramonte, el héroe epónimo de Camagüey.

En el 2018 ganó el pitching de El Almacén de la Imagen por el proyecto de animación Camino a casa, con financiamiento del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográficos. Lo estrenó al año siguiente. En 2021, como parte de ese mismo festival organizado por la AHS hizo su primera muestra de fotografía, titulada Esquirlas de un paisaje desnudo.

De la serie Casa de Muñecas llevó tres obras a la muestra colateral del Fotonoviembre 2022, Salón y Coloquio Internacional de Fotografía convocado desde Matanzas. En cuanto a la exposición en la Galería Alejo Carpentier, esta permanecerá hasta el 24 de noviembre, oportunidad para salir al encuentro de un patrimonio espiritual. Ahí no solo está su personal testimonio, sino la puerta a interrogantes por la infancia y la vejez hoy, aun cuando a Cuba no ha llegado la fiebre de las muñecas Reborn, de moda en el mundo por el hiperrealismo en vinilo o silicona, y también muy usadas para las terapias de duelo.

Maso bordó un imaginario de belleza y fantasía desde la crudeza de la soledad. Con independencia del contacto con otros individuos, parientes, una persona puede sentirse sola debido a las pérdidas. Ella nombró a los objetos como sus seres queridos: Teresa, Esperanza, Bienvenida como la tía, Margarita, Lázara, Gardenia… Encontró alivio a esa pesadumbre al reconciliarse con el gusto por sus muñecas. Murió durante la pandemia de COVID-19.

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