DE VUELTA A PIÑERA O CÓMO SOSTENER SU OBRA EN PESO

Según Abilio Estévez, Virgilio Piñera no era un hombre alto, sí extraordinariamente delgado, con un andar breve, ligero, que abusaba de las puntas de los pies, como quien camina sobre los celajes.

“Por las fotografías se conocen bien la frente amplia, la nariz curva, la barbilla exigua, los labios carnosos, que creaban los que suponemos un perfil de halcón peregrino, un perfil dantesco. A su lado todo se volvía literatura, brillo inteligencia, agudeza y humorada (o boutade, como él habría preferido decir)”, comenta en su artículo “Retrato de Virgilio en el infierno”.

De Virgilio nos llega su obra y sus realidades rescatadas de los designios del olvido y la soledad. Electra Garrigó, Cuentos fríos, La isla en peso, Aire frío, Dos viejos pánicos… Virgilio Piñera, el frío que se repite, y el miedo… Testimonio vívido de una soledad inexpugnable.

A 110 años nos llega un Virgilio rescatado. Gracias a Antón Arrufat, y un grupo de piñerianos cubanos y extranjeros que no lo dejaron morir en el año de su centenario, en 2012. En su 110 cumpleaños, Virgilio Piñera regresa a este XII Festival de Teatro Joven.

“Virgilio Piñera, 110 años escupiendo al Olimpo” fue el panel dedicado en este espacio a reconocer su impronta, destacando su cubanía auténtica, su inconformidad, sus facetas creativas, sus tantas rupturas, sus modos de asumir la realidad, el teatro, la literatura.

“No podemos decir que Virgilio fue solo dramaturgo; Piñera fue un gran lingüista, poeta, narrador, crítico y promotor cultural. Un creador que logró una ruptura creativa, que sentó nuevas pautas por encima de lo establecido anteriormente en el teatro comercial y tradicional cubano”, comentó el profesor e investigador José Rojas Bez.

 

Conocedor de las vanguardias, que aún no habían tomado auge en la isla, el autor de La carne de René, innovó y modernizó el teatro cubano con Electra Garrigó. Un teatro, con antecedentes del absurdo, existencialista y estremecedor, añadió el escritor Erian Peña, moderador del espacio.

 

Mientras que el crítico, poeta y dramaturgo Norge Espinosa Mendoza volvió sobre los papeles, la literatura rescatada, el esfuerzo de los seguidores de Virgilio por mantener viva su obra toda, tan necesaria para la cultura cubana.

Cuanto hizo, en obra y vida, es loable para su investigación y estudio, pues, inscrito como uno de los autores más importantes en la historia de la literatura cubana, debe ser contada y salvada de los costados sombríos que la entorpecen.

En este sentido Norge sugirió el texto El estruendo de Ciclón, de Dayneris Machado Vento, que describe los momentos más elocuentes de la publicación de la revista Ciclón (La Habana, 1955-1959), coordinada por el propio Piñera y José Rodríguez Feo. Un libro que puede leerse como documento o crónica, catálogo de nombres y textos, anecdotario, registro historiológico, relato y dibujo de las vanidades intelectuales, guerrillas estéticas, pasos y poses de toda una época.

Del extenso epistolario que mantuvo Virgilio con el escritor Humberto Rodríguez Tomeu, encontradas en la Universidad de Princeton, en Estados Unidos, habló también Norge. Cartas que narran los últimos días del dramaturgo cubano. Un Virgilio olvidado y obstinado. El Virgilio que andaba para arriba y para abajo con su javita de yute en busca de dulces de guayaba. El que se pasaba doce días sin agua en su apartamento, al que le dio la gripe vulgar, el que agradeció un cepillo de nylon traído desde Londres, el que tenía el corazón en el piso y más abajo, y lloraba hasta parecer idiota, al que le dolía el peso cada vez mayor la isla a sus espaldas… Esta vuelta a Virgilio Piñera en el 110 aniversario de su natalicio, es otra evidencia que, como la vida, su obra asume un estado cíclico y natural que se reinventa, y encuentra siempre espacios justos, sentimientos, motivos y necesidades para florecer entre los rescoldos de una época traumática.

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