Capítulo #15: Las herrumbres dormidas (II)

(notas sobre la poética de Dianet Espinosa Barbán)

 

III

La segunda parte del libro, “Controlarlo todo”, es una consecutividad de los conceptos y temas de la primera parte, pero esta vez vistos desde la experiencia como noción colectiva. Una mirada donde Espinosa reinterpreta su contexto desde lo trágico y lo inevitable como condena/cadena. Algo que los humanos asumimos y que siempre superará nuestra capacidad de asombro.

Hay en estas páginas muchos vasos comunicantes con pasajes bíblicos, los cuales nos hacen pensar a la autora como una mujer cuya fe descansa en Dios. Un Dios que se muestra de manera abstracta y omnipresente en todo el cuaderno pero que se mantiene observador, como si la autora jugara a ser un puente entre nosotros (los lectores) y él.

Dianet nos conduce por cada círculo de su Divina Comedia, zigzagueando entre la experiencia personal y el canto colectivo de la existencia. En el poema Meditación de Paul Auster expone su frustración, una generada por el sacrificio personal. Una que le permite entender los significados de existir sin poder renunciar a lo que viene luego.

En la otra margen descubro un aneurisma

cizañas del buen trigo

cordones en mis pies de mármol.

(P. 29) 

Su presencia es un castigo. Su imaginación es un castigo. Su sacrificio es asumir el castigo sin lamentar el golpe. Hay que aprender a aguantar los golpes, aunque eso sea un castigo humano. Todo lo humano golpea sobre el alma como si esta resistiera desde su concepción divina.

La constante referencia a los muertos y a la muerte eleva la cadena de sentidos a una búsqueda definitoria de la existencia terrenal. Los poemas I, II, III y IV establecen un paralelismo entre el mundo de los muertos y lo humano como paisaje que asciende y se convierte en colina de tránsito. Allí, el destino se muestra conocido y canta su único desenlace: la herrumbre/la muerte.

Este descenso

sólido

hacia

el imán.

(P. 31) 

fotos del perfil de facebook de dianet espinosa

 

En medio de la exposición poética de la muerte, la autora nos habla de la reencarnación como una posibilidad vana. Una metáfora que traerá dolor, como si todo en vida fuera el sufrimiento, como si todo en vida fuera un viaje hacia el imán.

El libro continúa con el texto Impotencia, donde remarca la idea de condena. El suplicio de no poder transformar ni cambiar el destino. Para ella, lo que se es, posee una condición incambiable. No seremos superiores, nos vamos degradando, corrompiendo. Tenemos defectos y eso hace sangrar al cuerpo.

He guardado mis ojos

para no verme

para no

descender

a

la

virtud

y

olvidar

que aún tengo

un cuerpo

que

se

desangra.

(P. 34)

Luego siguen poemas que reafirman la tesis de la imperfección como enfermedad divina. En ese viaje colectivo hacia la muerte, todos los cuerpos se desgastan/sangran y no tienen forma de negarlo. Así la realidad se convierte en un acertijo donde toda imagen constituye una pieza de un concepto mayor.

Los miedos son recurrentes desde lo temático pero también desde lo sensible. Aun cuando cuestiona “al trabajar” como un mero entretenimiento de la realidad que percibimos, los miedos suelen modificar/movilizar esa necesidad social que es el trabajo. Para la autora, todo ejercicio social es una huida/enajenación del viaje del cuerpo.

Las velas desaparecieron.

También el mar.

(P. 39)

Esta parte del cuaderno es una reflexión sobre el destino cíclico de la existencia, el poder de lo humano, las posesiones, las influencias, el destino y la vergüenza. Todo esto visto desde las acciones colectivas cuyo fin es la contradicción. En ese juego trágico con la existencia, nuestra capacidad de asombro es puesta a prueba como escarmiento celestial.

El día de la destrucción está cerca

basta con encender la rama

Y se quemará todo el bosque.

(P. 44)

 

IV

“Roca de escape” es la tercera parte del libro,un segmento que funciona como adición del espacio simbólico donde pueda estar encallado el lector. Dianet no propone otros caminos para su reflexión sino que enfatiza en la existencia trágica como inevitable. Nacer ya es un fracaso, de ahí que el nacimiento y la muerte sean la misma imagen.

Creo que nací muerta.

Siempre estuve

al final

Del abismo.

(P. 47) 

Paisaje es uno de los poemas que reafirma la cosmovisión filosófica de la autora: el paso del tiempo es el verdadero poder y la memoria una respuesta inservible. Para ella todo cambia, recordamos para engañarnos, para no aceptar que el olvido siempre llega.

El tiempo como noción filosófica es la gran búsqueda de esta parte. El tiempo subvierte nuestra identidad y es testigo de la trasformación física de las cosas. El tiempo todo lo organiza, todo lo cubre con su manto indetenible.Es el tiempo quien nos regala la muerte como escape a una existencia de imperfección. La muerte empieza a tomar forma a partir del olvido tras los efectos del tiempo sobre nuestros cuerpos. En esas interrogantes se expone el dolor de vivir y ser consecuente con ello.

Me duele la cabeza.

No sé si estoy en el principio

o si hay principio.

¿Dónde comienza las úlceras

el cáncer los dolores

los deseos de morir?

(P. 51)

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La enfermedad es un concepto que rige su obsesión por encontrar nuestros límites. Un dominio desde el cual intenta definir la mirada del otro sobre su ser y su mirada interior. Para ella aguantar el golpe es igual a darlo. Su sentir es un ejercicio de autoflagelación, un manotazo de la muerte como castigo.El futuro es aterrador. Vamos muriendo durante el viaje. Nuestro cuerpo (bendito) es un sacrificio en vano. 

Látigo/ serpiente/ úlceras. Todo se acumula y no encuentro respiración.

(P. 54)

Un aparte merece la utilización de la palabra patria y su implicación en este tratado existencialista que termina siendo Las herrumbres dormidas. La patria de Dianet es su cuerpo transformándose en pez, agua, tierra y olvido. Un paisaje también dañado por la memoria.

La patria continúa estando lejos. Nosotros seguimos por el camino contrario.

(P. 58)

Ese transitar hacia un paraje desconocido y equívoco es la memoria, es su sacrificio mayor por no olvidar su identidad, su imagen imperfecta, su muerte en vida. Si la memoria es la gran mentira del viaje, también es la gran motivación.

Edwar no imaginó

Cuánta mentira

Nos rodearía hoy.

(P. 59)

 

“Somos seres diminutos en el infinito”, es el subtexto del poema Roca de escape. Reconoce que el juego delazar o lo divino, es una imagen superior dominada por el imán que atrae todo a su gravedad. Somos específicos y a la vez: colectivo de voces, de cuerpos. Es el infinito lo único que domina al tiempo, lo único superior al olvido/la muerte. Es entonces cuando en el libro llega el po

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ema Despedida, un último aliento para sobre-morir a la densidad de la imagen poética. Desde lo desconocido el cuerpo saluda y cae, como si reír no fuera una opción posible.

son mis ojos

que desconocen

el paisaje.

(P. 61)

Parece que al final todo es estático, que el tiempo también es una excusa. Que todo seguirá en su lugar aunque diferente. La muerte es para todos pero es un proceso individual. La existencia es una condena inexplicable, un viaje donde algunos van de salida y otros vienen de regreso.

Volverán los días de apuntes

de no hacer nada.

Puede que no sean los mismos

pero caeremos siempre

en el mismo error.

(P. 62)

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A Dianet Espinosa Barbán le sangran los ojos. No se esconde para sentir y aguantar los golpes. Su escritura funciona como un movimiento regulador de su propia existencia. No quiere mentirnos con ella, no quiere obedecer la imagen humana que nos conforma con el régimen de lo cotidiano. Todo es cíclico, todo vuelve y debemos reconocer que el error es el mismo.

¿Será esto existir?

¿Puede el tiempo hacer sangrar la poesía?

Desde la colina se observa el color rojizo en la superficie de nuestros cuerpos. Dicen que es la herrumbre a causa de la humedad y el tiempo. Que estamos corroídos en la superficie, que la enfermedad terminará perforándonos. Dicen que la herrumbre aun dormida es letal: no descansa, no pide permiso, no perdona. Dicen que la existencia, es un cuerpo a merced de su dominio.  

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