Andanzas y delirios de un Don Quijote cubano (+ galería de fotos)

Desde que Marius Petipa estrenó en 1869 el ballet Don Quijote, la obra ha sido adaptada varias veces. La puesta inaugural ocurrió el 14 de diciembre de 1869 en el Teatro Imperial Bolshói, en Moscú, Rusia, con coreografía y libreto ––que también ha variado–– del importante maestro y coreógrafo francés, y música del austriaco Ludwig Minkus.

Foto Wilker López

Otra de las versiones conocidas es la que realizó el maestro ruso George Balanchine, uno de fundadores del estilo neoclásico, en Estados Unidos, en 1965. A estas se suma la versión coreográfica creada por el cubano Gonzalo Galguera Gómez, al frente del Ballet de Magdeburgo, Alemania, presentada por el Ballet de Camagüey, con dirección de Regina Balaguer, en varios escenarios del país, celebrando el aniversario 52 de la compañía.

Foto Wilker López

La obra de Petipa se basa libremente en Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes, en particular en las “bodas de Camacho”, episodio narrado en el capítulo XIX de la segunda parte, donde se cuenta el romance entre el barbero Basilio y la joven Quiteria (Kitri en el ballet). Originalmente con un prólogo y cuatro actos, las puestas a partir del siglo XX han sido reducidas ––como vemos en la versión de Galguera–– a un prólogo y tres actos, por lo que solo se utiliza parte de toda la música original de Minkus.

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La versión de Galguera del Ballet de Camagüey ––con libreto de Johanna Jordan y Ulrike Schröder–– le aporta originalidad y dinamismo a la puesta, a veces solo atenuada con los necesarios intermedios entre actos. En lo particular, creo que el prólogo ––donde se explica la locura de Alonso Quijano a causa de leer tantas novelas de caballería, de las que emerge Dulcinea, mujer ideal dotada de belleza y encanto que corre el peligro de ser secuestrada, por lo que su escudero, Sancho, lo ayuda a engalanarse como caballero andante y salvarla–– distiende la pieza, en un introito que debe ser todo lo contrario, invitarnos a acompañar a Don Quijote en sus andanzas por la Mancha.

La obra, a partir de aquí, empieza a ganar ritmo. “Esta versión de Don Quijote es jovial y muy fresca, pues pone a bailar a toda la compañía sin atender rango”, asegura Regina Balaguer.

Foto Wilker López

Recién presentados de la sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, donde mostraron esta obra, los integrantes del Ballet de Camagüey son muy jóvenes, podríamos decir que recién graduados la mayoría. A pesar de los riesgos que ello conlleva, sus bailarines le aportan frescura y elegancia, osadía y prestancia, a una pieza clásica, conocida, que el público agradece, porque además, los integrantes del Ballet de Camagüey son buenos actores, virtud no siempre fácil de encontrar en puestas como estas.IMG_9614.JPG

Es necesario destacar las interpretaciones ––al menos la noche en que vi la puesta–– de los jovencísimos Dianailed Dopico, como Kitri, y Jonathan Pérez, como Basilio, su pretendiente, quienes mostraron en escena versatilidad interpretativa y lucimientos técnicos.

Un Quijote de lanza y adarga fue interpretado por Iradiel Rodríguez, Sancho por el actor Aidel Pelegrín, y Camacho, acaudalado aspirante a contraer nupcias con la joven Kitri, por el extrovertido Camilo Santiesteban, quien recibió merecidamente varios aplausos.

Una escenografía básica, sin derroches ni efectismos, apoyada en el manejo de las luces; un vestuario colorido y variopinto, en dependencia de la escena, confeccionados en su mayoría en el propio taller camagüeyano de la compañía; la música de Minkus, acompañamiento vital en toda la obra, y la interpretación de los jóvenes bailarines ––osados, es cierto; que pueden superarse y crecer para bien de la obra, también–– hacen del Don Quijote del Ballet de Camagüey una puesta ya referencial en la historia del colectivo, fundado el 1 de diciembre de 1967 por Vicentina de la Torre y vinculada estrechamente al trabajo de Joaquín Banegas, Alberto Méndez, Iván Tenorio, Jorge Vede y el maestro Fernando Alonso, fundador de la Escuela Cubana de Ballet, el Ballet Nacional de Cuba (BNC) y pedagogo de prestigio mundial, quien lo dirigió de 1975 hasta 1992.

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Su coreógrafo, Galguera, ganó el premio del primer Certamen Iberoamericano de Coreografía, La Habana, 1998, con auspicio de la Sociedad General de Autores y Editores y el BNC. Entre muchos conjuntos que ha trabajado destacan el Ballet Municipal de Lima, el Joven Ballet de María de Ávila, en España, la agrupación Incolballet (Instituto Colombiano de Ballet Clásico), y el de la Komische Oper de Berlín, en Alemania. Sus adaptaciones de varias piezas del repertorio clásico atraen la atención de la crítica, su versión de Drácula fue nominada como mejor coreografía y producción por la revista TANZ de Alemania, mediante votación de los más importantes críticos europeos de danza.

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