El factor discriminante de Moisés Mayán

Moisés Mayán Fernández inicia y termina su Premio Calendario de Poesía 2018, El factor discriminante, con dos poemas que, de alguna manera, articulan casi cíclicamente el libro y, en ellos, dos versos que pueden ser, asimismo, ejes del poemario, engranajes que mueven otros en la aceitada maquinaria de la creación lírica: Lo único que puede llevarse a un hombre hasta el mismo fondo del abismo, es la discriminación, y ¿Alguien puede explicarme la sutil diferencia entre un hombre blanco y un hombre negro?

Moisés nos pone a pensar en ello varias veces, pero nos recuerda que este no es el libro de las respuestas. Todo lo contrario, en todo caso el libro de las interrogantes, las dudas…

Cuál es esa diferencia entre un hombre negro y otro blanco, un judío y un ario, un hombre y una mujer, un practicante de una religión y uno de otra, un comunista y un ateo, una cultura y otra… Eso que el martiniqués Frantz Fanon llama “la relación del colonizado y el colonizador”, observándolo desde el punto de vista del blanco por el negro.

Hemos basado nuestro orden social –cualquiera que fuese este– en la discriminación del otro. La piel, la religión, la pertenencia a un partido político, la orientación sexual… En la superioridad de un grupo de elegidos por sobre otro grupo de excluidos. Pero cuando los marginados toman las riendas, se enseñorea entonces la segregación sobre el otro.

Pero el otro puedes ser tú. Y el término otredad de por sí porta el factor discriminante.

La historia nacional ha sido, en buena medida, la historia del factor discriminante. No hay opción: Fuera de los imperios del álgebra, el discriminante puedes ser tú o puedo ser yo. Esa historia patria –aderezada por migraciones, tratas, esclavitud, guerras, luchas internas– ha ido amasando nuestra psicología. La psicología discriminador-discriminante.

Moisés Mayán

La caza, el viaje, el mercado abierto a las monedas sonantes, el escrutinio, el cepo, la escalera, las plantaciones, el látigo del mayoral, un verso como un latigazo sobre la espalda del castigador, una abolición donde nadie enseñó los rudimentos de la libertad. Esa vibración que puede hacer estallar los pulmones de los inadaptados.

La historia como constructo y como resultado. Como suma de condiciones arraigadas…

¿De qué color es la harina y la levadura con que aprietas constantemente la masa poética, Moisés Mayán? ¿El resultado final –el olor expandiéndose fuera del horno– dependerá de esto? ¿Sobre qué metal martilleas la palabra hasta domeñar sus posibilidades? ¿La ductilidad del metal encendido influirá en la esperada eficacia del poema?

Desde la prosa poética, Moisés ha metido los brazos hasta los codos. Se ha sacudido, para esa zambullida, de toda posible pasividad, manteniendo cierta dosis de agresión escritural, sin florituras ni circunloquios que mellen el efecto del poema. Trata de ser exacto, pues quiere manejar conceptos puntuales, temáticas específicas, mediante una construcción absolutamente cerebral, arquitectónicamente intencionada del poema en sí.

Letra negra (piedra) sobre superficie blanca (piedra). La poesía como danza de las palabras hermosas, según Alfonso Reyes. Lo bello no existe más que en la poesía, remata Schiller. Pero el poeta –desde los tiempos del rapsoda y el juglar– también ha sido un ser marginado. Ejemplos sobran.

El factor discriminante ha sobrevolado su cabeza como un ave rapaz. Le hace guiños, lo observa… Aun así el poeta no ha dejado de crear palabras: atenazado, dependiente de las tantas circunstancias, sumergido en otras variaciones, es un perpetuador desde los tiempos, nos dice Robert Graves, en que la poesía tomaba cuerpo en los hombres y los versos eran dedicados a la “diosa blanca”.

Un verso puede privarte de tu libertad con una sencillez sorprendente. No lo subestimes. Pero hay textos que son una legítima carta de independencia, advierte el poeta.

El factor discriminante –al que se opone Moisés con su arma más afilada, la poesía– porta esa carta de independencia. Independencia escritural, además. La ondea como bandera. La sabe libre, pero la libertad tampoco es como la pintan. Duele respirar en libertad.

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