“Conversar con el otro, con el que va conmigo”

Trato de encontrar la frase exacta para definir al escritor y ensayista Luis Álvarez Álvarez, Premio Nacional de Literatura (2017), pero mientras venzo el temor a la cuartilla en blanco, diré que su consagración a las letras cubanas y a su Camagüey natal es lo que más impresiona en un primer momento.

A decir verdad, no es de los intelectuales mediáticos de estos tiempos, más bien se ha dedicado a irradiar luces en materia literaria, cuando necesitábamos textos como Emilio Ballagas, un poeta neobarroco (2008) o Cocina en dos ciudades. La cocina colonial en Puerto Príncipe y Sancti Spíritus (2001), libro en colaboración con la ensayista Olga García Yero y Héctor Juárez Figueredo.

Álvarez es un hombre temible y respetado, no solo por sus conocimientos, que de por sí son asombrosos, sino por su capacidad de investigar, producir y generar siempre nuevos discursos sobre quiénes somos y aspiramos a ser.

Tomada del sitio web de la Universidad de Guadalajara

 

El también Maestro de Juventudes, premio otorgado por la Asociación Hermanos Saíz en el año 2012, asegura que el secreto para ser tan prolífero son “los demonios interiores”.

“En realidad detesto escribir (en particular poesía) cualquier cosa, incluso cartas. Me enorgullece, me hace feliz, me libera leer. Umberto Eco, en El nombre de la rosa, incluye una frase en latín que es también mía y que más o menos se traduce como “solo encontré la felicidad en un rincón, con un libro”, sentenció.

Para calmar esa contradicción entre el sujeto lector y el escritor que lleva dentro, está convencido de que sus trabajos “no son otra cosa que un diálogo, ya sea con un autor, con un tema, pero sobre todo conmigo mismo”.

“Por eso — añade— uno de mis primeros libros Conversar con el otro, toma ese título de una hermosa reflexión de Alfonso Reyes, en cuanto a que la crítica no es otra cosa que un autoexaminarse, un conversar con el otro, “con el que va conmigo”.

Dos grandes temas no se apartan de su olfato literario, como quien sabe bien la amplitud del universo martiano, el cual es imposible de abarcar en una investigación. El mismo hecho sucede con el Camagüey de Ignacio Agramonte, de quien sus ciudadanos viven orgullosos de haber nacido en la tierra del Mayor.

Gracias a su afán por revelarnos otras dimensiones del Apóstol, y en particular de su poesía, fue publicado hace varios años, una edición del cuaderno Polvo de alas de mariposa.

Se trata, al decir del destacado ensayista, “del poemario más revelador de la intimidad de Martí, que no llegó a publicar y quedó como un confuso borrador, pero que merece otra edición, además de la que realizó, cosa que sigo agradeciendo, la Editorial José Martí, por gestión de Iván Pérez Carrión”.

Lo cierto es que del Héroe Nacional queda mucho por descubrir y si pretendemos tener otras visiones del Más Universal de los Cubanos, comencemos por no dejar en el olvido, obras como Polvo de alas de mariposa, de la cual se conoce muy poco, prácticamente casi nada.

“Es un libro de poemas mínimos —puntualizó—precisamente como impalpable polvo de vuelo iridiscente. Recuerdo este”:

                        Murmurando versos

                        Paso por la tierra:

                        Así pasa el aire:

            Quejoso por las suaves madreselvas.

Las palabras del escritor confirman una vez más la urgencia de retomar este texto de Martí: “el día que recuperemos —como nación, quiero decir— de verdad, en toda su dimensión, podremos acercarnos un tanto más al prohombre cubano”.

¿Qué recomienda Luis Álvarez Álvarez a los jóvenes escritores?

 Sus consejos son bien sencillos: “pensar siempre que apenas ha comenzado su labor, que aún no ha sido capaz de escribir nada esencial y que, posiblemente, nunca lo logre. Saber que nunca le alcanzará el tiempo para decir algo de verdadero valor. Tener escrito en carne viva que él no es importante: lo que vale es su entrega, su aspiración de dialogar con su gente, con ese fugitivo, hermoso, vivaz y virginal día de hoy”.

En la vida del autor de Cómo hacer una tesis y no morir en el intento (en conjunto con Helia Campos Calderón), existe alguien fundamental. Ambos comparten mucho más que el espacio común del hogar y el pulso creativo de la literatura.

Con la ensayista Olga García Yero ha construido una vida y surge como casi por ósmosis una pregunta indiscutible:

¿Cuánto ha influenciado su esposa en su lírica y viceversa?

Su respuesta es clara y precisa: “en una relación mediada por pasión y ternura, la pareja se convierte en una entidad doble y osmótica. (…)Siempre ha sido mi lectora mejor y mi censora despiadada”.

Como investigador no se ha limitado solamente a realizar estudios sobre Cuba, sino también a desentrañar las más disímiles esencias del Caribe.

Para él la región “es una mezcla absurda y genial desde el punto de vista cultural, étnico, imaginario. Es el nuevo mar de la cultura del futuro, el heredero profundo del Mediterráneo, el Mar Amarillo y el Índico, el sitio de la definitiva fusión universal, que los mares anteriores no alcanzaron plenamente”.

Creo haber encontrado la frase exacta para definir el escritor: lleno de misterios y poesía, convencido de que lo más importante es el tiempo, al que le ha ganado buenas batallas.

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