¿Cómo se sobrevive a tanta belleza?

Es la pregunta que cierra el primer cuento del libro Las dispersiones, del autor cubano Raúl Flores Iriarte. Un texto que obtuvo el premio UNEAC de cuento en 2015, y encontró el dulce calor de los anaqueles en 2017, pero que aún (gracias quizá a nuestra inolvidable gestión promocional) podemos encontrar en librerías como la de la propia UNEAC.

Es la pregunta que después de leer un cuento tan grotesco y bien equilibrado como Ni una sola alma sola para nadie más, nos deja, me deja ante la duda de si en verdad continuaré ante semejante belleza en las páginas siguientes, y resulta que sí. Una belleza digna de espacios cerrados, situaciones inesperadas y cierto rechazo en determinadas personas, como mi esposa y una amiga a quienes les pedí que echaran un vistazo a un par de textos. Un alejamiento forzado por escenas bien logradas que pueden provocar cierto rechazo en unos e interés en otros seres algo más acostumbrados a lidiar con las inauditas situaciones que presenta la vida, bien logradas en Las dispersiones, representadas aquí como si de la propia vida se tratase, siendo a la vez la vida misma como solo lo logra la buena ficción.

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Raúl Flores

Cuatro historias hacen de este trabajo un libro donde celebro la oportunidad de explorar la sicología de mujeres extraordinarias, algo que se le da bien al señor Flores, mujeres extremadamente misteriosas, mágicas, dueñas y comandantes del ambiente enrarecido en que se mueven. Dominantes en ocasiones. Veamos un párrafo del cuento El último de la fila: “La vi mientras tendía las sogas a través de mis muñecas, a través de mis talones. La observé mientras hacía nudos con la seguridad de un marinero profesionalizado. Y todo el tiempo la extraña sonrisa impresa en sus labios. Pero, de alguna manera, confiaba en ella. Aunque no supiera su nombre, seguía confiando en ella, hasta que algo indicara lo contrario.”

Otro aspecto interesante es la estrecha relación, conexión, de algunos personajes con el universo. No con los habituales límites que impone una isla y las consecuencias. Estos seres por un instante o de manera definitiva, ya no pertenecen a la cotidianidad. Tampoco necesitan de una nave espacial o un potente telescopio para penetrar en los inexplicables fenómenos que alberga la vida más allá de lo conocido, pues coexisten entre elementos comunes como lo son un hotel, un bar, e incluso un taller literario, y otros simplemente extraordinarios que en definitiva son el alma del libro y su novedad.

Me atrevo a destacar los cuentos Ni una sola alma sola para nadie másLa tierra, la luna y las estrellas y El último de la fila, que sí, están correctamente escritos, con proporciones agradables y un dominio clínico sobre dónde debe concluir la trama, pero es la atmósfera en sus líneas, escenas, la que provocó en mí una sensación positiva de estar ante un autor que domina el género y de ahí a un escalón mayor solo depende de él.

Algunos detalles no me agradaron y no porque sobren, sino porque son elementos que se repiten a lo largo de nuestra literatura en las dos últimas décadas: el tema literario, la mención de algún escritor conocido, del círculo más cercano quiero decir, la promoción consciente o inconsciente de artistas generalmente estadounidenses o sus obras (Jonathan Lethem, Marilyn Manson, John Phillips, Tim Burton, Philip K. Dick y otros), e incluso aspectos aparentemente insignificantes como llamar a un personaje G: “G era lo que se dice un esclavo de su trabajo. Era el encargado de contabilidad…” Más allá que el nombre puede aportar bastante al perfil sicológico de un personaje, es el primer peldaño en su construcción, la presentación primaria de un ser humano, ese asunto de letras por nombre es bastante repetido en nuestra literatura joven en los últimos años.

Por otra parte, hay un cuento titulado La dispersión, que más allá de entrar en algún tipo de análisis estilístico, o de lenguaje, me falla en algo tan fundamental como lo es el alma por los siglos de los siglos cuando se hable de cuentos, y es ser atractivo, entretener. Eso es lo primero y con este trabajo me ocurre lo mismo que extraigo de él: “Al cabo de un rato, lo que ya era aburrido de por sí se tornó insoportablemente aburrido. Él empezó a bostezar y me dijo que deseaba tumbarse un rato, si fuera tan amable de prestarle una almohada y el sofá”.

De igual manera es una observación subjetiva, al fin y al cabo, me ha sucedido lo mismo con obras de grandes escritores, no se puede pretender que todo nos conforme. El resto de los cuentos están construidos con mano certera y lograron que pasara la página e incluso que reflexionara acerca de su belleza oscura donde los personajes construyen su propio mundo y el resultado es Literatura en estado virgen, puro, sin mezclas de política cotidiana o cotidianidad demasiado politizada por los medios y la gente misma. No encajaría este libro, sus historias, en géneros tan mecánicos como la televisión o la radio, solo el teatro, el cine o la música incluso, podrían asumir una adaptación. Cuán preciso sería que nuestro cine, nuestros realizadores (teniendo en cuenta la falta de talento entre nuestros actuales guionistas), se fijaran en nuestra literatura y en obras como cualquiera de los cuentos de este libro.

Cabe destacar en Las dispersiones a sus chicas. Son a veces tan perversas como interesantes. Dominantes y expresivas como si detrás de la mano que mece esta cuna se encontrara una auténtica feminista. Enigmáticas como el texto en toda su extensión. Llenas de un misterio que me hizo observarlas más de cerca: “La vi mientras tendía las sogas a través de mis muñecas, a través de mis talones. La observé mientras hacía nudos con la seguridad de un marinero profesionalizado. Y todo el tiempo la extraña sonrisa impresa en sus labios. Pero, de alguna manera, confiaba en ella. Aunque no supiera su nombre, seguía confiando en ella, hasta que algo indicara lo contrario.”

Por último, quiero destacar el buen manejo de los elementos sexuales dentro de la obra, que son, como todo el texto, muy cinematográficos, agradablemente visuales y no pura palabra tras palabra. Pero lo más interesante es que las escenas de este tipo revelan u ocultan las intensiones de sus protagonistas, como también le dan tridimensionalidad a los personajes, porque es durante esas atmósferas sexuales donde la alquimia del libro alcanza matices de soledad, angustia, satisfacción, el misterio que ya mencioné y como también dije, una conexión con el mismísimo universo. Es una sexualidad no forzada, una sexualidad de notas a tomar para muchos y muchos autores que solo la emplean para ganar lectores de Play Boy, o algo parecido, una sexualidad que bien podría ser ella, sacada de contexto, un magnífico poema.

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