Soñar la música

Si cantar dependiese exclusivamente del carisma a Ivette Cepeda se le igualarían pocos. Sin embargo llegó a los escenarios con todo y ha ido más lejos, pues con su voz grave y su amplio registro ha sabido tender puentes entre diferentes épocas y ritmos, marcar su singularidad con interpretaciones muy personales y abrirse paso a golpe de talento, cuando pocos apostaban por una cantante autodidacta que surgió de la nada.

Cálida, sencilla y con un desenfado inigualable ha congeniado con una generación de cubanos que busca en su voz la confirmación de temas clásicos del pentagrama cubano.

En París, Alemania, Suiza, Colombia, en Ucrania frente a 60 000 espectadores, y en Estados Unidos su voz se ha alzado con el ímpetu de quien canta sin premura a la vida, al amor y desdobla sobre la escena sus pasiones y obsesiones, mientras modela cada estribillo y sueña la música.

Una vida dedicada al magisterio mientras la pasión por la música permanecía en espera ¿qué catalizó el cambio?

Esa es una pregunta que me hago todos los días y siempre encuentro respuestas diferentes. Pudiera pensarse que me aburrí del magisterio, pero la verdad es que lo recuerdo con mucho cariño y nostalgia. Me gradué de Licenciada en Educación Primaria y me vinculé a la investigación en el campo de la Metodología de la Enseñanza de la Matemática.

“Luego, ingresé al claustro del Instituto Superior Pedagógico José Martí. Sin embargo, llegó un punto en el que me sentí muy cansada físicamente porque vivía en Alamar y me trasladaba por mi cuenta a sedes muy distantes como el Mariel, Güira de Melena, y Boyeros en medio del Período Especial. Entonces empecé a cantar sin micrófono, con unas maraquitas y con pocos temas de repertorio.

“Ahora enseño a través de la música. Creo que no tuviera sentido mi trabajo si no lo volcara seriamente hacia la posibilidad de compartir enseñanzas importantes para la vida. Cantar al alma es también oficio de un maestro. Nunca me he sentido lo suficientemente preparada para iniciar un camino, pero la vida me ha impuesto el reto de volar escalones. Por eso, creo que Dios ha sido bueno conmigo y me ha ayudado a realizar mis sueños”.

Su obra musical conquista los primeros éxitos fuera de nuestras fronteras. En Cuba Ivette Cepeda permanecía en el anonimato…

Desde el año 1998 hasta 2006 trabajé en diversas producciones para cabarets como el Parisien y el del Salón Rojo del Capri, junto a figuras consagradas en este ámbito como Elizabeth Morales y Rey Ríos. A la par emprendí algunas giras internacionales exitosas. Es en el 2008 cuando mi nombre surge como el de una solista que defendía su espacio en el Gato Tuerto.

“Mis amigos me alentaron a hacer un concierto y así llegó Estaciones, bajo el sello Colibrí y con el apoyo de Frank Olivera, Lester Hamlet, Ileana Ríos y Manolo Garría. Todo se labró con mucha dedicación y diría que fue perfecto. Elegí las canciones, aun cuando me costó un trabajo tremendo porque me preguntaba qué le gustaría al público. Invertí los papeles y me cuestioné, que si en lugar de tener 44 años tuviese tenido 18, que hubiera cantado.

“Estaciones fue la respuesta a esa pregunta. Los temas portaban un mensaje de amor para ser compartido que, a la vez, transmitía mi forma de pensar y la zona de la música donde mi corazón vibraba. Aquí también volé unos cuantos escalones por la oportunidad que pusieron en mis manos y mi trabajo comenzó a ganar visibilidad”.

¿Carecer de una formación académica ha sido un obstáculo para emprender?

Comencé a dar clases a los 17 años de edad por lo que cuando decidí ser cantante estaba agotada vocalmente. En esas condiciones, trabajaba o estudiaba. Una de mis metas es superarme profesionalmente porque es una contradicción que antes haya apostado por las herramientas teóricas en el ejercicio del magisterio y ahora permanezca ajena. Es verdad que la práctica o el talento son importantes, pero necesitan complementarse con la teoría y en ese estudio creo que existe algo mágico.

¿A pesar de tener un repertorio sólido y un público fiel no es usual verla en videos clips?

Esta ha sido una laguna en mi carrera. Soy una artista que vive de sus recursos y no he podido costear aun un video clip. Confieso que al principio le resté importancia porque le tenía miedo a las cámaras y cuando hice mi mejor esfuerzo para lograrlo no hubo interés. Ahora siento la necesidad de grabar un video clip para publicitar mi música y hacerla llegar a una audiencia mayor. Hace algunos meses comenzamos a trabajar con más fuerza en esta área y tratamos de aunar esfuerzos entre instituciones y amigos.

Aun cuando se identifica con el género canción ¿ha pensado incorporar otros géneros?

Trabajo mucho el género canción por su riqueza, variedad y por las posibilidades que ofrece para la fusión, pero el reto está en asumir otros y en la búsqueda constante. Me gusta sentir detrás de mí la vibra de un buen ritmo y regalárselo a los espectadores porque los cubanos somos rítmicos y alegres.

¿Cómo describiría estos diez años de trabajo junto al grupo Reflexión?

Después del concierto Estaciones me pregunté qué iba hacer y decidí crear mi propio grupo. Llamé a José Luis Beltrán, le propuse la idea y confiamos el uno en el otro. El concierto que ofrecimos en el Centro de las Artes de París en el año 2011 —uno de los primeros— nadie sospecha en qué condiciones fue.

“No tenía instrumentos, solo un piano prestado con un hueco enorme que tapamos con precinta. Salimos de la nada, mis músicos no son populares o conocidos, el bajista y el percusionista son autodidactas, pero tenemos muchas ganas de hacer y el ambiente que hemos creado ha sido el de una familia”.

La rosa de Jericó será su próximo disco, ¿qué le cantará a sus seguidores?

El título alude a una planta típica del desierto que puede adormecerse por años y revivir al entrar en contacto con el agua. Lo hicimos en tres sesiones de cuatro horas en los estudios Egrem porque fue el tiempo que nos cedieron. De las 11: 00 de la noche hasta las 7: 00 de la mañana estudiantes de la Universidad de las Artes hicieron las cuerdas.

“Ahora se está masterizando en Estado Unidos y, quizás, a finales de año esté listo. Guarda relación con el papel en blanco y el autor, y con quienes tienen adormecidas pasiones y emociones que necesitan ser sacudidas, por eso, recoge canciones «raras» que han sido silenciadas u olvidadas”.

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