Cubana, rumbera y jazzista (+Video)

La dicotomía la acompaña desde su nacimiento: criada en el límite de los repartos Lawton y Luyanó, Daymé Arocena canta en Cuba y el resto del mundo con un potente registro vocal y sello particular; sorprende con su música, mezcla de jazz y ritmos tradicionales.

“Soy de Diez de Octubre. Allí fui feliz, con mis apagones y la rumba constante que no faltaba en la casa, donde éramos 22; era la más chiquita de la familia… un ambiente muy bonitoâ€, recuerda con nostalgia la joven cantante.

Tres años atrás conquistó los escenarios internacionales con el fonograma Nueva Era. En la Isla, su primera gran actuación, fue el año pasado en el Teatro Mella, durante la presentación de su segundo disco Cubafonía. “La responsabilidad es doble cuando alguien decide hacer un concierto aquí, lo sientes más tuyo porque estás pendiente de los preparativos, es como parir un hijo. Me impresionó mucho la reacción de las personas, fue maravillosoâ€.

En Cubafonía trabajaste con jóvenes jazzistas, ¿cuánto te ayudó en ese sentido colaborar junto a músicos como Gastón Joya, Ruly Herrera, Emir Santa Cruz…?

Soy una creadora muy abierta. Las canciones son mías hasta que llegan a los músicos y les doy libertad para que pongan lo suyo, de eso se trata el jazz: los temas van mucho de la interacción y lo hecho entre todos. Trabajar con los muchachos fue sentirme en familia; “un vacilónâ€, hablando en buen cubano.

Foto: Cortesía de Elio Miniello y portada del disco

Una de las diferencias más notables entre tu primer y segundo álbum es la impronta de la música cubana en este último…

Mi manera de crear está ligada al jazz. Es mi guía, me es muy cómodo componer así. La improvisación es un símbolo de libertad y es algo con lo cual me identifico, es casi como hablar, pero en ese caso las ideas pasan por tu mente y se trasladan a la música.

Luego de un tiempo fuera del país por compromisos de trabajo, me faltaba la cubanía en varios sentidos, por eso decidí hacer un disco para venerar géneros autóctonos de la Isla. Un hecho me marcó al inicio de mi carrera; varias personas se me acercaban a decirme :tú no suenas cubana, y era triste que alguien pensara que yo estaba haciendo algo loco o inventado, dejando en el aire más de medio siglo de nuestra música, en específico el latin jazz. Por eso decidí hacer esta producción con ritmos que son la base de mi formación, mi cultura, y lo asumí desde una óptica juvenil, siempre con el jazz de cerca.

Foto: Cortesía de Elio Miniello y portada del disco

Respecto al canto, ¿prefieres inglés o español?

Bueno, al hablar prefiero el inglés porque soy tartamuda, además del otro problema lingüístico grave que tengo, la pronunciación de la ere, aunque me he inventado una ere particular y más o menos logro disimular esa dificultad, pero igual me golpea un poco.

Desde niña me llamó la atención la fonética y el sonido anglosajón, pero al componer, el idioma lo define la música. En mi caso compongo en scat, no es propiamente una lengua sino un método de improvisación, por lo general con palabras y sílabas sin un sentido aparente, convirtiendo la voz en un instrumento musical. Según sienta el scat puedo decir que la canción me suena más en español, en inglés, francés o portugués, aunque no hable alguno de esos idiomas.

¿Cuánta importancia le otorgas a la investigación en tu formación como cantante?

En mi caso es algo constante por ser graduada de Dirección Coral. Es obligado en la escuela explicar las obras llevadas a examen y en cada uno se deben presentar cuatro o cinco piezas distintas, o sea, hay que investigar bastante; he ahí la diferencia entre una buena o mala interpretación, sobre todo en los géneros clásicos.

Nunca me fue incómodo buscar información para hacer mis arreglos. Cuando empecé a cantar jazz fue otro reto. Antes la búsqueda de información era más limitada porque no existían los avances tecnológicos actuales.

Recuerdo en una ocasión cuando vino Wynton Marsalis a Cuba y me escogieron para cantar Bésame mucho, y Wynton me preguntó qué quería, enseguida le respondí: libros. Hubo quien me criticó, pero lo único que me pasaba por la cabeza en aquel entonces era buscar documentación. Los textos están actualmente en la biblioteca de la escuela y los muchachos pueden llegarse hasta allí, estudiarlos y leerlos porque si quieren hacer algo diferente es necesario investigar y aprender, sino terminas haciendo lo mismo y en ocasiones caes en la imitación y no te conoces a ti mismo como artista.

Respecto al movimiento de los jóvenes jazzistas en Cuba, ¿Algo que acotar?

Se mantiene a flote, principalmente, por el talento y las ganas de hacer. Falta industrialización y es algo que los jazzistas lastramos en cualquier parte, más aquí. Imagínate si es difícil para quienes hacen música popular bailable en Cuba, ¿qué queda para nosotros? Eso frena el desarrollo de los artistas.

El futuro de Daymé Arocena

En estos momentos estoy en una etapa de formación de un público que crezca conmigo, y no me refiero solo a los jóvenes, sino personas que cuando lleguen a la madurez profesional, sigan mi música y se sientan identificadas con esta.

Me interesa en especial las nuevas generaciones porque se encuentran en una etapa de descubrimiento y pueden estar influenciados por la música comercial, de la que no escapamos, y no todo es malo, siempre hay cosas que se pueden rescatar.

 

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