Aún me falta mucho por bailar

Yanelis Godoy es una de las bailarinas de la compañía de Acosta Danza que inició su carrera artística en la escuela de arte de su natal Caimanera, en Guantánamo.

Su camino se lo trazó desde niña, cuando decidió que quería ser bailarina. Ahí puso todo su empeño y ha sido una luchadora, hasta lograr insertarse en las compañías que residen en la capital del país.

Al preguntarle cómo pudo lograr sus metas nos comenta al respecto.

“El trayecto no ha sido fácil, pero las piedras en él me han dado la fortaleza para cumplir mis sueños como bailarina. Comencé en Guantánamo, el nivel elemental y el nivel medio lo realicé en Holguín. Allí tuve muy buenos maestros, me exigían mucho y luego en la noche al llegar a casa mi tía me impartía otra clase. Gracias a ella heredé toda una fuerza de voluntad, empeño y hasta un poco de carácter. Mis profesores en la escuela  igual me ayudaban mucho, ellos eran magníficos profesionales y seres humanos. Mi etapa en Holguín fue una experiencia que no voy a olvidar nunca, allí me forjé como bailarina. 

Al terminar el nivel medio ingreso a la compañía Codanza, bajo la tutela de Maricel Godoy; destacada bailarina, coreógrafa, maestra, fundadora y directora de la compañía Codanza. Ahí estuve seis años de duro trabajo, con un elenco que veníamos desde la escuela y como ya nos conocíamos al conectarnos con la energía de la compañía fue muy gratificante.

Maricel Godoy nos exigía cada día muchísimo y a mí en particular me exigía siempre más. Sacaba de nosotros lo mejor, inclusive lo que ni pensábamos que podíamos hacer, hasta coreografiar. Y nos daba ese voto de confianza.

Recuerdo que a mí me tocó montar la coreografía de la carroza para unos carnavales y yo misma no me lo podía creer, me lo impuso, me dijo que yo sí podía, lo superé, trabajé duro y salió espectacular.

Ella  es una persona que deposita en ti tanta confianza que hace que uno crea mucho en sí mismo, y eso siempre lo voy a recordar de mi tía aunque no la tenga cerca, yo siempre cuento con ella.

Como directora es magnífica, además es una persona que no mezcla lo profesional con lo personal y ella cuando está en el salón te exige al máximo, de la misma manera que lo hace con todos los de la clase, y eso le proporciona aún más carácter al trabajo, porque el respeto es algo que ella nos ha inculcado desde chiquitos”.

¿Cómo logras insertarte en una compañía con residencia en la capital del país?

“En provincia hay compañías muy buenas, de primer nivel como lo es Codanza, pero yo quería abrir mis horizontes.En la capital del país hay muchas más posibilidades, sin demeritar el trabajo que se hace en las provincias, sino porque desde La Habana hay más posibilidad de trabajar con coreógrafos de distintas nacionalidades que no llegan hasta el oriente cubano.

Luego me inserté en Danza Contemporánea de Cuba, dirigida por Miguel Iglesias, allí trabajé por 4 años, que fueron también inolvidables pues todo lo que había aprendido en Codanza aquí lo pude perfeccionar e incorporarle al cuerpo muchos lenguajes que no conocías y eso te enriquece.

De Miguel Iglesias tengo buenos recuerdos porque él, al igual que un padre te enseña. Hoy estoy en la compañía de Carlos Acosta y es muy gratificante poder compartir escenarios mundiales junto a ellos”.

Trayecto hasta Acosta Danza

“Acosta me conocía como bailarina, pues habíamos compartido escenario en Inglaterra con la coreografía Tocororo. Me presenté al casting y el aceptó.

Luego de transitar por buenas compañías Acosta Danza ha suplido tus expectativas.

Para Acosta sus bailarines valen oro y ya llevo con ellos dos años, desde su fundación. Estoy aprendiendo ballet y verdaderamente te das cuenta que es una asignatura necesaria en danza porque le da otra fineza al cuerpo, es como otra terminación.

Ya he bailado en puntas y me he seguido superando. Pasan los años y a veces crees que tu carrera como bailarina tiene fin, que no tienes nada nuevo que aprender y eso es incierto. Siempre hay nuevos retos, algo más que aprender. Hay que sacarles el mayor provecho a los maestros y vivir la experiencia de conocer a Carlos Acosta como bailarín, director, ser humano, es algo grandioso.

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