Atentos a la ensayística cubana

Recientemente se otorgaron los premios Calendario, distinción de la Asociación Hermanos Saíz (AHS) que incentiva la creación literaria joven en Cuba. El ensayo, un género tal vez poco valorado, aunque salgan sistemáticamente abundantes textos, sobre todo en revistas y otras publicaciones seriadas, tiene un sitio particular en el concurso, en esta ocasión le pertenece a Natalie Roque Vega, con un libro sobre Juana Borrero. Sin detenernos en demasiados preámbulos, conversemos con la autora sobre este acontecimiento: ¿Por qué escribir un libro de ensayos sobre Juana Borrero?

Podría dar muchas razones acerca de la pertinencia de mi investigación que intentó, de alguna manera oxigenar, iluminar zonas desatendidas en la obra de una de las figuras canónicas de la literatura cubana del XIX. De estas razones doy cuenta en las primeras páginas de mi ensayo al referirme a los escasos trabajos que, con límites y puntos de vista diferentes a los míos, se han aproximado exclusivamente a la poesía y no al legado epistolar de la Borrero: textos de corte esencialmente historiográfico y agudo discernimiento, como el de Fina García Marruz; o ensayos de interés comparativo, como el de Ivan Schulman, de puesta en relación con otras voces, las de mayor relieve en el contexto del modernismo hispanomericano. Sin embargo, creo que el motivo principal para escribir un libro de ensayos sobre Juana Borrero fue, ante todo, una elección personal; más cercana al sentimiento del «hallazgo» o el deslumbramiento ante lo que su sensibilidad y su imaginación poética revelan.

Se dice que la mitificación de la vida de esta poetisa ha puesto una sombra sobre su obra. ¿Qué tanto hay de verdad en ello y a qué crees que se deba?

Hay una imagen de Juana Borrero que viene construyéndose desde el siglo XIX: la «niña musa» que escribe composiciones impecables y deslumbra a los poetas de su tiempo, la alumna de Menocal que mancha atrevidamente un lienzo a la manera impresionista, la «virgen triste», enamorada precoz y frenética de un Apolo de mármol: Julián del Casal; la «viuda» y «novia ideal» que se autoimpone un amor casto y sufre entre sueños y alucinaciones las enfermedades del cuerpo –esa es, a grandes rasgos, la Juana Borrero de las cartas– y es casi una verdad instituida el hecho de que este sujeto, sin dudas atrayente, ha sido el verdadero foco de atención de la crítica, que ha visto en su escritura, sobre todo en la más íntima, un medio para la aproximación a su personalidad, incluso en aspectos verdaderamente inextricables. Porque su vida breve e intensa se halla, nadie podría negarlo, indisolublemente ligada a su producción literaria.

Remitiéndonos al título de tu libro, «Paisajes de vida interior. Espacializaciones en la poesía de Juana Borrero», ¿qué espacios de su vida, desconocidos o poco andados por la crítica, analizas en tus ensayos?

El título de mi libro lo tomé de un ensayo de Ivan Schulman del que te había hablado antes, que hace referencia a ciertos «espacios», construcciones alegóricas, que en la escritura de los modernistas evocan la realidad subjetiva. Son «paisajes» de otra naturaleza, representaciones del «mundo interior», tan caro a la sensibilidad romántica. Son esas representaciones propiamente, articulándose en la poética de la Borrero, lo que verdaderamente analizo en mis ensayos. Mi trabajo evade otro tipo de enfoque que no sea el literario, aunque desde luego, hay un velo muy fino entre la escritura y el sujeto que escribe, y ese es un límite particularmente movedizo, siempre difícil, en el caso de Juana. Sin la lectura de su prosa íntima, un trabajo como el mío se hubiese perdido mucho de la urdimbre y de la verdadera profundidad en la poética de la Borrero. En las cartas está su voz también, y su mente fluyendo, y es precisamente ese ir y venir de la memoria, ese acto de mirarse a sí misma y de intentar traducirse en palabras lo que empasta tan bien con la poesía, la proyecta más allá de los versos conocidos, la complejiza, casi podría afirmarse que la sostiene. Algunos poemas y cartas parecen inseparables, pero no por ello dejan de ser formas de escritura diferentes que precisan acercamientos diferentes, modos de abordar su lecturainterior» conforme a sus naturalezas distintas.

Cuando se nombra a Juana Borrero, se piensa en Julián del Casal, ¿dedicas algún espacio en tu libro a esta relación también mitificada? ¿Por qué?

Creo que la poesía de Juana Borrero, por ese matiz autobiográfico del que ya te hablaba, evoca siempre, en alguna medida, el recuerdo de Julián de Casal. Se adivina en algún rasgo del tú al que se dirige la voz lírica, está en el fondo de esa idealización que en el contexto de su escritura constituye el hombre amado. Es por eso que resulta ineludible volver a él de vez en cuando, en momentos específicos del análisis de ciertos poemas; sin embargo, hay un acápite del libro dedicado por entero a esta zona de intertextualidad, de reescritura, donde ella intenta establecer un vínculo espiritual con un hombre que sin lugar a dudas marcó su vida. La poesía se convierte entonces en lenguaje de símbolos, en vehículo de sentimientos inconfesos… y en umbral hacia la sensibilidad del otro; y esto es sumamente interesante por lo que tiene de revelador respecto a la manera en que la mujer escritora del diecinueve (y por supuesto, la voz poética singular, con sus propios matices en Juana) participa en los juegos de seducción, y transgrede los límites entre el rol aparentemente pasivo del sujeto femenino para que su discurso amoroso fluya solapadamente.

Pudiera hablarse de una tendencia general en la crítica, incluso la joven, a centralizar su foco de atención en producciones literarias lejanas en el tiempo, por ejemplo, la del siglo XIX. ¿A qué obedece —si consideras que es cierto— este predominio temático en los estudios literarios cubanos? ¿Acaso la literatura más reciente no despierta su interés?

No me atrevería a afirmar que existe tal tendencia, sobre todo en lo tocante al siglo XIX. Los estudios de los últimos años han intentado paliar inexcusables zonas de vacío. No solo se trata de repensar una literatura que aún tiene qué decirnos desde la distancia, una distancia que debemos respetar para no caer en el riesgo de su incomprensión, todavía queda mucho por ordenar, incluso, en la obra de figuras canónicas, por rescatar del olvido o del desconocimiento. La joven producción literaria, desde luego, merece atención, aunque es probablemente la más difícil de justipreciar porque se escribe al calor de estos tiempos. Pese a todo, la contemporaneidad del objeto de estudio le confiere al discurso crítico cierto encanto documental. Pero nuestras lecturas tienen ecos y puntos de fuga, necesariamente se contextualizanen esa urdimbre compleja entre el presente y el pasado que es, a fin de cuentas, la cultura.

¿Qué representa para ti haber ganado el premio Calendario con ese libro?

Es un gran honor y una tremenda alegría. Los premios Calendario han ganado crédito en Cuba, se encuentran entre los eventos culturales más esperados del año; en sus jurados participan prestigiosos intelectuales, por eso representan una distinción muy importante para cualquier joven que se inicia en la escritura. Haberlo obtenido ahora, con este trabajo, es la oportunidad de darlo a conocer, de publicar mi primer libro… por muchas razones entrañable. Todo eso me alienta a continuar trabajando.

¿Además de esta pronta publicación, tienes otras? ¿Cuáles?

He tenido la suerte de colaborar con ensayos breves enpublicaciones culturales importantes como La Gaceta de Cuba y el Anuario del Centro de Estudios Martianos; también he escrito para Upsalón, revista de la Facultad de Artes y Letras; pero como ya te había comentado, «Paisajes de vida interior…» es mi primer libro… el primero que pensé. Por eso me siento muy afortunada.

Para los que temen por la salud del ensayo en Cuba, con sus razones, libros como este pueden restaurar sus esperanzas en que quizás no sea tan grave el asunto. Si bien es cierto que desde las recomendaciones de los jurados de la mayoría de los concursos de este género —muchas veces declarado desierto porque las obras presentadas no presentan la calidad requerida— redunda en que se debe ser más atinado amén de los escurridizos lindes de su escritura con otros tipos de texto, también lo es que en su definición los teóricos polemizan bastante, por lo que probablemente se aprecie una mutación en los modos de concebirlo, y que esta consideración no resulte una coartada para la prosa insalvable sino un asidero para la experimentación. Pero huelga reconocer que existan estos certámenes, oportunidades que estimulan la creación de los investigadores y escritores jóvenes.

Entonces, esperemos a la próxima Feria para ver «Paisajes de vida interior. Espacializaciones en la poesía de Juana Borrero» hecho libro, y estemos atentos a lo que sucede con la ensayística cubana.

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