Esther no es una película cubana, es un torbellino alemán

A Esther Bejerano le fueron dadas dos condiciones al nacer. Fueron las dos del tipo de condiciones de las que no puede un ser humano desprenderse jamás: nació judía y nació alemana. Y la época en la que vivir en una casa kosch como la suya significaba la sentencia de una muerte segura decidió que esta mujer se definiera a sí misma, simplemente, como una persona, una persona antifascista.

Sobrevivió a Auschwitz, ese caldo absurdo de odio y dolor que se sirvió Hitler de construir a mediados del siglo pasado. En el campo de concentración formaba parte de la orquesta de mujeres, la obligaban, no sentía placer alguno en ello y por puro milagro (o porque los amores verdaderos nunca se abandonan) no perdió la pasión por la música que el padre, director de coro, le sembró de pequeñita.

En Israel vivió unos 15 años, allí tampoco estaba su patria, Esther no tiene patria y si hoy vive en Alemania es solo porque con su trabajo de enseñanza puede influir a los jóvenes, hablarles sin tapujos de sus heridas de holocausto, advertirles sobre el peligro neonazi que crece impunemente a la sombra del gobierno germano y denunciar la sucia xenofobia que tiene origen en las políticas neoliberales, lógica consecución en las políticas antinmigrantes y repugnantes manifestaciones en incendios a centros de refugiados.

Tal vez por ese anhelo de llegarle a los jóvenes se aventuró a hablarles en sus nuevos códigos, tal vez porque su ardor por la música desconoce la frontera de los géneros, tal vez porque aun lucha contra el olvido del fascismo y tal vez porque el rap es guerra… Esther, con 94 años, es la MC de la banda de rap alemana Microphone Mafia.

Esta señora que no conoce imposibles llegó a Cuba el cuatro de enero y desde ese día ofrece presentaciones en la capital. El lunes nueve, en cambio, Esther pidió presentarse en Camagüey, ¡quién sabría qué misterios de tinajones la atrajo hasta aquí! Lo cierto es que la semana comenzó con ella en la Asociación Hermanos Saíz de esta provincia, que ya la esperó con ojos de asombro y admiración. Cierta avileña, rapera, sexagenaria y enterada de la visita de Esther solicitó venir a conocerla y compartir micrófono. Ante ese escenario posible no se pudo evadir la frase popular: «! la cosa promete señores!»

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