Fallecimiento


Amplia repercusión en Cuba por fallecimiento del pintor Cosme Proenza

El fallecimiento del reconocido pintor cubano Cosme Proenza conmociona este lunes a la Cultura nacional, por la pérdida física de este universal artista de la plástica.
 
Así lo han reflejado en varios comunicados instituciones, organizaciones y figuras del arte en el país, entre ellas, el director general del Fondo Cubano de Bienes Culturales, Arturo Valdés, quien escribiera en su perfil en Twitter: “Cosme Proenza, artista de notable belleza humana y creativa; la Cultura cubana te agradecerá siempre por tu obra. ¡Descanse en paz maestro!”.
El Ministerio de Cultura reconoció la obra del creador, a quien catalogó como uno de los artistas visuales más importantes de Cuba.

De igual forma, la Asociación Hermanos Saíz (AHS) hizo pública su despedida del dibujante, grabador y muralista, considerado Maestro de Juventudes.

El sello Ediciones La Luz, perteneciente a la AHS, resaltó en su cuenta oficial en Facebook, que “La Cultura Cubana ha perdido a uno de sus artistas fundamentales, cuya obra tendrá el mayor de los reconocimientos una vez entendida en su justa grandeza”.

Precisamente, la cubierta el libro “Fidel Castro, como una espada reluciente”, editado por esa Casa, está ilustrada con un óleo sobre lienzo titulado “Fidel”, del pintor holguinero.

Por su parte, el Centro Provincial de Artes Plásticas de Holguín resaltó la obra educativa de Proenza, labor a la cual dedicó 15 años; así como su trabajo profesional al realizar ilustraciones para libros y revistas y escenografías para ballet y danza contemporánea.

“La impronta de su obra singular queda no solo en alumnos, colegas y entendidos del arte sino también en gente sencilla, que aprendió a admirarlo, respetarlo y sentirlo, con orgullo, parte de nuestra identidad”.

Cosme Proenza nació el 5 de marzo de 1948 en el poblado de Tacajó, municipio holguinero de Báguanos, hacia donde serán trasladas sus cenizas.


Vicente Feliú, nuestro Maestro de Juventudes (+ Fotos, tuit y video)

Su partida duele, y mucho. Dicen que se fue cantando, con los acordes de La Bayamesa de fondo. Siempre habrá mucho de mística en Vicente, nuestro Maestro de Juventudes, fiel como pocos a su épica personal, a sus ideas y las pasiones del corazón, íntimamente relacionadas con las de Cuba.

En el momento de la muerte, decenas de amigos estábamos en Casa de las Américas, a punto de comenzar un concierto, que rápidamente se convirtió en su homenaje. La noticia llegó, y la tristeza recorría las mareas de nuestras almas. Allí estaban los jóvenes músicos Nelson Valdés, Leannelis Cárdenas, Rey Montalvo y Rodrigo Sosa, la musicóloga María Elena Vinuesa, el teatrólogo Jaime Gómez Triana, el intelectual Abel Prieto…, y muchos otros amigos. 

En las últimas horas hemos vuelto a sus canciones. Las oímos en nuestros hogares, en peñas y voces de trovadores que siempre contribuyen a la vida. Las imágenes de momentos cerca de él rebotan en nuestra mente, con la certeza de que él siempre seguirá palpitante, repleto de energías, en el imaginario de Cuba, en sus venas musicales y de amor a la nación.

Escuchar hablar a Vicente Feliú, fundador del Movimiento de la Nueva Trova —del cual fue presidente—, era como beber de un manantial de enseñanzas, más allá de la trova.

Con normalidad dejaba perlas como: “El trovador es un poeta que canta…”, “…está dispuesto a defender sus canciones hasta las últimas consecuencias” y “…la juventud es un estado de rebeldía, de herejía”.

Varias veces compartió con nosotros en diálogos que no olvidamos. Sus ideas salían acompañadas de recuerdos y anécdotas de momentos singulares de la historia trovadoresca del país y América Latina, junto a otros grandes como Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, Noel Nicola, Lázaro García, Augusto Blanca y José Andrés Ordás.

Autor de discos como Créeme, No sé quedarme, Arte poética, Aurora, Guevarianas y Colibrí, reafirmaba su confianza en las nuevas generaciones de creadores, a quienes incitaba a ser valientes y arriesgarse, porque “no lanzarse es señal de que se está envejeciendo”.

Con voz de hermano grande, aseguraba que “la trova es también una actitud, no basta con cantar y saber tocar guitarra”. Sobre aquellos tiempos fundacionales del Movimiento de la Nueva Trova, en un Encuentro con…, espacio conducido por la periodista Magda Resik, reconoció que institucionalizarlo laceró algo surgido de manera espontánea, con un profundo sentimiento de amistad colectiva y amor a la música, especialmente a esa que sale del alma.

Vicente Feliú en el espacio Encuentro con, en el Pabellón Cuba

“Pero era necesario hacerlo, porque vivíamos un momento muy complejo, en el cual algunos de nosotros estábamos en lugares diferentes”, expresó quien interpretó sus canciones en más de 20 países.

Acerca de los primeros años de la Revolución, dijo que fueron impactantes. “De momento, los jóvenes éramos protagonistas de todo. Los triunfos de la lucha en la Sierra Maestra y luego en Girón nos estremecieron, y a la vez se lograron gracias a las nuevas generaciones de entonces, como también la campaña de alfabetización”.

“Hubo quien compuso canciones por primera vez después de la victoria en Girón, por eso nuestra creación también estuvo influida por todo eso. A veces, no pensamos que con esa invasión pudo terminar la Revolución”, agregó este hombre de hablar pausado y amor tremendo a su país.

Agregó que el éxito de la Nueva Trova en América Latina también estuvo favorecido por el proceso revolucionario en Cuba y su impacto internacional. “Nosotros y nuestras canciones eran la imagen de lo que sucedía aquí. En ocasiones, llegábamos a Argentina y otras naciones, y conocían nuestros temas, los copiaban de un casete a otro.

“Recuerdo que cierta vez me pidieron que escuchara uno para identificar las voces de quienes cantaban, pero casi ni se entendía. Ese era resultado de muchas grabaciones”, refirió sonriente.

Vicente, el niño que aprendió a sacar melodías de las guitarras con su padre, el hermano del también sobresaliente Santiago Feliú, era un ser humano natural y sincero, igual que sus temas, cuya singularidad más entrañable radica en el alma noble y valiente de cada palabra y melodía.

El propio Silvio Rodríguez lo dijo en ocasión de cumplir Vicente 70 años: “… si este amigo tiene fama de algo entre sus compañeros —además de trovador irreductible— es de nobleza humana. Y es que todos sabemos que él siempre ha sido el más dispuesto al sacrificio, verdadero cantor de barricadas, tantas veces no bien gratificado”.

Según publicó en su blog Segunda cita en noviembre de 2017, Vicente “era uno de los estudiantes más aguerridos de la secundaria. De todos nosotros era el que parecía un héroe y, a la vez, el más elegante, el único que casi siempre andaba en saco. Nunca pude explicarme cómo conseguía aquel balance entre muchacho de clase media y feroz combatiente”, esto último seguramente en referencia a la etapa de ambos en la guerra de Angola, donde miles de cubanos pelearon por liberar aquel pueblo.

Nacido en noviembre de 1947 en La Habana, Feliú, Maestro de Juventudes, distinción más importante que entrega la Asociación Hermanos Saíz a personalidades de la Cultura, también demostró su dedicación y voluntad para ayudar a los demás durante sus 15 años en la dirección del Movimiento de la Nueva Trova, lo cual limitó su tiempo para crear.

Vicente fue fiel en todo momento a la música y la guitarra, partes inseparables de sus esencias. Así seguirá siempre donde esté. Me recuesto al espaldar de la silla, y lo escucho otra vez, con ese estilo inconfundible. Gracias por tanto, Maestro. Siempre te recordaremos cantando.

 
 

¡Hasta siempre, Molina!

Con gran consternación el Ministerio de Cultura, el Consejo Nacional de las Artes Escénicas y la Agencia Artística de Artes Escénicas ACTUAR lamentan el deceso en La Habana, Cuba del primer actor Enrique Molina, Premio Nacional de Televisión 2020, Premio ACTUAR por la Obra de la Vida 2018 y Título Honorífico en la 1ra edición del Premio Enrique Almirante en 2015.

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Hasta siempre, querido Adalberto

Este miércoles 1 de septiembre hemos amanecido con la noticia de la muerte de Adalberto Álvarez, víctima del coronavirus. Días atrás se había corrido la información de su fallecimiento, pero luego supimos que era una fake news. Por eso en un momento pensé que de nuevo todo era falso, pero no, lamentablemente la covid nos vuelve a dar un golpe bajo y se nos va alguien muy querido por los cubanos y cubanas residentes en el país o en su diáspora.

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De Cuba para Frank González: « ¡Hasta la vista, compay!» (+tuits)

El reconocido actor cubano de radio, televisión, teatro y cine Frank González, Premio Nacional de Televisión 2019, falleció en horas de la madrugada de hoy en esta capital, a los 73 años de edad.

De acuerdo con una nota de prensa compartida por el Consejo Nacional de Artes Escénicas, González trascendió no solo como excepcional actor, sino por su don de vocalizar a los más disímiles personajes, hasta convertirse en un maestro del doblaje.

Como creador de voces que serán recordadas para siempre, basta citar al coronel mambí Elpidio Valdés, el personaje animado más popular de Cuba, indica la institución, y añade que él no solo tenía la habilidad de cambiar la voz, sino que le imprimía vida a los personajes a partir de una caricatura.

Frank descubrió su afición por las artes escénicas en el Servicio Militar, etapa en la que participó en varios festivales; en 1967 ingresó al Instituto Cubano de Radio y Televisión y pasó un curso con la gran actriz y directora Martha Jiménez Oropesa, a quien, según confesó en una entrevista, le debía el dominio de la voz, de la dicción y del aparato fonético.

Lea aquí: Elpidio Valdés tiene mucho machete que dar todavía (+Fotos)

En la radio entró por la puerta grande, grabando novelas, teatros, cuentos y policiacos; en la Televisión grabó más de catorce aventuras y participó en telenovelas, series, teatros y cuentos.

Actuó en el teatro de la mano de Raquel Revuelta, en Teatro Estudio, y en el cine estuvo en coproducciones y largometrajes cubanos como Se Permuta, Baraguá, En Tres y Dos y en Dolly Back, Premio Coral del Festival de Cine Latinoamericano de La Habana.

Al morir Frank González ostentaba el Premio Nacional de Televisión, la Distinción por la Cultura Cubana, el Premio ACTUAR por la obra de la vida, el Micrófono de la Radio, y el Premio CARICATO de actuación, otorgado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.

Envía Alpidio Alonso condolencias por fallecimiento de Frank González

El ministro de Cultura de Cuba, Alpidio Alonso, envió hoy sus condolencias por el fallecimiento en esta capital del reconocido actor de radio, televisión, teatro y cine cubano Frank González, a los 73 años de edad.

En su perfil oficial en Twitter, Alonso destacó la trayectoria del destacado artista, Premio Nacional de Televisión 2019, conocido por su talento multifacético, carisma y rigor profesional.

El titular de Cultura además recordó el trabajo de Frank González como la voz de Elpidio Valdés, personaje animado más popular de Cuba, creado por Frank Padrón hace 50 años, que representa a un coronel mambí de la guerra de independencia (1868-1898).

«Con honda tristeza despedimos al gran actor cubano Frank González, quien seguirá siendo siempre la voz de Elpidio Valdés. Su talento multifacético, carisma y rigor profesional lo mantendrán como un referente entre nosotros. Lleguen nuestras condolencias a sus familiares y amigos», tuiteó Alonso.

González actuó en el teatro de la mano de Raquel Revuelta, en Teatro Estudio, y en el cine estuvo en coproducciones y largometrajes cubanos como Se Permuta, Baraguá, En Tres y Dos y en Dolly Back, Premio Coral del Festival de Cine Latinoamericano de La Habana.

Al morir Frank González ostentaba el Premio Nacional de Televisión, la Distinción por la Cultura Cubana, el Premio ACTUAR por la obra de la vida, el Micrófono de la Radio, y el Premio CARICATO de actuación, otorgado por la Unión de Escritores y Artistas de Cuba.

 


Hasta siempre, Diana querida

A veces uno piensa que ya es suficiente, o demasiado. Pero no. Y llega esa noticia que demuestra que todavía puede ser peor.
Hay muertos que son lejanos, y aún así se nos mueren dentro. Y están los muertos cercanos, esos que nos duelen por todo el cuerpo, en las piernas, en el corazón y hasta afuera, en el paisaje que nuestros ojos miran y que esos ojos queridos miraron también.
Hoy se me ha muerto, se nos ha muerto, a mi tribu del Caimán Barbudo, a todos los colegas de la Editora Abril, un ser especial, muy íntimo, amiga, jefa, compañera de todos, alguien que duele hoy y todavía mañana seguirá doliendo.
Con agradecimiento infinito, por la vida que diste, querida Diana. Las condolencias a familiares y amigos. 2020 nos había quitado mucho. Y ahora nos quita lo mejor…


El abrazo eterno de los jóvenes creadores a Eusebio

Lamentamos profundamente el fallecimiento de nuestro Maestro de Juventudes Eusebio Leal Spengler, un cultivador permanente de la belleza como intelectual, historiador, cubano y hombre de profunda sensibilidad.

Junto a nosotros estará siempre su imagen con pasión inusual en las palabras, las alertas, la crítica necesaria y esa capacidad para enamorar y hacer soñar. Eusebio, el orador, el patriota, el profesor, el amigo, el admirador de Fidel, el ser humano extraordinario…, seguirá siempre en La Habana y todo el país, en la conquista de aparentes imposibles. La Habana nunca olvidará sus pasos.

Los jóvenes creadores compartimos muchas veces con él. Nos acompañó en diferentes espacios como Dialogar, dialogar, Memoria Nuestra, el tercer congreso de la organización y en otros intercambios, en los cuales nos habló como un hermano grande.

Siempre tendrá nuestro abrazo sincero. Gracias Maestro.

 

Presidencia AHS

Eusebio en el III Congreso de la AHS.

Eusebio en el espacio Dialogar, dialogar.


La vida eterna de Retamar (+ Fotos, video y poemas)

Si me dicen que te has marchado

O que no vendrás,

No voy a creerlo: voy

A esperarte y esperarte:

Si te dicen que me he ido,

O que no vuelvo,

No lo creas:

Espérame Siempre.

Roberto Fernández Retamar

La noticia fue un golpe en el alma de millones de personas en Cuba y el mundo. El poeta y ensayista Roberto Fernández Retamar, el hombre entrañable, el profesor de teoría y críticas literarias, El Miembro de la Academia Cubana de la Lengua, el Presidente de Casa de las Américas, el Premio Nacional de Literatura (1989), el doctor en Filosofías y Letras, el revolucionario, el pensador, uno de los intelectuales más grandes del continente, falleció este 20 de julio a los 89 años de edad.

Y la gente, aquí y allá, en muchas partes, habla de él, lo recuerda, lo lee, se sumerge en sus versos y ensayos, le dedica textos…Llamadas por teléfonos, publicaciones en redes sociales y conversaciones entre amigos transmiten el dolor y la admiración de quienes lo conocimos personalmente o mediante sus escritos, siempre repletos de lucidez y esa capacidad tremenda para desentrañar y alertar, más allá de lo aparente.

Conocíamos sobre su delicado estado de salud, pero no pensábamos en su partida física. Retamar caló muy hondó en sus familiares y amigos, en la intelectualidad latinoamericana y los amantes de la literatura, pero también mucho más allá.

Lo quieren millones de otras personas que admiran al poeta y pensador, pero sobre todo al ser humano, cultivador de la belleza y empeñado siempre en ayudar a su país desde las palabras y la acción.  

Nacido en la Víbora, La Habana, el 9 de junio de 1930, resalta su capacidad para analizar temas de la cotidianidad y el espíritu de los pueblos con sencillez y naturalidad, pero también con enorme profundidad reflexiva y poética. No escribió ni habló nunca únicamente para las élites, pero su obra es de una altura tremenda, tal vez por ese mismo don de entender y reflejar como pocos las mareas humanas. 

Resulta inevitable pensar en algunas de sus obras, versos y prosas, en su ejemplo de intelectual y hombre fiel a la creación y al alma de Cuba y nuestra América. Ahí está Calibán, publicado por primera vez en 1971 y considerado uno de los ensayos más importantes escritos en lengua española, un texto con penetrantes reflexiones sobre la identidad latinoamericana, que, como su autor, seguirá teniendo larga vida. Una fuente a la cual se deberá volver una y otra vez, desde Cuba y América, desde Europa y otras partes del planeta, para entender mejor las esencias de los nacidos en esta región del, en estos actuales países, cuyos habitantes somos resultados de raíces, luchas y procesos muy singulares, mediante los cuales se han ido conformando rostros y cuerpos identitarios peculiares, que incluyen disímiles influencias, pero poseedores de una cultura muy propia, como argumenta Retamar.

Verdaderamente Calibán impresiona por la fuerza y profundidad de sus tesis, con  análisis sociológicos, históricos, literarios y de otros tipos, desde las entrañas del ser humano nacido aquí, de conquistadores, inmigrantes…, todo en constante diálogo con lo ocurrido o proyectado desde otros lugares del mundo, especialmente Estados Unidos y Europa.

Doctor Honoris Causa de las universidades de Sofía, Buenos Aires y Las Villas, Fernández Retamar, quien también impartió clases en universidades extranjeras como las de Yale y Columbia, reafirma sus esencias martianas en ese texto, en el cual varias veces se remite al ensayo Nuestra América y a otros artículos e ideas del Héroe Nacional cubano.

Sin dudas, Calibán debe mantenerse siempre como un ser de papel o digital, imprescindible en las aulas de nuestro país y América, hijo no solo de su autor, sino de disímiles pensadores y sus pueblos, con plena conciencia de que “poner en duda nuestra cultura es poner en duda nuestra propia existencia, nuestra realidad humana misma”, una alerta para el presente y futuro.

 

Foto: Tomada de Internet

¿Cómo vemos los jóvenes a Fernández Retamar?

¿Qué es la poesía? dices mientras clavas

Varias decenas de pinchos en la carne.

¿Qué es poesía? ¿Y tú me lo preguntas?

Que cualquier cosa sea posible, eso es la poesía.

Roberto Fernández Retamar

Frente a la pantalla del televisor, en el momento de la noticia, la primera imagen que vino a nuestra mente fue la de un Retamar sonriente, repleto de energías, explicando, leyendo, polemizando, escribiendo, soñando…

Recordamos el último día cerca, cuando ya caminaba con mucha dificultad, ayudado por un bastón y otra persona, pero todavía con esa imagen poética en el rostro, en su gesto de detenerse y responder una pregunta de manera muy breve, en su jamás traicionada sinceridad y compromiso creativo.

Para nosotros es indudablemente un maestro, no solo desde los versos y ensayos, desde su labor en Casa de las Américas, publicaciones en medios de prensa y otras responsabilidades de dirección en la revista Unión, el Centro de Estudios Martianos, y otras instituciones y lugares, sino desde su quehacer como hombre e intelectual, con una permanente proyección social.

Autor de decenas de libros como A quien pueda interesar, Hemos construido una alegría olvidada y Nosotros los sobrevivientes, supo conjugar belleza estética, simplicidad, profundidad, coherencia y capacidad de análisis en sus obras, las cuales son singulares retratos de su época. Las reflexiones suelen estar implícitas en sus versos, tal vez sin proponérselo, pero como algo implícito siempre en su pensamiento.

Leerlo es conocer también al esposo, al padre, al revolucionario, al soñador que nunca se rindió y estaba muy seguro de que “en Cuba las dificultades son nuestro aire cotidiano. Por lo menos ahora no peleamos una derrota, sino que defendemos una esperanza”, como expresó en entrevista concedida en 1992, cuando se sufrían los efectos del Período Especial.

La obra de Retamar es también voz de diferentes momentos de la Revolución cubana, y sus ciudadanos, a veces desde la experiencia muy personal. Llama la atención el desempeño de diferentes funciones, sin abandonar jamás una creación de calidad y despojada de hermetismos. Lo recordamos como autor indispensable en la poesía hispanoamericana contemporánea, como ensayista polémico y también como hombre importante en la política cultural cubana, con efectos innegables en nuestra América.

Las nuevas generaciones no podemos olvidar nunca sus consideraciones sobre el papel de los intelectuales y los necesarios procesos de descolonización cultural en nuestro continente, un reto que se mantiene en contextos diferentes, pero iguales de desafiantes.

Debemos tener presente también que, como dijo en 1992, más allá de vientos a favor o en contra, “son los escritores y los artistas los que hacen la obra de arte…”

 

RETAMAR EN EL TIEMPO

Cuando pongo mi mano joven,

Condescendiente,

Sobre el hombro tormentoso del anciano,

Es sólo una ilusión, sólo un instante,

El tiempo

De mirar a las nubes, a los astros,

Antes de que otra mano,

Generosa,

Se pose sobre mi hombro

Llamándome ¡oh anciano!

Hace apenas unas horas de su partida física. Tal vez, todavía algunas personas lloran, muchas sienten la tristeza, el dolor…, pero dentro de todo existe la certeza de que Roberto Fernández Retamar nunca se irá verdaderamente.

Su pensamiento, la obra y cualidades como ser humano resultan demasiados poderosos, como para ser borrados por el tiempo o el olvido. En lo adelante, no se deberá intentar imitarlo o colocarlo en un pedestal. Él está en un lugar cimero de la cultura latinoamericana precisamente por la capacidad de diálogo de sus textos, nacidos desde el amor, la polémica, los sueños, la tristeza…, pero sobre todo desde la voluntad, el anhelo y la memoria.

Cada libro suyo permanecerá como parte de su palpitar, la intranquilidad y dimensión de sus ideas. Textos, como Felices los normales, Calibán y Para una teoría de la literatura hispanoamericana le garantizan su presencia junto a cada generación de poetas e intelectuales.

La mejor manera de honrarlo será recordarlo, pero sobre todo tener siempre presentes sus esencias como poeta e intelectual total, en los textos y la cotidianidad, en las decisiones, las propuestas y el quehacer.

AGUNOS POEMAS DE ROBERTO FERNÁNDEZ RETAMAR

EL OTRO

Nosotros, los sobrevivientes,

¿A quiénes debemos la sobrevida?

¡Quién se murió por mí en la ergástula,

quién recibió la bala mía,

la para mí, en su corazón?

¿Sobre qué muerto estoy yo vivo,

sus huesos quedando en los míos,

los ojos que le arrancaron, viendo

por la mirada de mi cara,

y la mano que no es su mano,

que no es ya tampoco la mía,

escribiendo palabras rotas

donde él no está, en la sobrevida?

 

 

FELICES LOS NORMALES

A Antonia Eiriz

FELICES LOS NORMALES, esos seres extraños.

Los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente,

Una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida,

Los que no han sido calcinados por un amor devorante,

Los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrisa y un poco más,

Los llenos de zapatos, los arcángeles con sombreros,

Los satisfechos, los gordos, los lindos,

Los rintintín y sus secuaces, los que cómo no, por aquí,

Los que ganan, los que son queridos hasta la empuñadura,

Los flautistas acompañados por ratones,

Los vendedores y sus compradores,

Los caballeros ligeramente sobrehumanos,

Los hombres vestidos de truenos y las mujeres de relámpagos,

Los delicados, los sensatos, los finos,

Los amables, los dulces, los comestibles y los bebestibles.

Felices las aves, el estiércol, las piedras.

Pero que den paso a los que hacen los mundos y los sueños,

Las ilusiones, las sinfonías, las palabras que nos desbaratan

Y nos construyen, los más locos que sus madres, los más borrachos

Que sus padres y más delincuentes que sus hijos

Y más devorados por amores calcinantes.

Que les dejen su sitio en el infierno, y basta.

 

 

 

POR UN INSTANTE

Esa luz en la noche,

¿Será un reflector nuestro?

¿Será un arma de ellos?

 

(Por un instante

Había olvidado

Que hay en el cielo luna, que hay estrellas.)

Roberto Fernández Retamar

 

 

 

 

 

OYENDO UN DISCO DE BENNY MORÉ

ES LO MISMO de siempre:

¡Así que este hombre está muerto!

¡Así que esta voz

Delgada como el viento, hambrienta y huracanada

Como el viento,

es la voz de nadie!

¡Así que esta voz vive más que su hombre,

Y que ese hombre es ahora discos, retratos, lágrimas, un sombrero

Con alas voladoras enormes

—y un bastón—!

¡Así que esas palabras echadas sobre la costa plateada de Varadero,

Hablando del amor largo, de la felicidad, del amor,

Y aquellas, únicas, para Santa Isabel de las Lajas,

De tremendo pueblerino en celo,

Y las de la vida, con el ojo fosforescente de la fiera ardiendo en la sombra,

Y las lágrimas mezcladas con cerveza junto al mar,

Y la carcajada que termina en punta, que termina en aullido, que termina

En qué cosa más grande, caballeros;

Así que estas palabras no volverán luego a la boca

Que hoy pertenece a un montón de animales innombrables

Y a la tenacidad de la basura!

A la verdad, ¿quién va a creerlo?

Yo mismo, con no ser más que yo mismo,

¿No estoy hablando ahora?

A LOS ÁRBOLES DEL CEMENTERIO

ESTOS ÁRBOLES SE alimentan

De lo que fuimos, de lo que seremos:

Madera hecha de ojos, ramas

En que, acercándose, se siente el olor acre

De las piernas.

Por suerte, las hojas más altas,

Las del pelo, van a confundirse

Con el viento de la tarde, el dulce viento

Que menea los primeros terrones sobre el cadáver.

 

ANIVERSARIO

Me levanto, aún a oscuras, para llevar a arreglar unas ruedas del auto, que sigue roto,

Y al regreso, cuando ya ha brotado el hermoso y cálido día,

Te asomas a la ventana que da al pasillo de afuera, y me sonríes con tus ojos achinados del amanecer.

Poco después, a punto de marcharme para ir a revisar unos papeles,

Te veo cargando cubos con nuestras hijas,

Porque hace varios días que no entra agua, y estamos sacando en cubos la poca que haya en la cisterna del edificio.

Y aunque tengo ya puesta la guayabera de las reuniones, y en una mano la maleta negra que no debo soltar,

Ayudo algo, con la otra mano, mientras llega el jeep colorado.

Que demora poco, y al cabo me arrastra de allí: tú me dices adiós con la mano.

Tú me decías adiós con la mano desde este mismo edificio,

Pero no desde este mismo apartamento;

Entonces, hace más de veinte años, no podíamos tener uno tan grande como éste de los bajos.

El nuestro era pequeño, y desde aquel balcón que no daba a la calle,

Pero que yo vislumbraba allá al fondo, cuando cruzaba rápido, en las mañanitas frías, hacia las clases innumerables de introducción al universo,

Desde aquel balcón, allá al fondo, día tras día me decías adiós, metida en tu única bata de casa azul, que iba perdiendo su color como una melodía.

Pienso estas cosas, parloteando de otras en el jeep rojo que parece de juguete,

Porque hoy hace veintidós años que nos casamos,

Y quizá hasta lo hubiéramos olvidado de no haber llegado las niñas (digo, las muchachas) a la hora del desayuno,

Con sus lindos papeles pintados, uno con un 22 enorme y (no sé por qué) dos plumas despeluzadas de pavorreal,

Y sobre todo con la luz de sus sonrisas.

¿Y es ésta la mejor manera de celebrar nuestros primeros veintidós años juntos?

Seguramente sí; y no sólo porque quizá esta noche iremos al restorán Moscú,

Donde pediremos caviar negro y vodka, y recordaremos a Moscú y sus amigos, y también a Leningrado, a Bakú, a Ereván;

Sino sobre todo porque los celebraremos con un día como todos los días de esta vida,

De esta vida ya más bien larga, en la que tantas cosas nos han pasado en común:

El esplendor de la historia y la muerte de nuestras madres,

Dos hijas y trabajos y libros y países,

El dolor de la separación y la ráfaga de la confianza, del regreso.

Uno está en el otro como el calor en la llama,

Y si no hemos podido hacernos mejores,

Si no he podido suavizarte no sé qué pena del alma,

Si no has podido arrancarme el temblor,

Es de veras porque no hemos podido.

Tú no eres la mujer más hermosa del planeta,

Esa cuyo rostro dura una o dos semanas en una revista de modas

Y luego se usa para envolver un aguacate o un par de zapatos que llevamos al consolidado;

Sino que eres como la Danae de Rembrandt que nos deslumbró una tarde inacabable en L`Ermitage, y sigue deslumbrándonos;

Una mujer ni bella ni fea, ni joven ni vieja, ni gorda ni flaca,

Una mujer como todas las mujeres y como ella sola,

A quien la certidumbre del amor da un dorado inextinguible,

Y hace que esa mano que se adelanta parecida a un ave

Esté volando todavía, y vuele siempre, en un aire que ahora respiras tú.

Eres eficaz y lúcida como el agua.

Aunque sabes muchas cosas de otros países, de otras lenguas, de otros enigmas,

Perteneces a nuestra tierra tan naturalmente como los arrecifes y las nubes.

Y siendo altiva como una princesa de verdad (es decir, de los cuentos),

Nunca lo parecías más que cuando, en los años de las grandes escaseces,

Hacías cola ante el restorán, de madrugada, para que las muchachas (entonces, las niñas) comieran mejor,

Y, serenamente, le disputabas el lugar al hampón y a la deslenguada.

Un día como todos los días de esta vida.

No pido nada mejor. No quiero nada mejor.

Hasta que llegue el día de la muerte.

 

CON LAS MISMAS MANOS

Con las mismas manos de acariciarte estoy construyendo una escuela.

Llegué casi al amanecer, con las que pensé que serían ropas de trabajo,

Pero los hombres y los muchachos que en sus harapos esperaban

Todavía me dijeron señor.

Están en un caserón a medio derruir,

Con unos cuantos catres y palos: allí pasan las noches

Ahora en vez de dormir bajo los puentes o en los

portales.

Uno sabe leer, y lo mandaron a buscar cuando supieron que yo tenía biblioteca.

(Es alto, luminoso, y usa una barbita en el insolente rostro mulato.)

Pasé por el que será el comedor escolar, hoy sólo señalado por una zapata

Sobre la cual mi amigo traza con su dedo en el aire ventanales y puertas.

Atrás estaban las piedras, y un grupo de muchachos

Las trasladaban en veloces carretillas. Yo pedí una

Y me eché a aprender el trabajo elemental de los hombres elementales.

Luego tuve mi primera pala y tomé el agua silvestre de los trabajadores,

Y, fatigado, pensé en ti, en aquella vez

Que estuviste recogiendo una cosecha hasta que la vista se te nublaba

Como ahora a mí.

¡Qué lejos estábamos de las cosas verdaderas,

Amor, qué lejos —como uno de otro!

La conversación y el almuerzo

Fueron merecidos, y la amistad del pastor.

Hasta hubo una pareja de enamorados

Que se ruborizaban cuando los señalábamos, riendo

Fumando, después del café.

No hay momento

En que no piense en ti.

Hoy quizá más,

Y mientras ayude a construir esta

escuela

Con las mismas manos de acariciarte.

 

Tomado de Cubahora

 


¿Qué haremos los sobrevivientes?

En febrero del año 2014 conocí a Roberto Fernández Retamar. La Federación Estudiantil Universitaria invitaba a líderes estudiantiles latinoamericanos a un encuentro que tuvo lugar en La Habana a mediados de ese mes. La Casa de las Américas ocupó de inmediato la cabeza de los que organizábamos aquella reunión. Su presidente desde 1986 era responsable de una parte de las más completas autorreflexiones y propuestas sobre América Latina y en general sobre el Tercer Mundo. Conquistaba la atención de los que conocíamos parte de su obra, y teníamos seguridad de su entusiasmo y afecto por la gente joven. Durante cuatro horas, como imaginamos, ayudó a meditar sobre la toma de conciencia de la acción revolucionaria, el papel del intelectual, las universidades y la cultura toda, ante las desgarraduras que suelen ser las revoluciones históricas y los inmensos peligros que encierra la perspectiva dominante del imperialismo. [+]