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Décima, punto, canto… en Ciego de Ávila

Sería fácil para ellos (no para mí) crear composiciones poéticas para cantarle al Primer Encuentro Nacional Décima Cuerda, celebrado en Ciego de Ávila, del 23 al 25 de este mes. Jóvenes miembros de la Asociación Hermanos Saíz y consagrados artistas cubanos, demostraron que formas de hacer, practicadas tradicionalmente en zonas rurales, hoy se pueden disfrutar en las ciudades y en sus disímiles variantes. Dieron los primeros pasos hacia el reconocimiento del repentismo como un fenómeno social que va escalando en el territorio.

Lo que relato, todavía con el talentoso joven espirituano Jorge Félix López Rojas y su laúd sonando en mi oído, arrancó con la «Noche de la guayabera», en el Patio de la Casa del Joven Creador avileña. Una pasarela con vestuarios típicos, en ambos sexos, marcada por la variedad de estilos. Con un lenguaje propio, la diseñadora Nela Venegas brindó un espectáculo con trajes rutilantes, en un ambiente seductor, que convirtió a la prenda en protagonista total y absoluta. El hecho cultural en sí se acompañó con «Son Armonía», la agrupación juvenil de la Casa de la Décima Raúl Rondón.

La noche inaugural fue un pie forzado. El niño Sian Javier Reyes Burgos, también de la Casa de la Décima, conquistó las primeras expresiones en una numerosa, devota y ferviente comunidad de escuchas. Enseguida creció el goce con el Dúo Alma, de los jóvenes Amanda Beatríz Ortega y Alexander Santiesteban, con el tema «Parece un aguacero». Y luego, sin adentrarse en los días grises y de sol, tocó a Rainer Nodal y a Yeinier Delgado hablar del proyecto «Décima Cuerda», que cumple dos años el próximo 5 de marzo y nació en la filial de la AHS de Ciego de Ávila. Se dio, entonces, la orden de soltar los laúdes, las claves…, la improvisación y las voces.   

La obra poética aprovechó la luz verde con la combinación entre la tonadista Claudia Nerid Águila Díaz y el guitarrista Daniel Álvarez Cruz, y la contralectura de la espirituana Saily Alba Álvarez y Danyer Torres. Pero, con toda su talla, la décima se subió al escenario en una ronda de saludos por parte de los repentistas convidados.

Fue, igualmente, una oportunidad de «fogueo» para las jóvenes Imilka Almeida y Elena Sardiñas, y la ocasión ideal para poner en enfrentamiento al local Lázaro Hernández y al camagüeyano Nelson Lima, destacado por sus aportes a la promoción y el cultivo de la décima en Cuba.

Claudia Nerid, Guillermo Blanco, Adalberto Bueno, Nicomedes García, Yusbiel León, Gualberto Domínguez, Yeinier Delgado y Amanda Beatríz, entrelazaron cantos y cuerdas en hermosas tonadas. Vale destacar ese vínculo tan necesario entre generaciones de defensores de la décima, el punto, el canto… Al «ring», entre cuerdas y fanáticos, se treparon el Campeón Mundial del Pie Forzado Reiber Nodal y Yusbiel León, en controversia. La noche terminó, entre otros artistas, con Yudiannis Barrera Mujica, La Chula, quien defendió los cuatro pies forzados. Ella aspira a integrar la membresía, realidad de una organización a la que se llega mucho antes.   



Al Primer Encuentro Nacional Décima Cuerda no le podían faltar espacios de socialización, por lo que la Casa de la Décima Raúl Rondón recibió a los participantes y acogió las conferencias «Décima, Punto y Canto» y sobre los talleres de repentismo infantil y acompañamiento musical en la provincia, por Yusbiel León y Armando A. López Rondón, respectivamente. Allí se presentaron los alumnos de esos talleres.

La tarde sabatina se volvió satírica y burlesca, porque «¡Controversia es Guerra!», según dicta la tradición y el evento. Esta vez, el Patio de la AHS, fue testigo de algo novedoso y hasta desafiador de las teorías y los teóricos, pues los duelos se hicieron con Yeinier Delgado y Jorge Félix López acompañando con el laúd; en la guitarra Elena Sardiñas, Alexander Santiesteban y Miguel «El gago»; en la percusión Danyer Torres y Sian Javier Reyes, y en el bajo Daniel Álvarez Cruz. No fue cuestión de instrumentos, sino de crecerse.   

Yordán «El Yayito» Quintero y Nelson Lima, hicieron de la décima-respuesta un banquete cultural. Y «La Margarita de Cuba» Zahily García, puso a bailar a los asistentes varias veces. Aunque les corearon que la controversia se hiciera más fuerte, Reiber Nodal y Luis Paz (Papillo) honraron y agradecieron en décimas la perseverancia de quienes hicieron posible el «Décima Cuerda». 

No podía darse este importante suceso sin involucrar a otras instituciones creadoras, como la filial avileña de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), la que acogió la Gala «La Décima Tiene Talla». Entre los invitados el grupo «Campo Lindo», al que se le dedicó esta edición inicial, en su aniversario 60 de creado.

Sobresalió la presentación del texto en décimas dedicado al evento, escrito por Alejandro Muñoz Aguilera y Rosabel Pi González, y declamado por actrices del Grupo Caminos Teatro. Más de Dúo Alma, contralectura, controversias (entre «El Yayito» y «Papillo»), el humorista Yunieky Sacerio Rojas, de Villa Clara; ronda de tonadas, y Zahily «La Margarita» de conjunto con Campo Lindo.  

El eximio poeta improvisador y gloria de la Cultura en Ciego de Ávila, Armando Alfonso Padilla, además de ser homenajeado por este Primer Encuentro Nacional, recibió la Moneda Conmemorativa de los XX años de Trayectoria del Centro Iberoamericano de la Décima y el Verso Improvisado (CIDVI), de manos de su director por Luis Paz Esquivel. Dicho reconocimiento se otorgó, del mismo modo, a «Campo Lindo». 

Llegó la última jornada y el Centro Cultural Café Barquito, de la AHS, acogió la exposición de artes visuales «Diseño de un Pie Forzado», por el artista visual asociado Luis Enrique Milán Boza. El conversatorio permitió visibilizar el trabajo entre distintas secciones de la filial, uno de los retos de estos tiempos, que mucho tiene que ver con la creación colectiva.   

Otro momento de intercambio de conocimientos y experiencias fue la Conferencia sobre Acompañamiento Musical de Punto Cubano, por Yeinier Delgado y Jorge Félix López. A la actividad formativa e informativa, siguió la presentación del documental «Oralitura Habana FENÓMENO DEL uniVERSO» por los Alex Díaz Hernández y Leidys Hernández Lima. 

Los equipos Décima y Cuerda ocuparon el estadio de béisbol José Ramón Cepero, en la tarde dominical, para probar en el terreno la rivalidad y confraternizar más. Ganó el equipo Cuerda, en un marcador reñido, pero nada discreto: 19×18. O sea, en la décima tuvieron talla, pero en el deporte no tanto.

Así llegó el final, por este año, de una excelente propuesta que puso un pie en lo tradicional y otro en lo contemporáneo. El bulevar avileño se preparó para enfrentar a Gualberto Domínguez con Yusbiel León, y a Rainer Nodal con Yeinier Delgado; para las rondas de pies forzados y tonadas, la entrega a Gualberto de la Moneda Conmemorativa del CIDVI; recibir a «Cuerdas y Voces del Llano» con Zahily y en la contralectura de Alejandro González.

Mezclar la música tradicional con la danza fusión, tanto como la integración entre secciones y la participación de jóvenes que quieren ingresar a la AHS, es otro de los elementos a destacar. Invitada de lujo a la gala de clausura fue la guitarrista concertista, Elvira Skourtis Vives, quien preside la sección de Música en la filial de la UNEAC en Las Tunas.

Escoger el tema «Improvisador», interpretado para la ocasión por Reiber Nodal y Amanda Beatriz Ortega Rodríguez, resumió estos tres días de metáforas, símiles y personificaciones, todo reflejado en la mente de los artistas para expresarse mediante el arte de la improvisación. 

Devino todo una experiencia poética y musical necesaria. Primó, como en las décimas cantadas, lo aprendido. Hubo muy poco espacio para improvisar dentro de un programa cronometrado y exquisito en defensores de la décima, el punto, el canto… Fue la primera gran tonada, la voz acompañada por muchas personas y el verso sentido y con sentido, abierto a cualquier generación; ese verso que propició el intercambio de emociones, conocimientos y valores entre depositarios, practicantes y admiradores.

Numerosas instituciones culturales y personalidades de la música, públicos en general, pusieron el foco en el evento, el cual, visto desde su anchura de práctica cultural, es otro significativo paso desde esta central provincia para la preservación y transmisión de nuestras tradiciones, con el inmenso reto de convertirse en un acontecimiento anual, estable y continuado, de interacción y complementación. No perder la «afinación» del encuentro dependerá de que otras tantas cuerdas se mantengan pulsadas, con armonía y ritmo.


Peripecias líricas de una viuda alegre

Mi Teatro Lírico Rodrigo Prats de Holguín no es el de las emblemáticas puestas que lo han hecho trascender como uno de los baluartes imprescindibles del arte lírico cubano. No vi –y por eso no puedo rememorar, ni siquiera comparar– las antológicas presentaciones de Los gavilanes, La del Soto del Parral, La tabernera del puerto, El conde de Luxemburgo, María La O, Cecilia Valdés, Amalia Batista, La Traviata, La Leandras… entre tantas otras obras, que sí conocen y rememoran los viejos seguidores de la compañía. No es el Teatro Lírico donde hicieron historia y protagonizaron los roles principales, importantes figuras como Raúl Camayd, Náyade Proenza o María Luisa Clark.

Mi Lírico holguinero es otro; es el que ha estado en escena en los últimos 10 años. Mi “Rodrigo Prats” es el de La alegre chaperona, El show de Jerry Hermans, La leyenda del beso, La princesa de las Czardas, Luisa Fernanda, La corte de Faraón… Es el del espectáculo Viva Verdi, con dirección artística de Yuri Hernández y fragmentos de Nabucco, La Traviata, Rigoletto, Otelo y Aída, entre otras obras del repertorio verdiano.

Para muchos no ha sido la mejor década de la compañía, pero es la que conozco. Es el Lírico de galas, como la que celebró su aniversario 50 en 2012; el de espectáculos variados. Y ahora es también el Lírico de La viuda alegre, famosa opereta de tres actos con música del compositor austrohúngaro Franz Lehár y libreto a partir del original en alemán de Victor Léon y Leo Stein, basado en L’attaché d’ambassade (1861) de Henri Meilhac, y estrenada en Holguín a fines del pasado año y recientemente exhibida en el Teatro Sauto de Matanzas y en el Gran Teatro Alicia Alonso de La Habana con buena aceptación.

Fotos Wilker López

La viuda alegre es, lo que podríamos llamar, un peso pesado en la compañía, una pieza antológica en su repertorio. La puesta holguinera fue estrenada –asegura, en un libro inédito, el investigador e intérprete Martín Arranz– en 1971 y siguió toda esa década en repertorio, hasta 1988. En 1979 fue calificada como “un éxito indudable” en la presentación realizada en la Sala García Lorca del Gran Teatro de La Habana. Entonces la Orquesta la dirigió, junto a Fabio Landa, el propio maestro Rodrigo Prats, uno de los autores más importantes del teatro lírico nacional, junto a Ernesto Lecuona y Gonzalo Roig.

Esta esperada puesta –que sufrió varias posposiciones en las fechas de su estreno, buscando la perfección de los detalles– fue presentada recientemente en el Teatro Eddy Suñol como parte de las actividades por el aniversario 80 del coloso artístico holguinero. Llevarla a escena es portar una tradición consabida, que hace rememorar las actuaciones de Camayd como en Conde Danilo o de Náyade Proenza y María Luisa Clark como la viuda Ana de Glavary, pero es revivir y hasta insuflarle cierta contemporaneidad a una obra que se caracteriza por una trama disparatada, divertida, basada en enredos y peripecias, y por momentos insulsa, como cualquier telenovela de turno: una joven viuda, Ana de Glavary, ha heredado varios millones, pero de casarse con un parisino su fortuna abandonará Pontenegro, creando la ruina nacional, por lo que, alentados por el barón Mirko Zeta, embajador de ese ficticio país en París, varios pontenegrinos la seducen. Pero ella le interesa una antigua pasión, el conde Danilo Danilovitsch, quien jura demostrar que no se casará con ella solo por su fortuna, sino por amor. Lo demás aquí es enredos, peripecias, y eso sí, muchas infidelidades conyugales.

Fotos Wilker López

Frívola, puede ser. Cargada de inverosimilitud, también. De por sí –y esto debemos subrayarlo– la opereta es un género musical animado y peculiar, cuya característica fundamental consiste en contar con una trama inverosímil y disparatada, a partir de diálogos hablados y canciones entre los que se intercalan historietas, llamadas couplets por los franceses, y bailes como la zarzuela o el cancán (como sucede en La viuda alegre). Se desarrolló en París primero y en Viena, Austria, después, a lo largo del siglo XIX. La viuda alegre, estrenada en 1905, no deja de poseer estas características del género.

La puesta holguinera, con dirección general de María Dolores Rodríguez y artística de Abel Carballosa, respetó la obra original, su concepción escénica, en buena medida la trama que desarrolla, la propia hilaridad que la peculiariza, aunque matizando varios parlamentos.

Más allá de revisitar el género, lo homenajeó, cuidando cada detalle. ¿Cómo hacer que una obra como La viuda alegre, creada para el gusto y la diversión del público vienés de 1905, pueda interesar a los espectadores contemporáneos en Cuba? En ello interviene –más allá de La viuda… como obra de arte, como opereta clásica llevada a escena y grabada muchísimas veces en varias partes del mundo– la dirección artística, la puesta en escena, la espectacularidad que de por sí porta la obra, lo atractivo que llega a ser el desenvolvimiento dramático, la calidad de las actuaciones… No es una típica zarzuela, una gran ópera, sino un divertimento operístico, con una historia que, en su esencia, puede ser bien contemporánea, cotidiana, pero que por eso no deja de ser frívola, superficial, palaciega, casi vodevilesca.

Fotos Wilker López

Pero vayamos a algunas peculiaridades de la visualmente atractiva puesta holguinera. El “Rodrigo Prats” se ha caracterizado por las excelentes voces de sus intérpretes, los más jóvenes salidos de las aulas de la Filial de Canto en la Universidad de las Artes en Holguín. Esta puesta –en la noche en que la vi, y siempre mis consideraciones serán sobre ella– tuvo en el escenario a intérpretes jóvenes junto a voces consagradas de la compañía.

El desenvolvimiento escénico, actoral, viene a ser una de las limitantes, en buena medida, del teatro lírico cubano. Es un tema que han subrayado críticos en varias ocasiones. No es solo cantar bien, de por sí todo un mérito, sino saberlo conjugar con la actuación (por eso lo de teatro) y en ocasiones, como sucede aquí, hasta con el baile.

Los intérpretes de La viuda alegre lo hicieron lo mejor posible. Combinaron la actuaciones –algunos, claro está, mejor que otros– con el dominio de sus voces. A veces mejor, otras con falta de expresividad, matices, fuerza… El conde Danilo, interpretado también por el versátil y experimentado Alfredo Mas, estuvo en la piel del estudiante Carlos Manuel González, quien lo supo sacar adelante con dominio y gracia, cuando muchos pensaron que un personaje como este le quedaría amplio al joven. A Carlos Manuel hay que agradecerle también la valentía con que asumió al conde.

La viuda –sobre su personaje recae buena parte del peso de la obra– fue interpretada por una atractiva Yuliannis Sánchez, que nos ofreció un personaje agradablemente frívolo y en buena medida superficial, como amerita, intentando subrayar en el escenario el binomio necesario: el canto y la actuación. En lo particular, destaco al ya veterano Alfredo Calzadilla, como el barón Mirko Zeta, en lo que fue una clase de versatilidad escénica. El resto del elenco –el personaje de Niegus es aquí una delicia– le aportó su parte de diversión, desenvolvimiento y gracia a una obra que posee esos matices.

Fotos Wilker López

Si algo pudiéramos recomendarles en esta parte a La viuda alegre holguinera, es, sobre todo, cuidar algunos detalles relacionados con la actuación, con el dominio escénico tan necesario en sus intérpretes; incluso varias interpretaciones pudieran mejorar, matizarse, cuidar detalles vocales, para el bien de una obra que requiere de pleno dominio y versatilidad sobre el escenario, a la par del desparpajo, la futilidad, de una historia, que corre el riesgo, con sus enrevesados vericuetos, de aburrir un poco. Y aburrir –lo sabemos muy bien– es todo lo contrario que se ha propuesto el Lírico de Holguín, por eso la dirección artística de Abel Carballosa y la dirección coreográfica de Alejandro Millán han insistido tanto en el dinamismo y la contemporaneidad de la puesta.

Por otra parte, el “empaque” es visualmente atractivo, sugerente, uno de los grandes logros de la puesta, remitiéndonos al París de plena belle époque. Alejandro de la Torre realizó el diseño de vestuario y escenografía cuidando los más pequeños detalles de manera casi artesanal. Cada traje, especialmente los de la viuda, fueron trabajados velando las telas y la pedrería, los cambios de las modas de la época… La embajada de Pontenegro en París, la mansión de la viuda, con su jardín cómplice de infidelidades y rejuegos; adquieren una verosimilitud –dentro del género, claro– que el público agradece. Del avant premier mostrado el pasado año aquí, la obra sin dudas creció mucho.

Es necesario subrayar también el trabajo coreográfico de Millán al frente del ballet del Lírico, la dirección coral de Damaris Hernández –vemos incluso al coro incorporarse a las coreografías–, y la dirección musical de Oreste Saavedra, dirigiendo la Orquesta de Cámara de Holguín y músicos invitados. Oreste alternó batuta con el joven Edel Almeida, para interpretar desde el foso del Eddy Suñol las compasiones que Lehár creara; sin dudas un lujo contar en las presentaciones, como antaño, con música en vivo.

Fotos Wilker López

La viuda alegre, del Teatro Lírico Rodrigo Prats de Holguín, es una pieza ambiciosa y necesaria por más de una cuestión: rescata una obra antológica no solo del mundo de las operetas, sino del repertorio de una compañía que celebró, precisamente en uno de los días de estreno, su aniversario 57. Porque la devuelve para un público que añora los años de esplendor del Lírico y que vio esta puesta, pero también para los espectadores jóvenes, ávidos no solo de teatro lírico, sino de teatro en sentido general. Porque pone sobre el escenario a consagrados y jóvenes, incluso estudiantes, para el bien de una obra que busca ser contemporánea, pero sin dejar de tributar al clásico; por el cuidado detalle en el diseño de vestuario y la escenografía –cuestión que, a priori, el público se lleva en la retina–, las interpretaciones, la mixtura entre actuación y danza, la música en vivo… Porque La viuda alegre, incluso con los detalles o sugerencias que cualquiera puede indicarles –si hay una cosa que el público holguinero cree saber es de teatro lírico–, es un camino, un punto de crecimiento esperado ansiosamente, una necesidad para la vida cultural de la ciudad, que ha podido mostrarse en otras partes del país, incluso esperamos vuelva al propio Eddy Suñol. En resumen: una obra que, por esperada, por darlo el Lírico de Holguín todo en ella, se manosea, se comenta de boca en boca, se piensa, pero, sin dudas, también se agradece.