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Teatro de alto vuelo en el Titereando

Teatro Papalote de Matanzas llegó por primera vez al Titereando en la Ciudad, y lo hizo por todo lo alto, con una  propuesta que los amantes del buen teatro para niños nunca se cansarían de ver..

La agrupación yumurina entregó en esta ocasión a los asistentes a la sala Guiñol, la mañana del domingo tres de abril, la obra Se durmió en los laureles para títeres y con actores en vivo, una pieza donde dos payasos-titiriteros recrean divertidas travesuras, engaños, trucos y burlas mediante los cuales se enfrentan la vida (Elegguá) y la muerte (Ikú).

La trama —especie de desacralización de figuras/deidades provenientes del folclore y la cultura popular— se desarrolla en torno a la persecución y enfrentamiento de los dos personajes antagónicos para que, al cabo, la vida, sabiendo que la muerte es glotona, la haga comer mucho dulce de maíz hasta lograr que se quede dormida.

El sencillo diseño de los elementos en escena, que no obstante ofrece a los intérpretes-animadores un sinnúmero de posibilidades expresivas conjugadas con un fino margen de espontaneidad, es expresión de una rica síntesis visual que para nada se contrapone a una continua sugerencia de hermosas imágenes teatrales, logradas mediante una precisa animación, apoyada a su vez por una excelente caracterización en la que no podrían desligarse actores y muñecos, toda vez que su inequívoca simbiosis no lo permite.

A lo largo de la representación logra percibirse en escena una fuerte y contagiosa energía, irradiada sin altibajos y compartida por los actores con el auditorio, al que se permite participar como ente activo en varios momentos de interacción.

Durante los alrededor de cincuenta minutos de duración, Se durmió en los laureles compele al espectador, con una extraordinaria fluidez, a participar intensamente del acto teatral, sin parpadear apenas.

Y es que en la pieza, se hace sentir la vasta experiencia del director, el maestro titiritero René Fernández, así como la calidad de Papalote, una agrupación que no en balde se considera emblemática dentro del teatro para niños en Cuba, luego de casi cinco décadas y media de quehacer artístico.

 

 

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